[Cine en TV] Always be my maybe (2019) / Elisa y Marcela (2019)

Cine

En los últimos días, ni hemos tenido tiempo u ocasión para ir a las salas de cine, ni la cartelera ha estado lo suficientemente atractiva como para que nos esforzáramos en encontrar tiempo o buscar la ocasión. Si a eso sumamos la pereza que da salir de casa en determinados días por el excesivo calor que padecemos… pues la solución a la dosis semanal de cine de estreno puede pasar por los servicios de bajo demanda, por las producciones exclusivas de algunos de estos. Así que vamos con dos de ellas.

Always be my maybe (2019; 34/20190630)

La comedia romántica es, desde hace mucho más tiempo de lo que parece, un género en decadencia. Es cierto que las taquillas acompañaron durante unas década a estas películas. Pero no podían esconder que eran producciones estereotipadas, prefabricadas, que recurrían sistemáticamente a las mismas fórmulas. Previsibles, poco a poco han ido perdiendo el favor del público, aunque siempre haya espectadores dispuestos a merendarse una tontada romanticona mientras se empachan de palomitas. Hete aquí que Netflix empezó a nutrir su fondo de producciones originales propias con algunas de estas. Yo, remiso a tropezar de nuevo en la piedra de los caminos trillados, he evitado muchas de estas. Pero de repente empecé a leer hace unas semanas reseñas sobre esta comedia usamericana, firmada por Nahnatchka Khan (desconocida para mí), con un reparto donde predominan los intérpretes de origen asiático, como una película que tenía cierto interés. Así que cogí, y en la sobremesa del domingo, después de haber pedido para compartir una ración de yakisoba y sashimi, nos dispusimos divertirnos con ella.

Si la primera película va de asiáticos… pues viajaremos fotográficamente a Asia, a China. Si la segunda película está rodada en blanco y negro,… pues lo mismo.

La cosa va de una chica de origen vietnamita, Sasha Tran (Ali Wong), que se ha convertido en una chef de éxito, que se reencuentra con un viejo amigo de la infancia de origen coreano, Marcus Kim (Randall Park), cuando vuelve a San Francisco para abrir una sucursal de su cadena de restaurantes. De niños y adolescentes fueron inseparables, pero al llegar el final de la adolescencia, cuando decidieron dar un paso más en la relación, no funcionó. Y a partir de ahí llevaron vidas separadas. Obviamente… el reencuentro…

Bien. Escribir 1000 veces en la pizarra, «no te fíes de los listos que pontifican sobre cine actual en internet». Esta comedia romántica es de una mediocridad pasmosa. Los dos protagonistas no son desconocidos para mí, me los he encontrado aquí y allá en producciones televisivas, generalmente haciendo trabajos razonablemente competentes. Pero aquí no pueden superar la avalancha de lugares comunes y previsibilidad, con unos gags pretendidamente cómicos que no funcionan.

Un producto prefabricado más en el ámbito de la comedia romántica, que lo único que me despierta es las sospechas de que muchos de estos individuos o individuas que opinan por ahí estén untados por las cadenas. No recomendable salvo para partidarios acérrimos de este género que quizá se sientan a gusto viendo lo de siempre.

Valoración

  • Dirección: **
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

Elisa y Marcela (2019; 35/20190704)

Si la anterior era una película claramente comercial, en la que habíamos puesto erróneamente cierta esperanza de encontrar algo de calidad, aquí nos encontramos con una propuesta muy diferente. Estamos ante la última película de Isabel Coixet, directora española que siempre ha aspirado a hacerse un hueco entre los más prestigiosos directores de esos que hacen el llamado «cine de autor». En sus inicios parecía que llevaba el buen camino, y tengo recuerdos de un par de sus películas que realmente me parecieron excelentes. Pero luego… tengo la sensación de que se esfuerza tanto de las formas, que olvida dotal de fondo y alma a sus películas. Me ha pasado con varias.

Y aquí la tenemos de pronto, estrenando en Netflix, en blanco y negro, a lo Cuarón, con una de las tantas producciones que se presentan en esta cadena sobre tema LGTBI+ (espero no dejarme ninguna palabra, no quiero excluir a nadie). Y lo hace rescatando una crónica de la sección de sucesos en el cambio del siglo XIX a XX, cuando la noticia de que dos mujeres se habían casado (por la iglesia, porque era la única forma en la práctica en aquellos momentos), haciéndose pasar una de ellas por un hombre. La película se «inspira» en hechos reales. Obviamente, ese «inspira» ya nos va a indicar que se va a tomar muchas libertades con lo que sucedió entre Elisa Sánchez Lóriga, alias Mario Sánchez (Natalia de Molina) y Marcela Gracia Ibeas (Greta Fernández) en un periodo más o menos conocido que abarcó desde que se conocieron en 1885 hasta que se les pierde el rastro en 1909. Como veis, un período de 24 años, que no se corresponde con el paso interno del tiempo de la película.

