[Recomendaciones fotográfica] Exposiciones en la Lonja, españolas en Magnum y otras cosas

Fotografía

Este jueves pasado, día 27 de junio, cuando ya asomaba la sofocante ola de calor que nos atenaza estos días, se inauguraba en la Lonja de Zaragoza la exposición Creadores de conciencia DKV, en la que la fundación destinada a gestionar las actividades de responsabilidad social de esta aseguradora, nos muestra una amplia selección de fotografías de sus fondos, dedicadas a los fotoperiodistas españoles, o que desarrollan su actividad en relación con nuestro país. Cuarenta fotógrafos y fotógrafas distintos, tres fotografías cada uno,… iba a decir aquellos de «una diversidad de estilos», pero la verdad es que aunque la hay, menos de lo que esperaba. Parece que para unos tiempos determinados los fotoperiodistas hace fotografías relativamente parecidas unos de otros, y ese es quizá el único pero de esta exposición, que por lo demás está muy bien. Por lo menos que sirva para concienciarnos de la necesidad de que alguien haga este trabajo. Y que no basta con que haya alguien por donde está sucediendo la noticia, con un móvil en la mano, que haga y mande un foto más o menos churrutera al medio de comunicación de turno, que se quiere ahorrar con la excusa los justos emolumentos del fotógrafo. Es triste ver cómo muchos de estos fotoperiodistas tienen que irse al extranjero para poder vender sus trabajos.

Hablando de fotógrafos españoles a los que les va bien en el extranjero. Diversos medios nos cuentan que Cristina de Middel ha subido un escalón den el escalafón de Magnum Photos. Por ejemplo, lo han contado en Clavoardiendo Magazine. Tras dos años como candidata, en la última reunión de socios de la agencia, tras presentar 65 imágenes realizadas en los dos últimos años, ha pasado a ser fotógrafa asociada. Dentro de dos años, podrá optar a ser miembro de pleno derecho. En la mayor parte de los países del mundo, sus compatriotas lo habrían celebrado de forma relativamente unánime. Pero Iberia la Vieja se ha caracterizado tradicionalmente por sus actitudes caínitas. Y los comentarios han sido para todos los gustos. Un cierto número son comentarios mesurados sobre los pros y los contras del trabajo de «la de Middel», como se llama así misma en su página web. Pero hay un número no desdeñable que abarcan desde «un nuevo triunfo para las mujeres española en la semana de la sentencia de la Manada» ¡¡¡qué tendrá que ver el tocino con la velociada???, hasta el crítico que tras desacalificar por completo el trabajo de la fotógrafa, critica hasta el dominio de su página web,… lademiddel.com. No le gustarán estas confianzas que se toman algunos con la peña… supongo. En fin, que un mesurado, «te podrá gustar más o menos su trabajo, pero alegrémonos de los éxitos de nuestros profesionales de la fotografía», parece lo menos frecuente. Y es donde estoy yo.

El San Francisco Museun of Modern Art (SFMoMA), un museo que tal vez visite en un futuro, más pronto de lo que imaginaba, ha subido a su canal de Youtube dos vídeos esta semana dedicado a Araki Nobuyoshi. Y digo yo… que podría haberse adelantado un poco, y hubieran encajado estupendamente en las recomendaciones de este jueves pasado, donde hablaba de fotografía japonesa o relacionada con Japón en general… por ejemplo este vídeo…

Por cierto que, no voy a visitar Japón de nuevo como pronto hasta la primavera que viene. Definitivamente, no este otoño. Pero también me hubieran venido bien estos vídeos para las recomendaciones del domingo pasado, en el que hablaba del libro que reúne dos de sus más célebres e interesantes trabajos, Sentimental Journey y Winter Journey. Como hace también este otro vídeo en el que el propio Araki nos habla de esos «viajes» con Yoko, su tempranamente fallecida esposa.

En Plataforma de Arte Contemporáneo dedicaron hace pocos días una entrada a Margaret Bourke-White, a la que definen como primera mujer correponsal de guerra, primera mujer fotógrafa que trabajo para la revista Life, primera mujer occidental a la que se permitió fotografiar la industria soviética… En fin, una mujer de récord. Y una excelente fotógrafa, que conviene conocer, como una de las figuras que es de la historia de la fotografía universal.

Por último, una historia que leí en Cartier-Bresson no es un reloj. Nos hablaron hace unos dáis del libro Alex & Me, un fotolibro de James Pfaff de un viaje por carretera que el fotógrafo realizó con la mujer de la que estaba enamorado, Alex, durante dos semanas, por Estados Unidos, poco después de conocerse. Pero el viaje terminó mal, se separaron en malos términos. Por lo tanto es una historia de amor y desamor, bajo la forma de cuaderno de apuntes de un viaje más que otra cosa. Me ha entrado ganas de tenerlo. Ya veremos. Nuevo está agotado, y de segunda mano no es barato. Este tipo de proyectos sencillos y muy personales me atraen más últimamente que los libracos dedicados a la obra de los autores consagrados, o simplemente presuntuosos. De alguna forma, veo paralelismos (y notables diferencias) con el Sentimental Journey de Araki.

[Cine] Tell it to the bees (2018)

Cine

Tell it tho the bees (2018; 33/20190627)

Estamos en el mes/semana/día del Orgullo. No sé exactamente el intervalo temporal que abarca esta celebración, todos ellos se pueden leer en las noticias, que comenzó como revuelta allá por 1969, hace 50 años, en el Greenwich Village de Nueva York, ante el acoso policial hacia el coletivo gai y otros colectivos relacionados con la diversidad en la orientación sexual y en la identidad del género que es propia del género humano, pese a lo que piensen aquellos sectores más conservadores de la sociedad. Como consecuencia de la progresiva liberalización del pensamiento, de las legislaciones y de las costumbres, cada vez hay más oportunidades para contar las historias de estos colectivos. En plural. Porque la diversidad humana se da en cualquier grupo, y las etiquetas cerradas corren el riesgo de poner siempre nuevas barreras. Nuevamente, los colectivos más conservadores de la sociedad se quejan de que en la actualidad los temas sobre la diversidad en la orientación sexual y la identidad de género están sobrerrepresentados. Bueno, no nos olvidemos que cuando se nos cuenta una historia de ficción, en los libros, en la televisión, en el cine, en el teatro, esta implica siempre un conflicto que desencadena el movimiento de esa historia de ficción. Y los colectivos de los que hablamos hoy no han andado escasos de conflictos; por lo tanto, probablemente no, no están excesivamente representados en la ficción cinematográfica.

La coqueta población de Culross, en el estuario del Forth, nos servirá para representar a la Escocia rural en la que transcurre la historia de la película de hoy.

