Este es el segundo libro que dedico este año a las novelas cortas de Joyce Carol Oates. Dos de ellas reunidas en un único volumen. Ya hace unos meses, a primeros de junio, leí otra edición similar de dos novelas cortas. Aquellas estaban dedicadas a dos mujeres que se ven metidas en unos misterios que emparentar con la Rebecca de Du Maurier, pero con una visión más moderna, más actualizada, y más feminista. Y eso que en la novela de Du Maurier había más chicha de lo que parecía a este respecto. En la pareja de relatos que traigo hoy, nos vamos a introducir en el ámbito del… ¿realismo fantástico? ¿terror? Hay que reconocer que Oates es una escritora polivalente, camaleónica, que se adapta perfectamente a cualquier género para contar su mensaje, y sin olvidar enganchar al lector con historias atractivas.
Comencé a leer estas novelas cortas en el último tramo de mi viaje al sur de Francia, y las terminé de leer poco después de regresar. Elijo por lo tanto algunas fotos del día más lluvioso del viaje para ilustrar estas desasosegantes historias.
En el primero de los dos relatos que componen este volumen seguimos las andanzas de una estudiante de una universidad de algún lugar de la costa este de los Estados Unidos. Estudiante dedicada y modélica, poco destacada desde un punto de vista físico, vive angustiada por el posible embarazo como consecuencia de una relación con un joven profesor que después de unos breves encuentros la ignora. Todo ello en épocas de abortos clandestinos. La aparición de prestigioso poeta sexagenario puede procurar alivio a la joven… o no. Sobre todo porque quizá su punto de vista de la realidad esté un poco desviado…
Una jovencita preadolescente vive angustiada en un entorno familiar en la que el padre/marido les abandonado por otra mujer y otra familia, y por los abusos que sufre por parte de algunos compañeros del colegio. Y las cosas no mejoran cuando su madre se case con un tipo, aparentemente simpático, pero que le dirige unas miradas preocupantes. De fondo… misteriosas muertes empiezan a producirse en el vecindario.
Oates sigue analizando las complejas relaciones de las mujeres con los hombres, en los que estos tienen un papel dominante o determinante en las vidas de estas, especialmente en la medida en que estas se lo permiten. Como ya he comentado en otras ocasiones, Oates es feminista. Pero no se anda con paños calientes a la hora de atribuir a las propias mujeres una buena dosis de responsabilidad sobre sus problemas. Y todo aderezado con unas historias inquietantes, agobiantes en ocasiones, dignas del mejor suspense de Hitchcock, con finales que pueden sorprender al lector que no ha estado atento a los detalles y a las metáforas del texto.
Joyce Carol Oates es una autora prolífica, diversa, y siempre recomendable. Y si bien estas dos novelas cortas no destacan tanto como otras obras más conocidas o prestigiadas de la autora norteamericana, no por ella dejan de estar a una buen altura. Siendo además una lectura que se acomoda bien a un viaje o a una tarde de mal tiempo para salir a caminar. Especialmente si el tiempo es tormentoso y agitado…
No sabía muy bien sobré qué hablar en este domingo en este Cuaderno de ruta. Me he levantado muy tarde para lo que es habitual en mí, lo habitual en domingo es que hable de fotógrafos y sus fotografías, pero me he encontrado también conque tengo acumuladas dos películas, dos adaptaciones literarias a la gran pantalla, y que durante los próximos días este Cuaderno de ruta estará en modo «sólo fotos». Al final me he decidido por el cine. Entre otras cosas por las vueltas a la cabeza que le he dado a la adaptación de la novela del mismo título de Joyce Carol Oates, que reconstruyen en forma de ficción la vida de Marilyn Monroe, y que me ha despertado sensaciones muy contradictorias. Vamos a ella.
Aunque tenga que compartir la condición de icono con personajes mucho menos glamurosos, no hace falta irse muy lejos para comprobar que la figura de Marily Monroe todavía goza de ese nivel. Si bien, para ilustrar esta entrada sí que nos hemos ido lejos, hasta Nueva York.
