Estoy de vacaciones. Y me voy a escapar a Hungría unos días. Hotel en Budapest. Trenes o lo que sea para hacer excursiones a diversos lugares del país. Aunque eso sí, habremos de cuidar no acercarnos a la zona donde ayer se comunicó un derrame tóxico que supone un desastre humano y ecológico catastrófico. Pero creo que no será problema. Espero.
No es la primera vez que estoy en Budapest. Visité la capital húngara allá por el mes de agosto de 1997, en un viaje en el que también visitamos Praga y otras localidades checas y, brevemente, Viena. Cuando veo ahora las fotos de entonces,… me parecen lamentables.
Recuerdo que hizo calor. Que aunque es menos mona que Praga, nos gustó más. Nos sentimos más a gusto. Que las carreteras húngaras estaban llenas de camiones con los toldos rotulados como «Hungarocamion«, lo cual nos hizo gracia, y cómo acabamos bautizando como tales a las estupendas húngaras, todas ellas tan rubias, tan altas, tan monas, y subidas a unos taconazos y plataformas altas como andamios, que sospechábamos el tremendo trabajo para los servicios de urgencias traumatológicas de los hospitales de Budapest.
Pero más que estas cuestiones, lo que más valoramos era la sensación de que se mezclaba en la ciudad por un lado la laboriosidad y por otro lado un cierto saber vivir sin demasiado estrés. En lineas generales la ciudad nos gustó, y por ello, ante la posibilidad de coger unos días en esta primera quincena de octubre, la opción de la capital húngara ha sido algo a considerar muy seriamente. Y allá nos vamos.
Es muy probable que durante estos días vaya contándoos como nos va, qué vemos o que vivencias tenemos. Así que permaneced al tanto a estas páginas. Si por algún motivo no puede ser, a la vuelta os lo cuento, respetando las fechas, como hice con el reciente viaje a Colonia.



