[Cine] Portrait de la jeune fille en feu (2019)

Cine

Portrait de la jeune fille en feu (2019; 51/20191025)

Parece que el otoño cinematográfico se anima un poco. Y en tres días he acumulado tres posibles reseñas, creo que haré las tres, ya explicaré porqué tenía dudas con una, relacionadas con recientes estrenos. Y lo mejor del caso es que son propuestas interesantes, independientemente del grado en que hayan resultado mejor o peor. En general, bien. Y empezaré por esta película francesa firmada por Céline Sciamma, que me interesó desde el momento en que la vi anunciada en la cartelera. Así que este viernes pasado, me fui yo solico al cine, a las cuatro y cuarto de la tarde, para poder disfrutar de la versión original de este largometraje.

Bretaña es una tierra hermosa a la que, de vez en cuando, pienso que debería volver.

Había oído hablar del cien de Sciamma, pero no había tenido oportunidad de ver ninguna de sus películas. Y aquí nos presenta una película de época, ambientada en una isla bretona a finales del siglo XVIII, cuando la ilustración ya ha calado profundamente en las vidas de las gentes en Francia, al menos de las más cultivadas. Héloïse (Adèle Haenel) es una joven inquieta por la cultura y con una actitud relativamente introspectiva de la vida, que vivía a gusto en un convento disfrutando de la lectura y la vida intelectual. Pero su madre, la condesa (Valeria Golino), la ha sacado del convento para casarla con un buen partido milanés, tras la muerte de su otra hija. Marianne (Noémie Merlant) es una joven pintora, que ha seguido la profesión de su padre y maestro con aprovechamiento, aunque por su condición de mujer se ve obligada a restringir los temas que puede pintar, o pintar los temas prohibidos con la firma de su padre. Recibe el encargo de la condesa para pintar a su hija, que se niega a posar, sabiendo que el destino del retrato es servir de escaparate para decidir su «compra» como esposa por parte de su prometido. Marianne lo hará de memoria, pero se verá obligada a convivir intensamente con Héloïse durante unos días. Y esa convivencia traerá consecuencias inesperadas para todas.

La propuesta de Sciamma entra plenamente dentro del cine de mujeres y claramente feminista. Maneja tres temas principales de forma simultánea, y muy bien imbricados unos con otros. El deseo de independencia y de realización personal de las mujeres ilustradas; la sororidad, la solidaridad entre mujeres, puestas de manifiesto en la actitud de las dos jóvenes hacia la joven criada que las atiende y que tiene un embarazo no deseado; y la libertad, o su carencia, para elegir el amor en la persona que cada cual desee, sea cual sea su sexo. El caso es que todo esto lo hace de forma clara, sin ambigüedades, pero sin estridencias. Con mucha elegancia, con una puesta en escena bella y sobria al mismo tiempo, y centrándose en los gestos y las reacciones de las mujeres protagonistas.

Ni qué decir tiene que las interpretaciones son de primer nivel. Ya había visto en un par de películas a Haenel, y ya me constaba su solidez interpretativa. Pero Merlant, que lleva el peso de la narración, ya que el relato se presenta fundamentalmente desde su punto de vista, hace también un papel excelente.

Película muy recomendable, bella de ver, y que sólo debería retraer a los más cerriles miembros de nuestra sociedad del siglo XXI. El problemas es que todavía quedan muchos cerriles miembros en nuestra sociedad.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

[Cine en TV] Always be my maybe (2019) / Elisa y Marcela (2019)

Cine

En los últimos días, ni hemos tenido tiempo u ocasión para ir a las salas de cine, ni la cartelera ha estado lo suficientemente atractiva como para que nos esforzáramos en encontrar tiempo o buscar la ocasión. Si a eso sumamos la pereza que da salir de casa en determinados días por el excesivo calor que padecemos… pues la solución a la dosis semanal de cine de estreno puede pasar por los servicios de bajo demanda, por las producciones exclusivas de algunos de estos. Así que vamos con dos de ellas.

Always be my maybe (2019; 34/20190630)

La comedia romántica es, desde hace mucho más tiempo de lo que parece, un género en decadencia. Es cierto que las taquillas acompañaron durante unas década a estas películas. Pero no podían esconder que eran producciones estereotipadas, prefabricadas, que recurrían sistemáticamente a las mismas fórmulas. Previsibles, poco a poco han ido perdiendo el favor del público, aunque siempre haya espectadores dispuestos a merendarse una tontada romanticona mientras se empachan de palomitas. Hete aquí que Netflix empezó a nutrir su fondo de producciones originales propias con algunas de estas. Yo, remiso a tropezar de nuevo en la piedra de los caminos trillados, he evitado muchas de estas. Pero de repente empecé a leer hace unas semanas reseñas sobre esta comedia usamericana, firmada por Nahnatchka Khan (desconocida para mí), con un reparto donde predominan los intérpretes de origen asiático, como una película que tenía cierto interés. Así que cogí, y en la sobremesa del domingo, después de haber pedido para compartir una ración de yakisoba y sashimi, nos dispusimos divertirnos con ella.

Si la primera película va de asiáticos… pues viajaremos fotográficamente a Asia, a China. Si la segunda película está rodada en blanco y negro,… pues lo mismo.

La cosa va de una chica de origen vietnamita, Sasha Tran (Ali Wong), que se ha convertido en una chef de éxito, que se reencuentra con un viejo amigo de la infancia de origen coreano, Marcus Kim (Randall Park), cuando vuelve a San Francisco para abrir una sucursal de su cadena de restaurantes. De niños y adolescentes fueron inseparables, pero al llegar el final de la adolescencia, cuando decidieron dar un paso más en la relación, no funcionó. Y a partir de ahí llevaron vidas separadas. Obviamente… el reencuentro…

Bien. Escribir 1000 veces en la pizarra, «no te fíes de los listos que pontifican sobre cine actual en internet». Esta comedia romántica es de una mediocridad pasmosa. Los dos protagonistas no son desconocidos para mí, me los he encontrado aquí y allá en producciones televisivas, generalmente haciendo trabajos razonablemente competentes. Pero aquí no pueden superar la avalancha de lugares comunes y previsibilidad, con unos gags pretendidamente cómicos que no funcionan.

