En realidad, hoy no es el aniversario de este Cuaderno de ruta. Fue el miércoles. Pero esta semana ha sido un poquito estresante, he tenido que atender a múltiples cuestiones, y decidí no añadir a ese estrés la obligación de pensar o acordarme de comentar el aniversario de este blog como hago habitualmente cada año. No pasa nada por retrasarlo unos días, dejarlo para una tranquila mañana de domingo. Tanto más tranquila y relajada cuanto desde el viernes por la tarde estoy con un catarro que me tiene un poco pocho. Mi primera infección vírica en cuatro años. Es como si la temida pandemia producida por el SARS-CoV-2 hubiese alejado de mi todos los demás virus patógenos. No, covid-19 no es el nombre del virus, es el nombre de la enfermedad que produce. El nombre del virus es esa ensalada de letras que os he indicado. ¿O se decía sopa de letras? Bah,… da igual.


Me gusta recordar que el Cuaderno de ruta comenzó su andadura un 8 de febrero de 2005, con una entrada muy sencillita. Sus primeros años fueron en Blogger, donde abrí una cuenta en 2002, antes de que fuera comprada por Google. Pero en aquellos momentos no supe cómo iniciar y hacer funcionar aquello. Creo que para llevar un blog, o una bitácora como decíamos con frecuencia entonces, hay que tener clara porqué quieres hacerlo y para qué. Si no, no tiene sentido. Lo de bitácora está mal dicho, por cierto. Llamarlo cuaderno de bitácora o cuaderno de navegación, por analogía con los de los barcos sí que me parece bien. Y de la expresión cuaderno de navegación vino que yo decidiera llamarlo Cuaderno de ruta. Mi propósito, el que hizo que al final se mantuviera durante estos 18 años, fue quitarme de encima el estrés cotidiano durante un ratito todos los días o la mayor parte de los días, dedicándome a escribir sobre algo, lo que fuera. Distinto de lo que en aquel entonces me llevaba por la calle del retortero, en un cierto sinvivir.


Otro propósito importante que me hice en aquel 8 de febrero de 2005 fue que en todas las entradas del blog incluiría al menos una fotografía realizada por mí mismo. Por aquel entonces ya usaba predominantemente la fotografía digital, por lo que no era complicado disponer de imágenes fotográficas nuevas, o de archivo, para mis entradas. Y esto fue un acierto. Porque me impulsó notablemente a hacer fotografías, y gracias a ello, en poco tiempo, mejoré y aprendí mucho. En un par de años tuve la sensación de avanzar mucho más de lo que había hecho en los años anteriores. Hoy, por ejemplo, tiro de archivo. Y, curiosamente, de fotografías realizadas con película tradicional. Las que hice en blanco y negro en Tokio en 2019, en un viaje en el que olvidé en casa la cámara compacta para hacer este tipo de fotos. Así que en la capital japonesa, para los últimos días del viaje, compré un par de cámaras de un solo uso. Y son unas fotos que siempre me han producido un sentimiento ambivalente, y las repaso y las vuelvo a procesar de vez en cuando, para ver cuánto soy capaz de exprimir los resultado de usar una cámara tan limitada en sus capacidades y en su definición óptica.


En mis capacidades fotográficas siempre he distinguido cuatro épocas. La primera, entre abril de 1989 y octubre de 1992, con mi primera cámara réflex, años en los que era muy entusiasta, pero estaba muy mal orientado. De vez en cuando había alguna foto maja, pero en general era una catástrofe. La segunda, entre octubre de 1992 y algún momento a finales de 1994 o principios de 1995. Gracias a los cursos que hice en Galería Spectrum, me orienté. Y supe dónde mirar para inspirarme en fotografía. Por lo que avancé muy deprisa. Después, entre principios de 1995 y septiembre de 2004 vino un tiempo donde hacía alguna foto maja que otra de vez en cuando, pero me estanqué en mi proceso. En el otoño de 2004, cuando me puse en serio con el mundo digital, y con el uso de aquellas mis primeras cámaras digitales de las que os he estado hablando últimamente, tanto aquí como en mi blog técnico (artículos antes de marzo de 2022), volví a progresar deprisa en un periodo que duró hasta un momento impreciso entre 2010 y 2012. Y después y hasta la fecha, otra época de progreso más lento, que poco a poco ha venido marcado por mi regreso a la película fotográfica tradicional.


En cualquier caso, como sucedía en aquel febrero de 2005, me sigue importando poco quién y cuántos me leen estas líneas. Sigo escribiéndolas más para mí que para cualquier otra persona. Aunque ciertamente me alegra cuando ciertas personas me comentan su contenido. Y lo que siempre me ha parecido curioso, no sé si les pasa a otros, los comentarios interesantes pocas veces aparecen en el propio blog, donde ese tipo de actividad es tremendamente escasa. Si directamente, a través de las mensajerías de las redes sociales o, para quienes me conocen en persona, tomando un chisme en una cafetería. Es algo esporádico. Pero muy satisfactorio. Ya merece la pena el esfuerzo. Hasta el año que viene.

