La luz matizada del otoño es razonable para hacer fotos incluso en las horas centrales del día, en las que habitualmente no se recomienda por la luz dura y de mala calidad. No fue así en esta mañana de domingo que os dejo aquí.
De vez en cuando llega alguna película brasileña a nuestra cartelera. Pero con mucho menos frecuencia de lo que cabría esperar de un país de su envergadura. Y que en alguna que otra ocasión nos ha mostrado que tiene directores e intérpretes muy capaces. Avalada por el primer premio de la sección «Un certain regard» del festival de Cannes, y también conocida con el título extendido de A vida invisível de Eurídice Gusmão (la versión doblada al castellano es La vida invisible de Eurídice Gusmão), nos llega recientemente a la cartelera esta película dirigida por Karim Aïnouz, y que parece una propuesta distinta e interesante. Como corresponde a las películas que se presentan en la sección mencionada del prestigioso festival del sur de Francia.
No tengo fotos de Brasil… y menos de Río de Janeiro. Pero ya que la familia de las protagonistas proceden de Portugal, ilustraré la entrada con escenas lisboetas.
La película nos relata la peripecia vital de dos hermanas que viven en Río de Janeiro, hijas de unos inmigrantes portugueses en Brasil. Eurídice (Carol Duarte) es seria. Más introvertida, más precavida. Su sueño es poder conseguir una beca y terminar sus estudios de piano en Viena. Guida (Julia Stockler) es alegre, quiere disfrutar de la vida, enamoradiza. Y quiere irse con su novio griego, marinero, a conocer el mundo. Pero la vida y su familia, especialmente su retrógrado padre, se encargarán de romper sus ilusiones. Eurídice se casará con un hombre mediocre, un funcionario de poco nivel, que no le permitirá progresar en su carrera como pianista. Guida quedará embarazada de su marinero, que la abandonará; como también hará su padre. A partir de ahí, ambas seguirán su vida añorándose, pero sin reencontrarse. Y las dos creyendo que la otra está viviendo la vida que buscaba.
Ambientada en los primeros años 50 del siglo XX en sus primeros compases, acompañaremos a las dos hermanas hasta la época contemporánea, en un canto a la capacidad de estas mujeres, y de muchas otras anónimas, de sacar adelante su vida, sus familias, contra las adversidades, y aun a costa de no poder satisfacer sus sueños. Pero con una voluntad férrea, rehaciéndose y reinventándose. Indudablemente, una película hecha con gran precisión, por su proximidad a los personajes, tan finamente construidos, no podría haber salido adelante sin el buen trabajo actoral de su elenco.
No me acabo de decidir de todas formas ha decir que es una película excelente. Buena sí… estoy con un poco de duda. Por pequeños detalles que en algún momento me han rechinado, en el transcurso de la vida de estas dos hermanas. Pequeñas trampas argumentales, me parecen a mí. Pero son cosas pequeñas. En general, la considero un película bastante recomendable.
Las comillas del «nuevo» es porque tiene varias décadas. Es de segunda mano. Enviado desde Japón. En excelente estado. Pero excelente del todo. Es para usarlo con película fotográfica tradicional. Pero de momento tengo algunas fotos realizadas con una Pentax digital.
Indudablemente Ogawa Yōko [intento respetar habitualmente los nombres asiáticos como son originalmente, con el apellido delante y el nombre propio en segundo lugar] es una de las escrituras más estimulantes que contemporáneas que he tenido la oportunidad de leer, no sólo de la literatura japonesa, sino de la literatura en general. Y uno de los principales motivos para ello es variedad en su propuestas. No se encasilla fácilmente a sí misma en ningún género.