Un producto prefabricado más en el ámbito de la comedia romántica, que lo único que me despierta es las sospechas de que muchos de estos individuos o individuas que opinan por ahí estén untados por las cadenas. No recomendable salvo para partidarios acérrimos de este género que quizá se sientan a gusto viendo lo de siempre.

Valoración

  • Dirección: **
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

Elisa y Marcela (2019; 35/20190704)

Si la anterior era una película claramente comercial, en la que habíamos puesto erróneamente cierta esperanza de encontrar algo de calidad, aquí nos encontramos con una propuesta muy diferente. Estamos ante la última película de Isabel Coixet, directora española que siempre ha aspirado a hacerse un hueco entre los más prestigiosos directores de esos que hacen el llamado «cine de autor». En sus inicios parecía que llevaba el buen camino, y tengo recuerdos de un par de sus películas que realmente me parecieron excelentes. Pero luego… tengo la sensación de que se esfuerza tanto de las formas, que olvida dotal de fondo y alma a sus películas. Me ha pasado con varias.

Y aquí la tenemos de pronto, estrenando en Netflix, en blanco y negro, a lo Cuarón, con una de las tantas producciones que se presentan en esta cadena sobre tema LGTBI+ (espero no dejarme ninguna palabra, no quiero excluir a nadie). Y lo hace rescatando una crónica de la sección de sucesos en el cambio del siglo XIX a XX, cuando la noticia de que dos mujeres se habían casado (por la iglesia, porque era la única forma en la práctica en aquellos momentos), haciéndose pasar una de ellas por un hombre. La película se «inspira» en hechos reales. Obviamente, ese «inspira» ya nos va a indicar que se va a tomar muchas libertades con lo que sucedió entre Elisa Sánchez Lóriga, alias Mario Sánchez (Natalia de Molina) y Marcela Gracia Ibeas (Greta Fernández) en un periodo más o menos conocido que abarcó desde que se conocieron en 1885 hasta que se les pierde el rastro en 1909. Como veis, un período de 24 años, que no se corresponde con el paso interno del tiempo de la película.

La película se nos presenta como una representación de la intolerancia ante el amor homosexual (estamos en Galicia en el salto del siglo XIX al XX,… ¡qué diablos se podía esperar!; si estaban en su conjunto como sociedad más para dar pena que para ser criticados), mezclada con una serie de escenas de cama que, dada la época, resultan algo inverosímiles o forzadas. El guion es flojo; con tendencia al aburrimiento. El blanco y negro apenas se justifica, no es la mejor fotografía en blanco y negro que te puedes encontrar y, como he leído por ahí, más parece propia de un anuncio de perfumes que de un intento de recuperar un ambiente histórico y social. Nuevamente, Coixet se pierde en las formas descuidando por completo el ritmo y la emoción de la historia, o definiendo un enfoque claro sobre lo que nos quiere hablar.

Dicho lo cual, nos quedaba la esperanza de que las dos actrices pudieran salvar la papeleta. Pero no funcionan. De Molina no acaba de convencerme en sus capacidades interpretativas, no es la primera vez que me pasa, más que interpretar parece que declama o recita sus papeles. Y Greta Fernández, una joven actriz con pedigree familiar, presenta mejores maneras, se le ve más natural en su papel, pero no basta para levantar el conjunto, ni de lejos.

Película con pretensiones, que fracasa, desde mi punto de vista estrepitosamente, en contar una historia que enganche al público. Coixet sigue fallando en lo básico. Era mucho más interesante cuando rodaba cutre, pero tenía algo que contar con sustancia. Una pena. Oportunidad perdida. Nop. Coixet no es Cuarón.

Valoración

  • Dirección: **
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

[Cine] Sunset Song (2015)

Cine

Sunset Song (2015; 402016-2307)

El fin de semana de semana pasado lo empezamos con la película de Tornattore, que nos dejó un poquito fríos. Al día siguiente, por la mañana, antes de salir ha distintas actividades durante el día, que incluían el enseñar la ciudad a gente venida de fuera, me sorprendió la temprana publicación de las críticas de los estrenos de la semana en El cine de Lo que yo te diga. Antaño, las «favoritas» de Teófilo el Necrófilo eran prácticamente un valor seguro a la hora de decidir qué película ver, y salían puntualmente al principio del fin de semana. En los últimos tiempos… ya sin la «firma» del sobrino favorito de Hannibal Lecter, no siempre llegan a tiempo de guiarnos en la toma de decisiones y la discrepancia con las opiniones de quien las escriba actualmente son mayores. Pero todavía son una buena referencia. Y ya digo, el fin de semana pasado aparecieron el sábado por la mañana y nos sorprendieron otorgando nada menos que un nueve sobre diez a esta película escocesa que ya se estrenó en su país de origen en el invierno pasado.

Vaya… un nueve sobre diez… casi como si fuera una obra maestra. Ya tarde, ese mismo sábado, cuando los invitados foráneos decidieron retirarse a su residencia temporal en nuestra ciudad a una hora prudente, decidimos coger el tranvía y acercarnos a ver la versión original de la película.

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Las localizaciones de la película son ficticias, como las de la novela en que se basa.

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Pero se suponen próximas a Aberdeen en la costa oriental de Escocia.

En primer lugar, ya aviso que es una película que hará las delicias de los amantes del cine de época. Perfectamente ambientado en los estupendos paisajes de la Escocia rural, próxima a su costa oriental, y con todo ese saber hacer de los británicos en materia de este tipo de dramas con toque histórico, es casi un valor seguro. En segundo lugar, la película cae en casi todo su metraje, más de dos horas, quizá un poquito excesivo, sobre el personaje de Chris Guthrie (Agyness Deyn), interpretado por una práctica desconocida del cine ya que, aunque había hecho alguna incursión en el medio, no habían sido muy notables y su carrera hasta el momento se había centrado en el modeleo. Realmente, Deyn es una chica/mujer muy atractiva… Sobre sus capacidades interpretativas… pues no lo hace nada mal. No tan excelentemente como hemos visto escrito por ahí, pero aguanta el tipo, especialmente cuando enfrente tiene secundarios de nivel a la hora de darle la réplica.

