Pues sí. Como hago de vez en cuando con algunas selectas series cuando llegan a su final, voy a dedicar a The Newsroom una entrada especial televisiva cuando ha llegado al término de su tercera, corta y última temporada. Han tenido el detalle de dejar que la serie se despidiera con una minitemporada de seis episodios que, ya adelanto, a mí me han gustado bastante.
Veamos, probablemente podemos asegurar sin temor a equivocarnos que The Newsroom no ha sido una serie perfecta. Bueno. Ninguna lo es. Las hay mejores y las hay peores. Las hay muy buenas que no nos perderíamos, y otras que sin embargo abandonamos. La mayor parte de la series malas o flojas no las vemos, pero existen una serie de guilty pleasures que no nos perdemos tampoco. Bueno, pues para mí la redacción de la ficticia ACN ha sido una muy buena serie, llena de imperfecciones, que no me hubiese perdido por nada del mundo.

La serie que celebramos hoy es de ambiente básicamente neoyorquino, así que me trasladaré fotográficamente a Manhattan.
Esta serie ha recibido muchos palos de cierta crítica y de cierto sector de la sociedad. Se decía que no representa la realidad del periodismo y de las cadenas de televisión. Que era una utopía, un sueño de sus productores, pero que el mundo no es así… Que por lo tanto tendría más de fantasía que,… patatín, patatín, patatán. Efectivamente, eso es así. Desgraciadamente es así. Desgraciadamente, la prensa, los medios de comunicación, la televisión no son servicios públicos destinados a mantener una población informada y crítica. No son eso. Desgraciadamente, estamos rodeados de medios de comunicación que sirven a intereses empresariales y políticos no declarados. Desgraciadamente, las televisiones de hoy en día son el circenses del panem et circenses de finales del siglo XX y XXI. Efectivamente, hoy en día los listos de las televisiones son los que han convencido a la población de que si les hacen el trabajo de enviarles las noticias y las fotos desde casa, desde el móvil, desde la calle, así no tienen que pagar profesionales cualificados y críticos que informe si no objetivamente, que es muy difícil, sí con ecuanimidad. Nada eso es necesario. Si además la gente se siente orgullosa si su foto sale por la tele o la publica un periódico. Da igual la finalidad de tal publicación o las consecuencias éticas derivadas. Nada de eso importa. Desde este punto de vista, la serie es un engaño. No refleja la realidad, ni hacia donde va el mundo de la información. Un cuento.
Voy a comentar una situación particular. Para ilustrar la forma de hacer y de paso establecer mi visión ética personal. Quien siga este Cuaderno de ruta sabrá perfectamente que soy aficionado a la fotografía. Todas mis entradas llevan al menos una fotografía hecha por mí; la mayor parte de las veces más de una. Hace unos días, reunido para celebrar el fin de año con otros aficionados a la fotografía me dieron la noticia:
«Una de tus fotografías ha salido publicada en un periódico.»
O en la página web de un periódico; no sé.
«Hasta ponían tu nombre.»
¿¿¿??? Pues yo no sé nada. Nadie me ha dicho nada.