Hace unas semanas leí una reseña, un comentario de la novela que traigo hoy, que me despertó el interés. No existe una traducción en formato electrónico de esta novela traducida al castellano. Editorial Funambulista tiene la ha publicado en tapa blanda, no de bolsillo, por algo más de 15 euros. La versión electrónica de la novela en su traducción al inglés se puede encontrar desde algo más de cinco euros. ¿De verdad que no lo pillan los editores españoles? Supongo que «confían» en la ignorancia para los idiomas de los españoles. Bueno… algunos podemos leer en inglés. Y en ambos casos es una traducción, ninguna de las dos es la obra original, que para mí es inaccesible por mi incapacidad para entender y leer el japonés. Así que me leí la traducción inglesa. He de decir, para los que aborrecen los libros electrónicos, que dichas diferencias de precio también existen en las ediciones en papel con respecto a las traducciones a otros idiomas, que pueden ser entre seis y ocho euros más económicas.
El nucleo de población de Katsuura, en el municipio de Nachikatsuura, donde nos alojamos estas vacaciones pasadas, nos puede servir como escenario de la acción de esta novela. Aunque la misma transcurre durante un caluroso verano, y nosotros estuvimos durante un húmedo y todavía cálido principio de otoño.
Una vez echa la crítica al sistema editorial español, encerrado en el círculo vicioso de la gente no lee, entre otras cosas, porque es caro; como lee poca gente, pongo un precio alto por libro para compensar los costes globales de la edición, y la gente no lee, entre otras cosas, porque es muy caro… y así, ad nauseam, procedo a comentar la novela. Al principio tengo la sensación de estar ante una variante de la Lolita de Nabokov. La atracción que siente un hombre mayor, viudo, por una adolescente. Pero pronto encontraremos algunas diferencias. La adolescente de nuestra novela actual, Mari, tiene ya 17 años, se encuentra próxima a la adultez, y no vive en un entorno especialmente interesante. En algún momento de los años 80 o principios de los 90 del siglo XX, es la hija de la avara dueña de un hotel, más bien barato y poco interesante, en una localidad costera de lo que entendemos que es Japón. Pero por la naturaleza de la descripción del lugar, podría ser cualquier sitio. En el hotel se produce un escándalo entre una prostituta y su cliente, un traductor de folletos del ruso al japonés, que vive en una isla cercana. Y es la joven la que se fija en el hombre y la que provoca su encuentro, no al contrario. De ahí resultará una extraña relación, que ambos califican como «amor», y que eventualmente nos lleva a descripciones, bastante explicítas, de la relaciones sexuales entre ambos, basadas en la dominación de la joven que es atada y obligada a situaciones humillantes. Al mismo tiempo que, cuando no están en la intimidad de la habitación, es la joven la que parece llevar la voz cantante de la relación, mostrándose el traductor como introvertido y poco decidido.
Aunque no me considero una persona mojigata, no negaré que el relato en algunos momentos me resulta incómodo. Nunca me he llevado bien con la violencia asociada al acto sexual, incluso si la misma es de alguna forma consentida, en la medida de lo que pueda valer el consentimiento de una joven de diecisiete años frente a las demandas de un hombre adulto cuya edad no es desvelada, pero que parece rondar los sesenta años. O algo menos, puesto que narrada desde el punto de vista de la chica, un hombre más joven puede parece muy mayor y viejo para una chica muy joven. De hecho, alguna referencia indirecta me hace suponer que no sobrepasa por mucho los 50 años. Y es que es algo importante que constantemente se nos cuenta la historia desde el punto de vista de la chica.
Y la chica no vive precisamente en un paraíso fuera de la relación con el traductor. La madre es absorbente. La utiliza como un recurso más. Controla su aspecto como si fuera un inventariable más del hotel que tiene que estar presentable. Es huérfana de un padre que era la única figura parental positiva de la que tiene recuerdo. Desescolarizada precozmente, con bajo nivel educativo. Es mona, aunque ella se siente fea. Lo que la lleva a sufrir eventualmente el abuso de algún cliente, con la tolerancia de la madre que no quiere que nada afecte al negocio… Como podemos ver, frente a quien pueda querer ver en la novela de Ogawa una mera narración erótica encuadrada en las relaciones sadomasoquistas, tenemos un entorno en el que Ogawa nos está hablando mucho más sobre las patológicas y tóxicas relaciones a las que está expuesta una mujer joven. Las cargas de profundidad contra determinadas actitudes sociales están dispuestas a lo largo de la novela bien disimuladas, pero explotando de forma efectiva cuando toca. Salvo que el lector sea un superficial que sólo se fija en «lo único», que a lo mejor entonces no se cosca.