En cuanto a la historia, condiciona mi forma de valorar la película. La película tiene un comienzo potente. Una Chris prácticamente adolescente, lista, con ganas de estudiar y salir del medio campesino, quizá ser maestra… pero confrontada con una familia disfuncional en la que domina el padre, John, interpretado por el habitualmente excelente Peter Mullan, y que se corona en la notable secuencia de la muerte del padre. Un primer tercio del largometraje realmente potente y que nos abre unas expectativas… que luego no se cumplen en su totalidad. A partir de ese momento vemos cómo la protagonista avanza rápidamente hacia la madurez y la independencia personal, en un mundo donde las mujeres no suelen ser las dueñas de sus propios destinos, y un romance, una historia de amor, que una vez que entra en juego la Primera Guerra Mundial empieza a hacerse excesivamente previsible. Aunque finalmente la historia alcanza un final razonablemente digno.

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Los bosques…

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… y la campiña escocesa de esa región se llevan la palma a la hora de aparecer en la fotografía principal de la película. Qué aquí vemos en las proximidades de Stonehaven y Dunottar Castle.

No comparto el entusiasmo de la gente del Cine de Lo que yo te diga a la hora de valorar este filme. Ciertamente está hecho con mucho oficio, aunque sin que su director, Terence Davies, tome especiales riesgos. Confiando en su elenco, en la obra literaria original de Lewis Grassic Gibbon y en la belleza de las imágenes que nos propone, se acomoda tras la cámara con la confianza de que la película resultará cuando menos resultona. Pero sales con la sensación de que siendo un producto bastante aceptable y muy visible, se ha desperdiciado una ocasión para hacer una película muy potente. Porque hay temas notables… el pacifismo, la posición de la mujer, la violencia doméstica, las (malas) influencias de la religión y los religiosos,… Uiggg, casi.

Valoración

  • Dirección: ***
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ***

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Y nos muestran menos el paisaje marino cercano, en el mar del Norte…

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… donde hoy en día encontramos monumentos celebrando la horrenda guerra que la novela de una forma u otra critica.

[Televisión] Cosas de series especial; adiós a Downton Abbey

Televisión

Para este día de bromas con más o menos gracia que salpican los medios y las redes sociales en el mundo hispánico, tenía varias alternativas. ¿Libro? ¿Cine? … el caso es que en los próximos días me voy a poner en modo fin de año y algo tenía que dejar para comentar con «retraso». De momento, me entero esta semana en que el ordenador desde el que escribo, de finales de 2009, ha pasado a ser considerado «vintage» por su fabricante. Normalmente, en otro tipo de productos esto significa que se revaloriza por sus características añejas… pero en el mundo de la tecnología es lo contrario. Lo consideran camino de la obsolescencia, y tal vez futuras actualizaciones de software ya no funcionen o no lo hagan correctamente. Seis años son al parecer el margen que te dan para aprovechar tus equipos… Bueno. De momento funciona perfectamente. Pero por si acaso, empezaré a ahorrar.

A lo que iba. Downton Abbey. Ese es el tema elegido para este último lunes de diciembre, festividad católica de los Santos Inocentes. Matanza de niños en Belén por mandato de Herodes. Siempre recordaré la representación en mármol en el piso de la catedral de Siena de este episodio bíblico. Con los niños vivos con la cara de mármol blanco y los apiolados de mármol amarillo. Una vez leí que, dada la demografía previsible de la población judía en aquellos tiempos, de haberse ejecutado la matanza, de la cual históricamente no consta prueba documental alguna, habría afectado a 1 ó 2 niños… Muy lejos de las dimensiones desmesuradas que publicita la iglesia católica, que nunca se ha llevado muy bien con los números y las matemáticas… Pero ya estoy en modo disgresión de nuevo. Ya me perdonaréis. Es la pereza vacacional en la que estoy sumido.

Escena de la matanza de los inocentes en el piso de la magnífica catedral de Siena, Italia.

Escena de la matanza de los inocentes en el piso de la magnífica catedral de Siena, Italia.

Como decía, el día de Navidad se despidió, nos dicen que para siempre, Downton Abbey. El año de su primera temporada, este culebrón británico de época causó auténtica sensación. Y lo que es más sorprendente, no sólo lo hizo en sus islas Británicas de origen, donde puede ser muy comprensible, sino también en el resto de Europa, también se puede entender, y sobretodo al otro lado del charco, en la republicana sociedad norteamericana. Cierto es que siempre hubo guiños a los yanquis para que se enganchasen, empezando por la nacionalidad de origen de la condesa consorte de Grantham (Elizabeth McGovern). Y no digamos los duelos dialécticos entre la norteamericana madre de la condesa, la señora Martha Levinson (Shirley MacLaine), y la condesa viuda de Grantham (Maggie Smith), uno de los personajes clave del culebrón por las magníficas y divertidas líneas de guion que los responsables de la serie le han proporcionado a su estupenda intérprete.

Cuando uno ve o lee una obra de ficción, ha de entrar en eso que se ha dado en llamar la suspensión temporal de la incredulidad. Cierto es que una obra de época se podría elaborar con un mínimo de la misma… pero recapitulando, el lapso de tiempo real entre el momento en que empezó el serial hasta que terminó ha sido de cinco años, en tiempo interno de la acción han sido trece años, casi catorce. Los personajes aparecen a lo largo de esos casi catorce años como si no hubiesen envejecido ni un instante. Nada. Incluso parecen más jóvenes gracias a las diferencias en las modas entre los años 20 y los 10 del siglo XX. Entre el 14 abril de 1912, día del hundimiento del Titanic, y la primera semana de enero de 1926, en plenos felices 20. Siempre pensé que acabarían la serie con el crack de 1929, como punto definitivo de inflexión entre el estilo de vida antiguo heredado de la época victoriana y las necesidades de la época moderna. Pero han optado los responsables de la serie por cortar en un momento en que han podido colocar un «comieron perdices y vivieron felices».