La película se nos presenta como una representación de la intolerancia ante el amor homosexual (estamos en Galicia en el salto del siglo XIX al XX,… ¡qué diablos se podía esperar!; si estaban en su conjunto como sociedad más para dar pena que para ser criticados), mezclada con una serie de escenas de cama que, dada la época, resultan algo inverosímiles o forzadas. El guion es flojo; con tendencia al aburrimiento. El blanco y negro apenas se justifica, no es la mejor fotografía en blanco y negro que te puedes encontrar y, como he leído por ahí, más parece propia de un anuncio de perfumes que de un intento de recuperar un ambiente histórico y social. Nuevamente, Coixet se pierde en las formas descuidando por completo el ritmo y la emoción de la historia, o definiendo un enfoque claro sobre lo que nos quiere hablar.

Dicho lo cual, nos quedaba la esperanza de que las dos actrices pudieran salvar la papeleta. Pero no funcionan. De Molina no acaba de convencerme en sus capacidades interpretativas, no es la primera vez que me pasa, más que interpretar parece que declama o recita sus papeles. Y Greta Fernández, una joven actriz con pedigree familiar, presenta mejores maneras, se le ve más natural en su papel, pero no basta para levantar el conjunto, ni de lejos.

Película con pretensiones, que fracasa, desde mi punto de vista estrepitosamente, en contar una historia que enganche al público. Coixet sigue fallando en lo básico. Era mucho más interesante cuando rodaba cutre, pero tenía algo que contar con sustancia. Una pena. Oportunidad perdida. Nop. Coixet no es Cuarón.

Valoración

  • Dirección: **
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

[Cine] Angelina Jolie y Netflix, ¿a los Oscar por Camboya?

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Moun​ dambaung​ Khmer​ Krahm​ samleab​ ba​ robsa​ khnhom (មុន​ដំបូង​ខ្មែរ​ក្រហម​សម្លាប់​ប៉ា​របស់​ខ្, 2017; 382017-2409)

Netflix es una de las cadenas de televisión de moda. Alejada de los modelos tradicionales, en exclusiva se dedica a ofrecer servicios de vídeo bajo demanda, mediante suscripciones mensuales razonablemente accesibles. Su punto fuerte es la ficción en forma de serie, que ofrecen con calidad innegable, y que están produciendo en muchos de los países donde se han implantando, saliendo del doloroso monopolio norteamericano que se sufre de otra forma. Pero quiere ir más allá. Y ya hace un tiempo que comenzó la producción de largometrajes. Y quiere adquirir prestigio en ese campo. En la última edición del festival de Cannes presentó algunas producciones. Pero las resistencias surgieron. Los festivales suelen ser una herramienta de una industria que, como todas cuando están establecidas, es muy conservadora. Y la francesa la que más. Que una película se distribuya, tenga éxito y sea reconocida fuera de los circuitos comerciales habituales, es algo que pone de los nervios a distribuidores y exhibidores. Cannes, en un futuro próximo, no admitirá películas que no pasen por estos canales comerciales. Cannes deja de ser un exponente del cine de calidad, venga de donde provenga, para ser un adalid del statu quo establecido por la industria. Crítica que hago desde el punto de partida de que yo prefiero ver el cine en pantalla grande. Pero conservadurismos,… los menos.

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A pesar de que Camboya, como otros destinos del sudeste asiático, es cada vez más popular como destino viajero, todavía no hemos ido por allí. No es de los sitios que más nos atraen. Como sustituto, y dado el carácter predominantemente budista del país, ilustraré la entrada con fotografías de Hong Kong donde también encontramos templos de esta religión, menos pacífica de lo que nos quieren hacer creer.

