No lo he hecho a propósito pero me acabo de dar cuenta que en los últimos tiempos he terminado muchas temporadas de series que se mueven en el ámbito de la ciencia ficción, en la aventura espacial, con o sin viajes en el tiempo. Vamos con dos de ellas.
Decimosegunda temporada ya para la nueva época de Doctor Who que dio comienzo en 2005, y que nos trajo hace ya un tiempo su primera reencarnación femenina de la mano de Jodie Whittaker. Aunque ya podríamos decir que ya ha tenido dos versiones femeninas, suponiendo que se cuenten las reencarnaciones de universos alternativos. Creo. Siempre ha sido una serie que ha oscilado entre la aventura espacial cienciaficcionesca y el terror fantástico extraterrestre. Prefiero lo primero, aunque me he quedado con la sensación de que en esta temporada ha predominado lo segundo. Si bien los últimos episodios han sido más espaciales. No está mal, sigue siendo entretenido, me gusta el toque que le da Whittaker, pero… hecho de menos los tiempos en los que se acompañaba de algún compañero, casi siempre compañera, carismática. Ahora tiene un grupo de ellos, tan políticamente correctos, que parecen un anuncio de Benetton pero con los bebés ya talluditos. En fin… la verdad es que me gusta cuando vuelve, ahora, la Doctora, pero ya no me entusiasma como antaño.
Ale… aventuras espaciales para todos los gustos. En Disneyland Paris.
Y hemos tenido en HBO la primera temporada de una parodia espacial protagonizada por Hugh Laurie, en el papel de «capitán» de la Avenue 5, que también es el nombre de la serie, una nave que por un «accidente», se sale de trayectoria y ve convertido su viaje espacial de unas semanas en uno de varios años. Empeorando la situación cada vez que intentan arreglarlo. Humor absurdo, humor negro, humor escatológico, humor políticamente incorrecto, aunque no demasiado, que tardó un poco en entrarme, pero que al final me ha divertido. Mejorable, francamente, pero visible.
Comentaba hace unos días que Netflix está subiendo el catálogo de Studio Ghibli a su oferta cinematográfica. Película diversas, muy bellas algunas de ellas, que transmiten buenos valores humanos, técnicamente estupendas, que me parecen muy adecuadas para los tiempos de confinamiento domiciliario que vivimos. Especialmente si se está en familia y con niños y adolescentes. Abandonad las propuestas de Disney un rato… y si sois capaces de percibir el mensaje, veréis que estas películas de animación superan a la mayor parte de las propuestas del gigante americano en varias dimensiones. Si en el enlace que he puesto antes hacía referencia a las películas de Isao Takahata, hoy me centraré en tres películas que comparten dos cosas en común. Sólo las he visto previamente en una ocasión, y todas se inspiran o se basan en obras de la literatura occidental.
Siguiendo la estela de los seres diminutos de Ghibli, nos moveremos entre los parques de Tokio, como el Ueno (también en el encabezado),…
Tenkū no Shiro Rapyuta [天空の城ラピュタ, El castillo en el cielo] está dirigida por Hayao Miyazaki, el principal y más conocido director del estudio. La historia es original, pero toma prestado de Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift uno de los reinos maravillosos que nos describió el irlandés. Se trata del reino de Laputa [lo siento, es así en el original, por mal que suene; en los primeros doblajes al español se le llamó Lapuntu, aunque ahora se respeta el nombre original], una isla flotante que domina a un amplio número de países. Aquí veremos cómo diversas facciones buscan adueñarse de las maravillas tecnológicas de la isla, ya abandonada, mientras que dos jóvenes adolescentes intentan evitar la catástrofe bélica que de ello derivaría. Un entretenido canto a la amistad y la solidaridad, con un claro tono antibelicista y lleno de máquinas voladoras, que tanto le gustan a Miyazaki. Nunca me ha parecido a la altura de sus obras maestras, pero es muy entretenida, especialmente para ver con niños.
Gedo Senki [ゲド戦記, Cuentos de Terramar] está dirigida por Gorō Miyazaki, hijo de Hayao. Está basada en algunas de las historias sobre el mundo de Terramar de Ursula K. Le Guin. El título original de la película se traduciría como Las crónicas de guerra de Ged. Es una de las películas menos valoradas de Studio Ghibli. Y ciertamente, ni su manufactura ni su guion están al mismo nivel que muchas otras. Pero no nos confundamos, eso no quiere decir que no sea una película apreciables y entretenida. También insiste sobre los valores de amistad y solidaridad, mientras critica la ambición de poder que entre los poderosos se da.