En el episodio final, el especial de Navidad de 2015, se ruedan algunas escenas en un castillo que me recordó al de Warwick.

En el episodio final, el especial de Navidad de 2015, se ruedan algunas escenas en un castillo que me recordó al de Warwick.

Y es que hay que reconocer que el tono de la serie ha ido evolucionando notablemente. En las primeras temporadas había una dosis no desdeñable de drama, y de vez en cuando apiolaban a algún personaje, bien por necesidades del guion, o porque su intérprete decidía buscarse la vida en otras aventuras interpretativas. Con el tiempo, esto fue pasando, y la serie, siempre de buena factura, fue un paradigma de buenismo acrítico en ese paraíso de otros tiempos que es la hacienda de los Crawley.

Dentro de la manifiesta condición de drama coral de Downton Abbey, siempre hubo una protagonista en el cotarro, Lady Mary (Michelle Dockery), la hija mayor y más caprichosa de los Crawley. Personaje que a veces te caía mejor, especialmente en los deslices de su juventud, a las «niñas» Crawley les han puesto muchos inconvenientes para llegar vírgenes al matrimonio como mandaban los cánones de la época, y otras peor, cuando se ponía de hermana perra y cruel de su hermana mediana, Lady Edith (Laura Carmichael), la «pupas» de la serie. Sin embargo, en las últimas temporadas el protagonismo se ha ido equilibrando, y los guionistas han decidido compensar a la sufrida Edith de todas sus desgracias. Por supuesto, la auténtica hermana simpática, guapa y que todos quisimos, Lady Lybil (Jessica Brown Findlay), nos duró demasiado poco.

Por el estilo y el entorno bien podría haber valido para los propósitos de la serie.

Por el estilo y el entorno bien podría haber valido para los propósitos de la serie.

Una cuestión que la serie pretendió, al estilo de su referente antecesor más clara que fue Upstairs Downstairs (Arriba y abajo), es dar igual protagonismo a la familia noble y a su brigada de servidores. Pero más allá de las insoportables desdichas de la pareja formada por Anna (Joanne Froggatt) y el señor Bates (Brendan Coyle), los criados de la casa han funcionado siempre más como alivio cómico que con los dramas propios. Creo que Upstair Downstairs fue en general una serie con más profundidad argumental y temática, mientras que Downton Abbey ha optado por la magnificencia y la espectacularidad en la producción, con argumentos más ligeros. Un punto para la serie de los años 70.

Se nos han ido los Crawley. Con ellos el principal drama de época del momento. Da la sensación de que ha dejado un hueco, que será difícil de ocupar, si es que alguien lo pretende. Nunca se sabe si el público quiere más de este tipo de productos, o el éxito de la serie, excelentemente realizada e interpretada, ha sido fruto de estar en un momento y en un lugar adecuado. Ya veremos. Eso si no les da por resucitarla en un futuro, quizá con nuevos intérpretes. Lo intentaron con Upstairs Downstairs, pero aunque consiguieron unas secuelas interesantes, no se consolidaron en la parrilla televisiva.

En cualquier caso, hemos pasado muy buenos momentos con los Crawley, y los conservaremos en nuestra memoria. Hasta siempre.

Pero no,... se trata de otro castillo, el de Anwick, que yo no the tenido la oportunidad de visitar.

Pero no,… se trata de otro castillo, el de Anwick, que yo no the tenido la oportunidad de visitar.

 

[Cine] Great Expectations (2012)

Cine

Great Expectations (2012), 3 de abril de 2012.

No contaba yo con ir a las salas de cine esta semana, por lo menos hasta el fin de semana. Pero un poco por casualidad, acabamos por entrar a la versión original de esta enésima adaptación de la obra de Dickens, que por supuesto también podemos encontrar en versión doblada en la cartelera española bajo el clásico título de Grandes esperanzas. La película viene firmada por Mike Newell, director que me produce sensaciones contradictorias.

Para quien no conozca el argumento, nos cuenta la historia de Pip (Toby Irvine/Jeremy Irvine), que huérfano de padres vive con la bruja de su hermana y el buenazo de su cuñado, el herrero Joe Gargery (Jason Flemyng). De niño, tendrá un encuentro con un huido de la prisión llamado Magwitch (Ralph Fiennes) al que ayudará, y comenzará a hacer visitas a una excéntrica solterona rica del vecindario, Miss Havisham (Helena Bonham Carter), que vive con su guapa sobrina Estella (Helena Barlow/Holliday Grainger), de quien quedará prendado el protagonista. Ya convertido en un joven, de repente recibirá la ayuda económica de un anónimo benefactor que a través de un abogado, Mr Jaggers (Robbie Coltrane), le llevará a convertirse en un convertirse en un caballero en Londres. A partir de ahí, algunos equívocos sobre la identidad del benefactor, el reencuentro con la fría y aparentemente desalmada Estella, convertida en una bellísima mujer, y el regreso de Magwitch, provocarán giro tras giro en su incipiente vida social.

No me extenderé mucho. Con una ambientación clásica muy cuidada, encontramos una producción que sin tener defectos notables, no aporta nada nuevo a las adaptaciones cinematográficas o televisivas de esta novela. La versión de Cuarón de 1998 por lo menos aportaba la novedad de su traslación a la época actual, aunque no me convenció mucho, y considerablemente más interesante fue la versión en tres episodios que la televisión inglesa realizó hace unos años en vísperas del bicentenario del nacimiento del escritor. Confieso no haber visto las adaptaciones más antiguas cinematográficas de la obra, particularmente la dirigida por David Lean, que parece que es la más interesante.

