Pues eso. Que llega la Navidad. Una mezcla de ritos y costumbres cristianas y paganas, acogidas por la población con extraño entusiasmo, ya que mientras oficialmente todos debemos sentirnos felices y solidarios, no dejan de ser unas fiestas que traen más tristeza que otra cosa a muchas gentes. En cualquier caso, están aquí y no lo podemos evitar. Así que para aquellos que puedan, a disfrutarlas. Para el resto, a llevarlas con dignidad y que pasen pronto. En cualquier caso, mis mejores deseos, no para estas fechas, sino para todos y cada uno de los días del año y de todos los años.
Si os vais a poner música navideña, os recomiendo el programa de ayer de Cuando los elefantes sueñan con la música. Los temas son tópicos, pero en el estilo nos saldremos un poco de lo trillado.

Los ritos de la Navidad comienzan con el impuesto a la avaricia y a la desesperación que oficialmente se denomina Sorteo Especial de la Lotería Nacional.

Ya sé que algunas costumbres están más asociadas al fin de año que a la Navidad, pero nunca he entendido el empeño de asociar el despelote festivo con los desprendimientos de retina.

Otros comercios van al grano, más allá de algún copo de nieve, de lo que se trata es de convertir a la ciudadanía en una nueva versión del "ataque de los clones"; ya combatiremos después la despersonalización crónica del personal con recetas del seguro.

Eso sí, en Zaragoza se ha perdido ambiente por las obras del tranvía, engendro amado por unos y odiado por otros.

De una forma u otra... claro que las fachadas iluminadas de ciertos comercios emblemáticos, ya no son lo que eran.

Pero miremos las cosas bellas, como la reproducción del claustro de San Juan de la Peña en los nacimientos típicos de la época.
Todas las fotos, tomadas una ventosa tarde de viernes, víspera de nochebuena, en Zaragoza,
con una Panasonic Lumix GF1 y M.Zuiko 45/1,8.