… Shinjuku,…
La siguiente, y última por hoy, es un película que me parece absolutamente encantadora. Relativamente reciente, de 2010, dirigida por Hiromasa Yonebayashi, Karigurashi no Arriety [借りぐらしのアリエッティ, Arrietty y el mundo de los diminutos] está basada en la novela The Borrowers de la británica Mary Norton. Nos habla de un familia de seres diminutos, padre, madre y Arrietty, una joven de 14 años que se inicia en el mundo de las incursiones al mundo de los humanos, que es parte de su forma de subsistencia. Esto coincide con la llegada a la mansión donde habitan de un niño, Shō, que está gravemente enfermo del corazón, cuya madre, divorciada tiene que viajar constantemente para trabajar, y acude a la mansión para recibir los cuidados de su abuela. En un descuido, el niño descubrirá a Arrietty, lo que dará nacimiento a una amistad, pero también a que la vida de la familia de seres diminutos se vea puesta en riesgo. Me parece una historia sencilla, delicada y bellamente expresada en esta película de animación, con aventuras muy entretenidas. El título original se podría traducir, más o menos, como Arrietty, la incursora.
Seguiré repasando las películas del estudio. Menos una,… que me siento incapaz de volver a ver. Demasiado triste. Aunque sea prácticamente una obra maestra.
Esta semana he tenido poco tiempo para revisar mis habituales fuentes de recomendaciones fotográficas y marcar unas cuantas de ellas para revisar el fin de semana. También me he dado cuenta de que con el tiempo he ido perdiendo algunas de esas fuentes de recomendaciones. O se han comercializado demasiado, o han desaparecido por la presión de las redes sociales a las que se han desplazado, ganando en variedad y agilidad, pero perdiendo en profundidad. En fin… como de lo que más surge en todos lados es cómo mantener la necesidad de hacer fotos permaneciendo en casa, pondré un par de ideas que han surgido por ahí. Y alguna otra cosa.
Revisando fotografías de hace unos años y reinterpretándolas en blanco y negro. Playas y bosques del cabo Skagen en Dinamarca (Leica D-Lux typ 109).
En Cartier Bresson no es un reloj nos hablan de la fotógrafa, o artista visual, como ella se define, Carrie Mae Weems, a quien he de reconocer que no conocía previamente. Weems utiliza para una de sus series, The Kitchen Table Series (1990), un escenario mínimo. Una mesa de cocina, sobre la que situa objetos diversos, cotidianos, y alrededor de la cual convoca a su gente más próxima. Y reflexiona sobre la relaciones sociales; de pareja, familiares, amistades,… expresando claramente sus emociones. Algunas de las fotografías de esta serie me han parecido muy potentes.
En Lituania, la legislación sobre vuelo de drones debe ser bastante más laxa que en España. Porque la recomendación que nos proponen en Xataka Foto no me parece realizable. En España no se puede volar un dron en la ciudad y menos apuntando a las personas. No obstante, el lituano Adas Vasiliauskas no roba las imágenes de otras personas en su encierro preventivo. Contacta y concierta la fotografía que realiza a través del dron, sin necesidad de abandonar su domicilio. Son muy divertidas. Y obviamente se trata de un vecindario relativamente joven, o su selección de contactos lo es. Relajante.
En otro orden de cosas, revisando algunas cosas en Photography of China, me interesé por el pintor y fotógrafo pekinés instalado en Shanghái, Yang Fudong. Y me ha parecido muy interesante. Unas fotografías modernas, con una idiosincrasia claramente oriental, pero diferenciadas, tanto de la imaginería oficial del régimen como de otros contemporáneos suyos más o menos disidentes de lo oficial.
Bloqueados en casa, con los espectáculos públicos suspendidos, la única posibilidad que tengo para actualizar mi listado de películas de estrenos es lo que aparezca en las plataformas de vídeo bajo demanda. Y eso implica mucha precaución, porque hay mucho producto de mero entretenimiento, sin interés. En cualquier caso, me fije hace unos días en esta película dirigida por Liz Garbus, una cineasta que se ha movido más por el cine documental, y que presentaba una propuesta con un reparto interesante.