En cuanto a la interpretación, en líneas generales es entre correcta y buena para todos sus intérpretes, siendo quizá el más destacado Ralph FiennesHelena Bonham Carter está en un papel que parece que Dickens pensó para ella, pero también conlleva el caso que parece que siempre hace el mismo papel de excéntrica.

Bien. La película puede gustar sin duda a quienes gusten de los dramas de época. Pero no es mi historia favorita de los clásicos adaptados al cine. De hecho, el final no me acaba de convencer; me refiero al reencuentro final entre Pip y Estella. A partir de lo intrincado del argumento, y la moralina que arrastra la historia. Pero bueno, se deja ver.

Valoración

  • Dirección: ***
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

Después de varios días con fotos de Italia, volvamos ahora a Londres, a los alrededores de King's Cross, ciudad donde se desarrolla buena parte de la acción de la película que comento hoy.

Después de varios días con fotos de Italia, volvamos ahora a Londres, a los alrededores de King’s Cross, ciudad donde se desarrolla buena parte de la acción de la película que comento hoy.

[Cine] Un asunto real (2012)

Cine

Un asunto real (En kongelig affære, 2012), 3 de marzo de 2013.

Bajón en el interés de la cartelera tras la resaca de los Premios Óscar. Pero enganchados a esta resaca, y como además somos aficionados a los dramas de época, optamos por ir a ver esta película danesa, de la que vimos hace unas semanas el avance, que nos picó la curiosidad. Dirigida por Nikolaj Arcel, y protagonizada por Alicia Vikander, una sueca haciendo de inglesa a la que veremos probablemente pronto haciendo de rusa, y Mads Mikkelsen, un danés que hace de alemán aunque habitualmente lo que hace es de malo.

La cosa va de una intriga palaciega que sucedió realmente en la Dinamarca de la ilustración, a finales del XVIII, cuando uno de los muchos Christian que han sido reyes del país escandinavo, uno que anduvo un poco tocado del bolo, se casa con una princesa inglesa, cultivada y «progre», para la época. Y la chica acabará colada por el médico del rey, un alemán que pasaba por allí, también ilustrado, que además se convertirá en el político más influyente de la corte, hasta el punto que atraerá las envidias y las inquinas de la facción más absolutista y carca. Y si además descubre el tomate entre la reina y el doctor, imagina la que se puede armar.

Hablando de cosas de aquella época, este fin de semana se ha "recreado" el final de los sitios de Zaragoza, durante las guerras napoleónicas.

Hablando de cosas de aquella época, este fin de semana se ha «recreado» el final de los sitios de Zaragoza, durante las guerras napoleónicas.

Película muy bonita de ver y algo aburrida de aguantar en sus más de dos horas de duración. Estos daneses han echado el resto a la hora de ambientar, y se han marcado una película de tipo gran producción, drama de época de la leche. Pero lo que no han podido hacer es salvar la frialdad en la realización. Lo cierto es que mira que la reina es mona y tal, y que el médico tiene buenas intenciones y esas cosas, pero llega un momento en que pasas de ellos, te da igual, y sólo esperas a ver si los descubren de una vez y pasa algo. Hasta los malos son más sosos que atacados.

No está mal interpretada, pero el trabajo de actores y actrices se ve lastrada por la fría realización, así que poco más se puede decir. Además, cuando empiezas a echar cuentas, y hay alguna referencia que lo permite en el filme, te percatas de que el reparto no está del todo conseguido. Todos parecen constantemente mayores de lo que fueron los personajes reales en la historia. Hay que tener en cuenta que la chica tenía sólo 15 años cuando se casó con el reyecito danés, y tenía 17 años cuando tuvo al príncipe heredero.

Apenas me ha interesado, aunque esta mañana he pasado cerca de la Alfajería, y la remanguillé he sacado alguna foto. Por cierto, que entre los recreacionistas daba la impresión de que había más gente con cámaras de fotos que con mosquetes. No he aguantado mucho, había mucha gente, y las muchedumbres me agobian.

Apenas me ha interesado, aunque esta mañana he pasado cerca de la Alfajería, y la remanguillé he sacado alguna foto. Por cierto, que entre los recreacionistas daba la impresión de que había más gente con cámaras de fotos que con mosquetes. No he aguantado mucho, había mucha gente, y las muchedumbres me agobian.

Pero en fin, tampoco es para darle más vueltas. Los aficionados impenitentes de los dramas de época, con mucha ambientación, vestuario y decorados, que no se la pierdan. Los demás… psss,… seguro que hay cosas más entretenidas.

Valoración

  • Dirección: ***
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

Me ha resultado incómodo también la "jovialidad" con la que la gente acoge un espectáculo bélico. La guerra crea mucho sufrimiento; la décima parte de la población de Aragón perdió la vida en aquellos hechos. Y supuso décadas de pobreza y despoblación del campo aragonés. Esta tarde he vuelto a Rodén, con un par de cámaras para película. La vista del pueblo viejo, que sirva para recordar que la guerra no debe ser un espectáculo divertido.

Me ha resultado incómodo también la «jovialidad» con la que la gente acoge un espectáculo bélico. La guerra crea mucho sufrimiento; la décima parte de la población de Aragón perdió la vida en aquellos hechos. Y supuso décadas de pobreza y la despoblación del campo aragonés. Esta tarde he vuelto a Rodén, con un par de cámaras para película. La vista del pueblo viejo, que sirva para recordar que la guerra no debe ser un espectáculo divertido.

[Televisión] Cosas de series: Downton Abbey,… pero menos

Televisión

Mañana es 11 de noviembre. Es el día de la memoria. El día en que se recuerda a los muertos en las distintas masacres que asolaron el mundo en general, y Europa en particular, en el siglo XX. En España no tiene significado alguno. No estuvo en esos ajos. Afortunadamente, diran muchos. Bueno,… ni en esos «malos ajos», ni en muchos  «buenos ajos». No estuvo. La fecha está escogida por ser el día en que a las 11 horas entró en vigor el armisticio que cesó la matanza de la Primera Guerra Mundial. La firma de la paz llegó más tarde, llegó en falso y originó, entre otros factores, la Segunda Guerra Mundial.

