[Recomendaciones fotográficas] A vueltas con el 11 de septiembre y los problemas de eso que llamamos Occidente

Fotografía

«Occidente» o el «Mundo occidental» es un concepto que ya no tiene que ver con los puntos cardinales. Originalmente, «Occidente» sería la cultura del extremo occidental del continente eurasiático. De verdad, que es insostenible hablar de Europa como un continente aparte desde muchos puntos de vista, salvo desde el egocentrismo de muchos europeos. Frente a «Oriente»… que sería todo lo demás; Europa oriental, oriente próximo, oriente medio, extremo oriente. Todo mezclado como si fuese lo mismo, aunque es la mayo parte del continente y con una riqueza y diversidad de culturas tremenda, frente a la relativa homogeneidad de la Europa Occidental, consecuencia de la «melange» del Imperio romano, que recoge la cultura clásica, y el influjo de las culturas germánicas, que afloraron a la caída de aquel. Otras culturas, como las celtas o las helénicas, quedan subsumidas en estas, y los eslavos y similares… son «Oriente» en la mente de muchos «occidentales».

Nueva York en 2013, fotos sobre película negativa en blanco y negro Ilford HP5 Plus realizadas con una Olympus mju-II.

Con el tiempo, «Occidente» serán también las colonias ricas, no las pobretonas, de esta Europa occidental. Canadá, Estados Unidos, Australia o Nueva Zelanda califican como «Occidente». Argentina, Chile o Brasil, no. Los países fuera de la Europa occidental que son «occidente» tienen una cosa en común. Las poblaciones europeas que se instalaron allí, realizaron una fuerte acción de exterminio y suplantación de las poblaciones indígenas originales, con escaso mestizaje, casi nulo en la práctica, lo cual permitió que se mantuviera una fuerte homogeneidad en sus poblaciones, vinculada a la de la Europa occidental. Cuando el mestizaje fue abundante, o las poblaciones indígenas originales, tras los desastres bélicos y epidemiológicos de los primeros contactos, se restablecieron… ya no pueden ser «Occidente». Y no digamos nada cuando siguieron siendo mayoritarias con una minoría de élite europea durante el período colonial. Definitivamente eso es «Oriente», o el punto cardinal que toque.

Amin Maalouf lo ha descrito varias veces muy bien. «Occidente», en su tradición cultural, ha evolucionado a estructuras sociales y políticas que han permitido que sus poblaciones alcanzasen altos niveles de bienestar personal, social, económico, y un gran desarrollo de las libertades personales, y eso que llamamos las democracias liberales. Pero han fracasado estrepitosa y estruendosamente a la hora de exportar el modelo, o adaptarlo a otras culturas. Apenas un puñado minúsculo de países fuera de «Occidente» han conseguido estos niveles. Japón, Taiwán y Corea del sur en Asia, Costa Rica en América Central… Quizá Chile y Uruguay en América del sur… Todo lo demás son democracias defectuosas y regímenes mixtos, con una parte autoritaria. En «Occidente» tampoco faltan las democracias defectuosas, por eso.

El 11 de septiembre de 2001, mientras yo comía en la cafetería del hospital en el que trabajaba y del que era director desde hace tres meses, un día que me quedé con la intención de trabajar hasta las seis de la tarde, una serie de aviones norteamericanos fueron secuestrados por unos extremistas islámicos suicidas, que los estrellaron contra algunas estructuras simbólicas de la metrópoli del «Imperio occidental», especialmente contra las dos torres gemelas del World Trade Center de Nueva York. Yo presencié en directo cómo uno de los aviones se estrellaba contra la segunda torre, mientras la primera ya ardía, y el comentarista del telediario de RTVE, un inepto de mucho cuidado, decía que estábamos viendo una repetición en diferido del momento en el que el primero de los aviones se estrelló. Era obvio que eso no era lo que estábamos viendo… pero tardó mucho en rectificar. La ineptitud de los periodistas que presentan los noticiarios en televisión siempre me ha parecido proverbialmente suprema. Sin embargo, muchos de ellos son populares, alguna a llegado a reina consorte, y es la fuente de información favorita o única de buena parte de la población.

Como se supone que esta entrada va de fotografía, recomendaré una serie de artículos de Blind Magazine, de ayer mismo, en la que se habla de algunos fotógrafos y su vinculación con aquella fecha, como son Bill Biggart, que falleció aquel día, Joe Conzo, socorrista y fotógrafo de circunstancias, Kevin Brubriski, o una mujer fotógrafa en aquel infierno, Gulnara Samoilova, o cómo fue la vida en Nueva York en aquellos días. Pero en medio del asalto al poder en «Occidente» que los partidos conservadores empezaron con el final de la guerra fría, sumado al viraje hacia la derecha de las socialdemocracias y los laborismos en Europa, aquello generó una ola de miedo, estrés e intereses bastardos que llevó a las guerras en Afganistán e Iraq, reagudizando los tradicionales conflictos entre «Occidente» y «Oriente». Especialmente uno que lleva en activo desde hace más de 1000 años, entre el «Oriente» islámico y el «Occidente» cristiano, si no lo podemos retrotraer más atrás, a las guerras médicas entre griegos y persas (actual Irán), o las guerras párticas entre Roma y los partos (actual Irán e Irak).