El paisaje del norte de Jutlandia, en Skagen (Dinamarca), nos servirá para imaginar que estaos en las playas de Long Island (EE.UU.)
La película trata de un caso real de asesinatos múltiples en el entorno de una urbanización privada pudiente en las playas de Long Island, en el que aparecieron muertas un número entre 10 y 16 mujeres, muchas de ellas relacionadas con la prostitución, que pudieron ser asesinadas por uno o quizá dos asesinos. Para acercarse al caso, la película sigue a la madre de una de las víctimas, Mari Gilbert (Amy Ryan) que junto con sus hijas Sherre (Thomasin McKenzie) y Sarra (Oona Laurence) se dedica a buscar a la hija mayor desaparecida. Y que con frecuencia se enfrenta con el policía al cargo del caso (Gabriel Byrne).
El problema es que la película resulta fría, y los conflictos internos de las personas que protagonizan en la película quedan trazados de forma muy grosera. Supongo que la directora, fiel a sus orígenes en el documental, busca también una aproximación fiel a los hechos, aunque se pronuncie tácitamente sobre sus principales sospechosos. Pero no te despierta emoción alguna. La presencia Byrne, Ryan y la joven McKenzie es lo que provocó el interés por la película. Y cumplen con oficio, pero sin destacar, quizá porque el material de partida no lo permite.
Sinceramente, no puedo recomendar esta película que, al fin y al cabo, queda a la altura, no importan sus pretensiones, del típico telefilme de sobremesa «basado en hechos reales».
Ayer empecé la mañana con un bajón de ánimo, nada alarmante, pero muy presente. En realidad, venía de la tarde anterior. Hoy estoy mucho más animado. Tenía invertidos 620 euros en un viaje a China que no se va a hacer, y la compañía aérea ya ha comunicado la suspensión de los vuelos y la posibilidad de solicitar el reintegro. Vale… nada se pierde; salvo el placer del viaje, algo que llevo muy mal. Con el lunes ha llegado la vuelta al trabajo; la administración me considera trabajador esencial y me ha dado salvoconducto. Todos los días. También me alegra; me permite salir de casa y hablar con gente. Además, como han mandado a casa a mucha gente, la gente que nos hemos quedado estamos con muy buen ambiente. Y finalmente, además de hacerme venir, me he encontrado con una tarea que me apetece hacer y que hará que vuelva contento a casa. Cansado, pero contento. Así que,… todo bien, a un nivel personal. De momento.
La fortaleza de Suwon representa en esta ocasión a las ciudadelas y fortalezas que aparecen en «Kingdom». No sé si se corresponden a la misma época, pero es que a mí, todas las épocas de Corea anteriores a mediados del siglo XIX me parecen la misma.
Y mientras, sigo terminando de ver temporadas de series, más o menos interesantes.
The outsider llegó con su primera temporada a HBO con mucha fuerza. Adaptación de una obra de Stephen King, y con un reparto que prometía. He decir que no soy muy fan de las obras de Stephen King, de hecho no lo leo, y tampoco de las adaptaciones de sus obras al cine, aunque hay muy notables excepciones. Al final decidí que merecía la pena darle una oportunidad. La cosa empezó que ni fu ni fa. En realidad, bien el primer capítulo, pero seguido de unos devaneos con los sobrenatural que nunca me resultan muy atractivos. La catástrofe vino cuando alguien va y dice que se están enfrentando [ATENCIÓN SPOILERES RIDÍCULOS] como decía, se están enfrentando al coco. Sí, al de «cómete la sopa, que viene el coco», «a la cama, que viene el coco». El «coco» ibérico de toda la vida. El de ir a las ferias de adolescentes y preguntarle al del puesto, «¿tiene coco?; ¿sí?; pues qué miedo… y salir por piernas» ¿Quién demonios se va a tomar en serio una serie con esta premisa? [FIN DE LOS SPOILERES RIDÍCULOS]. A punto estuve de mandarlos a freír espárragos. Pero aguanté. Al fin y al cabo, un episodio por semana, poca sobrecarga es. Los último episodios mejoran algo, pero vas con el prejuicio generado. Una pena, porque el reparto estaba bien, aunque algunos de sus mejores nombres desaprovechados. La peripecia ha terminado; el caso cerrado. Pero han dejado abierta la serie a continuaciones. Ya veremos, que dijo un ciego a otro ciego. Una serie que se queda por debajo de expectativas.
