Último día en el Golfo de Nápoles, y lo suyo, tras haber viajado por aire y tierra, era coger un barco. Así que dicho y hecho, hoy me he embarcado rumbo a Capri. La famosa isla en la que ya vacacionaban los pijos en tiempos de Caesar Augusto y Tiberio.
Nada más llegar, y siguiendo los consejos de la Michelin, he vuelto a embarcar. Esta vez en una combinación de lancha y barca de remos, con el fin de admirar la Grotta Azzurra. La verdad es que el agua de color azul es curiosa, pero lo que he acabado pagando por la excursioncilla me ha parecido un timo.
Después, he cogido el funicular que une la Marina Grande con el pueblo de Capri y he hecho… lo que se puede hacer en este sitio. Buscar miradores para ver el paisaje, y localizar algún rincón mono por el pueblo, libre de tiendas y de turistas. No es fácil. Abundan tanto unas como otros.
Después de comer, se coge un microbús y te vas la otra población de la isla. Para hacer más de lo mismo; rincones monos y paisajes. Por lo menos aquí te ponen un telesilla para subir a lo más alto.
El viaje en barco a Capri se puede hacer directamente desde Nápoles. Pero yo he ido con la Circumvesuviana a Sorrento, donde he cogido el jet a la isla. A la vuelta, con un sol poniente bastante agradable, he podido apreciar las bondades de la costa en la misma ciudad de Sorrento. Para otro viaje habrá que dejar el resto de la península sorrentina y la Costa Amalfitana.