Angelina Jolie llegó al mundo del espectáculo amparada por su pedigree familiar. Aparte de esto, su principal atributo inicial fue su sensual y característico físico, que le abrió también muchas puertas. Pero siempre se ha peleado por ser reconocida por sus capacidades interpretativas, alternando las películas arriesgadas con productos de tono más comercial. En mi opinión, una carrera irregular, que hace que aparezca más en las noticias con motivo de sus matrimonios, sus adopciones y sus obras benéficas que por la calidad de sus películas. Desde hace unos años ha tomado el camino alternativo de la dirección con el fin de alcanzar ese prestigio cinematográfico que no acaba de llegar. Reconozcámoslo, tal y como funciona la industria del cine, con más de cuarenta años de edad, si no te ha llegado la consagración plena… las cosas se ponen más difíciles.

Curiosamente, me llegó hace unos días la noticia de que ambas entidades, Netflix y Jolie, optaban a entrar en la historia de los Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa. Netflix produce y Jolie dirige la película que hoy nos ocupa, rodada en camboyano (o jemer), nace de las preocupaciones humanitarias de la actriz y directora, que por sus obras benéficas tiene la nacionalidad camboyana además de la estadounidense. Esta película se puede ver en Netflix. Obviamente, el título en camboyano, que he respetado al principio, es un auténtico trabalenguas. Su traducción literal, literalmente te cuenta la película: «Al principio, los Jemeres Rojos mataron a mi padre». Que también es un título largo de narices.

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Traslada las memorias de infancia de la activista camboyana Loung Ung, que siendo hija de un militar, fue deportada con su familia a campos de trabajo en 1975, donde pasó varios años de su infancia, en el ambiente de terror que los jemeres rojos imponían. La película es una revisión de estas atrocidades tales y como se supone eran vistas por una niña pequeña y los recuerdos que derivan.

La película tiene un carácter de docudrama y lo primero que cabe decir es que aunque Jolie se esfuerza por realizar un trabajo técnicamente correcto y hasta «bonito», lo cierto es que la película resulta fría. Las escenas más duras y complejas se resuelven de modo que no resulten ofensivas a la sensibilidad del espectador; pero esta preocupación les lleva a cierto grado de asepticismo que hace que pierdan capacidad de sorprender o conmover. Jolie puede que haya aprendido los conocimientos básicos de la dirección cinematográfica, pero le falta fuerza como narradora. Aunque rodada con medios, al final te quedas con la sensación de haber visto un telefilm poco transcendente de los que transcurren por senderos muchas veces trillados.

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Camboya ha enviado esta película a la candidatura de los Oscar; pero viendo el nivel que ha reinado en la categoría de mejor película de habla no inglesa en los últimos tiempos, sorprendería que pasase los cortes iniciales antes de entrar en el pequeño grupo competidor por el premio. Aunque con el respaldo del nombre de la directora, y una buena campaña publicitaria, todo podría ser. A Netflix y a Jolie todavía les falta mucho recorrido para codearse con los grandes de la cinematografía. Por lo menos, según lo visto hasta el momento. En el caso de Jolie, si no cambia mucho, soy pesimista. En Netflix, la cosa puede cambiar en cualquier momento. Estamos a la expectativa

Valoración

  • Dirección: **
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

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[Cine «en TV»] 7 años (2016)

Cine

7 años (2016; 552016-2910)

Dicen que las formas de ver televisión y cine, ficción audiovisual en general, están cambiando. Son muchas las cosas que están cambiando. Este fin de semana, por poner un ejemplo, Sebastiao Salgado anunciaba la desaparición de la fotografía en 20 años. Pero declaraciones como la suya, especialmente si averiguas el contexto en el que se dijo, cómo lo dijo y qué otras cosas dijo, plantean también cuestiones sobre definiciones y conceptos. ¿Qué es fotografía? ¿Qué es imagen? ¿Qué es cine? ¿Qué es ficción televisiva? ¿Dónde están los límites entre unos conceptos y otros? Si es que existen.

Una empresa como Netflix que se creó para proveer servicios de cine y televisión en línea, comenzó hace sólo tres años ha emitir producciones propias, tanto en formato de series, como de documentales, como de películas. Cine o no cine. ¿Las películas rodadas para televisión se consideran cine? ¿Es el mismo planteamiento rodar para un formato o para otro? Sabiendo en unos casos que se proyectará en una gran pantalla blanca a la que podrán mirar simultáneamente decenas o centenas de personas, mientras que en otros se limitará a aparecer en una pantalla de televisión de algo más de 1 metro de diagonal ante la cual encontraremos una o dos personas, o una familia o grupo de amigos reducido. O cuando sabemos que las primeras, concebidas de la primera forma, acabarán viéndose con el tiempo de forma mayoritaria en la segunda modalidad.