Kingdom llega a su segunda temporada en Netflix. En un principio tenía todos los ingredientes para no verla. Coreana, de época y de zombis. Pero tiene varias virtudes. Una muy importante. Frente a los interminables 16 episodios de más de una hora de duración de la mayoría de las series surcoreanas, nos presentaba un esquema de seis episodios por temporada de 45 minutos de duración. Y un reparto que lo hace razonablemente bien. De esta forma, han podido montar un producto bien hecho, dinámico y muy entretenido. Nada que envidiar a producciones de otros países con más abolengo en las series de género. Y su segunda temporada ha sido más entretenida todavía, mezclando muy sabiamente dosis de desmadre zombie, con su notitas de humor bien dispersas, con un drama político razonablemente planteado y muy bien y coherentemente resuelto. Nos han dejada abierta la puerta con una tercera temporada. Que probablemente veré. Al contrario que la atenrior, una serie que se queda muy por encima de expectativas.
No me gustan los datos de nuevos casos de la epidemia. Y eso que no han publicado todavía los de ayer. Pero cuando parecía que la curva epidémica se aplanaba, dio un empujón hacia arriba. Puede haber muchas explicaciones, unas más positivas y otras más negativas… pero podemos repetir lo que ha sucedido en Italia. Y no es buena noticia. Así que hoy no estaba con muchas ganas de hacer estas recomendaciones fotográficas. Pero me voy a obligar. Aunque sea de forma telegráfica.
Mañana o pasado os cuento más de la serie de fotos que ilustran la entrada de hoy… Simplemente decir que son paisajes urbanos de Zaragoza de antes del aislamiento social.
En Magnum Photos nos sigue ofreciendo con frecuencia recomendaciones dentro de su enorme catálogo de fotografías:
En un tono poco trascendente, el trabajo de Dennis Stock como fotógrafo de rodaje en American Graffiti de George Lucas. Era el momento en que Lucas aparecía como un cineasta emergente e interesante. Pero se convirtió en otra cosa, para bien y para mal. Una película a revisar en algún momento.
Y «Chim» uno de los fundadores de la agencia, siempre se caracterizó por su empatía y sus trabajos con la infancia. Los niños fueron una de las peores víctimas del horror bélico en las guerras mundiales. Nos ofrecen fotografías de «Chim» sobre la lucha contra el analfabetismo tras el fin de la guerra. A los fascismos nunca les han gustado las personas cultas, porque piensan y no se dejan engañar fácilmente, y así quedó la Italia fascista culturalmente. Se podría decir lo mismo de otras dictaduras fascistas mucho más próximas, que hicieron de la represión al maestro una de sus máximas en sus primeros años.
Me gustan las series que mezclan el retrato con el paisaje, natural y humano. Creo que se complementan muy bien y nos dan una mejor idea de lo que pasa en un determinado lugar y a unas determinadas gentes. Por eso me ha gustado el artículo en Creative Boom dedicado al trabajo del fotógrafo Emile Holba (instagram) en el extremo norte de Noruega, donde confluye el país escandinavo con los extremos de Finlandia y Rusia. Un lugar que me gustaría visitar. Ya veremos cuando y cómo.
Cartier-Bresson no es un reloj nos recordó hace unos días una de las más formidables fotografías de la historia de la fotografía, Tomoko Uemura in Her Bath de W. Eugene Smith. La siguen comparando con las piedades de la imaginería cristiana. Pero en la mirada de Ryoko, la madre de Tomoko, veo otros sentimientos, más intensos, que Leire Etxazarra también ve y describe en su texto, y que trascienden el concepto de «piedad» y que hace de la fotografía algo más trascendente. Y además nos habla de otro tipo de epidemias; las causadas por el ser humano, por la ideología capitalista, avariciosa e insolidaria con los demás. Tomoko murió a la edad de 21 años. Siguen existiendo desastres medioambientales. Las epidemias de coronavirus pueden ser consideradas, desde cierto punto de vista, desastres medioambientales.
No consigo recordar cómo llegué a este libro. A pesar de que fue algo que sucedió hace sólo dos semanas. Al terminar de leer algo o de ver algo, encontré una referencia a esta novela de Dazai Osamu, y me interesó. Me enteré en ese momento de que es la segunda novela más vendida en Japón después de Kokoro de Sōseki Natsume, que ya leí en su momento.