Guerras que han durado 20 años, cuya victoria por parte de «Occidente» se ha voceado en varias ocasiones, pero que han acabado con el absolutamente vergonzoso espectáculo de este mes de agosto, cuando en pocas semanas, y ante la retirada de Estados Unidos y otros países de la OTAN, los «derrotados» talibanes han recuperado de forma fulgurante el poder en Afganistán en medio del caos de los países «occidentales» tratando de sacar del país a sus colaboradores, condenados si no a priori por el régimen talibán por su colaboracionismo con las potencias occidentales. Vergüenza que ha aumentado todavía más en aquellos «occidentales» a los que nos queda algunos restos de conciencia, cuando numerosos líderes políticos «occidentales» se han mostrado satisfechos y entusiastas por el éxito de sus evacuaciones, en lugar de abochornados, contritos y arrepentidos por el enésimo rotundo fracaso en trasladar al resto del mundo modelos de convivencia, prosperidad, democracia y libertades. El acto de venganza por las casi tres mil muertes en aquellos atentados han ocasionado la muerte, en Irak, de más de 4000 militares de la coalición occidental, fundamentalmente estadounidense, entre 21000 y 26000 militares y milicianos irakíes, y entre 180000 y 205000 civiles irakíes; en Afganistán, de 113 militares de la coalición occidental, de más de 45000 afganos aliados con esta o no afiliados a ninguna facción, entre 15000 y 32000 miembros de los talibanes, y unos 1950 muertos de Al-Qaeda. Para al final, conceder la victoria final a los mismos brutos que dominaban el país hace 20 años. Para vengar a 3000, casi 350000 muertos que no han resuelto absolutamente nada. «Enhorabuena» a todos los maravillosos líderes occidentales por su «éxito» reciente a la hora de evacuar Afganistán dejando detrás un erial en lo que se refiere a las libertades del ser humano. Líderes de todo tipo de partidos y tendencias,… que producen una profunda náusea y ganas de vomitar.

[Libro] El desajuste del mundo

Literatura

El principal problema de este ensayo de Amin Maalouf, que cogí de oferta, enorme oferta, en mi tienda de libros electrónicos habitual, es que el original en francés es de 2009. Recién elegido presidente de Estados Unidos Barak Obama. Y que por lo tanto, si bien advertía de determinados riesgos para la civilización humana, también mostraba una cierta esperanza en la capacidad del ser humano en ponerse a trabajar para evitar su derrumbe. Estamos en 2019. El cambio climático sigue igual peor. En Estados Unidos tienen a Trump como presidente. Los populismos, especialmente los de extrema derecha, están en alza. Ninguna de las causas que produjeron la crisis financiera de 2007-2008 se ha corregido. Y el conflicto entre la civilización occidental y la islámica está, si cabe, más lejos de resolverse.

Si una ciudad ha representado a lo largo de la historia el choque de civilizaciones entre el mundo islámico y el occidente cristiano es, aparte de Jerusalén, Estambul. Así que allí nos iremos a pasear.

Si le he de juzgar a partir de sus escritos, Maalouf me parece un tipo honesto y sensato. A lo largo de los últimos 30 años he disfrutado tanto de sus novelas como de sus ensayos. Y si tuviera que hacer un listado de mis diez libros favoritos, no sería de extrañar que Las cruzadas vistas por los árabes estuviera en esa lista. Comparto con él mi terror hacia los nacionalismos, pero mi respeto por todas las culturas, por todas la lenguas, por todas las formas de manifestación artística y del pensamiento, siempre que vayan acompañada de tolerancia y respeto hacia todas las personas. Llevo mal el relativismo cultural, como él, pero llevo también mal que la gente piense que sólo su cultura/religión/patria es la buena, la mejor. No comparto con él alguna de las visiones positivas que tiene del capitalismo, no sé si habrá cambiado de opinión en estos diez últimos años, pero el capitalismo es en buena medida culpable del cambio climático… es cuestión de física,… aumento de la entropía por el excesivo consumo de energía, y aunque respeto como cuestión de principios básicos las creencias de cada ser humano, no comparto su respeto por las jerarquías religiosas que las gestionan. Tampoco soy tengo una visión tan optimista como él de la evolución del gigante chino.