Leí la novela de Oates entre diciembre de 2019 y enero de 2020. En un momento en el que no tenía problemas para engancharme a la lectura en cualquier lugar y en cualquier momento. Semanas después comenzó el desbarajuste pandémico, y mi capacidad de concentración ante un libro descendieron a niveles alarmantes. En 2019 leí un total de 53 libros, mientras que en 2021 sólo leí 23, siendo muchos de ellos de muy corta extensión. En este 2022, con un canto en los dientes me daré si sobrepaso los 30. El caso es que aquella novela dedicada a Marilyn, o más bien a Norma Jeane, me impresionó. Basada en la vida de la persona real, Oates creo un personaje de ficción a través del cual denuncia la explotación de una mujer y de su sexualidad por la sociedad patriarcal. Nos cuenta una biografía ficticia que puede no ser verdadera, pero es plausible. Desgraciadamente.
En esta película de 2022, el director Andrew Dominik confía en tres elementos para salir airoso de la difícil adaptación de una novela compleja, árida en ocasiones, es muy poco complaciente con nadie ni con nada, y larga, con más de 900 páginas de texto. El primero es ser razonablemente fiel al texto, aunque no pueda detenerse en todos los detalles del mismo, lo que haría la película interminable. El segundo es una realización que mimetiza algunas de las imágenes procedentes de las películas de la época, con una relación de aspecto 4:3, más o menos, aunque existan escenas en otros formatos, tanto en blanco y negro como en color, siempre con una gradación tonal o del color que recuerda a la época de los años 40, 50 y principios de los 60. Y el tercero y más importante, confía en la presencia física y el buen hacer de la protagonista absoluta del filme, Ana de Armas. Por lo demás… el argumento es el mismo de la novela, la vida de Norma Jeane a través de sus más o menos tóxicas relaciones, tanto profesionales como personales, con los hombres. Aclarar que la relación a tres de Norma Jean con Cass Chaplin y Eddy G Robinson Jr no está constatada en la historia real. De hecho Cass Chaplin no murió antes que Norma Jean sino
En general, la película tiene todos los ingrediente para ser una gran película, candidata a premios y recordada en el tiempo. Y sin embargo, desde mi punto de vista no transmite las mismas sensaciones que la novela en que se basa, a la que sin embargo, en los argumental, es muy fiel. Pero es un tema de enfoque y de visión. Inmediatamente tras visionarla no sabía muy bien cómo explicarlo. Pero tras leer otras revisiones y reseñas del filme fui haciéndome a la idea de los motivos de mi alejamiento subjetivo de la película. Si Oates utiliza la figura de Norma Jeane para cuestionar la mirada masculina hacia la mujer, convirtiéndola en un objeto del deseo, en un ente sexual sin personalidad propia, mi sensación final es que el enfoque de Dominik no sólo no consigue cuestionar la explotación sistemática de la mujer sino que cae en la trampa y nos ofrece también un mirada explotadora de la sexualidad tanto de la actriz protagonista como de la mujer a la que representa. Y esto me generó incomodidad. Por otro lado, de Armas es una actriz muy solvente, pero en contra de los mucho que se ha alabado su interpretación, no acabo de ver a la persona real en su ella. No me parece que haga mal trabajo ni mucho menos, pero no la acabo de ver como Marilyn ni como Norma Jean.
La película no es una mala película ni mucho menos, pero no la veo al nivel de los catorce minutos de aplausos en la bienal de Venecia. Tampoco la veo en la bajísima puntuación del público votante en IMDb, plataforma en la que no llega al seis sobre diez. En algún lugar en el medio de estas dos visiones, de cierta crítica y de la mayor parte del título, está la valoración en la que yo situaría esta película. Como curiosidad, decir que esta novela ya tuvo una adaptación temprana en forma de miniserie de dos episodios poco después de su publicación en 2000, que se emitió en 2001. Pasó sin pena ni gloria.
