Hoy, domingo. La verdad es que en Nápoles no se nota mucho. Muchas tiendas abiertas. Pero he decidido levantarme pronto, porque tenía la agenda más apretada de lo que creía. Ayer me percaté que esta ciudad es más interesante de lo que parece. Pero antes de recorrerla, el objetivo marcado era subir al Vesubio. Lo cual he hecho desde Herculano con una pérdida de tiempo mínima.
He de decir que el espectáculo es notable. Por supuesto, la vista del Golfo de Nápoles desde Ischia hasta Capri. Pero lo más impresionante es el cráter. Aunque la senda que han marcado no permite verlo con toda su magnificencia, y la gente se las ve y se las desea para captarlo en toda su amplitud
Por cierto, que he hecho un amigo durante 2 horas. Se llama Enrique, es Venezolano y vive en Escocia. En algún lugar entre Aberdeen e Inverness.

Enrique el venezolano y yo en un chiringuito de recuerdos en el cráter del Vesubio (como les pille la erupción...)
Regreso a Nápoles, y a recorrer el Decumano Maggiore, con su clásicos “vicos”, similares a los “vicolos” de la Toscana, pero en cutre. En cualquier caso, toda esta zona antigua de Nápoles es muy divertida de visitar.
Después de comer, una visita desde el exterior de la residencia del Rey Nuestro Señor Don Alfonso V, los clones de las galerías Vittorio-Emanuele de Milan (aquí son de una tal Umberto), y alguna cosita más.
Al caer la tarde, me he dirigido hacía Santa Lucia, para ver el atardecer en el entorno del Castello dell’Ovo. A la orilla del mar, y tomando una cervecita. Peroni.
Por cierto, que el atardecer ha sido espectacular.
Despúes un paseo nocturno, a cenar, y para el hotel. Mañana, más.