Con un relato cuyo devenir nos hace sentir que nos encaminamos siempre hacia la tragedia, lo cierto es que es una lectura que puede ser incómoda, pero que cuando la dejas reposar te ha merecido la pena. Y confirma la capacidad de Ogawa para adaptar su estilo y sus argumentos a los temas de forma magistral.
Paso por delante de otras temporadas, de otras series que terminé antes que la cuarta y última temporada de The Man in the High Castle. Creo que la calidad, los temas y la trascendencia de esta serie, incluso si no ha tenido la repercusión que merecía por no ser emitida en una de las plataformas de vídeo bajo demanda más potentes, hace de ella un acontecimiento en la ficción televisiva. O por lo menos así lo he vivido yo. Creo que no tenía esta sensación desde Battlestar Galactica, que también rompió moldes, aunque hasta ahí voy a plantear los paralelismos.
Tokio, Berlín y Nueva York representan a los tres imperios globales que, en un universo u otro, encontramos a lo largo de la serie. Takeshita-dori y la puerta Kaminarimon representan al imperio del Sol Naciente… aunque muy civilizado y más agradable que en su versiones más bélicas y antipáticas.
La serie parte de una idea, de una adaptación parcial o muy libre en su primera temporada de la novela del mismo título, de 1962, de Philip K. Dick. No son pocas las adaptaciones que han sufrido las obras de Dick, un escritor complejo, pero que ha atraído a los guionistas, directores y productores de cine y televisión. Precisamente por su complejidad, por las características de su literatura, las adaptaciones de sus obras son muy libres, respetando unas veces más y otras veces menos el espíritu de las mismas. Y otras conocidas producciones audiovisuales han sido fuertemente influidas por sus obras, de forma reconocida o no. Dick es, por lo tanto, una figura clave, fundamental, en el desarrollo de la anticipación en literatura, en televisión y en el cine entre las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI.
La serie que nos ocupa hoy guarda cierta fidelidad a la novela de Philip K. Dick en su primera temporada, siendo en esos momentos Juliana Crain (Alexa Davalos) la protagonista de la acción, cuando su mundo se derrumba a su alrededor en los ficticios Estados Japoneses del Pacifico, al morir su hermana a manos de la Kenpetai, la policía política japonesa. Esto va a poner en marcha una serie de acontecimientos que pondrán cabeza abajo la ucronía, la historia alternaitiva, en la que nos encontramos en 1962, en unos Estados Unidos desaparecidos y divididos entre la zona oriental perteneciente al reich nazi alemán, los estados del pacífico bajo el dominio del Imperio del Sol Naciente, y una zona neutral central en las rocosas, donde mal vive una pretendida resistencia a la ocupación. Crain es la protagonista absoluta de las dos primeras temporadas, puesto que sus movimientos son los que desencadenan las reacciones de otros personajes con mayor o menor protagonismo e importancia en la serie.
La mansión de Wansee donde se decidió el criminal destino de los judíos de Europa…
Sin embargo, poco a poco, otros personajes van creciendo en importancia conforme la serie avanza y diverge de la novela original. El ministro de comercio Tagomi (Cary-Hiroyuki Tagawa), uno de los personajes que tiene su origen en la novela original, el general John Smith (Rufus Sewell), capitoste de las SS americanas, el coronel Kido (Joel de la Fuente), de la Kenpetai japonesa, Helen Smith (Chelah Horsdal), la esposa de John Smith,… todos ellos acabarán siendo protagonistas fundamentales, especialmente en las temporadas tercera y cuarta, donde llegarán a superar en importancia argumental a Juliana Crain, aunque este personaje siempre tendrá un papel fundamental en el desarrollo de los hechos.
