«Occidente» o el «Mundo occidental» es un concepto que ya no tiene que ver con los puntos cardinales. Originalmente, «Occidente» sería la cultura del extremo occidental del continente eurasiático. De verdad, que es insostenible hablar de Europa como un continente aparte desde muchos puntos de vista, salvo desde el egocentrismo de muchos europeos. Frente a «Oriente»… que sería todo lo demás; Europa oriental, oriente próximo, oriente medio, extremo oriente. Todo mezclado como si fuese lo mismo, aunque es la mayo parte del continente y con una riqueza y diversidad de culturas tremenda, frente a la relativa homogeneidad de la Europa Occidental, consecuencia de la «melange» del Imperio romano, que recoge la cultura clásica, y el influjo de las culturas germánicas, que afloraron a la caída de aquel. Otras culturas, como las celtas o las helénicas, quedan subsumidas en estas, y los eslavos y similares… son «Oriente» en la mente de muchos «occidentales».

Con el tiempo, «Occidente» serán también las colonias ricas, no las pobretonas, de esta Europa occidental. Canadá, Estados Unidos, Australia o Nueva Zelanda califican como «Occidente». Argentina, Chile o Brasil, no. Los países fuera de la Europa occidental que son «occidente» tienen una cosa en común. Las poblaciones europeas que se instalaron allí, realizaron una fuerte acción de exterminio y suplantación de las poblaciones indígenas originales, con escaso mestizaje, casi nulo en la práctica, lo cual permitió que se mantuviera una fuerte homogeneidad en sus poblaciones, vinculada a la de la Europa occidental. Cuando el mestizaje fue abundante, o las poblaciones indígenas originales, tras los desastres bélicos y epidemiológicos de los primeros contactos, se restablecieron… ya no pueden ser «Occidente». Y no digamos nada cuando siguieron siendo mayoritarias con una minoría de élite europea durante el período colonial. Definitivamente eso es «Oriente», o el punto cardinal que toque.
Amin Maalouf lo ha descrito varias veces muy bien. «Occidente», en su tradición cultural, ha evolucionado a estructuras sociales y políticas que han permitido que sus poblaciones alcanzasen altos niveles de bienestar personal, social, económico, y un gran desarrollo de las libertades personales, y eso que llamamos las democracias liberales. Pero han fracasado estrepitosa y estruendosamente a la hora de exportar el modelo, o adaptarlo a otras culturas. Apenas un puñado minúsculo de países fuera de «Occidente» han conseguido estos niveles. Japón, Taiwán y Corea del sur en Asia, Costa Rica en América Central… Quizá Chile y Uruguay en América del sur… Todo lo demás son democracias defectuosas y regímenes mixtos, con una parte autoritaria. En «Occidente» tampoco faltan las democracias defectuosas, por eso.
El 11 de septiembre de 2001, mientras yo comía en la cafetería del hospital en el que trabajaba y del que era director desde hace tres meses, un día que me quedé con la intención de trabajar hasta las seis de la tarde, una serie de aviones norteamericanos fueron secuestrados por unos extremistas islámicos suicidas, que los estrellaron contra algunas estructuras simbólicas de la metrópoli del «Imperio occidental», especialmente contra las dos torres gemelas del World Trade Center de Nueva York. Yo presencié en directo cómo uno de los aviones se estrellaba contra la segunda torre, mientras la primera ya ardía, y el comentarista del telediario de RTVE, un inepto de mucho cuidado, decía que estábamos viendo una repetición en diferido del momento en el que el primero de los aviones se estrelló. Era obvio que eso no era lo que estábamos viendo… pero tardó mucho en rectificar. La ineptitud de los periodistas que presentan los noticiarios en televisión siempre me ha parecido proverbialmente suprema. Sin embargo, muchos de ellos son populares, alguna a llegado a reina consorte, y es la fuente de información favorita o única de buena parte de la población.
Como se supone que esta entrada va de fotografía, recomendaré una serie de artículos de Blind Magazine, de ayer mismo, en la que se habla de algunos fotógrafos y su vinculación con aquella fecha, como son Bill Biggart, que falleció aquel día, Joe Conzo, socorrista y fotógrafo de circunstancias, Kevin Brubriski, o una mujer fotógrafa en aquel infierno, Gulnara Samoilova, o cómo fue la vida en Nueva York en aquellos días. Pero en medio del asalto al poder en «Occidente» que los partidos conservadores empezaron con el final de la guerra fría, sumado al viraje hacia la derecha de las socialdemocracias y los laborismos en Europa, aquello generó una ola de miedo, estrés e intereses bastardos que llevó a las guerras en Afganistán e Iraq, reagudizando los tradicionales conflictos entre «Occidente» y «Oriente». Especialmente uno que lleva en activo desde hace más de 1000 años, entre el «Oriente» islámico y el «Occidente» cristiano, si no lo podemos retrotraer más atrás, a las guerras médicas entre griegos y persas (actual Irán), o las guerras párticas entre Roma y los partos (actual Irán e Irak).
Guerras que han durado 20 años, cuya victoria por parte de «Occidente» se ha voceado en varias ocasiones, pero que han acabado con el absolutamente vergonzoso espectáculo de este mes de agosto, cuando en pocas semanas, y ante la retirada de Estados Unidos y otros países de la OTAN, los «derrotados» talibanes han recuperado de forma fulgurante el poder en Afganistán en medio del caos de los países «occidentales» tratando de sacar del país a sus colaboradores, condenados si no a priori por el régimen talibán por su colaboracionismo con las potencias occidentales. Vergüenza que ha aumentado todavía más en aquellos «occidentales» a los que nos queda algunos restos de conciencia, cuando numerosos líderes políticos «occidentales» se han mostrado satisfechos y entusiastas por el éxito de sus evacuaciones, en lugar de abochornados, contritos y arrepentidos por el enésimo rotundo fracaso en trasladar al resto del mundo modelos de convivencia, prosperidad, democracia y libertades. El acto de venganza por las casi tres mil muertes en aquellos atentados han ocasionado la muerte, en Irak, de más de 4000 militares de la coalición occidental, fundamentalmente estadounidense, entre 21000 y 26000 militares y milicianos irakíes, y entre 180000 y 205000 civiles irakíes; en Afganistán, de 113 militares de la coalición occidental, de más de 45000 afganos aliados con esta o no afiliados a ninguna facción, entre 15000 y 32000 miembros de los talibanes, y unos 1950 muertos de Al-Qaeda. Para al final, conceder la victoria final a los mismos brutos que dominaban el país hace 20 años. Para vengar a 3000, casi 350000 muertos que no han resuelto absolutamente nada. «Enhorabuena» a todos los maravillosos líderes occidentales por su «éxito» reciente a la hora de evacuar Afganistán dejando detrás un erial en lo que se refiere a las libertades del ser humano. Líderes de todo tipo de partidos y tendencias,… que producen una profunda náusea y ganas de vomitar.