Netflix sigue confiando en los dramas coreanos para rellenar su catálogo, sabiendo probablemente que hay un buen número de aficionados a estas producciones en todo el mundo, y que también estamos los que, conociendo sus debilidades, nos enganchamos a ellas como exótico guilty pleasure. Algunas cosas van cambiando. Cada vez potencia más los estrenos de producciones propias o en combinación con cadenas coreanas. Las primeras son estrenadas y difundidas por Netflix en todo el mundo. Las segundas son producidas por otra cadena, pero Netflix adquiere sus derechos de difusión mundial con el sello de «Netflix original». No siempre soy capaz de diferenciarlas. Y últimamente ha habido algún cambio en el modo de emisión. Si antes iban saliendo al catálogo los episodios al ritmo de uno o dos a la semana. Ahora ya ha habido alguna que se ha lanzado toda a la vez, propiciando el maratón de placer culpable. En las últimas semanas he terminado de ver o he visto un par de ellas. Suelo dejarlas para los fines de semana, días que destino a NO pensar en la medida de lo posible. Y estas series son ideales para ello.

Chokolit [초콜릿], o sea Chocolate, es pura televisión «cebolla». Dos niños huérfanos o como si lo fueran, que se conocieron de niños, y que vuelven a coincidir de adultos, llevándose de pena. Ella, cocinera, muy simpática y cariñosa, a pesar de lo mucho que ha sufrido en la vida; el, neurocirujano, serio, un poco bastante sieso, también con su dosis de drama familiar. Y tras una serie de desencuentros, acaban trabajando juntos en una clínica de cuidados paliativos (imaginaos si hay para echar lágrimas), mientras son amenazados por malvados familiares. Pues eso, puro dramón, puro placer culpable, bastante previsible. 16 episodios que se fueron emitiendo semana a semana en Netflix, de dos en dos, tras su estreno en Corea del Sur. Ahora ya se puede ver todos en la plataforma de vídeo bajo demanda.
Na Hollo Geudae [나 홀로 그대], que significa Mi holo yo, donde «holo» es una abreviatura de «holograma», aunque internacionalmente se conoce como My Holo Love. Que quede claro que es un drama romántico. Esta es más animada, aunque con esquemas similares. Dos personas que se conocieron de niños, aunque no se recuerdan, cada una con sus problemas. Él, un genio de la informática, que ha creado una inteligencia artificial en forma de holograma que sólo se puede ver con unas gafas especiales. Ella, una discreta empleada, poco apreciada por sus compañeros, aunque es monísima, porque tiene un problema que guarda en secreto. Tras una serie de avatares, causados por unos malísimos rivales de la empresa de él, la chica pasa a ser la «beta tester» de las gafas y el holograma, del que se enamora. Ah… el holograma tiene la misma apariencia que él, claro. A partir de ahí… todo es previsible. Esta serie está «casi» bien. Aunque está muy lastrada por unos flojos intérpretes. Especialmente la chica, que como ya he dicho es monísima, pero más bien sosita. Producción exclusiva de Netflix, que subió los 12 episodios a la vez a su plataforma, así que ideal para un maratón desde el principio.
Ahora a esperar el próximo estreno, este fin de semana que viene, y que está muy valorado en IMDb, ya que se ha ido estrenando poco a poco en su país de origen. Parece que una damisela en apuros acabará aterrizando por accidente en Corea del Norte… esto parece una novedad…
