Fingernails (2023; 63/20231108)
Cuando me enteré que en Apple TV se estrenaba una película con aire de cine independiente y que la protagonizaba Jessie Buckley, decidí que tenía que verla. Además, supe que aparecía también Jeremy Allen White, uno de los más apreciables hermanos de la disfuncional familia de Shameless. Rodada en Canadá y dirigida por el ateniense Christos Nikou, su premisa de mostrarnos una sociedad distópica, más sutil que las que suelen aparecer en las pantallas de cine y televisión habitualmente, aumentaba su interés. En español la han titulado Esto va a doler. Supongo que titularla Uñas les parecía poco comercial.

En una ciudad indefinida, Anna (Jessie Buckley) y Ryan (Jeremy Allen White) son oficialmente felices. El descubrimiento que el amor se puede apreciar científicamente por un cambio de color en las uñas ha permitido comprobar a las parejas si están enamoradas o no. Se arrancan una uña de la mano de cada uno de los miembros de la pareja, esto va a doler, por algún motivo hay que hacerlo a lo bruto y sin anestesia, se analizan en un aparato que parece sacado de las películas de ciencia ficción de los 50 y 60 del siglo XX y… si la puntuación es 100 %, pareja perfecta, si es 50 %, hay uno que finge estar enamorado, pero no sabemos quien, y si es 0 %,… ¿por qué narices están juntos? Y esta pareja puntuó en su momento un 100 %. Anna, una profesora de instituto que está buscando trabajo, opta por entrar a trabajar en la empresa que hace los análisis, en la formación y asesoría de parejas previa al análisis. Hay que garantizar el amor perfecto. Y hace pareja con Amir (Riz Ahmed), un veterano de la empresa con excelentes resultados, con quien empieza a trabajar a gusto. Pero claro… como los epidemiólogos sabemos, los tests diagnósticos pueden dar falsos positivos y falsos negativos… Y ¿qué pasa entonces?
Como sospechaba, el principal activo de la película está en las interpretaciones. Buckley es una actriz sumamente competente, con mucho oficio, que consigue que empaticemos con los caracteres que interpreta con sorprendente facilidad. Tiene una considerable naturalidad. Y el resto del reparto está muy bien también. Es a White al que le toca lidiar con el personaje menos agradecido, un tipo muy sieso, y hace que se diluya frente al resto del reparto. Pero bien. Y todo bien contado por un director con poco bagaje todavía como tal, ha sido segundo directo o ayudante de dirección con frecuencia, pero muy solvente, en una película muy bien ambientada en un tiempo indeterminado del pasado, ¿años 70, 80, 90? La banda sonora da una pista de que estamos en un pasado indefinido, al igual que los modelos de los coches, o los chismes electrónicos, de aspecto viejuno.

Ya digo que es una distopía. Nada de dictaduras, represiones policiales o cosas similares. Simplemente, un invento que se supone va a garantizar la felicidad en las relaciones de pareja. Y aquí es donde brilla el tono agridulce, de tragicomedia, de la propuesta de Nikou, más interesante como guionista junto a dos escritores más que como director, aunque no lo haga nada nada mal. Y es que no hay soluciones, ni mágicas ni científicas para las cosas del querer. La narración y los diálogos están llenos de sutiles ironías, que tanto podemos interpretar como historias con final triste como feliz, con ganadores y perdedores. Una película que crece en el recuerdo, y que igual habría merecido un estreno en la gran pantalla para permitir al espectador sumergirse con más intensidad en lo que sucede ante sus ojos. Muy recomendable.
Valoración
- Dirección: ***
- Interpretación: ****
- Valoración subjetiva: ****