Y en estas estamos con esta película británica firmada por Annabel Jankel, directora poco prolífica de la que yo no tenía referencias. Pero el reparto parecía razonablemente prometedor. Con Anna Paquin en el papel de la doctora Jean Markham, que vuelve a su pueblo natal en Escocia tras la muerte de su padre, para hacerse caso de su casa y de su consulta, y Holliday Grainger encarnando a Lydia, una joven madre de la posguerra mundial, con un hijo a su cargo (Gregor Selkirk), cuyo marido los ha abandonado para irse con otra mujer, ocasionando dificultades en su mantenimiento económico, y un cierto rechazo del resto del pueblo que ven en Lydia una extraña, alguien que no es del pueblo. Ambas mujeres se acercarán en sus dificultades, y entre ellas surgirá una atracción que complicará más la situación en una sociedad cerrada, rural, muy conservadora, en esa posguerra británica tintada de un horrible color gris mediocre.

Con la buena mano que tienen los británicos para las películas de época, con el buen oficio que tienen los intérpretes británicos, a poco que el guion estuviera un poco esmerado la película tenía que funcionar razonablemente bien. Sin embargo, no es así. La película es previsible, los personajes son superficiales, las situaciones son tópicas, y todo está tan milimétricamente organizado en el desarrollo de la historia, que falta corazón o hígados, según lo que toque en cada momento. No basta que haya una historia de amor entre dos mujeres, tiene que haber algo más a la hora de contarla para que interese, que una sucesión de lugares comunes, que tiene al final algo de pastiche, cuando se mezcla con una tremenda secuencia de un aborto provocado, que siendo de lo más interesante del filme, también se siente como forzado y un tanto sensacionalista. Ahí podría haber otra historia interesante, la de la joven Annie (Lauren Lyle), que se debería de contar con esmero y cuidado y no como oportuno (u oportunista) recurso argumental para ajustar el discutible final de la película por el lado de la doctora Markham.

Así pues, aunque correctamente interpretada, esta película está dirigida con oficio pero sin alma, y la historia acaba discurriendo sin pena ni gloria, con alguna escena de carácter preternatural con el tema de las abejitas, que te deja incómodo, ya que actúa prácticamente como un deus ex-machina que acaba por sacarte de la historia. Una historia que merecía mejor tratamiento.

Valoración

  • Dirección: ***
  • Interpretación: ***
  • Valoración subjetiva: **

[Recomendaciones fotográficas] Chernobyl y fotografía japonesa

Fotografía

Normalmente suelo reservar mis recomendaciones fotográficas para la tranquilidad de los domingos por la mañana. Y de hecho, tengo algunos marcadores guardados que, tal vez, si no surge otra cuestión más interesante, sirvan para hablar de otras recomendaciones fotográficas al final de la semana. Pero un par de cuestiones me han impulsado a escribir las de hoy.

Terminada la maquetación de los libros de fotografía de mi reciente viaje a China, he empezado a investigar el rendimiento de algunas de las fotografías digitales reveladas en blanco y negro. Y lo cierto es que me parece un camino interesante para algunas de ellas.

Aunque no ha llegado todavía el momento de hablar sobre ella, estoy bastante impactado por la serie de HBO Chernobyl. Una serie superlativa. Una obra maestra del medio televisivo. Y al mismo tiempo, una obra maestra del medio cinematográfico, aunque este reservada a la pequeña pantalla. En las series televisivas, la autoría se la suele llevar un señor que no es el director de la serie, al contrario de lo que sucede en el cine. Es el creador de la serie, un señor que luego aparecerá en los créditos como productor ejecutivo o entre los guionistas, aunque cada vez con más frecuencia aparece bajo ese epígrafe de creador. Entre los angloparlantes es frecuente oír hablar de él como showrunner. El director de una serie suele ser múltiple; cada episodio puede tener un director distinto. Y es una labor más artesana que en las producciones para la gran pantalla. No se le reconoce la autoría de la producción. Aunque conforme aumenta la complejidad de las series de televisión, su papel se vuelve más importante. Los cinco episodios de esta serie han sido dirigidos por el mismo director, Johan Renck, un sueco que ha desarrollado su carrera en la televisión, los vídeos musicales y la publicidad. Pero Renck también es fotógrafo. Y recientemente, con motivo del lanzamiento al mercado de los nuevos productos de Hasselblad, esta marca ha publicado un artículo con fotografías de rodaje de Renck de la serie Chernobyl. Y están muy bien, y recogen perfectamente el ambiente de la serie, cuyo director de fotografía es Jakob Ihre. Otro sueco. En la página web de Renck encontramos más ejemplos de su trabajo fotográfico, que principalmente se desarrolla en el ámbito de la fotografía comercial de publicidad y moda. No soy muy dado a publicar recomendaciones procedentes de las páginas comerciales de las marcas de equipos, pero en esta ocasión… me parece oportuna la excepción.

Llevamos unos días debatiendo el segundo turno de vacaciones que disfrutaré a primeros de octubre. Hace tiempo que llevamos hablando de volver a Japón. Pero no lo tenía yo previsto para este año. Ya hemos viajado a Asia, a China. No tenemos una idea clara, al menos todavía, de qué haríamos, aunque por motivo que puedo comentar tendríamos que pasar algunos días en Osaka. Y también está la cuestión de que me desequilibra un poco el presupuesto personal destinado a viajes. China es bastante más barato que Japón. Pero el tema está encima de la mesa. Lo cual ha coincidido con el acceso a varios enlaces en los que se relaciona la fotografía y el país nipón, como para tentarme. Voy a comentar algunos.

En Feature Shoot nos hablan de la fotógrafa Michiko Chiyoda, tanto sus serenas series en blanco y negro, que aportan notables dosis de nostalgia hacia el Japón más tradicional, vemos fotografías en color, en una serie dedicada a la caligrafía tradicional. En cualquier caso, me parecen fotografías bellas, poéticas y una autora a seguir con atención.

Otra fotógrafa, que me llamó la atención en una entrada de Phases Magazine. Se trata de Mayumi Suzuki. Es hija y nieta de fotógrafos que mantuvieron durante décadas su estudio fotográfico en Onagawa, su ciudad natal. El tsunami de 2011 destruyó la ciudad y sus padres desaparecieron. Su fotografía, con cámara de campo de gran formato, está muy ligada al territorio y a las relaciones familiares.

Cuando fotografía y literatura se funden en una misma obra, generalmente, aunque no necesariamente, un libro, suelen salir trabajos muy interesante. Elizabeth Avedon nos habla en una entrada reciente de su blog de Kwaidan, en la que se combinan las historias fantasmales de los primeros años del siglo XX de Lafcadio Hearn con las fotografías del fotógrafo actual pero de estilo tradicional Hiroshi Watanabe. Un libro que no me importaría tener.

Masahisa Fukase fue un fotógrafo japonés conocido por su tendencia a la obsesión. Se obsesionó por los gatos. Se obsesionó por su segunda mujer, Yoko Wanibe (también aquí y aquí), que acabó abandonándolo harta de esa obsesión. Y como consecuencia del duelo por el abandono, se obsesionó por los cuervos, fotografías que constituyen su trabajo más celebre. Aunque también el que le llevó a un final trágico. De todo ello nos hablan, y lo explican muy bien, en Cartier-Bresson es un reloj.