Casualmente, en estos días he terminado dos cuestiones relacionadas con la guerra del 14, como la llaman a veces los franceses. Una serie de televisión y un libro. Hoy hablaré de la serie de televisión. Mañana, del libro.

Y la serie de televisión no es otra que la segunda temporada de la celebrada Downton Abbey. A falta del especial de navidad, que no sé que trascendencia tendrá, la serie nos ha contado las tribulaciones de los Crawley, su servicio y sus allegados, durante la segunda mitad del conflicto mundial. La temporada anterior terminaba un 4 de agosto de 1914, supongo, en el que Inglaterra declaraba la guerra a Alemania, al invadir este último país la pequeña y neutral Bélgica. Esto no lo contaba la serie con este detalle, pero fue así. También dejaba en suspenso o en mala situación buena parte de los amoríos que entre los protagonistas del culebrón habían ido surgiendo.

The Mall

Hemos visto muchos personajes vestidos de militares en esta temporada. A veces muy elegantes, como este guardia a caballo en el Mall londinense, y otras llenos del barro de las trincheras (Pentax P30N, Ricoh Rikenon 135/2,8).

En el primer episodio de la segunda temporada, estamos en 1916 en plena batalla del Somme. Algunos de los hombres jóvenes válidos están en la guerra. Otros se irán incorporando. Los civiles que se quedan en Downton Abbey y su área de influencia también empiezan a notar los efectos del conflicto. Nuevo personajes aparecen, y otras historias siguen su curso. Matthew (Dan Stevens) se compromete con la mona pero insulsa Lavinia (Zoe Boyle), un personaje que al final acaba teniendo un peso inesperado en la trama. Mary (Michelle Dockery) se relaciona con Richard Carlisle (Iain Glen), un magnate de la prensa sin escrúpulos. Sybil (Jessica Brown-Findlay) cada vez tiene más problemas para resistir ante los avances de Branson (Allen Leech), el guapo chofer irlandés y socialista. La antipática Edith (Laura Carmichael) se nos suaviza e incluso tiene un escarceo con un granjero. Bates (Brendan Coyle) y Anna (Joanne Froggatt) sufren a manos de la arpía de la mujer del primero, Vera (Maria Doyle Kennedy). Hay varios otros escarceos por ahí que no voy a relatar todos para no aburrir, como la tentación de Lord Grantham (Hugh Bonneville) ante cierto distanciamiento de su mujer Cora (Elizabeth McGovern) hacia una nueva y agradable doncella del servicio, Jane (Clare Calbraith). Todo ello aderezado de vez en cuando con las impagables intervenciones de la condesa viuda de Grantham (Maggie Smith). Es decir. Lo que todo el mundo esperaba de esta serie. Amoríos, intrigas y ambientación esmerada, lujosa. Que todo sea muy bonito. Aunque adaptado. La mansión convertida en hospital de convalecencia, alguna visita eventual a las trincheras, etcétera.

Sin embargo, la serie no ha funcionado con la misma precisión. No ha habido posibilidad de empatizar u odiar a los nuevos personajes, que han pasado sin más pena ni gloria. Algunos de los antiguos personajes se han diluido. Por ejemplo, la rencorosa y traicionera Edith casi se nos vuelve una santa al final, desapareciendo el elemento de tensión entre hermanas. Mientras que en la primera temporada las tramas del servicio y las de los señores estaban equilibradas, en esta el servicio ha ido quedando en un segundo plano o con tramas menos interesantes, repetitivas o delavazadas. Determinadas tensiones han resultado casi caricaturescas, como la que han mantenido Cora y Isobel (Penelope Wilton), la madre de Matthew. La precipitada evolución temporal, nuevamente más de dos años en ocho capítulos, pero con la gran variedad de tramas, no se ha soportado como en la primera temporada, donde sí que se consiguió aunque por los pelos, siendo uno de los méritos de la serie.

Portobello Road

Las organizaciones de caridad tuvieron que ponerse las pilas durante el conflicto bélico, seguramente entre ellas el pintores Ejército de Salvación, cuya sede de Portobello Road vemos en la imagen (Pentax P30N, probablemente con un Sigma 28-70/3,5-4,5).

No nos engañemos. Sigue siendo una serie muy entretenida de ver. Pero no ha despertado mi entusiasmo ante la resurrección del culebrón de época como lo hizo el año pasado. Si la primera temporada fue un producto «cinco estrellas», algo imprescindible, en esta ocasión es un producto entretenido, «tres estrellas». Sin más. Bonito de ver y esas cosas, pero sin esa precisión en los argumentos que te mantenía constantemente con ganas de saber más, de conocer más, de ver más. Sólo uno de los personajes ha mantenido el interés ante el bajón generalizado. Mary sigue siendo desde mi punto de vista la estrella de este espectáculo. Parece que sólo va a tener una temporada más. Y que se van a contener en sus saltos temporales. Creo que para bien de todos, debería tener como gran protagonista al personaje que interpreta Michelle Dockery, y permitir que la orgullosa y al mismo tiempo insegura hija de Lord Grantham tenga el final que se merece. Sublime, sea para bien o sea trágico.

Para finalizar, pido públicamente la desaparición por muerte cruel de los personajes de Molesley (Kevin Doyle), Daisy (Sophie McShera) y el doctor Clarkson (David Robb). En esta segunda temporada, su mera aparición en pantalla hacía bajar enteros la serie por arrobas. No digo que sea por culpa de sus intérpretes. Creo que el carácter que les otorgan los guionistas tiene mucho que ver.

Observatorio de Greenwich

Podrían ser las mansiones de la nobleza británica en 1916, pero... no,... se trata de los edificios del museo de la marina o de la universidad de Greenwich, en los aledaños de Londres (Pentax P30N, probablemente con un Sigma 28-70/3,5-4,5).