Siguiendo el turno de riguroso orden de lectura, hoy tendría que estar hablándoos de un interesante libro de Mariko Koike. Pero lo dejaré para otro día. Me apetecía el doble comentario de dos novelas muy distintas, pero al mismo tiempo con importantes cosas en común. Estas son Penelope y las doce criadas de Margaret Atwood y Crónicas de una diosa de Natsuo Kirino.
Penélope y las doce criadas
La canadiense Márgaret Atwood hace tiempo que es una escritora muy respetada en lengua inglesa. Pero su popularidad en todo el mundo aumentó en los últimos años por la adaptación televisiva de su novela, de género distópico, más conocida. Mientras el mundo editorial anda fijándose en la relativamente reciente publicación de la segunda parte de esa historia, que no leeré puesto que no creo que necesitase segundas partes la novela original, a mí me llama la atención un libro suyo de 2005, cuyo título original se traduce como la Penelopiada, a imitación de obras clásicas como ilíadas, odiseas, eneidas y similares.
Junto al santuario Okitama, se alzan las Meoto Iwa, las rocas desposadas, representación de las deidades masculina, Izanaki, y femenina, Izanami, unidas por un soga que representa la unión conyugal. Aunque el final del matrimonio entre estas deidades no fue especialmente feliz. Pero el lugar es estupendo. Y no se encuentra lejos del gran santuario de Ise, dedicado a la diosa Amaterasu, engendrada por Izanaki al regreso de su incursión en el mundo de las sombras, pero no de Izanami. La familia imperial japonesa sería descendiente de Amaterasu… por ende… de Izanaki. Pero no de Izanami.
Y la Penélope del título es la conocida esposa, fiel y responsable, del caradura y astuto aventurero por excelencia de los poemas épicos homéricos, Odiseo (o Ulises) de Ítaca. Por su capacidad para ser fiel a Odiseo durante los veinte años de ausencia, diez de la guerra de Troya y diez de aventuras por el Mediterráneo, ha sido siempre el símbolo de la fidelidad conyugal. Pero frente a una historia sobre hombres contada por hombres y desde el punto de vista de los hombres, Atwood decide contar la historia desde el punto de vista de Penélope. Y eso conlleva una relectura de los textos homéricos, y una crítica activa del papel de la mujer en la sociedad clásica y, por extensión, de las modernas sociedades occidentales que de ella descienden.
Tiene un tono irónico, paródico, en el que voluntariamente busca pensamientos y expresiones más propios de personas actuales. Y es contada desde el punto de vista de una Penélope ya muerta, viviendo en el Hades, en la pradera de los asfodelos, más allá del río Aqueronte. Por donde se pasea también su bella prima Helena, conocida como «de Troya», aunque también espartana de origen como Penélope.
Crónicas de una diosa
También en esta novela descenderemos al reino de los muertos. Los mitos en los que nos moveremos son los del shinto japonés. En concreto, los de la pareja de dioses formada por Izanami, la diosa del título, y su esposo Izanaki, a veces transcrito como Izanagi. Descendientes de los dioses primordiales del panteón shinto, son los dioses creadores del mundo por excelencia. Entendiendo como mundo el archipiélago japonés (que no incluía en origen la isla de Hokkaido). Pero Izanami murió al engendrar a la personificación del fuego y descendió al mundo de los muertos en las sombras. En un giro argumental con semejanzas con el de Orfeo y Eurídice, Izanaki baja el mundo de los muertos para recuperar a su esposa,… pero fracasa. Y encima se lleva consigo una maldición. Izanami matará cada día a 1000 seres humanos. Izanaki, como compensación, engendrará a un mayor número de los mismos.
