The Substance (2024; 02/20250109)
Esta película se estrenó en España el 11 de octubre del año pasado. Pero no me atrajo ni poco ni mucho ni nada. Para empezar, porque desde hace muchos años Demi Moore es veneno para mis ojos. Hay muchos motivos por los que esta actriz me desagrada, en los que no voy a entrar en estos momentos. Incluso en sus momentos de mayor gloria mediática protagonizó o participó en películas que me desagradaron mucho, por su mensaje rancio, quizá propio de la época, pero que asocio a su figura entre otras. Por otro lado, las sinopsis y reseñas iniciales tampoco invitaban a verla. Pero la película dirigida por la francesa Coralie Fargeat ha ido manteniéndose arriba desde que comenzó la temporada de premios. Lo cual le ha servido para llegar a principios de enero presente en la cartelera zaragozana. Finalmente, con estos antecedentes, decidimos acercarnos a verla.

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La película nos habla de una actriz (Moore), que dio un pelotazo en su juventud, con un Oscar y otros reconocimientos como actriz, pero que en se madurez se ha mantenido presentando programas de aerobic en la televisión, de esos que se pusieron de moda en los años 80 del siglo pasado. Pero se ha hecho mayor y la cadena, con un directivo que da mucho asco (casi irreconocible Dennis Quaid), la quieren sustituir y desechar. En ese momento alguien le da a conocer «la Sustancia», un producto farmacológico que le puede devolver la gloria. Y se apunta. Gracias a ella, surgirá un versión diferente de sí misma, joven y gloriosa (Margaret Qualley). Pero ambas versiones deben coexistir en el mundo. Sólo una puede estar consciente en un momento dado, debiéndose alternar cada siete días, permitiendo la regeneración de la que está durmiente. Pero las cosas no van a funcionar como la protagonista piensa.
La película es, obviamente, un alegato contra la comercialización de la figura y la imagen femenina, siempre ajustada a unos requisitos y cánones de juventud, belleza y atracción sexual. Cuando estos desaparecen, la mujer deja de interesar, es un recurso a desechar. Algo sobre los que se ha hablado de una forma u otra, en la ficción o en la no ficción, un montón de veces. La sustitución de la vieja estrella por la nueva estrella es un tema recurrente en el cine. Fargeat despliega una realización agresiva visualmente, con el uso de ópticas angulares muy extremas, con colores llamativos, con planos cortos muy dinámicos y agresivos. Y lo combina con una serie de transformaciones corporales sumamente desagradables. Hay quien llama al género «terror corporal». En mi opinión, aparte del comentario crítico social, no puedo dejar de pensar que hay una intención clara de epatar al espectador, de provocarle expresamente una sensación de disgusto y asco. Que en mi opinión acaba por apoderarse de la película, arrinconando lo que se supone es el discurso principal de la misma. Al final no la recuerdas por su pretendido mensaje feminista, sino por el desagrado. Estamos, hasta cierto punto, porque son películas distintas, aunque no tan distantes como parece, en una situación parecida a la que comentaba en otra película reciente. Las formas se apoderan de la película. Y en mi caso, me expulsan de ella.

La interpretación es correcta. No tan maravillosa como algunos consideran en el caso de Moore. Pero no está nada mal. Aunque no me siento atraído por las interpretaciones que se basa en el exceso y en el histrionismo. Y la interpretación de Qualley tampoco está mal, aunque se centra más en exhibir palmito. Y hay que reconocer que, técnicamente, en lo que es su puesta en escena, sus decisiones relacionadas con la fotografía, el sonido, y el diseño de producción, la película tiene un alto nivel. Pero, en un momento dado, la película me expulsó, y la empecé a ver con distancia y con desapego emocional. Las escenas destinadas a dar asco… pues dan asco. O «terror corporal» como parece que hay que llamarlo. Pero en mi caso no suelo dejarme llevar por estas sensaciones, las controlo bien, por lo que se convierten en mero desagrado, y las valoro como excesivamente gratuitas. Me permito comentar que si hablamos de «terror corporal», en algún momento se me fue la cabeza a Freaks de Tod Browning, una película que va a cumplir 93 años, en blanco y negro, que hacía un potente comentario sobre la vanidad corporal, al mismo tiempo que era una metáfora política de la situación social y política del mundo de la Gran Depresión, y los riesgos que conllevaba. Con muchos más medios y poderío visual, Fargeat se queda muy corta en comparación, mucho más superficial.
La película… no me ha llegado. Como suponía que sucedería desde que se estrenó hace tres meses. Y es que ya me voy conociendo a mi mismo. Ya tocaba.
Valoración
Dirección: ****
Interpretación: ***
Valoración subjetiva: **