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No se me ocurría con qué ilustrar esta entrada… así que he rescatado para mostrar algunas fotografías en blanco y negro, captura digital, realizadas hace unas semanas en los suburbios industriales de Zaragoza.

Durante décadas, los formatos de ficción audiovisual han estado claramente diferenciados. Estaba claro cuando veíamos algo producido para televisión y cuando para el cine. Había una serie de diferencias que notábamos. No digamos ya cuando las técnicas de rodaje eran muy distintas. Grabación en video frente a rodaje con película, técnicas de filmación con una cámara frente a las cámaras múltiples, el rodaje con público o sin público,… Pero hoy en día todas esas se han difuminado. De hecho, más de una vez tengo la sensación de que hay ficción televisiva, series, que manejan mejor y de formas más atrevidas u originales el lenguaje cinematográfico que muchos largometrajes realizados para la gran pantalla.

Consideremos por lo tanto a los largometrajes producidos para estos servicios de emisión en línea y bajo demanda como cine. Y analicemos un hito en nuestro país. El primer «largometraje» rodado en España para uno de estos servicios. Ha sido en Netflix, y el director responsable de la película es Roger Gual.

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He entrecomillado «largometraje» por la duración del mismo, bastante por debajo de los 90 minutos, que casi lo sitúa en la clase de los «mediometrajes». 77 minutos en concreto, según nos informa la cadena. Pero bueno. Parece que los límites oficiales para las denominaciones son: hasta 30 minutos, cortometrajes; entre 30 y 60 minutos, mediometrajes; más de 60 minutos, largometrajes. Claro que entre estos 77 minutos de la película que nos ocupa y otras producciones actuales que fácilmente le doblan en duración… pues hay muchas diferencias.

Parece que una constante en estas producciones cinematográficas iniciales en estos medios es que los presupuestos son ajustados. Esto puede explicar su duración tan contenida. También el tono de «teatro adaptado al cine» que tiene la película. Un único escenario, cinco personajes, alrededor de los cuales se mueve la cámara durante el tiempo que dura la acción. Que no es en tiempo real, pero casi. Cuatro socios de una empresa (Juana Acosta, Alex BrendemühlPaco León y Juan Pablo Raba) que, ante la disyuntiva de que sus fiascos fiscales les lleven a la carcel a todos, optan porque uno sólo de ellos cargue con las culpas. El dilema es quién y bajo que razonamiento. Y un mediador (Manuel Morón) para ayudarles a tomar la decisión. Película por lo tanto que aborda cuestiones fundamentalmente relacionadas con la ética y las relaciones interpersonales.

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No hay muchas complejidades de producción, no hay un gasto muy grande. Aunque es difícil medir los beneficios que produce la misma. No hay una taquilla… ¿Se podrá medir el impacto en suscripciones? ¿O está descontado porque era un incentivo para suscriptores que ya existen? Por otro lado, una plataforma de exposición mucho más amplia que la gran pantalla. El único comentario que existe en la página de IMDb sobre la película en el momento de escribir esto es de un espectador norteamericano que estudia español, motivo por el que le ha convenido ver el filme. Netflix pone a disposición de todo el mundo, no sólo del mercado español, sus producciones.

¿Y el resultado? Me refiero a cómo queda en términos artísticos y cinematográficos. Pues no vamos a negarlo, no es la octava maravilla del séptimo arte. No me ha generado grandes entusiasmos. Pero también he de reconocer que tampoco me ha desagradado. Alguna de las interpretaciones es manifiestamente mejorable, mientras que otras son bastante dignas. Y la realización, quitado alguna inconsistencia en algún movimiento de cámara, es también digna en su conjunto. Desde luego no es peor que lo que vemos en la pantalla grande con nacionalidad español. Tampoco está al nivel de lo mejor, pero se deja ver. Tendremos que esperar a nuevas experiencias para ver cómo evoluciona el fenómeno. Y estar atentos a lo que se produce en otros países, y que quedará a disposición de los suscriptores españoles también. Esta noche, la Noche de las Ánimas (en realidad en España la Noche de las Ánimas es la del 1 al 2 de noviembre, y no la del 31 de octubre al 1 de noviembre como el «halloween» norteamericano), habrá estreno «fantasmal»… que igual hay que ver. Sale Ruth Wilson.

Valoración

  • Dirección: ***
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: ***

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