Ya leí previamente un ensayo de este filósofo germanocoreano. Aquel, dedicado a la estética en los tiempos contemporáneos. No estuvo mal, pero tampoco me entusiasmó. Bueno… estaba bien escrito. Pero sus tesis a veces me convencían… pero otras… no tanto. Recordemos que Byung-chul Han es un filósofo nacido en Corea del Sur, pero que se trasladó a Alemania a los 22 años después de un intento fallido de estudiar una ingeniería o algo así en su país de origen, para pasarse a una titulación en filosofía. Y desde entonces se estableció en el país europeo, donde se naturalizó, y donde ha escrito en alemán la mayor parte de su obra. Así que, aunque coreano de origen, podemos considerarlo más bien un filósofo alemán.

El ensayo que traigo aquí hoy no es difícil de leer. Un texto filosófico puede levantar barreras de rechazo en muchas personas. Entre lo mal que se enseñaba (o se enseña, no sé) la filosofía en España, y los prejuicios generados hacia estas materias… pues no suelen estar estas obras en las listas de más vendidos. Sin embargo, a mí me resulta muy asequible por varios motivos. Uno de ellos es que no es un libro muy extenso. Más bien cortito, por lo que se puede leer sin problemas. Si no fuese una edición electrónica, hablaríamos de unas 110 páginas. En segundo lugar, los temas que trata son muy actuales. Son cuestiones del mundo contemporáneo, relacionadas con el comportamiento de las personas y de los colectivos humanos en internet y en las redes sociales. Contrapone la llamada sociedad de masas con las redes sociales. Las masas se definieron entre finales del siglo XIX y durante las vanguardias del siglo XX, en las que la persona tiene su propia identidad en medio de la masa, pero no opinión propia, ya que se mueve al unísono con la masa, incluso se rebela con la masa, con unas ideologías bien definidas, aunque con frecuencia simples, sin matices, y con efectos adversos graves, dado que son propensas a fortalecer los populismos y, al cabo, los autoritarismos. En la red social, el individuo tiene su propia opinión, y tiene facilidad para expresarla, pero con frecuencia su identidad se pierde, se difumina, o directamente se mueve en el anonimato. El conjunto de la red social, el conjunto de los individuos en internet, no tiene una ideología definida. Ni siquiera es una suma de las ideologías individuales. A partir de estos principios, Han va haciendo repaso a distintos fenómenos de cómo se comporta el ser humano en las tecnologías de la información y sus repercusiones.

La tendencia de Byung-chul Han, como tengo la sensación de haber comprobado en los dos libros que le he leído, es a integrarse en esas tendencias de la postmodernidad, claramente anticientíficas y antitecnológicas, aunque vivan y se aprovechen de la ciencia y la tecnología. Tiene una clara tendencia a poner de manifiesto en exceso los efectos adversos de los avances científicos y tecnológicos, frente a los beneficios potenciales o reales de los mismos. Ahora bien, si en su libro sobre estética no siempre me convencían sus tesis, en esta ocasión sí identifico que mis percepciones sobre las redes sociales se encuentran mucho próximas a las del autor. Una de las cuestiones que tradicionalmente me ha molestado de internet y las redes sociales es el anonimato. La gente opina escondida detrás de pseudónimos, atrincherada en la seguridad de no ser reconocidos. Cuando en los años 90 del siglo XX y principios de los 2000 iniciaba mi participación en la red de redes, también usé eventualmente algún pseudónimo. Pero conforme maduré mis percepciones y mi ética en ese entorno, las fui abandonando. Y en general, en mi actividad en internet y las redes sociales me identifico como yo mismo. Pero ese abuso del anonimato tiene consecuencias como que nunca sigo o me hago «amigo» de alguien que no sé quien es a cierto nivel. Y efectivamente me preocupa la mala definición ideológica en las redes sociales.
Me molesta sobremanera el uso y abuso de filosofemas simples por parte de los participantes, frases autolimitadas, que suenan bien, que suenan profundas, de las que teóricamente se deriva una posición ideológica y una filosofía de vida, pero que muchas veces son mucho más superficiales de lo que parece, o la ideología derivada es mucho más peligrosa de lo que parece. Estos días atrás fue el Día Internacional de la Mujer, y no eran raras las expresiones feministas de mujeres que usaban filosofemas de este tipo, y cuyas derivadas eran mucho más conservadoras y antifeministas de lo que puedan imaginar. Pero sonaban bien. Suenan profundos. Esto es una ejemplo. Internet y las redes sociales pueden, o podrían ser, un espacio de debate y avance. Pero también son un espacio de difusión de la mentira (cansado ya de la expresión fake news) y de ideologías intolerantes y antidemocráticas. Y además están claramente dominadas por los intereses comerciales, que no son ideológicamente neutros. Por todo ello, este libro de Han me ha hecho pensar y, con ello, cumple plenamente su objetivo como ensayo filosófico, y lo considero muy recomendable.