La historia tiene un carácter ético. También político, y supone una reflexión, por su carácter de espejo distorsionado, de nuestra propia historia. Pero ante todo, tiene un carácter ético. Juliana Crain nos representa a nosotros, lectores de la novela o espectadores de la serie televisiva; es la mujer común alejada de los centros del poder, preocupada por lo cotidiano, un poder que, desde luego, no ambiciona. En el resto de los personajes encontraremos versiones racionales, pero más frecuentemente distorsionadas, del honor, de la ambición, de la lealtad a las ideas o a los caudillos, sean el führer, el tennō [天皇] o el jefe de una resistencia, y sobre todo, conforme un personaje de anodino nombre, John Smith, va adquiriendo protagonismo, es una reflexión sobre el poder y la naturaleza del mismo. John Smith es finalmente el personaje clave de la historia, incluso si no aparecía en la novela de Philip K. Dick.
… y el monumento a estos judíos asesinados en Europa, ambos en Berlín, representan al lamentable III Reich alemán.
La serie sufre un cambio de dirección y planteamiento entre el final de la temporada segunda y la tercera. Si las dos primeras eran el camino del héroe, la heroína en este caso, Juliana Crane, siendo el resto de los protagonistas los obstáculos o las ayudas para este recorrido personal, a partir de la tercera es como si en The Lord of the Rings, a partir de un determinado momento Frodo hubiese sido un personaje de apoyo y la novela se hubiese centrado en los pensamientos y acciones de Sauron. Cosa que no hubiese tenido mucho sentido en aquel contexto. Pero sí en el que nos ocupa, puesto que John Smith es un personaje que, lo sabemos desde un principio, está sometido a tensiones interiores que poco a poco vamos conociendo. Y son fundamentalmente dos mujeres, Juliana Crane, y su propia esposa, Helen Smith, las que van a contrastar y poner a prueba estas tensiones. Siendo dos mujeres con dos recorridos muy distintos.
La serie es buena, muy buena, y cuenta con un reparto en estado de gracia. Cualquiera de los mencionados hasta ahora debería haber sido acreedor de ser premiado en alguno de los festivales o entregas de galardones habituales. Independientemente del rumbo que toma su temporada final. Cualquiera que la haya visto se quedará con la impresión de que en la mente de sus creadores, al menos había una temporada más.
Y Nueva York, bien sea en Washington Square, con el Empire State Building al fondo de la Quinta avenida,…
Es la conclusión lógica viendo la evolución de uno de los personajes, John Smith, que acaba siendo el protagonista absoluto de la serie. Pero supongo que la cadena, en un momento dado, le echó el cierre. Y por lo menos lo hizo con tiempo para darle un cierre a la historia, aunque fuera apresurado. No le falta su emoción,… pero también es en los últimos episodios de la cuarta temporada, de la serie, donde esta muestra sus costuras menos resueltas. He de comentar que no estoy hablando nada de la parte más ciencioficcionesca de la historia,… pero es que me parece poco importante, aunque tenga algún impacto en el devenir de algunos personajes, que se podría haber resuelto con facilidad por otras vías. En cualquier caso, hace tiempo que no juzgo el conjunto de la serie por un final más o menos afortunado. Aunque dentro de unos días estableceré una excepción a este principio, de algo que terminé de ver ayer mismo.
Mi conclusión es que la serie es de lo mejor y extraordinariamente recomendable. Probablemente, su emisión en una plataforma menos popular que otras, aunque más asequible, y su contenido intelectualmente más exigente, aunque no carezca de acción y emoción, hayan hecho que sea menos popular. Pero haya vosotros si os la perdéis. Y yo siempre quedaré enamorado de Juliana Crain. Forever.
… o el animado puente de Brooklyn, representan el alma del imperio americano, es que es en nuestro universo, o el que puede ser, distinto, en universos alternativos.
Comenzamos el mes de noviembre con un fin de semana largo, que yo todavía alargué más cogiéndome un par de días de fiesta. Para resolver cuestiones domésticas preferentemente, pero que también me sirvieron para darme algunos amplios paseos con mis cámaras fotográficas para película tradicional.
