Me llamó la atención este librito del ilustrador e historietista japonés Shinji Tsuchimochi ya desde hace un tiempo. No mucho tiempo, que al fin y al cabo hace pocos meses que ha salido al mercado. Pero supongo que desde que empezó a aparecer en los anaqueles de las librerías o secciones de libros de los grandes almacenes. Está publicado por Quaterni, editorial especializada en literatura japonesa y oriental en general.
Rebobinemos un poco hacia el pasado, más de tres años hacia atrás en concreto. En esa época, invierno de 2014, ya había empezado a interesarme la obra de Katsushika Hokusai, algunos de cuyos grabados como La gran ola de Kanagawa son mundialmente conocidos, perteneciente a la serie Treinta y seis vistas del monte Fuji. En septiembre de ese año había realizado mi viaje a Japón, que activó en mi el interés por la cultura nipona, que todavía me dura, y en diciembre de ese año también, durante una estancia en París tuve ocasión de visitar en el Grand Palais una obra antológica de Hokusai que me encantó.

En la exposición que podemos encontrar en el Museo de Zaragoza podemos ver estas páginas de un libro con un dibujo que representa una variante de la gran ola de Kanagawa.
Para acabar de redondear la faena, y mi afición a estos grabados ukiyo-e, en la primavera de 2015 pude visitar una entonces recién abierta exposición en el Museo de Zaragoza dedicada al arte en Asia oriental, sobre la base de la donación al museo de la colección del catedrático emérito de historia del arte Federico Torralba Soriano. Aunque etiquetada como exposición «temporal», casi tres años más tarde sigue abierta al público. Es cierto que no todas las obras de la misma pertenecen o están depositadas en el museo, pero muchas sí. Esperemos que cuando eliminen la «temporalidad», dejen de forma permanente alguna sala del museo a estas interesantes obras. En cualquier caso, la parte principal de las obras expuestas son los grabados de Utagawa Hiroshige, nombre artístico de Andō Tokutarō.

Uno de los grabados de Hiroshige, pertenecidente a otra serie, la de las Cincuenta y tres estaciones de Tōkaidō, nombre de la ruta que unía Kioto, capital imperial, y Edo, capital política, durante el periodo Edo. Hoy en día las dos líneas ferreas que unen ambas ciudades, la de ferrocarril convencional y la de alta velocidad, también reciben el nombre de líneas Tōkaidō. La línea Tōkaidō del shinkasen fue la primera línea de alta velocidad de la historia y del mundo.
Tanto los grabados de Hokusai como los de Hiroshige corresponden a las décadas finales del periodo Edo, intervalo de la historia de Japón en la que la política estuvo dominada por el dominio de los shogunes del clan Tokugawa, y que mantuvo al país isleño en un régimen feudal, absolutamente extraño ya por esos tiempos a lo que sucedía en Europa. Sólo la restauración Meiji en 1867 permitió a Japón entrar en la revolución industrial y en la modernidad de un forma brutal, en todas las acepciones que se os ocurran del adjetivo. Por cierto, para quienes no se cosquen, Edo era el nombre que recibía en esa época la ciudad que hoy conocemos como Tokio, actual capital del país. En esa época, la corte imperial se encontraba en Kioto. Una de las series de grabados más famosas y conocidas de Hiroshige son las Cien famosas vistas de Edo.
En la página web del Museo de Zaragoza tenéis un par de documentos en formato pdf que os informarán más de algunas de las cosas que he comentado aquí. Uno de ellas sobre la estampa Nihonbashi, estación 1 de la serie Cincuenta y tres estaciones del Tokaido. El segundo es sobre el recinto del templo Fukagawa Hachiman, de la serie de Lugares famosos de Edo (distinto de la de las cien famosas vistas).

Un plano de Edo, durante el periodo del shogunato Tokugawa. Ya entonces una de las ciudades más populosas del planeta.
Y aquí enlazamos con el libro de ilustraciones que hoy os traigo y os recomiendo. Tsuchimochi, en esta segunda década del siglo XXI, dedice seguir los pasos de Hokusai y especialmente Hiroshige, y realizar una serie de ilustraciones del Tokio moderno, en principio las 100 que indica el título de la obra. En realidad hay 101 correspondientes a escenas urbanas de la capital japonesa, más cinco que pertenecen a Osaka.
A continuación os muestro cuatro fotografías que realicé durante mi estancia en Tokio y que se corresponde con lugares que aparecen en las 100 vistas de Tokio de Tsuchimochi.
Hace ya tiempo que he comprobado que una de las señas de identidad de muchos de los ilustradores de historietas, manga, o de películas de animación, anime, en Japón, comparten algunos rasgos estilísticos. Fundamentalmente, un atención exquisita al detalle en los paisajes, naturales y especialmente urbanos, y escenarios en los que sitúan la acción de sus obras, mientras que los personajes son mucho más elementales. Frecuentemente comparten los rasgos generales, y los distinguimos por los detalles en el pelo y peinado o por las vestimentas o complementos. El color del pelo, una cinta, un lazo, una camiseta de rayas,… es lo que nos permite conocer quién es el personaje de forma constante. Pero los escenarios, los fondos… qué precisión, qué detalle. Y en esta ocasión estamos ante un nuevo ejemplo. Bien es cierto que, como he leído en algún sitio, el estilo de Tsuchimochi recuerde más a las viñetas de Hergé en sus aventuras de Tintin, que a los contemporáneos nipones del autor de estas 100 vistas tokiotas.

Para los comisarios de la exposición del Museo de Zaragoza, esta es la pieza más representativa de las Cien famosas vistas de Edo de Hiroshige.
Las 100 vistas se acompañan de algunos planos, esquemáticos, pero intuyo que suficientes, que permiten realizar paseos y localizar los rincones de Tokio que han inspirado al autor. De esta moda, el libro puede convertirse en una guía para el viajero, que decida conocer el Tokio más recogido y auténtico. Lo que no encontrará el viajero, salvo con la imaginación, es a los pequeños seres fantásticos que recorren en distintas actitudes las escenas de Tsuchimochi, dándoles un sentido alegre y despertando nuestra imaginación. En fin, que queréis que os diga. Por el tratamiento que le he dado a esta entrada, ya podréis deducir que me ha gustado el libro y que me parece muy recomendable.

Tanto Hiroshige como Hokusai tenían sus libros de modelos e ilustraciones para enseñanza y como base para sus futuras obras. Obsérvese el meticuloso detalle de estos animales marinos ilustrados por Hiroshige.