Por último, me ha llamado el artículo que en Old Skull han dedicado a las fotografías que del viaje a Tokio hicieron Damjan Cvetkov Dimitrov y Nina Geometrieva. Alojados en un hotel cápsula, dedicaron su viaje al Tokio más futurista, a la arquitectura más moderna. Quizá también la más deshumanizada. País de contrastes se suele denominar a Japón (y a tantos otros). Pero esos contrastes quizá sean más notables en la capital.

[TV] Cosas de series; las series de vacaciones

Televisión

Una de las cuestiones que ha cambiado en las vacaciones y con los servicios de televisión de vídeo bajo demanda es que uno puede seguir viendo algunas series cuando está de viajes. Entendámonos. Cuando salgo de viaje me desentiendo mucho de mis actividades cotidianas. Pero en viajes largos hay muchas horas muertas. Y no siempre tienes ganas de conversar con las personas que te acompañan; también pasamos muchas horas juntos durante las vacaciones y tenemos necesidad de hacer algunos descansos unos de otros, por el bien del ambiente vacacional global. Y luego, a mí me pasa una cosa. Cuando llegas al alojamiento por la noche, especialmente si el día ha sido intenso, con abundantes estímulos, por muy cansado que esté, me cuesta conciliar el sueño. Aunque luego caiga en coma y duerma de tirón toda la noche. Para todos estos momentos que he descrito, viene bien poder disponer de episodios de series a mano.

Hoy viajaremos por Finlandia como en una de las series de hoy. Aunque en verano. Que las series nórdicas tienen tendencia a rodarlas en invierno… para acentuar la frialdad de la producción, supongo.

Netflix y Amazon Prime Video permiten llevarse episodios descargados. Aunque pueden no funcionar si la tableta está conectada a internet, si el país en el que te encuentras tiene una programación distinta para ese servicio. Por ello, cuando voy a ver uno de estos episodios, desconecto la conexión inalámbrica de la tableta. Dos series me he llevado. Una ya la había empezado antes de viajar. Las dos son europeas, una finesa y la otra francesa.

Deadwind

Serie finesa policiaca. La fórmula está vista. Una protagonista (Pihla Viitala), mujer, policía, que va un poco por libre, que se ha reincorporado a la policía de Helsinki después de vivir un tiempo con su marido en Hamburgo. Este murió en accidente de tráfico, y aquí se encuentra con el hijo que tuvo en común con el marido, y con la hija adolescente de este de una relación anterior. Y se le asigna el asesinato de una mujer, al mismo tiempo que un nuevo compañero (Lauri Tilkanen) previamente destinado en delitos de drogas. A partir de ahí, explorará la serie varias dimensiones. Las dificultades de gestión de su vida familiar, las de la relación con su nuevo compañero y el resto de los colegas de la policía, y la resolución del caso, que se complicará, por sus ramificaciones con otros sucesos y con otros intereses.

No está mal y se deja ver. Tiene la realización fría, algo distante, de las televisiones nórdicas. Pero no genera la sensación de sorpresa que otros productos en los que se inspira como la afamada Bron/Broen. Pasable. Entretenida. Sin más. La inspectora Karppi no es Saga Noren.

La Mante

La Mante [la Mantis] (Carole Bouquet) fue una asesina en serie en su momento, que mataba a sus víctimas, hombres, de forma extremadamente cruel; víctimas que se caracterizaban por sus conductas desaprensivas hacia sus entornos familiares, especialmente mujeres y menores. Una especie de (re)torcida justiciera. En la actualidad, 20 años después, un imitador ha aparecido. La asesina, secretamente en prisión cumpliendo cadena perpetua, se presta a colaborar con la policía. El secreto fue acordado para proteger a su hijo menor de entonces, cuya madre «oficialmente» murió en accidente aéreo en Francia. Pero actualmente es policía, y la asesina quiere que forma parte del equipo investigador. Obviamente, quiere reconectar con él. A partir de ahí se genera una trama en la que asistimos a la evolución de la trama policial, de la relación de la asesina con su hijo, y a la de este con su entorno, marcada por los secretos y mentiras.

A priori me pareció una serie entretenida e interesante. Me entraba curiosidad por saber que había sido de la Bouquet, de quien no había visto nada en mucho tiempo, desde los tiempos en que los mismo era chica-Bond que era un»oscuro objeto del deseo» para Buñuel. Luego me ha pasado como con la serie anterior. Aunque es una serie entretenida, no deja de ser un pastiche de conceptos, ideas y fórmulas ya utilizadas en otras producciones sobre asesinos en serie. En algunos momentos, recuerda mucho a Hannibal Lecter, pero sin las manías gastronómicas de este.

[Álbum de fotos] Probando a maquetar un álbum de fotos con Canva

Fotografía, Viajes

Hace unas semanas, hice con Asafona (Asociación de fotógrafos de naturaleza de Aragón) un taller para diseñar con Canva, una aplicación web fácil pero razonablemente potente para un aficionado. Ya tengo maquetado un álbum con fotos de los tres carretes de blanco y negro que expuse con mi Minox GT-E en China.

Y os dejo aquí unas cuantas fotos de las que aparecen el libro, realizadas en Hangzhou.

[Libro] Couleurs de l’indendie

Literatura

Ya he comentado en diversas ocasiones que la ácida crítica de Pierre Lemaitre sobre las sociedades actuales a través de la Francia de posguerra es uno de los libros que más me ha gustado en los últimos tiempos. O de los que me han gustado a lo largo de mi trayectoria como lector habitual de literatura de ficción. Hace ya casi 15 años que lo leí, muy recomendado por unos amigos míos, y no lo he olvidado, e incluso me ha llevado a leer tres novelas más del mismo autor. Dos impresionante policíacas, aquí y aquí, de lo mejorcito y con ventaja que he leído en ese género, y un drama que no estuvo mal, aunque en un escalón por debajo de los anteriores. Pero no estuvo nada mal.

Un pasaje de libro, una de las más interesantes intrigas que ofrece, transcurre en el Berlín de la Alemania nazi, con los hitlerianos recién llegados al poder. En unas semanas, volveremos a pasear por las calles, las plazas y los jardines de la capital del antiguo «Reich de los mil años», actual «Bundesrepublik Deutschland».

Y recientemente van y nos anuncian que se publica una secuela dedicada a las vicisitudes de los Péricourt. Utilizo la palabra «secuela» y no «continuación», porque considero a Au revoir là-haut como una novela cerrada en sí mismo. Aquí estamos en una nueva novela, que comparte algunos personajes, que comparte unas intenciones, pero que inicia, desarrolla y cierra una nueva historia. En esta ocasión centrada en Madeleine Péricourt, la hermana del protagonista de la anterior.