Los primeros domingos de mes son gratuitos los museos municipales de Zaragoza. Entrada libre. Con frecuencia, por el que más nos gusta pasear antes de tomar un aperitivo y volver a casa a comer es el Museo Pablo Gargallo. Pero en esta ocasión teníamos un «cuerpo extraño» que introducía una variable nueva en la ecuación de dónde ir. Unos viejos amigos que viven «exiliados» en una ciudad castellana desde hace muchos años por cuestión de trabajo, adoptaron hace un tiempo a una joven señorita que ahora tiene diez años, y que es absolutamente encantadora. Por ese motivo, decidimos abandonar los museos más artísticos para buscar algo más entretenido para esas edades. Y nos fuimos al Museo del Fuego y los Bomberos, situado en el claustro del antiguo Convento de Franciscanos Mínimos y que también aloja uno de los parques de bomberos de la ciudad. Es un lugar muy agradable. Y colorido.
Nos comunican días atrás que ha fallecido el fotógrafo británico Terry O’Neill. Es uno de los fotógrafos que ascendieron a la fama y al reconocimiento en los medios fotografiando el Swinging London, aquel momento de los años sesenta en el que el panorama cultural de la capital británica era atrevido, progresista, transgresor en ocasiones, divertido, visualmente innovador e interesante,… mucho más interesante que el gris mediocre que nos llega ahora desde la islas británicas, que a pesar de todos todavía tienen inercia suficiente para ser polo de atracción a artistas diversos y para mover el mercado del arte contemporáneo. Junto con otros fotógrafos como Brian Duffy, David Bailey, Terence Donovan, y otros, nos legaron no pocas fotos todavía muy reconocibles, algunas icónicas, sobre las gentes (actores, modelos, artistas varios, diletantes,… ) que poblaron el panorama cultural británico de los sesenta del siglo XX, y marcaron tendencias que aun hoy en día se pueden identificar en no pocos fotógrafos contemporáneos.
Aunque al final llevé al taller de fotografía de paisaje fotos de viajes recientes, de este mismo año, contemplé la posibilidad de llevar alguna de las cataratas del Niágara, de hace cuatro años. Os dejo algunas fotos de aquel día.
Ayer estuve en un taller de fotografía de paisaje organizado por Asafona (Asociación aragonesa de fotógrafos de naturaleza) e impartido por el fotógrafo vasco Javier Alonso Torre. Básicamente, Javier dedicó la mañana a comentar las distintas dimensiones de la fotografía de paisaje, técnica, estética (compositiva) y emocional, y la tarde a realizar unos pequeños análisis críticos de las fotografías que los participantes aportamos con este fin. Especialmente en las dos últimas dimensiones. Estuvo bien. Curiosamente, esta semana había recogido un par de enlaces donde encontramos análisis de fotografía conocidas y que puede ser interesante conocer.
En el canal de Youtube de Smarthistory, nos ofrecieron el análisis de una fotografía realizada en el Parque Nacional de Yosemite en Estados Unidos, desde el llamado Inspiration Point, lugar desde donde se han realizado paisajes muy conocidos de este bello lugar natural. La fotografía de Roger Minick, no obstante, incluye un primer plano de una mujer con un pañuelo comprado en una tienda de recuerdos del parque que modifica por completo la estética y los significados del lugar. Os dejo el vídeo porque me parece muy interesante. La fotografía está depositada en en el LACMA (Los Angeles County Museum of Art).
En el excelente blog sobre fotografía Cartier-Bresson no es un reloj, también nos ofrecen un excelente artículo de análisis de dos fotografías. Ambas son de Richard Avedon, uno de los fotógrafos más destacados de la historia del medio. No falta quien dice que es el mejor retratista de la historia de la fotografía. Una es un retrato de los duques de Windsor, en el que aparecen con un aspecto y una actitud muy distintos de los habituales en los retratos que se les hicieron a lo largo de su vida; el otro es el de un apicultor, Ron Fischer, que fue retratado con el cuerpo parcialmente cubierto de abejas. No voy a duplicar aquí los comentarios que tan bien explica Leire en su blog. Yo sería incapaz de hacerlo con ese conocimiento y esa habilidad. Seguid el enlace anterior y leedlo. Además de aportar conocimiento y reflexión es muy ameno. Sí, sí… ya se que en esta época de autosatisfacción inmediata con las tontadas que se publican en las redes sociales, pocos leen estos blogs con profundidad. Pero merece la pena.