La novela nos habla de un joven de buena familia, que siempre ha encontrado enormes dificultades para comunicarse con sus semejantes y presentarse tal cual es, por lo que se esconde tras una actitud burlona, realizando payasadas que provocan la risa de los demás, que esconden su miedo hacia la interacción humana, pero que también hace que sea poco tomado en serio. Se traslada joven a Tokio donde vive en un ambiente de relaciones complejas con mujeres de todo tipo, de consumo de alcohol y finalmente de otras drogas. Con vocación de pintor, acaba viviendo de dibujar caricaturas y tiras cómicas. Intenta suicidarse varias veces y acaba ingresando en un centro psiquiátrico.
Nos iremos a las atestadas calles de Shibuya, Tokio, a principios de octubre del año pasado. Dejaré para otro rato mi mosqueo sobre porqué Japón declara tan pocos casos de enfermedad por coronavirus.
La novela es ficción, pero toma elementos reales de la vida de Dazai. Este tuvo una compleja relación con las mujeres, tuvo problemas con el consumo de alcohol y drogas, militó en el partido comunista en su juventud, por lo que fue detenido y torturado por el militarista estado japonés ultranacionalista de derechas, y tuvo varios intentos de suicidio, hasta que realmente se suicidó en 1948, padeció adicciones y tuberculosis, y procedía de una familia bien, con muchos hermanos.
La novela es dura. Nos presenta una vida dura, de incomunicación e incomprensión mutua, entre el protagonista y las personas que le rodean. Salvo algunos casos concretos, la visión de esas personas a través de la distorsionada del protagonista, nos impide conocer si tienen buenas o malas intenciones hacia el joven.
La novela se presenta con una introducción y un cierre de un escritor no identificado (que parece que se refiere a sí mismo como watashi, 私, una de las formas del pronombre de la primera persona en singular), y con un desarrollo central, aparentemente escrito por el protagonista de la novela (que parece ser se refiere a sí mismo en el original como jibun, 自分, yo mismo). Pero todo indica que la novela es una reflexión sobre sí mismo del propio escritor. La novela se publicó en 1948, en la cumbre de su éxito y de su carrera, pero poco después se suicidó tirándose a un ramal del río Tama, crecido por las lluvias de principio de junio, junto con su amante, una joven viuda de guerra, atados el uno al otro por una cuerda roja. Si después del éxito que tuvo cierta película de animación reciente, todavía no habéis pillado el sentido de las cintas o cordones rojos en el entorno de la ficción nipona… hacéoslo mirar.
Es buena, muy buena. Pero difícil de leer. Y más si no estás en un estado de ánimo adecuado.
Hoy traigo dos series, ambas visibles en Netflix, que no están mal. Aunque ninguna de las dos sea perfecta, ni de lejos. Curiosamente la que me ha parecido más entretenida es la que más «goteras» tiene. Voy a ello.
Se puede ver ya desde hace un tiempo la segunda temporada de You. Para los que no estén al tanto, Joe (Penn Badgley), el protagonista de You, es un sociópata cuyas potenciales víctimas son las mujeres de las que «se enamora». En ciertos aspectos recuerda tanto a Dexter, que incluso dentro de la propia serie han hecho alguna referencia o alusión a aquel inolvidable y entrañable sociópata justiciero. Pero eso no quiere decir que funcione como Dexter. Una de las claves de un serie con un protagonista sociópata es que tienes que, una de dos, o te sientes atraído por el (véase Hannibal Lecter) o empatizas con él (véase el propio Dexter) por aberrante que parezca la idea. Y mi problema es que, en mi caso, Joe ni me atrae ni empatizo con él. Por lo cual, has de tirar de los personajes que le rodean. Que en la primera temporada tenían su aquel, pero en esta segunda tampoco me han llamado la atención para nada. Especialmente decepcionante me ha resultado el papel en la trama de su primera, fallida, víctima. Siendo una serie que no está mal… he terminado por verla un poco forzado… y no creo que me enganche ya a una potencial tercera temporada. Ha dejado de interesarme.
Corea, inevitablemente; es lo más vistoso que tengo de lo relacionado con las series de hoy.