Siete años más tarde, el banquero y patriarca de los Péricourt ha muerto y se preparan unas exequias propias de un presidente de la república. Pero la tragedia es doble cuando el niño Paul, hijo de Madeleine, se tire por la ventana de su casa, cayendo sobre el féretro de su abuelo. El niño no morirá, pero quedará hemipléjico y confinado a una silla de ruedas. En el caos personal que sigue, una serie de «amigos», «familares», y «gente de confianza» de Madeleine, aprovecharán para conducirla a la ruina. La historia de la venganza está servida. A lo que habrá que sumar el misterio de porqué Paul se tiró por la ventana.

Los ingredientes de la novela son los mismos que en su predecesora. Un mundo en el que las personas íntegras brillan por su ausencia. En el que aquellos que buscan justicia en el mundo se ven obligados a adoptar la falta de escrúpulos a la hora de obrar que caracteriza a los caraduras que parasitan la sociedad. Y todo ello en un Francia, la de finales de los felices 20 y principios de los atribulados 30, que pasa del optimismo de la victoria bélica a los problemas del descontrol económico y financiero, de la avaricia de los plutócratas, de la falta de escrúpulos de los políticos, y del interés de la prensa por vender y no por ser cronistas veraces de la realidad. Es decir, real como la vida misma… de hoy en día, nueve décadas más tarde. En Francia, en España o en muchos otros lugares del mundo. Donde las amenazas de los populismos y los fascismos se hacen nuevamente presentes. Donde la hipocresía no es un defecto, sino un carácter común a las sociedades modernas. Tan modernas, que tienen como mínimo un siglo de existencia, por lo que leemos.

El libro comienza fuerte. Los capítulos iniciales, con el cortejo fúnebre del patriarca Péricourt y la desgracia del joven Paul sirven para cumplir con aquello que decía Billy Wilder, creo. Aquello de que de entrada deja al público clavado en su asiento, asombrado, y luego tómate tu tiempo para contar tu historia. Lemaitre consigue situar en el particular firmamento de su universo una constelación de personajes más o menos estereotípicos, pero también con sus características específicas que les dotan de una personalidad propia. Algunos están muy conseguidos e incluso saben a poco, como esa inmensa Solange Gallinato, cantante lírica y trágica. Pero en su conjunto, no consigue alcanzar las cotas que la novela predecesora consiguió. Se queda un par de escalones por debajo. Es más previsible, bastante más. Y el final carece del caos y sorpresa que nos ofrecía la novela anterior. De hecho, la sensación final es relativamente agridulce… aunque no diré porqué para no destripar ningún aspecto de la novela.

Se deja leer. Es muy entretenida. Pero sufre mucho las comparaciones. Si fuese de cualquier otro autor, si no fuese secuela de su conseguida novela anterior, probablemente dejaría mejor sabor de boca. Cosas que pasan. Y sí… el título está en francés por que lo he leído en versión original. Más baratito que la versión traducida y, obviamente, el original sin adulterar.

[Recomendaciones fotográficas] Libros japoneses de fotografía, charlas sobre procesos antiguos… y alguna otra cosa

Fotografía

Empiezo por los libros. Después de pasar una parte del día del sábado de la semana pasada visitando algunas de las exposiciones de PhotoEspaña 2019, como ya os he contado esta semana aquí y aquí, tuve tiempo para pasar por la galería, tienda y librería de La Fábrica antes de coger el AVE de vuelta en Puerta de Atocha. Este año no encontré ningún libro o catálogo de las exposiciones que me llamara la atención. Pero como en un par de ocasiones anteriores me atrajo el estante de libros de fotografía japoneses de segunda mano. Y me traje dos volúmenes.

La expresividad de Martí Llorens ayuda mucho a sus aptitudes como comunicador; no hay momento para el aburrimiento. Pero es bueno dejar a sus obras que hablen por sí mismas.

El que más aprecio, la edición de 1991 que reunía el Sentimental Journey [Sentimentaru tabi; センチメンタルな旅] y el Winter Journey [Fuyu no tabi; 冬の旅], dos diarios fotográficos que Araki Nobuyoshi, el prolífico y controvertido fotógrafo japonés, dedicó a su esposa Yoko. Ya tengo algún libro sobre este tema, pero este me apetecía especialmente. Me parece un trabajo magnífico. Una historia maravillosa, una declaración de amor incondicional de Araki a su esposa, que pone en cuestión a todos aquellos que le acusan de misoginia o de objetificar a la mujer. Para los que no se cosquen, el Sentimental Journey fue el diario del viaje de novios, recién casados, en el que todas las miradas, fotográficas, de Araki se dirigieron a Yoko. El segundo, el Winter Journey fue el diario de la enfermedad que llevó a Yoko a fallecer prematuramente, hecho que marcó profundamenta al fotógrafo. Son dos trabajos con estilos y sentimientos muy distintos, pero que funcionan conjuntamente como un relojo. Como decía, una de las más bellas declaraciones de amor que he visto en forma de fotografías.

El segundo libro no me resultaba conocido. Ni el trabajo ni el fotógrafo. Se trata de Okuno hosomichi, 101 [奥の細道] de Tsuda Ichiro. El problema de estos libros es que están en japonés. Sobre el anterior, hay que tener en cuenta incluso que se abren y se leeen en sentido inverso a como estamos acostumbrados en occidente. Dado que ir intentando descifrar el contenido de los textos tirando de Google Translator, introducciendo pacientemente los kanji y diversos kanas, es largo y tediosos, me llevará tiempo destripar el contexto del libro. Porque apenas he encontrado referencias en internet. El caso es que el conjunto de fotografías en blanco y negro, muy diversas, desde paisajes hasta desnudos, con algunas llamativamente realizadas con lo que parece un teleobjetivo catadióptrico, me llamó la atención en la librería, era relativamente barato… y decidí cogerlo como curiosidad y darme un tiempo para desentrañar sus misterios. El caso es que tiene fotografías que me gustan mucho.

Charlas… o conferencias, o como os guste llamarlas. En el marco de la exposición de fotografía estenopeica, Zaragoza en línea recta, en la que participo con otros 13 compañeros de la Asociación de Fotógrafos de Zaragoza AFZ y que está disponible para ser visitada en la Casa de los Morlanes de Zaragoza desde el 9 de mayo y hasta el próximo 7 de julio, se ha organizado un miniciclo de dos charlas sobre fotografía, relacionadas con el tema de la exposición. Tuvimos una primera en mayo, ambas han sido en el Museo Pablo Gargallo, en la que Beatriz Aísa, fotógrafa y geógrafa, «alma mater» de buena parte de los fotógrafos que exponemos porque aprendimos la técnica con sus talleres, nos habló de los orígenes de la fotografía estenopeica y de sus proyectos más recientes. Alguno de los cuales vimos el año pasado en BFoto, y son estupendos. Y ayer sábado disfrutamos de la participación del barcelonés Martí Llorens, ver también la Factoría heliográfica, que nos habló de sus proyectos más personales realizados con procesos antiguos. Papel salado, calotipos, negativos sobre papel encerado, estenopeica… pero, sobre todo, la calidad conceptual de sus proyectos muy enraizados en el terreno, en la ciudad, en la memoria y en las transformaciones urbanas. Me lo pasé de maravilla. Disfruté mucho.

