[TV] Cosas de series; las aventuras y desventuras de dos «princesas» de ficción

Televisión

Hoy tenemos dos series, muy distintas, con protagonistas femeninas. Protagonistas nacidas, al parecer, para ser «princesas». E insisto en las comillas porque, como veremos, las «princesas» de los cuentos… no parecen existir o, al menos, encontrarse con facilidad.

Nacida en Rusia, la vida infantil y adolescente de Anna Sorokin transcurrió en algún lugar de las regiones occidentales o noroccidentales de Alemania, donde están tomadas estas fotografías.

Disenchantment, serie de animación de Matt Groening, que por lo que algunos han investigado sucedería en uno de los ciclos de regeneración de un mismo universo cíclico en el que sucedía Futurama, quien sabe si también The Simpsons, ha llegado ya a su cuarta temporada de diez episodios. Ambientada en un reino ubicado en una edad media mágica, nos habla de las aventuras y, más bien, desventuras, de la princesa Tiabeanie Mariabeanie de la Rochambeau Grunkwitz (voz de Abbi Jacobson), familiarmente conocida como Bean, en compañía de Luci, su demonio particular, y Elfo… un elfo mestizo con trol si no recuerdo mal. Pendenciera, alcohólica y drogadicta, sufre una familia, con su padre el rey Zøg al frente, y una serie de parientes y cortesanos que provocarían el suicidio a cualquiera. Resumir en estos momentos el hilo argumental de la serie me parece complicado… y poco útil. Simplemente decir que es una serie que ha ido de menos a más, que me lo paso estupendamente, que es una crítica ácida y conveniente a muchos aspectos de las convenciones familiares, sociales y políticas del mundo contemporáneo, y que es imprescindible para los aficionados a la ficción adulta.

Y por otro lado tenemos, también en Netflix, la miniserie de nueve episodios Inventing Anna, de la factoría de Shonda Rhimes, que construyó su prestigio e imperio seriéfilo sobre el éxito de Grey’s Anatomy, y que se sale un poco de lo que es el tono habitual de las series de esta productora. Y la serie se fija en la joven Anna Sorokin (Julia Garner), ciudadana alemana de origen ruso, que aterriza en Nueva York asegurando que tiene un proyecto estupendo para generar un entorno de mecenazgo y protección de artistas de alto nivel, para el que busca apoyos y financiación, enredando durante un tiempo a destacadas figuras de las finanzas y de la alta sociedad neoyorquina. Como aval, aseguró que su padre era adinedaro y que ella misma tenía una importante cantidad de dinero en forma de fideicomiso. La historia se cuenta a partir de la periodista quiso saber más, Vivian Kent (Anna Chlumsky) como alter ego de la periodista real Jessica Pressler, y la investigación que hizo del caso cuando Sorokin estaba a la espera de juicio por estafadora. Y se cuenta a través del testimonio de la gente con quien se relacionó; abogados, mecenas, artistas, amigas… La serie no es perfecta, pero merece la pena echarle un vistazo, especialmente por el estupendo trabajo actoral, destacando el de Garner, una actriz más habitual del medio televisivo que del cinematográfico, pero que me parece muy solvente.

[TV] Cosas de series; animación occidental y espionaje oriental

Televisión

Si la semana pasada tocaba hablar de animación japonesa, hoy nos volvemos hacia la USAmérica. Otras dos series de animación, más o menos interesantes. Y si la semana complementaba la entrada con una serie documental, más bien de entrevistas, esta semana lo haré con otra. Curiosamente si la de la semana pasada se centraba en USAmérica, concretamente en Nueva York, la de esta semana se centrará en el Asia oriental.

Unas cuantas fotos de Dinamarca en honor a los infiltrados en Corea del Norte. Se lo merecen.