Por último, en unos tiempos en los que cada vez es más urgente reaccionar ante los desafíos ambientales y climáticos que amenazan a la civilización humana, recomiendo un vistazo a las consecuencias derivadas de las obras públicas que han provocado la desecación del lago de Urmia en Irán. No muy distintas de las más conocidas del agotamiento del mar de Aral. Las fotografías son del alemán Maximilian Mann. Y han sido publicadas en The Picture Show de la NPR. A pesar de todo lo que se sabe de estos fenómenos, todavía tenemos que soportar a los partidos políticos que pretenden arreglar los problemas de las comunidades con obras públicas faraónica que crearan otros problemas peores todavía…
Las comunidades asiáticas en Estados Unidos se han puesto a hacer cine. Hasta ahora preferentemente en el ámbito de la comedia. Y con suerte dispar. No todo lo que han hecho con cierto éxito comercial ha llegado a España. Misterios de la distribución. Y hete aquí que nos llega esta comedia dramática dirigida por Lulu Wang, basada según creo en vivencias personales, que da la sorpresa porque, ya adelanto, si de algo va sobrada esta película es de talento.
Pues como no he tenido la ocasión de visitar Changchún, que está en el norte de China, me quedaré con algún paseo por Shangái, que está bastante más al sur. Y además, «nos iremos» de boda también…
La protagonista de la película, una de ellas, Billi (Awkwafina), es una joven de 30 años, inmigrante con su familia en Estados Unidos desde su infancia, pero que sigue muy unida a su Nai Nai (abuela) (Zhao Shuzhen), la otra gran protagonista, mientras intenta a trancas y barrancas ser independiente de sus padres en Nueva York. Y en estas está cuando estos le confiesan que van a viajar a China con la excusa de la boda de un primo suyo que vive en Japón, porque han diagnosticado a Nai Nai de un cáncer incurable. Diagnósticos que toda la familia decide ocultar a la abuela ante la sorpresa de Billi, que como joven educada en Estados Unidos, lo vive como una mentira y una traición al derecho a su abuela a tomar sus propias decisiones con toda la información que le afecta sobre su salud.
La película funciona como un reloj. Con sabor a cine independiente, probablemente con un presupuesto modesto para lo que se lleva hoy en día en el cine americano, está rodada con solidez y con no pocas virtudes cinematográficas. Y habla de muchos temas, con suficiente profundidad para despertar no pocas reflexiones en el espectador consciente; la autonomía de la persona ante su salud, las relaciones familiares, las cuestiones de identidad en las personas migrantes… Pero sin perder nunca el buen humor, al mismo tiempo que nos emociona en diversas ocasiones. Emociones que se desprenden de la excelente actuación de sus intérpretes. Especialmente de sus dos protagonistas, nieta y abuela, pero sin descuidar la excelente nómina de secundarios que no por desconocidos van a la zaga en cuanto a calidad interpretativa.
Película bilingüe, rodada en inglés y chino mandarín, en Nueva York y en la ciudad china de Changchun. Si habitualmente ya soy de la opinión de que el doblaje es una adulteración intolerable de la película y de un aspecto tan importante como el trabajo de sus actores, en caso de películas bilingües lo es más por la significación del cambio de lengua en determinados momentos del diálogo. Absolutamente recomendable.