Quien haya leído los artículos sobre PhotoEspaña 2019 que he subido esta semana, sabrá que disfruté de las fotografías de Donna Ferrato por partida doble. Recientemente, en el excelente blog de fotografía Cartier-Bresson no es un reloj, le dedicaron una entrada en la que se analizaba el contexto y circunstancias en las que se realizaron algunas de sus más conocidas fotografías de su trabajo sobre la violencia de género. Imprescindible.

Robert Frank es uno de los fotógrafos americanos más reconocido… salvo que es nacido en Suiza. Y cuando en su juventud llegó a Estados Unidos, su visión sobre el país y su sociedad era muy fresca y poco contaminada. Y ahí se explica buena parte del interés de sus reconocidos trabajos. En el canal de Youtube del SFMoMA (San Francisco Museum of Modern Art) nos han ofrecido un vídeo en el que nos hablan de los que Frank aprendió en su momento de la generación Beat, la del momento en que realizó muchos de sus trabajos más célebres. Os lo dejo puesto…

En la visita a las exposiciones del Jardín Botánico en PhotoEspaña 2019, esperabamos ver una instalación de la surcoreana Kimsooja… pero no la vimos. No la encontramos. Nos debimos despistar. El caso es que para ponerme un poco al tanto, he estado visitando su amplia página web, que os he enlazado antes. Siendo muy polifacética, y más orientada al audiovisual que a la foto fija… he encontrado cosas muy interesantes.

Ya hace tiempo que nos ha llamado la atención el fenómeno. Si jóvenes de todo el mundo, especialmente chicas, están tremendamente enganchadas a su teléfono móvil y al selfi, los de las chinas es impresionante. El caso es que luego te encuentras en las redes sociales, en Instagram especialmente, rostros absolutamente imposibles, deformados. Selfis que han pasado por la trituradora de aplicaciones que sirven a estas chicas para presentar la imagen que creen que va a tener más éxito en internet… incluso si esa imagen no les gusta, y preferirían presentar la suya propia. Sobre este tema reflexiona Rankin en un trabajo reciente como nos cuentan en Feature Shoot. Y con esto me despido por hoy.

[PHOTOESPAÑA 2019] Klein, Abbott, Ferrato, Meyerowitz, Vallhonrat y los demás

Fotografía

Hace unos días os comentaba una primera parte de mis visitas a PhotoEspaña 2019 el sábado pasado, aprovechando que tenía prevista una comida con un grupo de amigos. Si las exposiciones que comentaba entonces tenían una relación y una coherencia conjunta, el resto… pues va cada una a su aire. Así que me limitaré a ir indicando lo que había, con un breve comentario sobre lo que me parecieron.

Contactos de William Klein en Fundación Telefónica; encabezamiento, libros de Hervé Guibert en galería Loewe.

Imprescindible hablar de la exposición de William Klein en Fundación Telefónica. Aquí fui un poco empanado. En 2012, tuve ocasión de visitar una exposición dedicada al neoyorquino en Londres, la Tate Modern. Y tenía la sensación de que sería más o menos lo mismo. Pues no. Había olvidado que aquella fue una exposición en la que se contrastaban y comparaban las obras de Klein y del japonés Daido Moriyama. Así que aquí estamos ante una retrospectiva de toda la obra de Klein. De por sí, eso ya la hace recomendable, puesto que Klein es uno de los grandes, uno de los referentes de la fotografía en el siglo XX. Simplemente, si vais por Madrid y os gusta la fotografía, no os la podéis perder. Y está muy bien comisariada. Aunque las voces de los que llevaban las visitas guiadas fueran un poco chirriantes, y un poco simplones en sus explicaciones. Una tarra.

La Fundación Mapfre, en sus salas de Recoletos o Bárbara de Braganza, están muy cerquita una de otra, es frecuente que programe exposiciones de fotógrafos muy destacados en la historia del medio. Pero no siempre se incluyen, aunque coincidan, en el programa de PhotoEspaña. En esta ocasión sí. Y la fotógrafa de turno es nada menos que Berenice Abbott, otro nombre que sencillamente no te puedes perder. Muy recordada por sus paisajes urbanos neoyorquinos, lo cierto es que sus retrato me suelen interesar mucho más. No sabía, y disfruté, de su vertiente como fotógrafa científica. Como digo, otra imprescindible. En esta ocasión, la fotografía esta en la sala de Recoletos. Últimamente este medio artístico lo suelen en exponer en Bárbara de Braganza.

Darío Villalba en la sala Alcalá 31.

Donna Ferrato saltó ya hace tiempo a la primera fila de la palestra fotográfica por sus reportajes sobre las mujeres que sufren la violencia de género, el maltrato de sus parejas. Fotografías difíciles, duras, comprometidas, de una autora que ha hecho de la lucha contra el maltrato un eje central en su vida. Pequeña exposición en una pequeña sala del Círculo de Bellas Artes, pero también imprescindible. La exposición grande en el Círculo era sobre las vanguardias y la propaganda en la Unión Soviética entre la revolución y la guerra mundial, en la que se mezcla la fotografía, con el diseño, con la tipografía y con las políticas editoriales y propagandísticas del régimen soviético.

Joel Meyerowitz es uno de mis fotógrafos favoritos. Especialmente cuando trabaja con gran formato, en paisajes semiurbanos maravillosos. Pero en general en cualquiera de sus series. Quedé encantado con su obra cuando visité una retrospectiva de su obra en Viena en 2013. En la Casa de América, en cuyo restaurante comimos, presenta una exposición más modesta. Las fotografías que tomó en una estancia en Málaga y alrededores en los años 60. Fotografías con mucha sorna, llenas de humor, pero sin acritudes, que nos muestran una España, la del tardofranquismo, que por mucho que nos arranque una sonrisa nostálgica, no dejan de ser las de un país que había perdido el tren de la historia. Una pena. En la Casa de América también podemos ver un montaje de vídeo sobre la historia de la fotografía en Cuba, abarcando más de 100 años de historia, y un trabajo de Diana Markosian sobre la fiesta de la Quinceañera, también en Cuba.

Actividad editorial y diseño en la Unión Soviética de anteguerra en el Círculo de Bellas Artes.

Las exposiciones del Real Jardín Botánico, cada vez más caras de visitar, están patrocinadas por la Fundación Enaire. Y además de una dedicada a los trabajos reconocidos y premiados por los premios que otorga esta fundación, la exposición más interesante es la de Javier Vallhonrat y su trabajo alrededor del glaciar de la Madaleta en el Pirineo Central, en el cual transformó una pequeña tienda de campaña en una cámara oscura y cámara fotográfica. Un trabajo profundo, complejo y muy esforzado. Conceptualmente muy interesante desde mi punto de vista, aunque, por lo que pude ver, poco comprendido por otros visitantes. Me gustan las reflexiones fotográficas que Vallhonrat hace sobre el paisaje y el medio ambiente.

