
Hoy ha sido un día denso, que ha comenzado con una visita relámpago a los baños Széchenyi en el parque de Városliget, cerca del hotel; una pinta estupenda, pero hemos decidido que lo de bañarnos lo dejábamos para según como transcurriese el viaje.

Hemos bajado paseando hasta Hösök Tere donde hay un inmenso monumento a las glorias magiares, con una colección de bigotudos de aire tremendo muy notable; y ahí hoy hemos dividido nuestras fuerzas, ante los distintos intereses de cada cual.

Me cuesta resistirme al hecho de no visitar un museo del ferrocarril cuando hay alguno en las cercanías; y hay uno bien hermoso con algún material ordenadito, razonablemente conservado sin tirar cohetes, al aire libre.

Pero también otro material, menos "ordenadito" y bastante cochambroso, amontonado en una playa de vías en el recinto del museo.

Y por el contrario, algunas piezas en excelente estado, a cubierto para que no se estropeen; un poco de caos, pocas informaciones, pero una visita curiosa.

Hacia el final de la mañana, habíamos quedado en Vörösmarty Ter, plaza muy céntrica, y final de trayecto de la primera línea de metro de Europa; muy pintoresca, con unos trenecillos muy cucos y muy cortitos, todos amarillos ellos.

Tras averiguar si era posible hacer navegando el meandro del Danubio, que no es posible, hemos comido antes de iniciar un paseo por el centro de Pest; por ejemplo, admirando el estilo Secesión, una especie de modernismo austro-húngaro.

O acercándonos a visitar la Gran Sinagoga, que estaba cerrada... como decía Vinicius de Moraes en su canción "porque hoy es sábado".

Sin olvidar la visita a la basílica de Szent István (San Estebán), delante de la cual este simpático muchacho obtenía música de algo que se parecía a una tapa de cacerola.

Basílica que hemos visitado un poco de refilón, porque mientras los judíos descansan rigurosamente los sábados, a los católicos les da por casarse; y si es en un iglesia mona, pues mejor. Por cierto que el cura era muy gracioso por que cuando se dirigía a la novia lo hacía en riguroso húngaro, pero al novio, que se llamaba Ludovic, le hablaba en un perfecto francés. Boda multinacional.

También hemos hecho risas con una chica muy simpática, de origen nacional desconocido, que se ha dedicado a hacer poses junto a la estatua de este barrigudo policía de otros tiempos.

Luego nos hemos dirigido a ver de cerca el imponente parlamento húngaro, con lo que hemos decidido que estábamos cansados ya de calles y ruido.

Así que nos hemos dirigido a la isla Margit (Margarita), un inmenso parque rodeado por el Danubio, gran zona verde donde te olvidas que estás prácticamente en el centro de una gran ciudad. Por ejemplo, mientras hecha una partida con el "frisbee"..

También viendo pasar los barcos mercantes del Danubio... que me parecen pocos en comparación con los que vimos hace unas semanas en el Rin a su paso por Colonia.

Por supuesto, viendo ponerse el sol tras la colinas de Buda, al asomarnos al otro brazo del Danubio.

O dejando paso a los numerosos corredores que aprovechan la pista de tartán que rodea la isla para su comodidad.

Ya de regreso a las calles, una últimas fotos de la arquitectura moderna; poco más, puesto que en estas fechas, en cuanto se pone el sol, la noche cae con gran rapidez. Un paseo informativo a alguna estación de tren, buscar un restaurante acogedor para cenar, y ha tomar los chismitos al hotel mientras repasamos el día y aprovecho para escribir estas líneas. Hasta mañana.