De entrada decir, para dejar las cosas claras desde el principio, que este libro del canadiense, nacido en Sri-Lanka, Michael Ondaatje ha sido una de las sorpresas más agradables de lo que llevo de año de lectura. Ondaatje alcanzó cierta celebridad por ser el autor de la novela en la que se baso la película del mismo título, The English Patient, que arrasó en la ceremonia de entrega de los Oscar de marzo de 1997, y con razón. Pero su carrera es algo más que aquella novela puntual, como he podido comprobar en alguna ocasión. Y cuando hace poco leí que recientemente se había publicado la traducción de su última novela, decidí ponerme a ella.
Los canales navegables de Londres y que comunican la capital con sus alrededores, para el transporte de mercancías, legítimas o ilegítimas, tiene su importancia en la trama, y es lo que os traigo aquí.
Estamos ante una novela compleja. Difícil de adscribir a un género determinado. ¿Es un drama familiar? ¿Es una historia de transición de un adolescente hacia las complejidades del mundo adulto? ¿Es una de las mejores historias de espionaje que he leído en mi vida, y al mismo tiempo, alejada de todas las convenciones del género? ¿Es una crítica a unos modos de hacer y entender los servicios de inteligencia de los países desarrollados, específicamente el Reino Unido? O simplemente, todo ello al mismo tiempo.
En el momento en que al protagonista, narrador en primera persona de la historia, y a su hermana, de 14 y 16 años respectivamente, les comunican que sus padres se van durante un año a trabajar en Asia y que se quedan al cuidado de un amigo de la familia, les cambia la vida. Estamos en el principio de la posguerra mundial. En un Londres que sufre las cicatrices y las carencias derivadas del conflicto mundial. Donde el límite entre el bien y el mal se ha difuminado, en el que el de la clandestinidad patriótica y la criminal ha desaparecido. En ese ámbito, el joven protagonista descubrirá el mundo, las mujeres, el sexo, y acabará por despertar totalmente del mundo de la despreocupación en el trágico momento en que regresará su madre, iniciando una vida de adulta marcada por la incertidumbre de quienes son sus personas cercanas, de quién es el mismo.
Estamos ante una historia que nos da sorpresas, que evoluciona. Que cambia de género conforme su protagonista descubre el mundo. Estamos ante una novela en la que hay profundas reflexiones éticas, que toma partido ante el cinismo que conlleva la desaparición de esos límites entre lo adecuado y malvado, muchas veces por iniciativa de las propias estructuras públicas del estado que deberían velar por los valores de una sociedad que presume de haber combatido a la tiranía en nombre de la democracia. Hay drama, algún momento para el relajo humorístico y alguna que otra tragedia. Probablemente inevitables.
Una de las mejores obras de ficción que he leído este año. Una de las mejores novelas que he leído en general. Una demostración de la profundidad de los temas y del dominio de la prosa que tiene Ondaatje. No es la lectura más fácil en ocasiones, pero es de las más ricas. Totalmente recomendable.
En las últimas semanas he estado dedicado a probar aplicaciones de gestión de fotografías digitales, puesto que el modelo de negocio de Adobe, cuyas aplicaciones he usado durante años, me parece abusivo hacia clientes que no somos profesionales. Y más comparado con lo que ofrecía hasta hace un par de años. Y he tomado mis decisiones. Los detalles del proceso que he seguido los podéis encontrar en Abandonando Adobe; breve comentario sobre Luminar 4.
Para lo no interesados en los detalles, os dejo algunas de las imágenes con las que he trabajado para probar las distintas aplicaciones.
Cuando llegó esta película recientemente al catálogo de Netflix me llevé dos impresiones; una positiva y otra negativa. La impresión positiva venía del hecho de que su director, Wash Westmoreland, nos hubiera ofrecido recientemente un par de películas que tuvieron su interés, aquí y aquí. No fueron dos películas perfectas, pero en ambas ofreció amplia posibilidad de disfrute de las interpretaciones del elenco, especialmente de sus protagonistas femeninas. Y los temas tenían su interés. También porque la protagonista femenina de la película que nos ocupa, y que podía coger el testigo de las anteriores, es la sueca Alicia Vikander, una actriz que ya nos ha ofrecido varias muestras de talento, tanto en su carrera inicial en los países escandinavos de donde procede, como cuando dio el salto a un cine más internacional en inglés.