También en el programa oficial, nos encontramos con la amplia exposición que la Fundación ICO propone sobre las misiones fotográficas europeas, una serie de proyectos realizados en distintos países del viejo continente en los que distintas instituciones reúnen a fotógrafos para reflejar los cambios en el ambiente y en el paisaje, casi siempre derivados del desarrollo, controlado o incontrolado, los fenómenos de neourbanización e industrialización y los contrastes en los paisajes de un territorio o un país. Son un tipo de trabajo que parece menos lucido desde el punto de vista artístico, aunque se veían fotografías muy notables, pero que me parece que tiene gran trascendencia e importancia y un género por el que siempre me he sentido atraído.

En otro estilo, la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid, ausente del programa en los últimos años, nos propone una interesante exposición del artista ya fallecido Darío Villalba (1939 – 2018), una retrospectiva que incluye obras de gran formato en las que se mezcla la fotografía con otras técnicas. Partiendo de las formas propias del pop art, los temas que desarrolla son mucho más introspectivos sobre la naturaleza y la soledad del ser humano.

Las «quinceañeras» de Diana Markosian en la Casa de América, minutos antes de afrontar un estupendo plato de pulpo a la brasa en el restaurante del lugar.

Fuera de la selección oficial, en la sala Loewe pude visitar las obras de Hervé Guibert, un fotógrafo muy comprometido contra la intolerancia, especialmente hacia la identidad y orientación sexual de las personas. Y en la sala de exposiciones de La Fábrica, donde compré algún libro de los que ya hablaré otro día, había algunos paisaje neoyorquinos de Donna Ferrato, la misma autora que hemos comentado antes, pero que cambia de tercio y nos muestra los cambios y el ambiente de TriBeCa en la Gran Manzana.

Y después de todo… me dejé,… imposible… no daba tiempo ni posibilidades,… otras exposiciones muy interesantes. Tal vez, si me puedo escapar durante el verano otro día a Madrid… El 10 de agosto tengo que coger un avión por la tarde a Berlín. Quizá me dé tiempo a ver por la mañana alguna exposición más. Ya veremos.

Con Javier Vallhonrat en el Real Jardín Botánico.

[Cine] Dìqiú zuìhòu de yèwǎn [地球最後的夜晚] (Largo viaje hacia la noche) (2018)

Cine

Dìqiú zuìhòu de yèwǎn [地球最後的夜晚] (2018; 32/20190614)

De del director chino Bi Gan (os recuerdo que en los nombre chinos el apellido va en primer lugar) habíamos oído hablar. Pero no habíamos tenido ocasión de ver su película de debut, algo que queremos resolver en cuanto podamos. En cualquier caso, teníamos nuestra discusión sobre esta película. Había miedo a que fuera «demasiado de arte y ensayo» por parte de un sector del pequeño grupito que visitamos juntos las salas del cine. Pero para mí había un pequeño detalle que hacía «obligatoria» la visualización del cine. En el papel femenino protagonista figuraba Tang Wei, actriz china que protagonizó en su momento una interesante película de Ang Lee, a mí me gustó mucho, en la que se incluían escenas de camas bastante subidas de tono, lo cual provocó la caída en desgracia y las represalias por parte del aparato político de la dictadura china. Da igual si las dictaduras son fascistas o comunistas; en este aspecto, y en casi todos los demás, son iguales o similares. Si la medida censora ya es injusta y estúpida por sí misma, el que se castigase un excelente trabajo como el que hizo esta actriz en un difícil papel en aquel film, todavía nos parecía más injusto. Por lo tanto, ahora que poco a poco ha ido recuperando en parte su lugar en el mundo del cine, parecía de justicia ir a ver una de sus películas. Doble expectativa, por lo tanto, ante este largometraje.

Obligatoriamente nos vamos a China,… y ya que estamos hablando de amoríos, que mejor que las novias que se hacen sus fotos en el Bund de Shanghai. Me encantan los vestidos rojos de las novias chinas.

Las historia que nos cuenta Bi Gan es la de un hombre, Luo Hongwu (Huang Jue), que vuelve a su ciudad natal, Kaili (también es la ciudad natal del director), donde busca a una mujer que tiempo atrás fue su gran amor. Sólo tiene un dato sobre ella para empezar a buscar; su nombre, Wan Qiwen (Tang Wei). Y que era la «novia» de un mafioso en aquel verano 20 años atrás.

Sin duda alguna, nos encontramos ante una de esas películas, hoy en día llamadas de cine de autor, que hace cuarenta años hubiesen entrado en el circuito de las salas de cine de arte y ensayo. Con dos partes diferenciadas, en la primera el director juega con el presente y el pasado, alternando secuencias sobre la búsqueda actual con otras sobre la relación entre el hombre y la mujer en el pasado. La segunda parte, con casi sesenta minutos de duración, es un espectacular plano secuencia, extremadamente complejo, que se mueve por una variedad de escenarios muy diversos, que yo pensé inicialmente que era un «falso» plano secuencia en el que los cortes estaban muy bien disimulados, como en cierta película reciente; pero que parece ser que no, que es real. Es un plano secuencia que exigió numerosos ensayos y hasta siete tomas para dar con la buena. Lo cual alucina más todavía.

No es una película fácil. Su argumento deja en el espectador numerosos interrogantes. Es una de esas películas en la que tienes que poner de tu parte para decidir qué historia estas viendo. Exige una participación activa del espectador. He visto cierta división de opiniones en los «críticos». Quienes le dan una calificación tibia, hablan de virtuosismo técnico, pero de flojedad argumental. Y quienes la consideran una obra maestra. Sinceramente, mi opinión se acerca a estos últimos. Obviamente, a muchos críticos y comentaristas del cine actual que han crecido en un cine donde buena parte de las producciones están realizadas pensando en la taquilla, y orientadas a un público adolescente, tenga 14 o tenga 44 años, esta película no la pillarán. Es exigente, es conceptual, es rica en datos visuales, pero escasa en diálogos que te aclaren lo que pasa, lo que pasó o lo que pudo haber pasado.

En cuanto a las interpretaciones, son sobrias y al servicio de la obra cinematográfica, pero ricas en matices. Ambos protagonistas lo hacen muy bien. Y si nos paramos en Tang Wei, a quien queríamos de alguna forma «desagraviar» por lo mencionado por anterioridad, nos muestra sus capacidades con «dos papeles». El de la joven Wan Qiwen, bella, elegante, atractiva, misteriosa… y el de la madura Kaizhen, más chabacana, no menos misteriosa, y no menos atractiva de alguna forma. Una demostración que a sus cuarenta años es una actriz mucho más madura profesionalmente.