[Libro] El jardín olvidado

Literatura

Ya comenté en mi anterior lectura que el libro me lo habían dejado. Una amiga. Y cuando lo hizo, nos pusimos a comentar cuestiones sobre la llamada literatura romántica. Recuerdo con yo dije que en una novela, me gustaba una buena historia de amor tanto como el que más. Pero que los tópicos habituales de la llamada novela romántica me resultaban relativamente indigeribles.  Y entonces se dirigió a su estantería, cogió el volumen que hoy nos ocupa y me dijo que lo leyera también, que cambiaría de opinión. «Veremos», le dije. Ya he visto.

El jardín olvidado (título original, The Forgotten Garden)
Kate Morton (traducción, Carlos Schroeder)
Suma de letras; Madrid, 2010
ISBN: 9788483651568

Esta novela de la australiana Kate Morton nos cuenta la historia de tres generaciones de mujeres de una misma familia, rodeadas por el misterio de una de ellas Nell, que cuando tenía 21 años descubre que fue adoptada cuando su presunto padre la encontró en 1913 en un puerto australiano, sola, con una maleta con unas pocas pertenencias y sin ningún pariente conocido. Del contenido de la maleta y de las condiciones, se deduce que procede de la Gran Bretaña, pero las circunstancias de su nacimiento, y porqué fue abandonada en un barco con destino a Australia son desconocidas, hasta que en los años 70 del siglo XX comienza a investigar. Esto le lleva hasta Cornualles donde encuentra algunos indicios de la historia, y compra una vieja casa a orillas del mar, relacionada probablemente con su familia. Vuelve a Australia para disponer las cosas para abandonar aquel continente e instalarse en Inglaterra, cuando su hija abandona a su nieta Cassandra en sus manos, por lo que se ve obligada a cuidar de ella. Años más tarde, cuando fallece, la nieta, una mujer ya madura y marcada por la muerte traumática de su marido y de su hijo años antes, descubre toda la historia anterior, y se traslada a Cornualles para terminar de desentrañar el origen de Nell, donde resultará que nada es lo que parece.

Para empezar, decir que la escritora escribe muy ameno. Y el comienzo de la novela es muy intrigante, por lo que te engancha. La novela se estructura en constante idas adelante y atrás en el tiempo. Tan pronto seguimos las andanzas de Nell en los años 70, como nos trasladamos al pasado a la Inglaterra de principios de siglo XX, como volvemos al año 2005 para saber de las investigaciones de Cassandra. Pero,…

Pero en un momento las cosas me empiezan a chirriar. Y empiezo a no entender. Empiezo a no entender cómo puede ser que el éxito de esta novela este basada en elementos propios de las novelas y los folletines de antaño. La lectura es lo suficientemente fácil, para que a pesar de la extensión del relato, uno no lo abandone. Ya que está empezado, asumiremos las consecuencias y lo terminaremos. Pero en un momento dado, las situaciones descritas producen casi hilaridad, por los lugares comunes que nos presenta la escritora. Aquí un tono de niña abandonada en el Londres de 1900, con truculentos personajes al estilo Oliver Twist. Allá, una mansión en las brumosas costas de Cornualles con unos terratenientes rancios al más propio estilo todo de una Cumbres borrascosas venidas a menos. Por aquí, la traumatizada mujer australiana todavía guapa a sus 40 años que tímidamente encuentra el amor en el sudoroso jardinero que le ayuda a restaurar la casa en el acantilado, pero que resulta ser un médico de Oxford también traumatizado. Y todo tipo de trucos baratos para ir haciendo avanzar la trama, que pronto tiene un final que resulta previsible. Si no fuera porque es evidente que la intención de la autora es presentar una historia presuntamente seria, hay momentos que juraría que estamos ante una parodia.

Lo dicho. El libro es de lectura fácil. Lo cual supongo que ha facilitado su éxito. Pero si decidís leerlo, cosa que no recomiendo especialmente, hacedlo clandestinamente, pues si no corréis el riesgo de despertar las iras de la brigada anticursis. Decididamente, sigo apreciando las buenas historias de amor en la literatura. Pero si la novela romántica es esto,… no, gracias. Poco respeto por la inteligencia de sus lectoras, pues supongo un público fundamentalmente femenino, tienen los autores y editores de este tipo de libros.

Y con esto me ganaré las iras de la amiga que con buena intención me prestó el libro. Aunque no creo que pierda su amistad porque en peores plazas hemos toreado.

Tintagel (ruinas del castillo no visibles por la niebla)

Accidentadas costas con nieblas y tormentas es el tópico sobre Cornualles; aquí una vista entre nieblas de las costa de Tintagel (Fujifilm Finepix F10).

[Cine/TV] Dramas de época,… o los adoras, o los odias

Cine, Televisión

En realidad, a mí me suelen gustar. Pero cuando no me gustan… puagg. Voy a incluir, quizá de forma indiscriminada, bajo el epígrafe drama de época una serie de productos, muchos de los cuales también podrían ser denominados como dramas históricos, pero que reunirán una serie de características comunes. Luego veremos cuáles son. Aunque originalmente se concibieron para el cine, acabaron teniendo gran éxito como series de televisión, ya que muchas veces se mezclaban hábilmente, hasta el punto de hacerse indistinguibles, salvo por el vestuario, con otro género de gran aceptación popular; el culebrón.

Fue el año pasado cuando volví a sentir un interés manifiesto por los dramas de época. Y todo se debió a una serie que ya comenté en su momento con razonable extensión, Downton Abbey. Recientemente se ha anunciado su segunda temporada de ocho episodios, que empezará el 18 de septiembre, y a la que se añadirá un especial de navidad. Curiosamente, es uno de los anuncios televisivos que más ilusión me ha hecho recientemente. El caso es que este anuncio me ha hecho reflexionar sobre este género. Veamos sus características principales.

Quizá el castillo de Warwick sea excesivo como mansión para un drama de época, pero sólo por poco (Canon EOS D60, EF 28-135/3,5-5,6 IS USM).

