Lo reconozco. Estoy muy sorprendido. Quizá cuando no debería ya sorprenderme por nada. Este lunes pasado, domingo en los EE. UU., llegó a su final Game of thrones… Juego de tronos en su versión española. Tenía, claro está, cierta expectación sobre los detalles de cómo iba a terminar su última temporada. Dicen que es la octava. Pero estoy casi seguro que hace tres años decían que la serie iba a tener siete temporadas, de las cuales, la séptima, iba a tener trece episodios en lugar de diez, y que la iban a dividir en dos partes. Mala costumbre que están cogiendo de unos años a esta parte las cadenas de televisión con sus series más significativas. Sucedió con Battlestar Galactica, sucedió con Mad Men,… y con otras que ahora no me vienen a la memoria. Pero ahora todo el mundo habla de la «octava» temporada. Pues vale. Por lo demás, un esquema parecido al de todas las temporadas. Unos cuantos episodios dedicados a que los personajes hablen y vayan de un sitio a otro, algunos fuegos artificiales más o menos vistosos por el medio, los grandes fuegos artificiales en el penúltimo capítulo, y vamos a ver donde estamos en el último. Lo que pasa es que en esta ocasión, el último es realmente el último. Y todos los fans (viene de fanático, que no necesariamente es un cumplido) estaban tremendamente expectantes a lo que iba a pasar. A partir de aquí, riesgo de destripar la trama, si es que a estas alturas los realmente enganchados a la serie no se coscan todavía de lo que ha pasado.

Lo que iba a pasar era previsible para todos. Se juntan unos, se dan de leches a mitad de temporada con los zombis del congelador, un episodio de descanso, se dan de leches con Cersei, y en el último capítulo, entre los que queden vivos, uno es rey. Y exactamente eso es lo que ha pasado. Es más dada la premura y el cambio de estilo de la serie en su séptima temporada, o séptima primera parte, esta octava temporada, o séptima segunda parte, casi ha sido un retorno al espíritu original de la serie de cocer las cosas a fuego lento. Casi. Con sólo seis episodios no se podían hacer milagros. Pero supongo que cosas del negocio han impuesto este cierre precipitado. Pero no es de ahora. Ya vimos hace dos años que iba a ser un cierre precipitado. La mala gestión de los tiempos, de las elipsis, el apresuramiento en preparar algunas situaciones era inevitable. Desde hace dos años. Yo ya lo había asumido. Ya está. No pasa nada. Nada es perfecto. Pero nada es catastrófico. Cerramos la historia y ya está. Porque toca. No hay más que pensar. Lo han decidido los productores. Pero, si todo esto es tan evidente, desde hace dos años, ¿por qué está el personal tan alterado? ¿Porque Daenerys (Emilia Clarke) ha resultado ser una borde y la han apiolado, o porque Bran (Isaac Hempstead Wright) no le caía bien a nadie y lo han hecho rey? Pero, ¿qué somos? ¿una panda de preadolescentes de E.S.O.?
Como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes. Daenerys… Daenerys está interpretada por una chica que cuando empezó la serie era una actriz joven desconocida, bajita, lo que permitía que pasara por una adolescente, de capacidades interpretativas limitadas. Pero que como el guion incluía desnudos y escenas subiditas de tono, era un buen gancho para fidelizar «machotes». Las capacidades interpretativas de Clarke han mejorado muy poco durante estos años. De hecho, no le han llovido otros papeles importantes durante este tiempo. Y algún protagonista que ha hecho en el cine, ha sido más bien flojo. En cuanto al personaje, siempre han jugado con su inmadurez. La chica tenía buenas intenciones, pero poca tendencia a la misericordia. Ha liberado muchos esclavos… y a muchos de ellos en lugar de darles un medio de vida razonable, se los ha llevado a la guerra por su interés, a matar o a servir de carne de cañón. El bueno de Tyrion Lannister (Peter Dinklage) dejó claro desde el principio que podía ser una buena reina, siempre y cuando se le pudiese guiar. Pero los tiranos, por buenas intenciones que tengan, no se dejan guiar. Van a la suya. Daenerys no se vuelve loca, siempre ha sido así. Y como muchas otras veces, al final se ha dejado llevar por la rabia y la venganza. Pero esta vez, se han cansado y la han apiolado. Tyrion tenía razón, podría haber estado bien, pero le salió rana. Su evolución, tal como nos la han contado, era posible. E incluso, en una serie como esta, esperable. Por algún motivo, todos la querían. Los «machotes», por que está buena. Las mujeres… porque por algún motivo que desconozco la han convertido en un símbolo feminista. Señoras, que Margaret Thatcher también tenía mucho carácter… y no por eso se ha convertido en un símbolo feminista. Ah, claro… que no era mona. Pero también era británica. No nos olvidemos que Westeros es una isla de Gran Bretaña a lo bruto.