Las fotografías acompañantes hoy, obviamente, corresponden a mi estancia reciente en Tokio. En lugares diversos… Ueno, Ginza, Shibuya, Roppongi,…
Pero estaba la impresión negativa. ¿Por qué llegaba esta película al catálogo de Netflix de forma tan callada y sin apenas repercusión previa en los medios, ni anuncios del canal de vídeo bajo demanda? La película se ha estrenado en salas, desconozco en que cuantía, en el Reino Unido y Estados Unidos, pero ha llegado directa al vídeo bajo demanda en España. Y nos cuenta una intriga psicológica en la que una traductora sueca Lucy Fly (Vikander) que vive plenamente integrada socialmente en Tokio es acusada del asesinato de su amiga Lily Bridges (Riley Keough, qué mayor se nos ha vuelto la nieta de Elvis), con quien parece haber tenido problemas relacionados con su novio nipón, Teiji Matsuda (Naoki Kobayashi), un fotógrafo aficionado que se pasea por la ciudad con una Olympus OM-1 y un Zuiko 50/1,4.
El problema es que no me creo nada de esta película. Basada en la narración en retrospectiva, sobre los recuerdos y el relato de los hechos de la protagonista a la policía que la interroga, en seguida nos damos cuenta que es un testigo no fiable, que no podemos asegurar nunca qué elementos del relato son ciertos y falsos. Pero la cuestión está en que la fría realización de la película y la desgana de los intérpretes de los que sólo Keough parece que le pone un poco de ganas, hace que todo nos dé igual. Y que los traumas que se van descubriendo en todos los personajes lleguen a ser extremos, ridículos o simplemente absurdos… o te dan igual.
Suma a esto una ambientación mejorable. Se supone que estamos en el Tokio de finales de los 80. Pero yo acabo de volver de Tokio hace apenas mes y medio, y lo que veo en pantalla se diferencia poco de la ciudad que acabo de visitar. Sólo los peinados y el autuendo de Riley Keough me parecen propios de la época. Y encima, hay momentos que parece que estamos ante un reportaje publicitario turístico, como en el fin de semana que pasan los protagonistas en la isla de Sado. No sé… algo se rompe por todas las costuras de esta película que hace que te desligues fácilmente de ella y te cueste llegar al final, importándote un rábano lo que haya pasado.
No me parece especialmente recomendable. Especialmente, por que con los antecedentes, tenía unas ciertas expectativas que no se han cumplido. Una pena.
Como viene sucediendo en los últimos años, el otoño en Zaragoza tiene un carácter bastante benigno hasta que no llega noviembre. Y aun así, aunque refresca, puede haber alguna lluvia, o levantarse algo de viento, parecen haber desaparecido las desapacibles nieblas que hace unos años llegaban por estas fechas. Pero volviendo al mes de octubre, se convierte más en una especie de segunda primavera. O el veratoño, que dicen algunos.
Una de las consecuencias es que, cuando sales a caminar por las zonas verdes de la ciudad, cuesta encontrar los colores ocres en las hojas de los árboles caducifolios. Las hojas permanecen verdes, quizá con una tendencia hacia el amarillo, pero rara vez aparecen los colores más cálidos y más intensos. Luego, en cuento llega el tiempo más fresco, y se levanta el viento, las hojas caen directamente sin haber recorrido todo el espectro cromático que nos gusta a los fotógrafos.
Aprovechando las temperaturas benignas, durante los fines de semana de octubre y el puente del primero de noviembre, realicé una serie de paseos por las zonas verdes de la ciudad «armado» con cámaras para película tradicional y distintos tipos de película negativa en color. De esta forma, poder tener al final un recorrido por los distintos matices cromáticos que cada una de estas películas pueden proporcionar a nuestras fotografías. Los datos técnicos de las de hoy las podéis encontrar en Buscando el otoño en la ciudad; Canon EOS 650 con Fujicolor C200.