[Recomendaciones fotográficas] Extraña semana, con libro incluido

Fotografía

Pues sí… ha sido extraña. Fotográficamente hablando, en lo que se refiere a mi afición por la fotografía en su conjunto. No sólo a hacer fotos. Me llegó un libro… que no recordaba muy claramente haber pedido… Y bueno, ya llegaré a eso.

En primer lugar tenemos que hablar del fallecimiento de Carlos Jurado (1927 o 1929 – 2019), un fotógrafo que probablemente sea muy poco conocido para la mayor parte de los aficionados. La noticia la proporcionó su compatriota Óscar Colorado, y pocos medios más se han hecho eco. Y ¿por qué destaco a un fotógrafo que parece haber tenido poca repercusión? Pues porque fue uno de los impulsores de la fotografía estenopeica, modalidad que practico con no demasiada frecuencia, pero que me ha dado algunas alegrías importantes. Para conocer un poco más a este fotógrafo, podemos acudir a un artículo del propio Óscar Colorado, de hace ocho años, nada menos. Y que además profundiza en las razones y los modos de este tipo de fotografía. Al mismo tiempo que nos muestra que la fotografía de Jurado fue algo más.

Tengo pendiente de publicar una comparación entre dos películas negativas en blanco y negro de sensibilidad ISO 80. De momento, os muestro algunas de ellas realizadas con mi Leica M2 calzada con el Zeiss ZM Biogon-C 35/2,8 y el carrete de Rollei Classic 80S, una película pancromática con sensibilidad extendida al infrarrojo cercano.

Ya lo he dicho. Para que veáis como llevo la cabeza. Recibí esta semana un libro que no recordaba haber pedido. Se trata de Yumi and the Moon, de Alexandra Leese (instragram). Hace ya un tiempo que seguía la cuenta en instagram de esta fotógrafa sinobritánica. Supongo que la idea de comprar el libro vino de esta entrevista a la autora que publicaron en Dazed hace unas semanas. En ella nos explicaba cómo el libro venía inspirado por una antigua leyenda japonesa, Taketori Monogatari (El cuento del cortador de bambú), donde se nos habla de una niña que viene de la Luna a habitar en la Tierra y cuyos padres adoptivos llaman Kaguya-hime, la princesa resplandeciente. Esta historia fue adaptada por Isao Takahata, uno de los directores del Studio Ghibli, en una de las más bellas películas de la productora, llena de poesía, y con un estilo visual diferenciados, aunque también de las menos comerciales. El libro que recibí me sorprendió por su formato, obviamente no leí las especificaciones del mismo, ya que tiene un tamaño que está en el orden de una Din A3, aunque no tenga estas exactas proporciones. No tiene texto en la práctica, y es una serie de retratos, muchos de ellos desnudos, de Yumi Carter, la artista que le contó la historia a la fotógrafa y que acabó posando para este libro-revista. Se complementa con fotografías y vistas diversas de la luna, y alguna otra de paisajes o lugares, complementaria. Todavía no sé si me gusta o no… creo que esperaba algo más parecido a los trabajos de Lena C. Emery… Bueno, la verdad es que no está mal. No confundir la leyenda que he mencionado con el cuento de Jinichirō Tanizaki El cortador de cañas. Es también muy bello, pero no tiene nada que ver. Yo lo leí dentro de la colección Cuentos de amor, donde se denominaba El segador de cañas.

La lectura de otro artículo de Óscar Colorado me llevó a reflexionar y a interesarme por el concepto de autoría de una fotografía. Que no siempre está vinculada al hecho de pulsar el disparador de una cámara. Al igual que en el cine el autor de la película es el director y no el director de fotografía, también denominado antiguamente el operador de cámara, también es posible que el autor de la fotografía, quien la idea, de quien nace el concepto, y el operador de la cámara fotográfica, quien pulsa el disparador, no sean la misma persona. Y nos propone dos ejemplos muy distintos.

El primero de ellos es Gregory Crewdson, un fotógrafo bastante conocido hoy en día por sus espectaculares puestas en escena de aspecto muy cinematográfico. Y para cuya realización Crewdson dispone de un potente equipo de iluminadores y operadores, actuando él como la persona que idea la fotografía, que coordina la puesta en escena, que cuida hasta los más mínimos detalles de la misma en su composición y en su iluminación, aunque al final sea un operador quien dispare el obturador de la cámara. Por lo tanto, las fotografías de Crewdson se corresponde en gran medida con el concepto de tableau vivant, en cierta medida. Óscar Colorado también le dedicó un artículo hace cuatro años.

Pero por espectaculares y perfectas que me parezcan las puestas en escena de Crewdson, me interesó más las propuestas de la surcoreana Nikki S. Lee. Aunque la presentemos como fotógrafa, la surcoreana afincada en Estados Unidos, su nombre original es Lee Seung-hee, es más bien una artista conceptual que busca reflejar en una fotografía una performance o un happening. Su largo primer trabajo, Projects, la llevó a integrarse de forma secuencial en las distintas subculturas neoyorkinas, modificando su identidad, su estilismo, su forma de comportarse, incluso el color de su piel o su peso corporal. Una vez conseguida la integración, entregaba una sencialla cámara compacta para que un amigo suyo o alguien que estuviese por allí y realizase fotografías que poco se diferencia de las que cualquier grupo de amigos se hace eventualmente. Por lo tanto, estamos ante un trabajo complejo, un estudio sobre la identidad o la pluralidad de identidades, pero que no pasa por la meticulosa planificación de la toma de Crewdson, sino que no deja de otorgar un papel al azar a la hora de entregar su cámara a otra persona que puede incluso ser un desconocido. Fotografía que pueden ser defectuosas técnicamente, pero que en su conjunto conforma un cuerpo de obra potentísimo. A mí, este trabajo que Colorado comenta también en su blog, me parece impresionante, y con mucho más impacto y significación que el de Crewdson, que por sí, también es estupendo.

Espero que os hayan interesado estas propuestas.