Vamos con los otros personajes. Los Stark. Siempre han sido los «buenos» de la serie. Ya sabemos que la frontera entre «bueno» y «tonto» en el idioma castellano siempre es difusa. Las dos chicas Stark, Sansa (Sophie Turner) y Arya (Maisie Williams), han sido dos de los caracteres más interesantes de la serie, ambas razonablemente bien interpretadas. Sin que sean tampoco maravillas. Otros intérpretes, mucho mejores, han pululado por la serie en papeles secundarios. Y estas chicas han tenido finales que han contentado. Sansa se ha convertido en una María Estuardo alternativa que al final se ha quedado con el trono de Escocia, y Arya es una entretenida aventurera que tiene su momento de gloria. El gran problemas de los Stark es que su personaje principal, el «bastardo» Jon Snow (Kit Harington), ha estado interpretado por uno de los actores más limitados y flojos de la serie. ¡Cuantas veces he suspirado porque acabaran con nuestro sufrimiento y lo apiolaran! Pero cuando lo hacen, van y lo resucitan. Diosshhh… Como decía nuestra añorada Ygritte (Rose Leslie), «you know nothing, Jon Snow». Para colmo, la química que tenía con Clarke producía el mismo calor que una sonrisa del Rey de la Noche (Richard Brake/Vladimir ‘Furdo’ Furdik). Claro… tener que interpretar en la muerte de Daenerys era garantía de anticlímax. Por lo demás, si algo ha estado claro, siempre ha estado destinado a no reinar… y su personaje ha tenido uno de los finales más dignos de la serie. Sólo le ha faltado una pelirroja con acento escocés a su lado.
Los Lannister han sido lo mejor de la serie. Sin duda. Entre otra cosa, porque han sido interpretados por buena parte de lo mejor del reparto. Desde el patriarca Tywin (Charles Dance) hasta el inteligente, y para mí protagonista principal de la serie, Tyron (Peter Dinklage), pasando por las excelentes interpretaciones que han acompañado a Jamie (Nikolaj Coster-Waldau) y, muy especialmente, Cersei (Lena Headey). Por un momento soñé con que las cabezas de George R. R. Martin y los responsables de la serie iban a ser lo suficientemente rompedoras como para un final «infeliz» con Cersei en el trono. Pero no hay suficiente osadía y valentía en Hollywood para eso. Mira lo que ha pasado con la muerte de Daenerys… conque imagina. Pero bueno… al final queda un Lannister al frente del gobierno, ¿o no?

¿Y Bran? Bran es un instrumento de la trama. Su indiscreción al final del primer episodio pone en marcha una máquina narrativa. El miedo a que cuente lo que pasó es un motivo tan importante como cualquier otro para que la contienda entre los Lannister y los Stark se desencadene. Que termine como rey es intrascendente. Totalmente. Y aquí vienen las comparaciones con The Lord of the Rings. Al principio se decía que Game of Thrones era The Lord of the Rings, pero con sexo. Se han comparado mucho las dos obras. Ambas tienen temas comunes. Los más notables son dos. Ambas son una reflexión sobre el poder. Sobre la capacidad corruptora del poder. Ambas narran el fin de la magia y el reinado de los hombres comunes. Han desaparecido los caminantes blancos, se esfumado en la niebla el último de los dragones, el Cuervo de Tres Ojos es un rey nominal; pero se ha terminado la edad media y nos acercamos al renacimiento. Habrá validos, primeros ministros que gobiernen. Los consejos de secretarios/ministros se harán más importantes. Habrá de vez en cuando algún rey absoluto… pero el paradigma cambiará. Como cambia en la obra de Tolkien. Se han comparado mucho los dos finales y no falta razón. Ninguno de los dos, en sus versiones audiovisuales es brillante, aunque el del Retorno del Rey es mucho más brillante y emotivo. Pero no consigue acercarse a la versión literaria. Tampoco sabemos cómo hará Martin la versión literaria del final de Canción de hielo y fuego… si es que no le da un infarto o un ictus antes de acabe… cosa muy probable… me parece.
Recapitulemos. Hemos disfrutado de una serie a un grandísimo nivel… con un final apresurado, y en cuya valoración han pesado más las emociones de los fanáticos que el análisis razonado de cómo ha transcurrido. El episodio penúltimo me parece que es brillante. No es la gran batalla entre los Lannister contra los demás que la gente esperaba. Es otra cosa. Pero es brillante. Tiene momentos notables. Pero no es lo que la gente esperaba. Resulta que en lugar de narrarnos el ascenso de una heroína, nos narran la caída de una heroína. Y no estamos acostumbrados a que Disney le haga esas cosas a las princesas. Una caída al más puro estilo Anakin Skywalker. Lo que pasa es que Lucas dedicó tres películas ha resolver las consecuencias de la caída de Skaywalker, y en la serie que nos ocupa lo han resuelto en 100 minutos. La escena importante del último episodio ha estado lastrada por el hecho de que sus dos protagonistas son unos intérpretes mediocres. Y por las espectativas de los fans. Pero este final es tan coherente como otros que podían haber sido. Aunque la gente no le gusta. Lo que sucede después de que el dragón desaparezca entre la niebla… pues igual es que ya no era importante. Igual es que sobraba. Cosas que se me ocurren. Ya tenemos a nuestro ángel caído. Lucifer se rebeló contra el poder absoluto de Dios, pero no le salió bien. O no le podía salir bien. Pues lo mismo con Daenerys. Lo demás… el mundo sigue. Alguien reinará. Y los que sobrevivan, tendrán que vivir lo que les quede de vida. Pero, realmente, la historia principal ya estaba contada. Por lo menos, agradezco que ese epílogo estilo «Compromiso de Caspe» y la primera sesión del consejo nos hayan despertado unas sonrisas. De verdad.