Dicho lo cual, en este libro Maalouf hace suya la tesis de quienes advierten que podemos estar en vísperas de un derrumbe de la civilización humana, con las tremendas consecuencias en retroceso del conocimiento, en progreso democrático y, sobre todo, en sufrimiento humano que eso conllevaría. No nos confundamos. No hablamos de un apocalipsis de los de las películas de Hollywood. En la historia hay varios casos de derrumbes de civilizaciones, siendo el más conocido y notorio el de la civilización clásica, la caída del imperio romano, que causó una profunda depresión demográfica en Europa, una pérdida de conocimiento, la aparición de epidemias que no se daban en el mundo clásico, una gran pérdida en años de vida… y otras cosas de las que no siempre se habla cuando hablamos de la transición del mundo clásico a la edad media. Agotamiento de los recursos, grandes movimientos de población, estructuras políticas endebles, absolutismos religiosos, falta de líderes,… son algunos de los elementos que se pueden identificar en aquella debacle histórica y que están presentes en la crisis que Maalouf identifica hoy. Y no sólo él. El problema es que aquel derrumbe fue un problema europeo y mediterráneo, especialmente. Pero un derrumbe de la civilización actual será un problema global.

Y las cosas no están mejor. Veo que este año ha publicado un libro que se titula El naufragio de las civilizaciones,… de desajuste a naufragio, simplemente este cambio en el título ya indica por dónde irán los tiros… No estoy de humos ahora para afrontar su lectura.

El libro está muy bien, pero te deja una gran sensación de desazón. Y por su puesto, muestra su gran conocimiento sobre el mundo árabe, que permite acercarte a ese punto de vista, a comprender mejor a todos esos cientos millones de personas que conforman el islam, punto de vista tan despreciado por el occidente europeo. No me atrevo a recomendarlo… porque está desfasado, no porque no sea bueno. Pero ahí esta para el que le interese.

[Libro] La bailarina

Literatura

El último día que estuve en Cálamo observé que había un estante dedicado en exclusiva a libros de autores japoneses. El librero me dijo con un poco de sorna, «ya sabes, esto va por modas, un día tocan los libros de crímenes suecos, y ahora nos inundan los autores japoneses». El caso es que como buscaba libros pequeños con el fin de volver a recuperar el hábito de leer, en crisis desde hacía una semanas, me llamó la atención este que hoy os presento, de un escritor de la era Meiji, Ogai Mori. En cualquier caso, da gusto lo agradable que es el aspecto de los libros de la editorial Impedimenta.

La bailarina
Ogai Mori
Impedimenta; Madrid, 2011
ISBN: 9788415130154

La historia que nos cuenta este relato que apenas llega a la consideración de novela por su extensión, está basado en las experiencias del propio autor durante los años en que residió en Berlín en su juventud. Aunque entiendo que el desarrollo de los hechos no es idéntico, no es completamente autobiográfico. Hacia el final del siglo XIX, un joven japonés de 20 años que ha llevado una trayectoria académica brillante, es enviado a Alemania con el fin de que complete sus estudios, se empape de cultura occidental y realice ciertos trabajos para alguna empresa japonesa. Pero el joven, inundado por el cosmopolita ambiente de la capital alemana, pronto empezará a alejarse de sus objetivos. Más cuando entre en relación con una joven, hermosa y pobre bailarina de la que se enamorará. Esto lo terminará de extraviar, hasta que un amigo suyo le muestre el modo de salir de esta dinámica y volver a recuperar el sitio que le corresponde en la sociedad japonesa.

Acostumbrados como estamos a las historias de osados aventureros occidentales que en sus contactos con el extremo oriente acaban enamorados de bellas y delicadas artistas asiáticas, geishas maravillosas, con finales más o menos dramáticos o trágicos, en esta versión «disléxica» el «aventurero» asiático tiene las virtudes propias de un mero burócrata en viaje de estudios, y la artista europea, aunque bella, está acuciada por los problemas de la pobreza. El hambre, el riesgo de la prostitución,… Así pues, Mori nos ofrece un relato que combina elementos del romanticismo más intenso con el realismo o el naturalismo que en el momento de gestarse esta novela corta ya imperaba en las literaturas del mundo occidental.

En cualquier caso, la historia se lee bien, y es una buena forma de asomarse a otras literaturas y otras culturas, y a como los occidentales podemos ser percibido por ellas. En la introducción se nos avisa que hay matices que se pierden en la traducción, debido a las diferencias de los idiomas japonés y español, pero yo no he notado nada a faltar.

Pariser Platz

En un extremo de Unter den Linden, tantas veces mencionada en el libro como el lugar cosmopolita por el que pasean los berlineses, se encuentra la Pariser Platz; hoy en día no extraña como entonces ver a personas orientales, "turisteando" por el lugar - Panasonic Lumix LX3