Star Trek: Lower decks es una serie de animación del universo Star Trek, como habréis podido suponer, en Amazon Prime Video. En principio, no me interesó. Aunque he ido viendo cosas de la franquicia, y Star Trek: Discovery tuvo una muy interesante primera temporada, bajando luego progresivamente este interés, tengo problemas para interesarme en ese universo. De hecho, creo que la primera temporada de Discovery me gustó porque era la menos trekkie de todas las que había visto. Y porque salía Michelle Yeoh. Y de hecho hubo quejas entre los fanáticos de la serie por los mismos motivos por los que a mí me gustó. Conforme han devuelto a la serie el «espiritu de la franquicia»… me ha ido pareciendo menos interesante, aunque no está mal. Bueno… el caso es que no contemplé verla, hasta que leí un par de artículo por ahí que la ponían bien. Tratándose de 10 episodios de unos 25 minutos de duración, me pareció poco riesgo, y me puse. Y me entretuvo. Se trata de las aventuras de una nave espacial que no está entre las punteras e importantes de la flota, y se centra en los tripulantes de las cubiertas inferiores, que se dedican a tareas de mantenimiento y otras poco glamurosas. Eso sí… parece que en el universo Star Trek no hay soldados rasos o marineros rasos o tripulantes rasos o como se llamen rasos. Todos son alféreces (ensign), aunque relativamente torpes, inexpertos e ineficaces. El tropo principal de la situación es que una de estas tripulantes es hija de la capitana y de un almirante, es muy inteligente y capaz, pero muy rebelde al sistema. La serie tiene una cierta dosis de parodia de la propia franquicia, pero sin perderle el respeto. Y eso hace que navegue entre dos aguas. Cuando asoma un poquito de mala baba paródica, la serie se alza un poco, pero nunca llega a despegar. Por lo que el balance final es de una serie que entretiene… pero relativamente insustancial. Siempre he dicho que la mejor serie de Star Trek, dejando el cariño que le tengo a los episodios de la serie original que vi en la infancia, es The Orville. Donde no sólo se parodia a saco, sino que además se abandona el buenismo de la franquicia para entrar en la crítica social y política de forma muy intencionada.

(Dis)enchantement, serie de Matt Groening y Josh Weinstein, el primero cocreador de The Simpsons y mi adorada Futurama, el segundo productor ejecutivo en ambas, alcanza su tercera temporada en Netflix, siguiendo las aventuras de la princesa Tiabeanie y sus compañeros Elfo y Luci. La serie, aunque comparte el ADN de sus predecesoras, nunca ha alcanzado los niveles de las mismas. Especialmente de Futurama, que considera superior a la familia de entes amarillos del medio oeste americano. Ha fluctuado entre momentos relativamente flojillos y momentos estupendos. Y sobretodo, siempre ha tenido un tono más melancólico que demencial, lo cual a veces le va bien y otras no. Al fin y al cabo, como de costumbre se trata de las aventuras de unos desarraigados, pero Bean tiene algo triste en su desarraigo. El caso es que en esta tercera temporada comenzó con un nivel relativamente plano… para luego ir mejorando, dejándonos algunos momentos muy buenos a partir de la mitad de la temporada, manteniéndose bien hasta el final. Nunca ha estado tan valorada como sus antecesoras, pero a mí me merece la pena. Simpatizo con Bean, Elfo y Luci.