El acercamiento de Kirino es a través de una joven sacerdotisa, en una bella pero pobre isla de las más pequeñas del archipiélago nipón, que no se resigna a su papel de guardiana de los muertos de la isla y a renunciar a su amor por un apuesto joven. Pero será traicionada y acabará muerta. Y por hacerlo con rencor, no podrá ascender al cielo, y acabará en el mundo de las sombras como sirvienta de Izanami.
Lejos del tono paródico, e incluso cómico, de Atwood a la hora de reinterpretar su mito, el tono de Kirino es triste e incluso trágico, aunque sin renunciar nunca a la esperanza. No sólo reinterpreta desde una luz y perspectiva femenina el mito de Izanami e Izanaki, si que además desmitifica el valor de la divinidad, abrazando la oportunidad de ser humano y estar vivo, y ser capaz de sentir, amar y dar vida.
Para ambos libros:
Ambos libros parten de tradiciones mitológica muy distintas. Si bien, en ambas encontramos arquetipos que se dan en muchas de las culturas que se han desarrollado en los numerosos grupos étnicos que surgen como consecuencia de la dispersión del ser humano por la faz de la Tierra. Ambas autoras parten de una sociedad patriarcal, todavía más fuertemente patriarcal en el Japón actual, pese al muy posible origen matriarcal de su cultura. Lo podemos ver en la estructura de poder de la isla de las Serpientes Marinas, origen de uno de los personajes protagonista, o en el hecho de que una de las deidades descendientes de Inazaki, y una de las principales del panteón japonés, Amaterasu, deidad solar, se represente como una deidad femenina. Y esta sociedad patriarcal interpreta los mitos para acomodar esta estructura. Ambas autoras se revelan y reinterpretan. Con mayor intensidad Atwood, con mayor sutileza Kirino.
Ambos libros están contados, en todo o en parte, desde el mundo de las sombras, desde el mundo de los muertos. Donde encontramos a nuestras Penélope/Izanami (con su joven servidora). En ambos se cuestiona el matrimonio en su forma tradicional. El libro japonés tiene una visión de la solidaridad entre mujeres, entre hermanas, más optimista.
Y sobretodo, ambos libros son tremendamente amenos e interesantes de leer. Por el tono, la picardía y la astucia de una Penélope, a la par con la de su ilustre marido, aunque ambos acaben machándose con al tragedia de las doce jóvenes criadas. Por las aventuras que vivimos entre las islas del sur del archipiélago japonés y el reino de Yamato, origen del actual Japón, situado en la actual isla de Honshu. Ambas son muy muy recomendables. Y demuestran una cosa. Que una obra literaria tenga un valor universal depende más de lo que cuenta que del país o cultura de la que procede, o de la lengua en que fue escrita originalmente.
Parece que el otoño cinematográfico se anima un poco. Y en tres días he acumulado tres posibles reseñas, creo que haré las tres, ya explicaré porqué tenía dudas con una, relacionadas con recientes estrenos. Y lo mejor del caso es que son propuestas interesantes, independientemente del grado en que hayan resultado mejor o peor. En general, bien. Y empezaré por esta película francesa firmada por Céline Sciamma, que me interesó desde el momento en que la vi anunciada en la cartelera. Así que este viernes pasado, me fui yo solico al cine, a las cuatro y cuarto de la tarde, para poder disfrutar de la versión original de este largometraje.
Bretaña es una tierra hermosa a la que, de vez en cuando, pienso que debería volver.
