Este fin de semana hemos estado de jolgorio. Ha habido una boda en la familia. Lo primero que se me ocurre decir es algún tópico como «es agotador» y esas cosas. Pero bueno… si las cosas están razonablemente bien organizadas, y te tomas las cosas con cierta filosofía, pues tampoco es para tanto. El único problema real en el plano físico, el calor implacable al que estamos siendo sometidos este verano, especialmente en la ribera del Ebro.
Pero no voy a hablar del acontecimiento en particular, que pertenece a la privacidad de la vida familiar. Sí que me apetece hablar un poco sobre los ritos que habitualmente acompañan en nuestra sociedad a un acto que en esencia, y a efectos prácticos, no es más que un contrato público de convivencia entre dos personas. Sin embargo, aunque poco a poco se han ido extendiendo las bodas civiles, todavía se celebran muchas bodas bajo ritos religiosos.

Muchas personas caminan por la vida ignorando el hecho religioso en sus quehaceres cotidianos, pero sin embargo aparece presente en los acontecimiento sociales - Panasonic Lumix LX3
Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, en 2005, un 76% de los españoles se definiría a sí mismos como católicos. Sin embargo, un 54% de ellos (un 41% de la población) nunca o prácticamente nunca realiza prácticas religiosas (acudir a misa, etcétera). Según el Eurobarómetro 2005, en España habría un 59% de personas que creen en algún dios, un 21% de personas que creen en algún espíritu o fuerza vital no identificable con el concepto tradicional de dios, y un 18% de personas que no creen en nada de lo anterior. No esta mal para un país que hace 30 años era obligatoriamente católico y con el que la Iglesia Católica mantiene una relación de claro privilegio, digan lo que digan o se quejen de lo que se quejen los obispos. Teniendo en cuanta que como consecuencia de la inmigración principalmente, un cierto porcentaje de personas que creen en Dios no serían católicos… musulmanes, protestantes, etcétera. Y también el hecho de que de los datos anteriores hay un cierto porcentaje de españoles que se definen a sí mismos como católicos, pero que no creen en un dios. Curioso, ¿verdad? Supongo que para muchos españoles ser católico no es profesar una religión sino identificarse con una determinada herencia cultural.

Pórtico del Münster de Berna, donde se profesa una variante del protestantismo especialmente abierta y tolerante; diríase que cada cual puede creer lo que guste creer, y está bien - Panasonic Lumix LX3
Por otro lado, el Instituto Nacional de Estadística nos dice que en 2008 casi un 51% de los matrimonios se celebran por el rito católico, apenas un 0,40% por otros ritos religiosos, y casi un 49% en un ceremonia de carácter civil. La tendencia sería a que cada vez se celebra un menor porcentaje de matrimonios religiosos. Bueno. Si tenemos en cuenta que sólo un 35% de los españoles tienen una vivencia religiosa católica que puede ir de asistencia ocasional a frecuente a actos religiosos, es normal la tendencia. Es más, me sorprende que todavía se celebren tantos matrimonios católicos.
Hay que tomar en cuenta que, en general, se puede decir que los católicos viven relativamente de espaldas a la Iglesia a la que dicen pertenecer. La Iglesia Católica ha presentado una dura y áspera batalla a la legalización y normalización social del matrimonio entre personas del mismo sexo. Matrimonio tal y como lo define el código civil, claro. Sin embargo, el apoyo social de los españoles a esta cuestión llega al 70%. Obviamente, no hay que ser un genio de las matemáticas para deducir que en el supuesto de que todos los no católicos apoyasen el matrimonio entre personas del mismo sexo, lo cual es mucho suponer, los números nos dirían que en torno a 2 de cada 3 católico también apoyan el matrimonio entre personas del mismo sexo. Por ser irónicos, a esto se le llama un notable «divorcio» entre las personas y la institución católica por excelencia.
Todos estos datos, más lo que puedes deducir de lo que hablas con la gente, me hacen pensar desde hace mucho tiempo que la religiosidad de los españoles es baja, y que muchos de ellos serían protestantes si las circunstancias históricas lo hubieran permitido. Pero bueno, nadie se quiere meter en berenjenales por estas cosas, que muchos de ellos consideran poco importantes, y se mantiene una asistencia a ritos notables, bautizos, bodas, funerales, principalmente, motivados a medias por diversas consideraciones… Porque «casi todos lo hacen», porque «las bodas civiles son muy frías», porque «cómo no me voy a casar en la/el iglesia/ermita/santuario de mi pueblo», porque «a mi me parece un teatro pero es lo que quería mi pareja»…
Para muchos españoles, los dogmas religiosos están alcanzando el rango de meros mitos. Como sucede en todo el mundo, hay cierta predisposición a creer en algún tipo de ente sobrenatural para explicar aquellas cuestiones trascendentes que no han alcanzado una explicación científica. Pero los aspectos asociados a una creencia en particular son mirados con escepticismo. A muchos «católicos» les cae bien la figura de Jesucristo, su buen rollo con los pobres, con las «pilinguis» y esas cosas. Pero sobre su divinidad,… pues les da igual. No faltan los chistes sobre la «virginidad» de María y sus relaciones con la «pícara paloma», por poner un ejemplo. Pero parece que los ritos son más difíciles de erradicar. Forman parte de la tradición cultural. Y ahí nos toca encontrarnos de vez en cuando.
Y entonces es cuando te quedas mirando al cura de turno. Si es un pesado, si es un monótono, si es de los que riñen a los que no se comportan como la ortodoxia exige, acaban siendo «crucificados» por los comentarios de los asistentes. Si es entretenido, si va de colega, si es de los que abogan por el buen rollito,… pues caen simpáticos, y los más escépticos se limitan a echarles unas miradas irónicas, por las cosas que dicen, que sacadas fuera de contexto o de creencia son de lo más peregrinas, y son saludados con razonable respeto. Porque tengo la impresión, por éstas y por otras cuestiones, que los españoles somos mucho más tolerantes que la mayor parte de las instituciones de todo tipo y finalidad que dicen representarnos. Y especialmente, más tolerantes que las instituciones religiosas, claro.

La torre y el cimborrio de La Seo de Zaragoza sobresale por encima de las vallas de las obras del balcón de San Lázaro; bonita sede metropolitana, de la que desgraciadamente con frecuencia salen sermones más destinados a formentar el sectarismo y la división, que la tolerancia y la concordia social - Panasonic Lumix LX3