Y termino con un curioso documental que se puede ver en Filmin, The Mole: Undercover in North Korea. El director danés de documentales Mads Brügger realizó un curioso experimento en los 2000, llevando un espectáculo a Corea del Norte que criticaba al propio sistema del país totalitario, sin que las autoridades fueran totalmente conscientes del hecho hasta después de sucedido. Por lo que no es muy bien recibido en aquel país. Pero en un momento dado, contacta con un cocinero danés, retirado por enfermedad, que por curiosidad se introduce en un asociación de amigos de Corea del Norte en Dinamarca, y poco a poco se va infiltrando, perteneciendo a la KFA (Asociación para la amistad con Corea) del infame Alejandro Cao de Benós, que ha sido investigado, entre otras cosas de tráfico de armas. Y al final, con una antiguo criminal reconvertido en empresario aventurero, inician una operación ficticia como inversores de la exportación clandestina de armas norcoreanas a distintos grupos violentos por el mundo. Y todo esto lo graban y los muestran en un documental con entrevistas a los protagonistas del asunto, en dos episodios de una hora de duración. El primero tiene un tono más bien chusco, presentando toda la organización de amigos del régimen totalitario como una banda de friquis más o menos pirados. Pero en el segundo, realmente documentan y muestran los entresijos de una trama de potencial tráfico de armas con gran descaro. Filmando reuniones en Corea del Norte, Oriente Medio, África central y otros lugares de estos peligrosos… como Barcelona. Me impresionó y me lo pasé bien. Aunque desconozco el alcance y la repercusión real que podría tener para los implicados. ¿Una curiosidad? ¿O un ejercicio de información que tendría que verse en este u otros temas con más frecuencia? Que cada cual juzgue.

[TV] Disenchantment no es Futurama… una pena

Televisión

El anuncio hace un tiempo de que Matt Groening iba a colocar una serie de animación en Netflix me puso en su momento de un desusado buen humor televisivo. Groening es responsable de dos grandes series de animación de los últimos 30 años. La que todo el mundo conoce y de la que todo el mundo ha hablado en algún momento, The Simpsons. Y luego está la buena, menos conocida, pero desde mi punto de vista más afinada y conseguida, Futurama. Pero el género de la «ciencia ficción» tira para atrás, cosa de los prejuicios humanos, a mucha gente. Y ellos se lo pierden, porque la mayoría de las veces, incluso cuando adopta la forma de parodia, la ciencia ficción no va de lo que creen que va, va de ellos mismos. Va de la realidad; es un instrumento excelente para la reflexión y la crítica.

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Las princesas de los cuentos y las leyendas viven en castillos, como el de Loarre sobre estas líneas, o el de Zafra en el encabezado.

Así que si con la familia de color amarillo Groening se situaba en la época contemporánea, y con Bender y compañía nos llevaba a un futuro improbable y a las estrellas, con Disenchantment nos traslada a una edad media mágica y fantástica, propia de los cuentos, los mitos y las leyendas. Con princesas, elfos, caballeros, reyes, reinas, príncipes, gigantes y otros seres mitológicos, y hasta algún que otro diablillo.

Lo que pasa es que Bean, acortado y familiar para Tiabeanie, o «judía/alubia/frijol» en español, es una princesa adolescente descarada, maleducada, juerguista, borrachina, de las que gusta de cerrar las tabernas, cuyo padre, el rey de Dreamland (Utopía en la versión española) quiere meter en vereda casándola con un príncipe encantador, con poco éxito. Porque parece que estos reinos de cuento venidos a menos, no quedan príncipes realmente encantadores, y porque Tiabeanie «Bean» no está por la labor. Y en estas estamos cuando se junta con Elfo (así es en el original), un elfo (elv en el original) que quiere conocer mundo y que es un pedazo de pan, y con Luci, un diablo venido para tentar a Bean, y que todo el mundo confunde con un gato que habla. Y a partir de aquí, con este trío, cualquier cosa puede pasar.

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El de Peracense…

Y lo que pasan son una serie de aventuras que no alcanzar a llevar el ritmo ni la mala leche intríseca a las anteriores obras de Groening. Un estilo de animación que se supone fundamentalmente crítico, ácidamente irónico, políticamente incorrecto para criticar los incorrecto en política y en la sociedad, se queda en unos destellos de estas características que apenas bastan para saciar el hambre de ingenio y diálogos brillantes que algunos estábamos esperando.

De momento, ha sido una primera temporada de 10 episodios de unos 24 minutos cada uno, que ha finalizado con un monumental cliffhanger. Sólo en los últimos episodios, cuando los argumentos se han serializado, hemos podido ver las notables posibilidades de la serie. Que de momento son eso, posibilidades. Tendremos que ver si sigue, probablemente, por donde sigue, y si debemos considerar esta primera temporada como una mera presentación de personajes y escenario. Pero de momento está por debajo de las expectativas depositadas en ella. Sin ser ninguna catástrofe, ni mucho menos. Esperaremos. Confiaremos.