Romance y/o Sexo

Tradicionalmente, romance. En todo drama de época que se precie debe haber notorias historias de amor, con más o menos pasión carnal acompañante, a ser posible tortuosas y en no pocas ocasiones imposibles para sus protagonistas. Quizá, los paradigmas de estos romances puedan ser las adaptaciones de las novelas de Jane Austen o, más tormentosas, las de las hermanas Brontë. En los últimos años, sin embargo, el tono de los romances han subido notoriamente de tono, y se han empezado a realizar dramas históricos con contenidos abiertamente sexuales o eróticos. Productos como Los Tudor, Roma o Los Borgia (no confundir con el largometraje español del mismo título, de calidad lamentable), son los exponentes más claros. Si los basados en el romance tenían como público diana predominante el femenino, con la introducción de desnudos frecuentes o representaciones más explícitas del acto sexual parece una obviedad si decimos que se quiere atraer al público masculino.

Foro Romano

La Roma imperial siempre ha sido un lugar idóneo para situar los más truculentos dramas de época (Canon EOS 40D, EF 50/1,8).

Intriga política y/o familiar

O las dos juntas. Conspiraciones, traiciones, luchas por el poder, bien sea en el ámbito del gobierno de los estados o los imperios, o en el de las grandes mansiones de los terratenientes británicos. Es muy difícil establecer un paradigma para este tipo de situaciones, por su abundancia. Aunque a mí, el que me viene con más frecuencia a la mente fue la maravillosa adaptación del Yo, Claudio de Robert Graves. En los más sencillos, la cosa está clara. Pronto se definen quienes son «los buenos», aquellos personajes con los que sufrimos y cuyo bienestar y final feliz anhelamos, y «los villanos», traicioneros de torva mirada que se encargarán durante los capítulos que sea de poner trabas al «comieron perdices» que el espectador espera. En los más elaborados, el maniqueísmo se diluye. Nadie es exactamente «bueno» o «malo», aunque indudablemente al espectador se le ofrece un opción clara hacia la que dirigir sus simpatías. Obviamente, estos son más interesantes. O todavía más interesantes, cuando «el villano» tiene una personalidad más atractiva que los buenos. Dejando aparte la presencia de la princesa Flavia (Deborah Kerr), siempre me ha gustado mucho más el traidor Rupert de Hentzau (James Mason), que el estirado Rassendyll (Stewart Granger) en ese cruce entre el drama de época y el cine de aventuras que es El prisionero de Zenda.

Ambientación y vestuario

Los dos elementos anteriores son fundamentales en el drama de época, pero no son suficientes para definirlo. Es necesario que además nos transporte a momentos y lugares históricos en los que la ambientación y el vestuario sean específicos y definitorios. Los hombres habrán de manifestar una elegancia sobria y las mujeres vestirán maravillosos vestidos y tocados. Todos estarán guapísimos. Y se moverán por decorados naturales o habitacionales de ensueño. Salvo que nos metamos, claro está, en las más oscuras estancias de las clases bajas o de los pillos. Aunque esto último será casi siempre de paso o de modo circunstancial. El ser humano necesita soñar una vida mejor, y para ello no hay nada como permitirle imaginarse recorriendo las estancias de Gosford Park, por ejemplo, o de la mencionada Downton Abbey. La precisión histórica no es de rigueur, aunque desde mi punto de vista aconsejable. En este sentido, tengo la sensación que de los dos grandes países productores de dramas de época, los británicos son más rigurosos que los norteamericanos, aunque eso sí, siempre y cuando salgan ganando en comparación con otros pueblos o naciones, que siempre mostrarán comportamientos más o menos risibles. Especialmente si son franceses. Es lo de menos, ante todo, los dramas de época tienen que ser bonitos. Muy bonitos.

Berliner Dom

El Berlín prusiano fue uno de los escenarios de Barry Lyndon, de la que os hablé hace pocos días (Panasonic Lumix LX3).

Lo cierto es que si una producción cinematográfica o televisiva de ficción tiene los tres elementos mencionados en cantidades suficientes y adecuadas, será difícil que a poco que la historia que se cuente sea mínimamente interesante no encuentre un público interesado. Son historias que nos sacan de nuestras rutinas, y nos elevan de nuestras prosaicas vidas a escenarios de ensueño que parecen destinados sólo a unos pocos privilegiados. Como ya he dicho al comienzo de esta entrada, me suelen gustar los dramas de época. Pero reconozco que cuando no aciertan con la historia y los caracteres, también son las producciones cinematográficas o televisivas que más acabo detestando. Es una lástima también que pertenezca a un país donde este género suele estar mal concebido y realizado. O bien está concebido como culebrón puro y duro, o bien carece de la fuerza argumental necesaria para interesar al espectador.

En fin. Ya vale de rollo. De momento, estos días, me estoy dedicando a ver de nuevo los estupendos siete capítulos de la primera temporada de la vida de los Grantham/Crawley. Nos prometen que en la segunda los veremos inmersos en las vicisitudes de la Primera Guerra Mundial. Este es un conflicto que se está empezando a poner de moda. Se anuncia una película de Spielberg al respecto. Y para el que faltan menos de tres años para conmemorar (celebrar no me parece el verbo adecuado) el centenario de su comienzo.

Recomendación musical

Todo drama de época que se precie ha de ir acompañado de una banda sonora que lo caracterice. Todavía me viene a la memoria con frecuencia la música de los títulos de crédito de Yo, Claudio, compuesta por Wilfred Josephs. Tambien la música de John Lunn para Downton Abbey es notable, sin duda. Pero en los últimos años, fue la banda sonora de Expiación, por Dario Marianelli, la que me pareció que tenía una fuerza y una calidad fuera de lo habitual.

Georges Sand

No podemos olvidar a la capital francesa como escenario de los dramas de época. ¿Acaso no recordamos las admirables "Amistades peligrosas"? Y los jardines del Luxemburgo parecía un lugar apropiado tanto para las citas amorosas como los duelos de capa y espada (Panasonic Lumix GF1, G 20/1,7 ASPH).