[Cine] Napoleon (2023)

Cine

Napoleon (2023; 66/20231124)

Hace más de semana y media que vi esta película de Ridley Scott, que ha desatado diversas polémicas por el tratamiento que el director norteamericano perpetra a los hechos históricos. Mostrando además una actitud despectiva hacia los que critican se desprecio por la veracidad. Según Scott, si es para dar espectáculo, todo vale. Sería el equivalente a ese malhadado dicho del periodismo que dice aquello de «no dejes que la verdad te estropee una buena noticia». La cuestión es que tampoco ha emocionado a esos espectadores que se supone que iban a quedar encandilados por el espectáculo, y la crítica no se pone de acuerdo. Hay críticas que ensalzan la película y otras que la critican con severidad. He de confesar, antes de empezar, que siento una profunda antipatía por el tirano francés. Aunque muchos le atribuyen el haber difundido la ilustración por Europa, creo que las ideas no se difunden a cañonazos al servicio de una ambición personal. Y el comportamiento del ejército francés que ocupó España entre 1809 y 1813 poco tiene que «envidiar» al del ejército de la Alemania nazi cuando ocupó países entre 1939 y 1945. Y sin embargo Napoleón es admirado en Francia. Hitler en Alemania, no. O por lo menos, no mayoritariamente. Bien es cierto que alguien como Napoleón surgió en gran medida gracias a las potencias absolutistas que decidieron atacar por todos los frentes a la Francia republicana, lo que propició el surgimiento de una clase militar en el país vecino que llevó a maltraer durante dos décadas a esas potencias absolutistas. Pero los perjudicados en las guerras no son los monarcas sino los pueblos. Nunca hay un único culpable de la barbarie bélica.

De los diversos monumentos y nombres de calles y plazas que hay en París que recuerdan el periodo napoleónico, muchas veces rememorando sangrientas batallas o a los generales del corso, sin duda el más conspicuo es el Arco del Triunfo. Que por muy fotogénico que sea… a mí me da bastante grima.

Scott realiza un recorrido por los 28 años de la vida de Napoleón (Joaquin Phoenix) entre la etapa del Terror revolucionario en 1793 y su fallecimiento en Santa Elena en 1821. Y lo hace contando dos historias en paralelo. Su peripecia bélica, destacando algunas de sus batallas más importantes, aunque se quedan muchas muy importantes en el tintero, por un lado. Por otro, su relación con Josephine de Beauharnais (Vanessa Kirby), una relación que nunca se ha traslado bien a la pantalla. Y tampoco en esta ocasión.

Vayamos por partes. La película que hemos visto en los cines, de dos horas y media, está incompleta. El montaje definitivo de cuatro horas de duración, según dicen, se podrá ver desde enero en Apple TV. Y los recortes pasan factura, con un montaje deficiente. O quizá, más que un montaje deficiente, con un ritmo narrativo muy cuestionable. Scott fía el éxito de la película en la espectacularidad de sus escenas bélicas. Que realmente están rodadas con maestría. Nadie va a dudar que el director conoce su oficio. Aunque lo de Austerlitz y el lago helado fuera una pequeña anécdota sin mucha importancia en lo que fue la batalla, diga lo diga Scott en su película. Pero con la historia que vemos, nadie va a entender a Napoléon, porqué surgió, cuales eran sus motivaciones reales. Y sobretodo, como ya he dicho, cómo fue su relación con Josephine, y como influyó esta mujer en el joven oficial que era cuando se conocieron.

Por otro lado, el reparto es fenomenal, con gente de gran valía, entre quienes he destacar necesariamente a Vanessa Kirby, por delante del propio Phoenix como protagonista. Que Phoenix se luzca menos de lo que debería hay que atribuirlo al maltrato que Scott inflige al personaje principal, a veces ridículo, a veces un tópico andante. Pero Kirby… ¡cuánto me gustaría ver una película que se titulase Josephine, protagonizada por Kirby, con un buen guion y un director con sensibilidad! Soñar no cuesta dinero.