La recomiendo. No con carácter general. Ya digo que para mí se acerca a lo que es una obra maestra. Pero este tipo de cine no forma parte de la cultura popular cinematográfica. Exige esfuerzo. Y conviene haber cultivado previamente el género, los modos y las formas. Si se dan esas circunstancias, totalmente recomendable. Si lo vuestro es atiborraros de palomitas mientras un tipo tuerto con un parche en el ojo os explica una película, que no tiene nada que entender, mientras habla a unos cuantos «superhéroes» vestidos con pijamas de colores… pues no. No es recomendable. O sí si estáis dispuestos a hacer un esfuerzo, saliendo de vuestra zona de confort.

Valoración

  • Dirección: *****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

[TV] Cosas de series; placeres culpables, una vez más

Televisión

Parece mentira, pero a esta alturas de junio, aún no había encontrado ocasión para comentar series, o finales de temporada, que vi a mediados de mayo o poco antes de coger vacaciones. Vayamos con un par de ellas. En un comentario breve, porque ando con poco tiempo, y dejaré para la semana que viene las series que vi en el entorno de las vacaciones. Ya lo adelanto, lo habréis visto en el título de la entrada, las de hoy entran dentro del concepto de los guilty pleasures, esos placeres televisivos que nos hacen sentir culpables puesto que sabemos que lo que estamos viendo, si no es un bodrio, se le acerca, o es muy cuestionable en sus planteamientos.

Visitamos Corea del Sur con la excusa de que es la nacionalidad de uno de los placeres culpables de hoy.

Y ahí me tenéis que, después de catorce años, sigo misteriosamente enganchado a Grey’s Anatomy, drama médico con argumentos más propios de las teleseries de adolescentes e institutos, salvo por las periódicas catástrofes que sacuden periódicamente, al menos dos veces por temporada, a la ciudad de Seattle o al hospital que es escenario de los dramas de Meredith (Ellen Pompeo) y compañía. Con una de las protagonistas más sosas y menos interesantes de la televisión mundial, aunque la tercera mejor pagada entre las actrices a nivel mundial en 2018,… si ella se va se acaba la serie, deben pensar,… con temas repetitivos, con continuos déjà vecu en los argumentos,… ahí se mantiene, con quince temporadas a cuestas y sabiendo que está renovado hasta la 17ª temporada, lo que lo convertirá en el drama médico más longevo de la televisión. Conozco perfectamente todos sus defectos. Me insulto a mí mismo con vehemencia por seguir viendo esta serie delante del espejo con cierta frecuencia. Pero sigo con ella.

De todos modos, mis guilty pleasures por excelencia en los últimos años, desde que me suscribí a Netflix, son las teleseries coreanas. Series muy maniqueas, ridículas en muchas de sus situaciones, estereotipadas, sin embargo me privan. Y reconozco que de vez en cuando aparecen destellos de la calidad de algunos de sus intérpretes. Al fin y al cabo, en cine, los coreanos hacen cosas muy interesantes. Siempre llevo alguna al retortero. La última que terminé de ver es Possessed [título internacional, Bing-ui (빙의) es el título original en coreano]. Un dramón con asesino en serie y temas sobrenaturales, y un romance improbable entre un chica con capacidades de medium que está como un queso, Go Joon-hee (a veces transcrito, como Ko Jun-hee o Go Junhui o Ko Chunhui… que lío la romanización de los nombres coreanos), una monada, limitada interpretativamente eso sí, y un policía muy feo y muy tosco, Song Sae-byeok. El caso es que lo que parecía ser una mezcla de drama policíaco con comedia romántica, acaba derivando a tonos oscurísimos con tonos de tragedia donde muere hasta el apuntador. Floja, pero me la he tragado al ritmo de dos episodios por semana.

En fin… es lo que hay. De vez en cuando me dejo llevar por cosas no especialmente recomendables. Aunque ya aviso que los próximo dramas coreanos tendrán más nivel, especialmente uno, por el lado de la interpretación femenina. Pero eso ya llegará dentro de unas semanas. Porque una vez más, avanzan al ritmo de dos episodios por semana.

[PhotoEspaña 2019] Susan Bright como comisaria invitada

Fotografía

Como ya comenté el domingo, el sábado estuve en Madrid. El motivo del viaje fue una pequeña reunión de amigos, que nos juntamos a comer y celebrar que una de nosotros, tras un período de crisis, había salido con bien de la misma. Sin más detalles. Un tema complejo. Yo aproveché para ir desde principio de la mañana y aprovechar la misma viendo exposiciones de PhotoEspaña 2019. E incluso por la tarde me dio tiempo a ver alguna más y pasarme por La Fabrica para ver algunos libros de fotografía. Os voy a contar la jornada en dos entradas.

Tradicionalmente, el festival de fotografía más importante del país tenía un tema que ligaba con cierta coherencia las principales exposiciones, al menos del programa oficial. Pero en los últimos años, han optado por tener un comisario invitado, que propone y comisaría algunas de las exposiciones bajo un determinado punto de vista, quedando el resto de las exposiciones como algo con cierta variedad y con cierta libertad de la sala de exposiciones para ajustarla a su estilo y línea de trabajo. Este año la comisaria invitada es Susan Bright, con una serie de exposiciones bajo el lema ¿Déjà Vu?. Estas son las que van a constituir mi primera entrada sobre mi visita a PhotoEspaña 2019.

Laura Letinsky en el Museo del Romanticismo.

Aunque en algún lugar he leído que hablan de Susan Bright como fotógrafa, lo cierto es que son otro tipo de actividades profesionales en el ámbito de la fotografía las que la han dado a conocer y le han otorgado prestigio en el medio. Trabaja como comisaria de exposiciones en algunas de los museos y galerías más prestigiosas, y ha escrito y publicado un cierto número de libros y ensayos sobre fotografía contemporánea. Yo tengo alguno de ellos, en concreto, la versión en castellano de Art Photography Now, publicado en 2005. Yo sigo habitualmente su actividad; por ejemplo a través de su cuenta en Instagram.

De las cinco exposiciones que comisaría en PhotoEspaña 2019, visité cuatro de ellas. Una, sobre la reinterpretación del concepto de bodegón o naturaleza muerta en la fotografía contemporánea a cargo de las fotógrafas Sharon Core y Laura Letinsky. Una pequeña pero interesante exposición en el Museo del Romanticismo, en la que la obra de Core juega con la translación del bodegón clásico en pintura al medio fotográfico, especialmente en sus arreglos florales. Por otro lado, Letinsky trabaja sobre recortes de libros y revistas para construir sus naturalezas muertas, en las que la fotografía adquiere una doble dimensión, como medio de transmisión, pero también como parte del contenido del mensaje. Por cierto, que alguna vez tengo que plantearme la visita del propio museo,… pero es que el período romántico no es de mis preferidos. De hecho,… le tengo un poquito de paquete. Pero eso lo explico otro día.

