Llevamos varios días demorando la vuelta a los Alpes por culpa del tiempo. Sigue con la tónica de intervalos de sol y lluvia. Mañana es nuestra última oportunidad. Haga bueno o malo. Pero hoy,… hoy nos hemos ido a Lucerna, que es un sitio de lo más entretenido.
La ciudad es mona. Especialmente el casco antiguo que está entorno al desagüe del Lago de los Cuatro Cantones. Esto es más o menos lo que significa su complicado nombre en alemán. Así que cuando hemos llegado nos hemos dado una vuelta de situación, y viendo que estaba más bien nublado nos hemos ido el muy recomendado Verkherhaus, o sea, el Museo del Transporte. Para que nos hemos de engañar, sólo dos tercios de la compañía estaba entusiasmado con el tema. Un tercio con los aviones y un tercio con los trenes. Así que eso es lo que hemos visitado.
Cuando hemos salido lucía el sol, así que nos hemos acercado otra vez al casco histórico. Pero simplemente con la duración del trayecto en trolebús, vuelta el nublado. Como hicimos en Zurich, viendo que en el lago, hacia el sur, hacía bueno, hemos vuelto a embarcar para dar una vuelta de un par de horas largas. El paisaje es más bonito y más agreste que el del Zurichsee. Y nos ha pillado una de las tormentas. En momentos hemos pasado de estar calentitos en cubierta a tener que recogernos en el interior por el viento y el frío. Lo que nos ha permitido percatarnos que el barco, un vapor de 1901 en perfecto estado de mantenimiento, tiene sus máquinas a la vista, y hemos estado disfrutando con sus evoluciones.
Finalmente, una vez de regreso en Lucerna, esta vez sí que nos ha permitido recorrer la ciudad antigua con una agradable luz de sol de atardecer. Hemos hecho unas cuantas fotos, hemos cenado en un italiano, pero que muy bien, y nos hemos ido a coger el tren para volver a Berna.
Pues no ha estado mal cómo hemos conseguido torear el mal tiempo oye. Si hasta nos ha cundido.