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… o el de Uncastillo. Todos ellos en Aragón, menos el de Zafra, que está en Westeros… digo en Castilla-La Mancha.

El mundo de hoy cuando imaginamos el de dentro de 1000 años: Futurama

Televisión

El verano zaragozano es propicio para hacer actividades domésticas, especialmente si disfrutas de aire condicionado en casa. En Zaragoza, en verano, hace calor. Incluso mucho calor. No es que este año haya sido especialmente agresivo, ha sido normal. Es decir, insisto, hace calor.

Con esta cuestión en consideración, llevo un par de años que aprovecho el verano para rescatar productos televisivos que en su momento me pasaron desapercibidos, o que por las características de su emisión, sencillamente no me vino bien verlos. Este año le ha tocado a Futurama.

Producto del creador de Los Simpson, Matt Groening, narra las aventuras de un grupo de personajes, humanos, mutantes, alienígenas y robots, en torno a Fry, el personaje central, un joven e inadaptado repartidor de pizzas del año 2000, que es crionizado por error (o quizá no, el que se quiera enterar que vea la serie), volviendo a la vida en el año 3000. Se emitió entre los años 1999 y 2003, aunque en la actualidad se están realizando largometrajes para televisión con el mismo entorno y personajes.

La base de la teleserie es la utilización del futuro para realizar un conjunto de críticas mordaces a la socidad actual, especialmente a la sociedad norteamericana. El consumismo, la política, las relaciones familiares, las relaciones de pareja, el racismo, la religión, la fama… no deja títere con cabeza. Fry es el antihéroe por el excelencia; mediocre, débil tanto en lo físico como en la personalidad, dependiente de los demás. Sus soportes principales son Bender, un robot que ejerce el papel de pícaro por excelencia, el lado negativo pero simpático, y Leela, una guapa mutante con un solo ojo, con quien surgirá la inevitable tensión sexual, y que a la vez representa lo más cercano a la ética y la integridad personal. A su alrededor, el resto de los empleados del Planet Express, empresa de mensajería espacial, y una serie de personajes recurrentes, algunos realmente divertidos. Mis favoritos son Amy Wong, Nibbler y las amazonas gigantes que ejecutan a los hombres haciéndoles «snu-snu«.

Otra carácterística notable de la serie es su elevado índice de «geek-ismo«. Por un lado, son continuas las referencias a aspectos científicos, especialmente de las matemáticas y de la física moderna que aparecen continuamente en los diversos episodios. Universos paralelos, códigos binarios, la teoría de la relatividad, juegos numéricos diversos,… incluso se han dedicado páginas en internet y trabajos científicos a este aspecto de la serie. Por otro lado, los guiños al cine o al cómic de ciencia ficción son constantes, y hay que estar muy puestos para pillar todas las referencias. Las referencias a Star Wars, los alienígenas de Roswell, Star Trek, Forbidden Planet y muchas otras están a la orden del día. Lo dicho, la delicia de un buen geek.

Dicho lo cual, la serie es muy recomendable. Es muy divertida y es mordaz sin caer en ningún momento en el chabacanismo o en el mal gusto. Ha sido una buena forma de pasar las calurosas horas de las tardes de verano. La recomendación no se puede extender a los largometrajes más actuales. Los 90 minutos de duración son más exigentes desde el punto de vista del guion que los ágiles episodios de 22 minutos de la serie, y no se ha conseguido acercarse al elevado listón del producto original. Así que son prescindibles, salvo para fanáticos de la serie.

Quizá nuestros descendientes del siglo XXX conserven todavía algunos de los objetos en los museos de los museos de la técnica del siglo XX, como los aeroplanos del Deutsche Museum de Munich.

Deutsche Museum, veleros y otros aeroplanos

(Pentax K10D; SMC-DA 21/3,2)