Había oído hablar del cien de Sciamma, pero no había tenido oportunidad de ver ninguna de sus películas. Y aquí nos presenta una película de época, ambientada en una isla bretona a finales del siglo XVIII, cuando la ilustración ya ha calado profundamente en las vidas de las gentes en Francia, al menos de las más cultivadas. Héloïse (Adèle Haenel) es una joven inquieta por la cultura y con una actitud relativamente introspectiva de la vida, que vivía a gusto en un convento disfrutando de la lectura y la vida intelectual. Pero su madre, la condesa (Valeria Golino), la ha sacado del convento para casarla con un buen partido milanés, tras la muerte de su otra hija. Marianne (Noémie Merlant) es una joven pintora, que ha seguido la profesión de su padre y maestro con aprovechamiento, aunque por su condición de mujer se ve obligada a restringir los temas que puede pintar, o pintar los temas prohibidos con la firma de su padre. Recibe el encargo de la condesa para pintar a su hija, que se niega a posar, sabiendo que el destino del retrato es servir de escaparate para decidir su «compra» como esposa por parte de su prometido. Marianne lo hará de memoria, pero se verá obligada a convivir intensamente con Héloïse durante unos días. Y esa convivencia traerá consecuencias inesperadas para todas.
La propuesta de Sciamma entra plenamente dentro del cine de mujeres y claramente feminista. Maneja tres temas principales de forma simultánea, y muy bien imbricados unos con otros. El deseo de independencia y de realización personal de las mujeres ilustradas; la sororidad, la solidaridad entre mujeres, puestas de manifiesto en la actitud de las dos jóvenes hacia la joven criada que las atiende y que tiene un embarazo no deseado; y la libertad, o su carencia, para elegir el amor en la persona que cada cual desee, sea cual sea su sexo. El caso es que todo esto lo hace de forma clara, sin ambigüedades, pero sin estridencias. Con mucha elegancia, con una puesta en escena bella y sobria al mismo tiempo, y centrándose en los gestos y las reacciones de las mujeres protagonistas.
Ni qué decir tiene que las interpretaciones son de primer nivel. Ya había visto en un par de películas a Haenel, y ya me constaba su solidez interpretativa. Pero Merlant, que lleva el peso de la narración, ya que el relato se presenta fundamentalmente desde su punto de vista, hace también un papel excelente.
Película muy recomendable, bella de ver, y que sólo debería retraer a los más cerriles miembros de nuestra sociedad del siglo XXI. El problemas es que todavía quedan muchos cerriles miembros en nuestra sociedad.
Película de la directora saudí Haifaa Al-Mansour, que no aporta absolutamente nada de personalidad propia a un largometraje que parece uno más de los muchos dramas de época a los que es tan aficionado el cine británico. Película que flojea por distintos flancos, yo creo que no sabe lo que quiere ser, si un drama romántico, un drama feminista o una reflexión sobre el proceso creador, o todo junto pero regular, pero en la que destacan algunos elementos del reparto, especialmente su protagonista, una joven Elle Fanning, que se basta para dar interés a esta mal engranada producción. Que por lo tanto pasa a la categoría de visible o llevadera.
La más joven de las Fanning parece que se va destacando como la más sólida interprete de las dos hermanas, aunque habrá que ver cómo se desenvuelve Dakota en una futura adaptación, sobre la que tengo mucha curiosidad, que si sale bien puede ser de lucimiento. Si sale bien. Pero vamos a lo que estamos.
Ya que las tengo a mano y recientes, cómo no, unas vistas crepusculares del lago Lemán en Ginebra; ciudad natal de Jean-Jacques Rousseau, pensador ilustrado republicano como el padre de Mary Shelley, que conquistó con mayor fortaleza su sitio en la historia.
La película que hoy nos ocupa puede verse como un drama romántico. El que narra los amoríos azarosos de Mary Godwin, de casada Shelley, con el poeta Percy Shelley. Poco interés aquí. Una adolescente en la edad del pavo que se enamora de un joven cinco años mayor, que va de poeta por la vida, y que además procede de una aristocracia con posibles. El chico es un caradura y pasan cosas. Si lo dejamos ahí… Mary Shelley fue una mema como tantas otras en la historia. Existen situaciones en la historia similares en las que los memos fueron ellos. Quiero dejar clara mi postura ecuánime y no sexista aquí. Como dice el dicho, «el que se enamora no lo nota, pero se vuelve idiota»… independientemente del género que le corresponda. Aquí la película falla, porque no encontramos interés en esa relación.