Nueva York, junto a todo el nordeste de los Estados Unidos, se presupone como la región más progresista del país, más predispuesta a las luchas por las libertades.
Algunos de lo que me lo comentaban me lo decían como si me tuviese que hacer ilusión o algo… No quise saber ni qué medio de comunicación fue, ni qué foto era, ni qué noticia era la que ilustraba la fotografía. Sólo sé que el medio de comunicación se había arrogado el derecho de publicar un fotografía hecha por mí, sin pedirme permiso, sin comunicármelo siquiera, no digamos ya sin preguntarme si yo estaba de acuerdo en que se publicase en el contexto que fuera. Se habían limitado a tirar por la calle del medio. La mayor parte de nosotros no vamos a protestar; estamos muy liados con nuestras cosas y nuestros problemas como para meternos en estos líos. A mucha gente, que le pase esto le hace ilusión. A ellos, a los medios, les sale más barato; así no tienen que pagar a fotógrafos profesionales.
Pues bien. Mejor dicho; pues mal. Yo no estoy de acuerdo con estas prácticas. Me parece que son de una falta de ética profesional y corporativa absoluta. Así no se hacen las cosas. Y si se lo comentas a algún periodista o profesional de los medios con tono de crítica se te queda mirando como si fueras un marciano. Me avergüenzo de los medios de comunicación que sufrimos en esta sociedad. En los que hace tiempo, por la falta de confianza que siento, evito invertir ni un céntimo. Yo que durante años era uno de los fieles que a primera hora de la mañana, cuando casi no había amanecido, pasaba por el quiosco a comprar mi ejemplar de la prensa. Nunca más.
Antes de terminar con mi opinión de la serie, para cualquier aficionado o profesional de la fotografía que pudiera leer esto, mi posición respecto a la utilización de las fotografías que hago como aficionado que soy.
Salvo algunas, todas mis fotografías las publico con un aviso de que me reservo el derecho de copia y de utilización. Las excepciones las publico bajo licencia Creative Commons, con las condiciones de que se pueden compartir con reconocimiento de autoría, para usos estrictamente no comerciales y sin permitir obras derivadas. El uso por un medio de comunicación no reúne estas condiciones. En dos ocasiones, medios de comunicación me han llamado para obtener mi permiso. Les he dicho que no, que el uso para el que las querían no me parecía adecuado. Uno de ellos se ofreció a pagarme una cierta cantidad. Contesté que no soy profesional, que me gano la vida de otro modo, y que no tengo interés en pisar el terreno a otras personas que se dedican profesionalmente a la fotografía de prensa y que considero más idóneos que yo para proporcionarles el producto que necesitan.

Cuanto haya de cierto en ese hecho y cuanto no, eso es algo que no me considero capacitado para analizar.
Los únicos usos para los que he cedido fotografías que se podrían considerar comerciales han sido a tres o cuatro artistas, danzantes, mimos, animadores callejeros, que tienen muy poco o ningún presupuesto para crear material de promoción y de los que he obtenido fotografías en alguno de sus espectáculos. Entiendo que son casos en los que no piso los derechos de ningún profesional,… porque esta gente no tiene dinero ni presupuesto para contratarlos. Por lo tanto no hay lucro cesante posible.
También he negado mi colaboración a administraciones públicas. Creo que aunque usen el dinero público también tienen que pagar a profesionales adecuados por sus obras. El dinero público tiene que crear empleo y riqueza, no satisfacer mi ego de aficionado.
Dicho todo lo cual, volvemos a la televisión. Efectivamente, tal y como está el panorama, la redacción de noticias que nos presentaba The Newsroom era utópica e irreal. Desgraciadamente. Y precisamente por eso, porque ejercía la función de informarnos de qué debemos exigir y esperar de los medios de comunicación, porque ejercía una función crítica con la realidad tal y como existe, a la vez que nos entretenía y mucho con las aventuras de sus protagonistas, considero que era una serie imprescindible. Que no me he perdido ningún capítulo. Con sus cosas buenas, que las tenía y muchas. Con sus cosas malas, que también tenía alguna. Lo siento pero Maggie Jordan (Alison Pill) me ha resultado estomagante durante casi toda la serie. Pero había otros personajes que la compensaban de sobras. Yo me he divertido mucho. Me lo he pasado bien. He disfrutado.
Y por último, lo más importante, me he enamorado desde el primer momento y hasta el día que me despida de este perro mundo, de la única, la guapísima, la inteligente, la incomparable, la despistada, la morenaza,… de Sloan Sabbith (Olivia Munn). Aayyy…

También es un lugar donde prosperan muchas empresas que tienen poder e intereses en los medios y que no necesariamente están dispuestos a luchar por la independencia de los mismos.