Elina Brotherus en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa.

En la plaza de Colón, en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa encontramos reunidas las otras tres exposiciones comisariadas por Bright que visité.

Délio Jasse, angoleño radicado en Milán, bucea en la fotografías de la época colonial portuguesa, para mostrar la actitud de los colonos blanco que trasladan su Europa y sus costumbres a África, dejando de lado e ignorando en la práctica a los auténticos africanos que viven allí. En otro de sus trabajos mostrados, muestra las transformaciones despersonalizadoras de las ciudades africanas.

La británica Clare Strand nos muestra los resultados de un experimento artístico que realizó con su marido para mostrar las consecuencias de la transmisión a distancia de la información fotográfica a través de distintos medios. Cogió una serie de fotografías en blanco y negra, y a través de una cuadrícula, una especia de «pixelación» grosera, asignó un valor numérico a los tonos de la imagen de 1 a 10, al estilo de las zonas de Ansel Adams, para luego dictarlos por teléfono a su marido, que los trasladaba a un lienzo con pintura en 10 tonos de grises entre el blanco y el negro. Si sumas al cambio de medio, los errores en la transmisión de la información, tienes una muestra palpable de que la información nunca se transmite de forma completamente fiable. Interesante reflexión.

Diapositivas recuperadas por Délio Jasse.

Pero probablemente la exposición estrella de las comisariadas por Bright, y una de las más importantes de esta edición de PhotoEspaña, sea la dedicada a la finesa Elina Brotherus. Estoy al tanto de la obra de Brotherus desde hace muchos años. No es que sea especialmente aficionado a la obra de estos fotógrafos nórdicos que en ocasiones me resultan especialmente fríos y analíticos. Pero he de reconocer que los introspectivos autorretratos de esta fotógrafa me han llamado siempre la atención, tanto cuando los realiza en interiores, en un versión moderna de la recientemente redescubierta Francesca Woodman, desconozco en qué medida influyó el trabajo de esta en la finesa, o sí son líneas de evolución paralelas, como si están integrados en el paisaje. En la exposición que presenta Susan Bright, asistimos a la reinterpretación de obras fotográficas, videográficas o performances propuestas por otros artistas conceptuales, a la forma propia y personal de concebir la fotografía y la obra videográfica por parte de Brotherus. Una exposición en la que me hubiera pasado mucho más tiempo del que disponía. Si la tuviera a mano en mi ciudad, sin duda iría varias veces a visitarla para ir extrayendo todo el abundante jugo que contiene.

Como se puede ver, en su ¿Déjà Vu?, Susan Bright propone una reflexión sobre el medio fotográfico del que es teórica, a través de la obra de los propios fotógrafos que trabajan en obras hipercontextuales con el medio. La fotografía es el tema principal de estas exposiciones fotográficas, su uso y representaciones contemporáneas. Interesante, ¿no?

Los diez tonos de gris para la transcripción de las fotografías de Clare Strand.

[Libro] El verano sin hombres

Literatura

Poco antes de salir de viaje hacia China en mis dos semanas de vacaciones de final de primavera, se conocía en la prensa que el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019 se concedía a Siri Hustvedt. No soy muy dado a interesarme por estos premios que otorgan fundaciones a través de prestigiosos jurados y esas cosas. Suelo dar más importancia o me interesan más aquellos premios en los que los premiados son elegidos entre sus pares. No es que esta fórmula carezca de vicios, véase los Oscar; pero bueno,… nunca se conocerá la naturaleza de cómo un jurado «de prestigio» delibera, y que razonamientos se exponen. En un premio como el Princesa de Asturias, uno sospecha lo políticamente correcto juega un papel muy importante sobre la calidad o las cualidades de los candidatos. Pero qué queréis que os diga, me alegro que se lo hayan dado a Hustvedt.

Simplemente, algunas fotos en blanco y negro tomadas hace unas semanas con mi cada vez menos nueva Fujfilm XF10, interpretadas en blanco y negro, de la vida social en la calle de Zaragoza. Despedidas de solteras incluidas, que al fin y al cabo el matrimonio es uno de los temas que trata la novela de hoy.

Conocida por muchos… en realidad en este país es conocida por pocos. Pero, de esos pocos, muchos la conocen más por ser la segunda esposa de Paul Auster que por sus méritos propios. Que no son pocos. Yo la conocí a propósito de la literatura. Y en aquel momento, yo no sabía quién era su conyuge. La editorial La Fábrica publicó una breve colección, una pena que ya no siguiera sacando más títulos, en la que unía relatos literarios de buen nivel con las fotografías de fotógrafos también de gran calidad. Y uno de ellos unía a Hustvedt y al iraní Reza en un estupendo libro de relatos en torno a la figura de Simbad el marino.

Para celebrar el premio, decidí adquirir este «verano sin hombres», que iba a ser mi lectura durante el viaje a China. En él, una mujer, poetisa, en sus cincuentaytantos se refugia en su ciudad de origen, donde vive su anciana madre, después de una ruptura con su marido, que se ha liado con otra mujer más joven, lo cual desencadena un episodio de trastorno psicótico breve que la lleva a un hospital. Recuperado del cual, durante un verano, antes de reincorporarse a su trabajo académico, se refugia como decimos en la localidad de origen. Allí, reflexionará sobre su vida, se relacionará con su madre y su grupo de ancianas amigas, y dará clases de poesía a un grupito de treceañeras, que llevan sus conflictos inter e intrapersonales a cuestas.

En su conjunto, Hustvedt nos plantea su visión de la vida de la mujer, desde que sale de la niñez y se tiene que enfrentar a la sociedad y a las relaciones interpersonales por primera vez, sometida a tensiones (trata bastante el tema de abuso entre adolescentes) hasta la vejez, el miedo a la pérdida de la autonomía personal y a la muerte. A no ser. También cómo las convenciones sociales han condicionado tradicionalmente las vidas de las mujeres, forzándolas incluso a vivir una doble vida; una pública, de acuerdo a la moral dominante, y una privada, de acuerdo con los propios valores y creencias. Una reflexión que evita los tópicos de este tipo de situaciones, frecuentemente vistos en otras obras literarias y en el cine, para ir a una visión feminista pero no carente de autocrítica hacia el propio género femenino.

No está mal el libro. Tengo la sensación de que no es su obra más conseguida, de hecho ya tengo otra en espera que me despierta más expectativas. Pero está bien. Es recomendable. Se lee bien, teniendo una escritura y un planteamiento cuidados, y sabe evitar una linealidad monótona en el desarrollo de una historia, que no es una tanto una historia en sí misma como un corte en el tiempo, un segmento en la vida de una mujer que le sirve de recapitulación de lo que ha sido hasta ese momento y de lo que puede ser en un futuro. Con un aire de optimismo general hacia las capacidades de las mujeres, representado en lo que ha sido la madre y su grupo de amigas, como en la energía vita de la hija.