El silencio de Lorna (Le silence de Lorna, 2008), 18 de agosto de 2010.
Seguimos con la opción de, ante el patético aspecto de la cartelera veraniega, seguir viendo películas de cinematografías por habituales. Y ayer «nos trasladamos» a las tierras valonas de Bélgica, a seguir las andanzas de una inmigrante de origen albanés. Muy internacional la cosa.
Dirigida por los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, la historia nos habla de Lorna (Arta Dobroshi) una inmigrante albanesa que se casa por conveniencia con Claudy (Jérémie Renier), un yonqui que necesita dinero, con el fin de conseguir la nacionalidad belga. La operación tiene una segunda parte. Una vez liberada de su esposo de conveniencia, se casará a su vez con un oscuro individuo de nacionalidad rusa, que a su vez conseguirá también la nacionalidad belga. Para liberarse de su esposo, siendo un drogadicto, lo más socorrido será simular un sobredosis, de lo que se encargarán los responsables de la operación. A pesar de que a Lorna le empiezan a surgir dudas y prefiere optar por un divorcio rápido, especialmente tras la decisión de Claudy de desengancharse de la droga, el éxito o el fracaso de la operación dependen del silencio de la chica si al final es necesario acabar con el yonqui. Aunque, con lo que nadie cuenta es con las consecuencias derivadas de mantener o no ese silencio.
Rodada muy cámara en mano en las calles y los ambientes de alguna ciudad obrera valona, probablemente Lieja o en sus alrededores, tiene un ambiente opresivo, gris, que refleja el conflicto de la protagonista. Esta sufre una evolución de la frialdad con la que maneja sus intereses al comienzo del filme, a la progresiva empatía que siente hacie el drogadicto. No obstante, hay algunas acciones o cambios de mentalidad que parecen muy forzados y no acaban siendo bien comprendidos, lo que va lastrando la coherencia del conjunto conforme avanza la historia. El final se podría definir como abierto; aunque a mí más que abierto me parece indefinido. Excesivamente indefinido.
Con una actriz protagonista y unos actores en general todos ellos poco conocidos, el nivel interpretativo está a buen nivel, y es uno de los mayores activos del largometraje.
Resumiendo, es una película que tiene cierto interés a pesar de que hay momentos en los que cuesta creerse las actitudes de la protagonista. Esta lo es de forma absoluta. Prácticamente ocupa la pantalla casi todo el tiempo, y sale más que airosa del trance. Une película, en fin, que no me atrevo a recomendarla a todo el mundo, pero sí a quien quiera reflexionar un poco sobre el fenómeno de las migraciones, de las mafias y de la limitada libertad de quienes se meten en ellas.
Dirección: ***
Interpretación: ***
Valoración subjetiva: ***