Puede verse la película como un drama feminista. Mary Godwin fue hija de una pareja de ilustrados. Su madre, Mary Wollstonecraft, fue una filósofa y escritora precursora importante de la lucha por el reconocimiento de la igualdad de derechos de la mujer. Probablemente, una mujer cuya vida sea mucho más interesante de narrar y de conocer que la de su hija. Sin despreciar, en ningún modo, la de esta. Pero poco influir directamente en su hija, ya que murió de una sepsis tras el parto. Su padre, William Godwin, fue un pensador político que pasó de la ortodoxia más recalcitrante de la religión calvinista a escritos que lo convierten en un precursor del pensamiento de la izquierda republicana, e incluso del anarquismo. Propuso siempre, de todos modos, el diálogo como vía de transformación y rechazó la violencia. Sin embargo, por la feroz respuesta antirrepublicana de la sociedad británica ante la revolución francesa, fue olvidado y tuvo poca influencia en las últimas décadas de su vida. Con estos antecedentes, revolotea por la película constante la condición de Mary como figura de reivindicación feminista y progresista. Pero lo que realmente trasluce fue en qué medida estuvo siempre supeditada a los hombres, a su padre primero y a su amante y marido después. Difícil saber cuál es el mensaje exacto. Lo podemos suponer, pero no acaba de quedar bien definido.
Finalmente estamos ante la reflexión del proceso creador. Mary Shelley fue la escritora de Frankenstein o el moderno Prometeo. Y realmente, aunque la figura de la escritora se ha popularizado en las últimas décadas, hasta hace unas cuantas la mayor parte del personal pensaba que el famoso monstruo, que no se llama Frankenstein, que ese es el doctor que lo crea, era un producto propio del cine de Hollywood. Sobre el encuentro de personalidades creadoras a orillas del lago Lemán en las afueras de Ginebra en el verano del «año sin verano«, ya tenemos una película de firma española, aunque con reparto principalmente inglés. La tesis de la película es que el monstruo es consecuencia o un reflejo de las propias vivencias de Mary. De su ninguneo por ser mujer, del efecto que causan en ella los hombres de su vida, especialmente la carencia de afecto real en esas relaciones, siendo ella como el monstruo de su novela, creado para luego ser abandonado o repudiado por su creador. Aquí puede haber estado el quid para que la película genere interés… pero como se mezcla con los otros temas… tampoco queda del todo bien perfilado. Además, el significado de esta obra literaria es mucho más complejo y profundo de lo que podemos plantear en una breve entrada como esta.
Lo que sí es notable en el personaje es que Mary Godwin, todavía no se había casado ni llevaba el apellido Shelley en el momento de escribir la novela, tenía entre 18 y 19 años cuando se desarrolló el juego creativo sobre monstruos o fantasmas a orillas del Lemán y que dio lugar al famoso mónstruo. Pensemos hoy en día cuántos creadores de esa edad alcanzan ese nivel de profundidad en sus creaciones. En qué medida, en la actualidad la adolescencia se prolonga sociológicamente durante años, tardando mucho más en madurar las personas como profesionales o como adultos autónomos e independientes por mucho que la ley reconozca la mayoría de edad a los 18 años. Esa reflexión sí que me la produjo la película. El personaje principal, Mary, durante prácticamente toda la película, es una adolescente.
Ya he dicho que Elle Fanning borda el papel, y es el principal atributo que hace que pueda merecer la pena ir a las salas de cine a ver la película. Y le tenemos que agradecer su capacidad para encarnar perfectamente las circunstancias vitales de esta mujer que nos dejó como legado un mito moderno y duradero.
