[TV] Cosas de series; cuando las parodias y las imitaciones me complacen más que el original

Televisión

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Un clásico en Star Trek es que el cuartel general de la Flota esta en San Francisco, y las correspondientes vistas del Golden Gate.

Desde hace unos días, está disponible en Netflix la séptima temporada de Black Mirror, una de las series de televisión de más éxito, y al mismo tiempo más valorada por la crítica, de los últimos quince años. Hasta la fecha, no me he perdido ningún episodio. Salvo por el hecho de que de esta séptima temporada sólo he visto dos de momento y me faltan cuatro. Es decir, voy a ponerme a comentar cosas sobre la misma sin haberla visto entera. Lo entenderéis, más adelante. No puedo negar que la serie tiene sus altibajos, dentro de su buena factura general. Y que suelo preferir cuando entra en modo comedia, parodia o exageración que cuando entra en modo terror. Pero es una serie imprescindible para ofrecer una mirada crítica a los adelantos que los avances en las tecnologías de la información nos han aportado a nuestras vidas en este primer cuarto del siglo XXI. Qué cosas… parece que hemos estrenado siglo hace nada, y ya nos hemos comido una cuarta parte. En fin.

El caso es que ayer mismo vi la primera continuación o segunda parte de un episodio dentro de la serie. Se sobrentiende que la mayor parte de los episodios transcurren en el mismo universo de ficción. Obsérvese la cantidad de San Juníperos (hospitales, escuelas, hoteles,…), que llevan este nombre dentro de la serie desde el exitoso episodio que llevaba ese título, uno de los mejores, que allá por la tercera temporada. Imprescindible y propio de una antología. Pero otro de los mejores, y que también puede entrar en una selección antológica, fue el dedicado a la nave espacial USS Callister. En esta séptima temporada podemos presenciar la continuación de aquella aventura protagonizada por Cristin Milioti, Jesse Plemons y Jimmi Simpson, entre otros. Como he dicho, la única clara continuación de la misma historia, aunque pueda haber guiños al hecho de que todo suceda en un mismo universo de ficción.

El hecho de que aquella historia haya merecido una segunda parte, no estrictamente necesaria en mi opinión, se puede deber a dos motivos. El primero es que es uno de los episodios más valorados de la serie, de más éxito. En lo que influye mucho el carisma de Milioti, una actriz que, en la práctica, no ha salido del ámbito televisivo, aunque cuando me la he encontrado por ahí me ha parecido siempre que tenía potencial para más cosas. O quizá simplemente hace papeles que le van a su forma de actuar y a su físico. A lo tonto modorro, cuando fui consciente de su existencia como la chica del paraguas amarillo en una divertida y entrañable serie, era todavía una veinteañera, cuando ahora ya se acerca ya a los cuarenta si no los tiene ya. Pero también influye, y es el segundo motivo, que además de los elementos de crítica que acarreaba aquel episodio, como todos los de la serie, era una parodia, al mismo tiempo que un homenaje, a una de las sagas/franquicias más celebradas de la ficción televisiva y cinematográfica, Star Trek.

A pesar de que siempre me han gustado las aventuras espaciales, literarias, televisivas o cinematográficas, que me han aportado muchos buenos momentos (y no pocas decepciones), Star Trek no ha formado pare de las que me hayan enganchado. Tengo recuerdos muy cariñosos de la serie original, que se emitió en España durante mi infancia bajo dos títulos diferentes, La conquista del espacio y Viaje a las estrellas. No creo que viese todos los episodios. Pero sí unos cuantos, que me gustaban bastante. Era antes de que llegase mi adolescencia en la que vi 2001: A Space Odissey, Star Wars y Solyaris, tres aventuras espaciales muy distintas, pero que definieron mi afinidad por el género. Las tres las vi en el cine entre los años 1977 y 1979. 2001 y Solyaris en el cine Rialto de Zaragoza, tradicionalmente cine de barrio en San José, en el breve periodo en que fue cine de arte y ensayo. Y la otra… como todo el mundo en algún popular cine de la ciudad. El Don Quijote creo que fue, uno de los más grandes y nuevos de aquella época. Ambos desaparecidos. Pero siguiendo con lo que estaba, siempre he tenido la consideración de que todo era muy cutre, desde el relanzamiento de la franquicia en cines en el año 79 con una película que me pareció horrenda, como todas las que siguieron en la década y media siguiente. El aumento del nivel en la producción que llegó con J. J. Abrams hizo que dejará de ser cutre, pero pasaron a ser películas efectistas, sin mucha sustancia real en sus historias. Hasta las narices de los flares originados en los objetivos anamórficos de los que abusa en sus producciones.

Con posterioridad, alguna serie me ha parecido interesante y menos cutre, y alguna serie de animación me ha divertido… pero sin más. Y lo más curioso es que siempre me lo he pasado bien con las parodias/homenajes. La primera que me viene a la memoria fue la infravalorada Galaxy Quest (Héroes fuera de órbita), en la que lo que se parodia no es a la propia serie, sino a los actores y productores de la misma, cuando se ven en la obligación de llevar su simulación en la pantalla a la vida real ante una amenaza alienígena. Un cachondeo en la que sus prestigiosos intérpretes se lo debieron pasar muy bien, a la que quizá le faltó un poquito más de mala baba. Yo la recuerdo con cariño. Creo que me lo pasé muy bien. Quizá porque me parecía bien parodiar una serie que yo asociaba con cierto grado de cutredad a pesar de su popularidad, como sucedía con los protagonistas de la ficción en la película. La disfruté infinitamente más que cualquier largometraje de la franquicia original hasta ese momento. Creo que con el tiempo se le ha valorado mejor que lo que fue en su estreno.

Y la serie que también disfruté un montón, un plagio en las formas, consentido, sin duda, de la franquicia original, fue The Orville. En las formas, que no en el fondo y contenido. Si la franquicia original iba de «vamos a llevar por toda la galaxia el buen rollito, la paz y la amistad», cosa que han valorado mucho los trekkies por los «valores» que representa la serie, la serie de Seth MacFarlane era una respuesta directa clara y concreta al trumpismo. MacFarlane vio venir el triunfo del populismo del aprendiz de dictador, y sacó, coincidiendo con el comienzo del mandato de ese personaje, una serie que detrás de su aspecto paródico estaba llena de críticas sociales y políticas a los nefastos valores del populismo de derechas. Y además los personajes eran simpáticos, tenían carisma, estaban bien interpretados, y si la serie no tenía un nivel de efectos especiales de primera, maravillosos y pirotécnicos, daba igual porque no iba de eso. Y además, a pesar de ello, como no se avergonzaba de lo que quería ser, no resultaba cutre. Cutre no quiere decir sin recursos. Quiere decir «quiero y no puedo», pretendo ser lo que no soy.

Y antes y después, llegó la USS Callister de Black Mirror, que con una visión distinta, un buen nivel de producción, y un buen trabajo interpretativo, nos trajo también unas historias interesantes, necesarias y encomiables. Ambas, especialmente la segunda, con 90 minutos de duración, son prácticamente largometrajes, que cuentan su historia con competencia. Y que marcan definitivamente el hecho que me ha hecho escribir esta entrada como lo he hecho. Las parodias de Star Trek me gustan y me interesan mucho más que la franquicia original. Es lo que hay.

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