Me cuesta recomendar la película. Aunque quien vaya al cine no se aburrirá. Si fuese una película no basada en nadie en particular, sobre un general ficticio, una película bélica de acción, podría haber sido estupenda. Que se titule Napoleon y que pase lo que pase… hay es donde, si aprueba, es porque técnicamente está muy bien hecha. No sé si la versión completa en Apple TV arreglará algo la cosa. Lo dudo. No sé si le daré la oportunidad. Desde luego no como largometraje. Quizá la divida en tramos de alrededor de 45′ y la convierta en una miniserie. Tal vez así… ya veré. Napoleón Bonaparte ha sido llevado a la pantalla en diversas ocasiones, pero sin que su figura se haya analizado convenientemente. Siempre se ha tratado de forma muy tópica. Mi madre era muy aficionada a Desirée, sobre su presunto enamoramiento de Desirée Clary. Prometida de Bonaparte durante un tiempo, el compromiso se rompió cuando este conoció a la Beauharnais. Clary acabó casándose con el mariscal Bernadotte y, por lo tanto, acabó siendo reina consorte de Suecia. Aunque no ejerció… realmente. Tampoco es una película que se caracterizara por la fidelidad a la historia, y especula más que otra cosa. En fin… que no hay una buena película sobre el tirano francés, lo interprete Marlon Brando o Joaquin Phoenix.

Valoración

  • Dirección: ***
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ***

¡¡¡Esa maldita guerra sobre la que tanto nos mintieron…

Historia

… y sobre la que siguen mintiendo!!!

El viernes fue 2 de mayo. Ayer sábado, 3 de mayo. Dos de los días más famosos en la historia de este país. Pintados por Don Francisco de Goya, el equivalente con su pincel de lo que hoy en día sería el mejor reportero gráfico de guerra. Y justamente este año, ha sido el bicentenario de aquellos famosos días de principio de maño, cuando apenas sabíamos nada de lo que iba a deparar el siglo XIX. Aquellos días fueron los de la revuelta popular contra la ocupación del ejército francés de Napoleón, y la represión que la siguió. Fueron el principio de la que en España se llama Guerra de la Independencia.

Sobre esta guerra, disfrazada durante doscientos años de gesta heroica por la historiografía y la iconografía oficial, pocas veces nos han contado verdades y muchas veces nos han contado mentiras. Hoy, dos personajes públicos de relevancia han conseguido cabrearme con sus declaraciones publicadas en la prensa.

La una, la así misma calificada como liberal, sigue manteniendo en público el discurso que tradicionalmente hemos conocido por parte de los sectores más conservadores del país. El heroísmo, el patriotismo, los valores esenciales,… Y al mismo tiempo se hace heredera de los liberales de aquella época. Los que reunidos en Cádiz redactaron la primera constitución española. A la que tan mal le fue tras la guerra. Un poco esquizofrénico todo.

El otro, el Borbón, nos habla de cómo el pueblo se hace ciudadano en lugar de súbdito y adquiere conciencia nacional. No nos habla de cómo su antepasado y pariente que heredó el trono tras la contienda trató tan mal al pueblo que luchó por que volviera al poder. Si hubiese un poco de justicia en la política, ningún Borbón tendría que haber reinado después de aquellos hechos, derivados en gran medida de los errores de Carlos IV y su sucesor. Y todo el siglo XIX no es más que una demostración del daño que los monarcas de esta dinastía han hecho a este país. Guerras civiles, reaccionarismo, «personajes» como el ingrato y cruel Fernando VII, muñecos de paja como Isabel II, reyezuelos de culebrón como Alfonso XII.