Aunque habíamos visto críticas favorables a esta película en algún sitio, este largometraje británico de la directora danesa Lone Scherfig estaba pasando bastante desapercibido en la cartelera del verano. A pesar de que es curiosamente adecuado para ver en tandem con la película bélica de moda que comenté hace unos días, como veremos dentro de poco. Aunque son dos películas tremendamente distintas. Scherfig tiene algún título bastante interesante en su filmografía, por lo que no era desdeñable como aliciente. Y además tenemos una protagonista,… especialmente atractiva para el público masculino. Pero que todavía le queda un poco por demostrar que es bastante más que un físico espectacular. No es que trabaje mal, pero para ser británica… pues está un poquito por debajo de la media. Es una cinematografía muy exigente…
Londres, claro, en las fotos de hoy. No tan roto como en los tiempos del «blitz», pero igual de tradicional.
La historia nos lleva al Londres de 1940, en pleno blitz, Catrin Cole (Gemma Arterton) es una secretaria de una empresa de publicidad que elabora algunos textos de los anuncios. Y eso lleva a que le den la oportunidad de empezar a trabajar en los equipos de escritores que preparan los guiones para las películas propagandísticas de la época. El descubrimiento de una historia sobre unas hermanas que podrían haber participado con su barquito en el rescate de las tropas británicas en Dunkerque, hace que surja la idea para una película «basada» en «hechos reales» que encargan al equipo del guionista Tom Buckley (Sam Claflin) al que se incorpora Catrin para redactar los diálogos femeninos. Y nos sumergiremos de pleno en el rodaje de una película sobre la evacuación de Dunkerque (¿apreciamos ahora la oportunidad de ver las dos películas en tándem?).
Película de factura correcta, muy académica, pero que funciona sin ningún problema, de forma amable, como comedia romántica, bastante divertida… hasta que unos giros de la historia que pocos en el patio de butacas esperaban provocan un cambio de género, y se convierta en un drama con un tono fundamental de reivindicación feminista, con el mensaje de que a veces tiene que hay que eliminar al hombre que bloquea las posibilidades de la mujer, por doloroso que eso sea, porque esta es capaz de salvar la situación, ya que es tan capaz o más que el hombre para hacer el trabajo que hay que hacer. Situación que se plantea tanto en la película, como en la película dentro de la película.
Si el guion y la factura de la película, ya digo que muy académicos, funcionan bastante bien, la película consigue que el público se enganche definitivamente a la misma gracias al carisma y a la química entre los personajes. Gemma Arterton se muestra bastante sólida. Mucho más discreta que habitualmente a la hora de utilizar su tremendo atractivo femenino, realiza una interpretación convincente mostrando que efectivamente es una actriz que es más que una cara bonita y un cuerpo escultural, con capacidad para pasar dentro de una misma película de los momentos de relajo alegre y romántico, a las situaciones dramáticas. Pero el resto del reparto también luce a buen nivel, con un Bill Nighy en uno de esos papeles de comedia que tan bien se le dan, pero con otros personajes menos vistosos que aportan. Un ejemplo claro son las incisivas frases de Rachael Stirling, en su papel de ayudante de producción con tendencias lesbicas, que va marcando constantemente el auténtico sentido de la película, que como digo es la reivindicación femenina, y no la comedia romántica de la que se disfraza.
Ya he comentado que esta película está pasando relativamente desapercibida, y sin embargo es una opción bastante interesante y respetable para introducir un poco de frescura en las tardes de verano. Con humor y drama sabiamente repartidos, reflexiona y emociona a partes iguales. No sé lo que durará en cartelera, pero a mi me parece recomendable.
En plena epidemia de nieblas, la tarde de Nochebuena amenazaba sumirnos en un profundo aburrimiento. Y por ello nos planteamos darnos una vuelta por las salas de cine a una hora prudente para luego llegar al momento de la cena. Al final,… me encuentro solo, y decido irme de todas formas, para evitar un atocinamiento excesivo en estos días de excesos gastronómicos. Al fin y al cabo, el paseo desde mi casa a los cines es de 40 minutos… y aunque la niebla no lo hacía muy apetecible, era una forma bajar algo de la comida de estos días. Opto por esta película, ya que la perspectiva es la supresión de la versión original en la cartelera a partir del día de Navidad, y me apetece ver como evoluciona su protagonista, una chica que siempre me ha gustado. La película, dirigida por Sarah Gavron, se puede encontrar en la cartelera española doblada y con el título traducido, pero el plural, de «Sufragistas».