Algunas cosas que opino sobre aquella guerra, desde el cabreo que me ha producido toda la parafernalia oficial de las celebraciones:

  1. Aquella guerra no la ganó España ni los españoles. Aquella guerra la perdimos. Los éxitos de la expulsión del ejército francés se deben al ejército inglés y a otros factores asociados al hecho de que Napoleón no sólo estaba en guerra con España, sino con media Europa. España, aunque en decadencia, aún podía ser considerada una potencia antes de las Guerras Napoleónicas. Pero tras el Tratado de París de 1815, nunca más tuvo esa consideración. Inglaterra, Francia, la presunta derrotada, Prusia, Austria y Rusia fueron las cinco potencias oficiales en Europa tras la contienda. Francia, el enemigo teóricamente derrotado, volvería a invadir España en 1823, nuevamente llamado por Fernando VII, y aplastaría la idea de modernidad en este país. Esta es la «independencia» que ganamos los españoles.
  2. El ejército francés entró porque los Borbones no fueron capaces de resistir a sus presiones, porque le dejarón venir. El ejército español no levantó un arma hasta que fue tarde. En el 2 de mayo se mantuvo acuartelado. Y sólo la sorpresa de que se llegase a levantar, en tan baja estima nos tenían los franceses, permitió algunos éxitos iniciales, que luego se vendrían abajo en muy poco tiempo. Posteriormente, hubo un status quo estable hasta 1812, en el que tras la retirada de tropas para la campaña de Rusia, se produjo la entrada de tropas inglesas y el comienzo de la expulsión de los franceses.
  3. José I Bonaparte hubiese sido, y sobradamente, mucho mejor rey de lo que nunca pudo ser Fernando VII. Era un hombre ilustrado, injustamente calumniado por la historiografía española, que pensó un plan de reformas para el país que lo hubieran modernizado. Evidentemente, la dependencia de Francia evitaba cualquier adhesión del país a las mismas. Pero desde luego, aquello estaba mucho mejor pensado que cualquier aportación borbónica.
  4. Aquella guerra fue también una guerra civil. De estas que tanto nos han gustado a los españoles. Hubo muchos conciudadanos, de los más cultos, de los más leídos, los que entonces se llamaban ilustrados, que preferían la propuesta francesa. La historiografía española los condenó como traidores, a ellos a los «afrancesados». Pero yo siento que eran quienes querían a su país no con las tripas sino con el cerebro, con la razón. Creo que yo hubiese preferido ser un «afrancesado». No eran menos patriotas que los que se echaron al monte y crearon las condiciones del bandolerismo posterior, desde la famosa «guerrilla».
  5. El empeño en aquella guerra llevó a la pérdida de casi todas las posesiones ultramarina, en una sangría posterior que todavía empobreció más al país de los mucho que lo había hecho la guerra en la Península. El empobrecimiento del país condicionó que la revolución industrial llegase a España tarde y condicionada a los intereses de la Gran Bretaña, que se estuvo cobrando abundantemente su contribución a la expulsión de los franceses.

No voy a seguir. Estas son algunos de las principales reflexiones que me suscita el conocimiento de aquel período histórico. Poco de lo que haya que sentirse orgulloso. El valor demostrado por la población durante la contienda, en mi opinión, fue relativamente vano. No sirvió como ahora se dice para constituir un espíritu nacional. Si no, cómo puede entenderse que durante el siglo XIX hubiese hasta tres guerras civiles, desencadenadas también por el catastrófico reinado de Fernando VII. No pasó ni un siglo para que empezasen a surgir los nacionalismos centrífugos que aún hoy tensionan las vida social y política en España.

Creo, en resumen, que el aniversario de aquel período histórico no es para celebrar, sino para reflexionar. Y eso, casi seguro que no lo hacen los políticos que nos representan.

En la imagen de hoy, recreación de una batalla de la época por parte de un grupo de entusiastas en Cariñena. Algún día si me animo, hablaré de la Guerra de la Independencia en Zaragoza. Aunque pueda suponer mi expulsión del país por «afrancesado» o algo así.

(Canon EOS D60; EF 28-135/3,5-5,6 IS USM)