En la película, seguimos los avatares de Maud Watts (Carey Mulligan), obrera de 24 años en una lavandería londinense en el East End, casada y con un hijo, en las vísperas de la primera guerra mundial, cuando el movimiento de las sufragistas dirigidas por Emmeline Pankhurst (Meryl Streep), está impulsando un activismo más firme e incluso violento ante la negativa del gobierno y el parlamento a permitir el voto femenino. Maud entrará reticentemnte en el movimiento, impulsada por su compañera de trabajo Violet Miller (Anne-Marie Duff) y por la farmacéutica que les ayuda con sus problemas de salud, Edith Ellyn (Helena Bonham Carter). Por el contrario, se verán amenazadas constantemente por la actitud represora del gobierno, personalizado por el inspector Arthur Steed (Brendan Gleeson).
Nos vamos a Londres para ilustrar esta entrada, claro. Aunque opto por el aspecto intemporal del blanco y negro. Algunas cosas pasan en las cámaras del parlamento,… sip.
Drama histórico el que nos plantea Gavron, sobre el movimiento sufragista, que contiene las tradicionales virtudes del cine de época británico. Una cuidada puesta en escena y diseño de producción, junto las sólidas virtudes interpretativas de los elencos británicos. Sin embargo, la película tiene algunos problemas. El primero es optar por dar el protagonismo absoluto al personaje principal, que se apropia de la película dejando a otros personajes interesantes, que podría haber enriquecido el filme. El segundo es que tira de tópicos. Tópicos que fueron tristemente reales, como los encarcelamientos, las alimentaciones forzadas, la triste situación de las obreras,… pero que no son tratados con profundidad. El tercero es que hay una frialdad general en el tratamiento formal de la película que alejan emocionalmente al espectador. Creo que hay una escena importante en la película, una madre es separada de su hijo en un acto de dominio patriarcal injustificado desde nuestro punto de vista actual, que sin embargo llega y pasa con un impacto emocional muy moderado.
Las interpretaciones están globalmente bien, como ya digo los elencos británicos son muy sólidos, y aunque Carey Mulligan siempre me ha parecido una buena actriz con gran potencialidad, creo percibir un cierto encasillamiento en el tipo de mujer que interpreta. Su elevado tiempo de presencia en pantalla hace que el resto del reparto no aporte lo que podría haber aportado. La presencia de Streep como líder dura del movimiento sufragista es poco más que anecdótica.
Pero el ambiente principal de la película está en el East End londinense, donde residen y trabajan algunas de las protagonistas del filme.
Los movimientos de rebelión o revolución sociales han mostrado ser difíciles de llevar a la pantalla. Pocas veces se libran de los lugares comunes, y es difícil mostrar todos los matices que acompañan a movimientos complejos. Por eso no es fácil encontrar películas de este tipo entre los grandes dramas del cine. Algunos hay. «Suffragette» tiene buenas intenciones, y aunque sea una producción de carácter histórico su tema sigue plenamente vigente. Desde la alta política, recientemente era noticia que un país como Arabia Saudita había permitido cierto grado de derechos políticos a las mujeres en 2015, más de cien años después de los hechos narrados en el filme, hasta lo relativamente anecdótico, cuando se viene discutiendo o nos sorprende el giro «feminista» que adopta la nueva entrega de «Star Wars» con personajes femeninos potentes. Muchas cosas por cambiar, entre medias, todavía. Pero quizá esta película no va a tener el adecuado impacto que debería haber tenido con una realización más potente.
Unos barrios de Londres tradicionalmente asociados con las malas condiciones sociales que derivaron del crecimiento descontrolado de la revolución industrial.