El domingo comentaba una película coreana de 2010 que he visto en estos días de aislamiento social. Me llevó q ella una revisión de la carrera del protagonista masculino de la serie que comento a continuación. Se trata de Bin Hyun, y la serie es Sarangui Bulsichak [사랑의 불시착], conocida internacionalmente como Crash landing on you. O sea, estrellándome (o aterrizaje forzoso) sobre ti. El título coreano traduciría más bien por aterrizaje forzoso amoroso. Así que bueno… ya se puede deducir que es una serie romántica. Así que es necesario una protagonista femenina, en este caso Son Ye-jin. A ambos protagonistas los había visto ya en series previas. Él nunca me convenció en exceso, pero ella, a pesar de que la serie era muy floja, siempre me pareció una actriz con posibles. No son ningunos críos. Estamos hablando de intérpretes de treintaymuchos, haciendo el papel de treintaypocos. Son guapos, y están muy arregladitos y apañados y resultan monos. El tema es que el punto de partida es suficientemente demencial como para impulsar una serie que me ha resultado tremendamente entretenida a pesar de las goteras de guion, de ambientación y de interpretación, que como «buena» serie coreana, tiene.
Son Ye-jin interpreta a una empresaria, hija de una familia todopoderosa en los negocios, pero que vive al margen de ellos y a pesar de ello a conseguido mucho éxito. Curiosamente, su padre se da cuenta de su valía y decide que sea su heredera, generando la envidia y el rencor de sus hermanos varones. En un momento dado, practicando parapente, se mete en una tormenta con tornados incluidos, y acaba aterrizando en el lado norcoreano de la zona desmilitarizada, donde es recogida por un capitán del ejército norcoreano. Y a partir de ahí… no voy a entrar en los numerosos enredos en los que se meten para devolverla a Corea del Sur, para enamorarse, y para sortear a todos los malos, del norte y del sur, que los amenazan. Con un planten de secundarios, especialmente los que hacen de norcoreanos, de lo más divertidos, se convierte en un placer culpable relativamente bien hecho que acabas devorando y pasándotelo de miedo. Y las chicas son muy guapas. Aunque probablemente en la vida se haya visto paseando por las calles de Pionyang mujeres tan elegantemente vestidas, ni aun entre las clases dominantes de la monarquía marxista-leninista. Pero el emplazamiento de producto manda sobre la veracidad histórica y social.
Al igual que hace unos meses, el pasado 1 de marzo, domingo de museos municipales con entrada libre, habiendo niños, nos dimos una vuelta por el Museo del Fuego y de los Bomberos de Zaragoza. Y yo me llevé un par de cámaras fotográficas, de las cuales, hoy os presento algunas fotografías realizadas con película fotográfica negativa en color. Los detalles técnicos en Fujifilm Natura 1600 en el Museo del Fuego y de los Bomberos.
Si a los cierres que se anuncian por la enfermedad causada por cierto coronavirus, tengo que añadir que esta semana pasada no he tenido tiempo ni ocasión para acudir a las salas, tengo vacía mi reserva de comentarios cinematográficos. Pero siempre podemos tirar de la caja tonta, de las plataformas de vídeo bajo demanda y de otros recursos para ver cine. Especialmente para recuperar cine. Sobretodo el que tenemos menos ocasión de ver.
En los dos últimos meses, Netflix ha ido sumando a su catálogo el de películas de animación de Studio Ghibli. Lo cual es un puntazo, porque hasta las menos conocidas o aplaudidas son majas de ver. Yo creo que a estas alturas de mi vida he visto ya todas. Incluso la que no es del estudio, porque no se había contituido todavía. En cualquier caso, tienen los derechos sobre la valiente Naushika, que sigue siendo una de mis favoritas entre las heroínas del estudio. Pero hay algunas que sólo he visto una vez. Y es un buen momento para repetir. Salvo una. La película en tiempo bélicos de Isao Takahata es una belleza. Pero la enorme tristeza que genera evita que me anime a volver a verla.
No obstante, Takahata es el responsable de algunos de los títulos más personales del estudio, muy distintos a los de Hayao Miyazaki, pero tan interesantes como los del más conocido, y todavía vivo, director de animación de los títulos más recordados de Ghibli. En estos días me he merendado un par.
Ambiente tradicional nipón… siguiendo la estela del cuento de la Princesa Kaguya.
Hōhokekyo Tonari no Yamada-kun [ホーホケキョ となりの山田くん], conocida en español como Mis vecinos los Yamada es una de las más divertidas y aptas, por sus temas, para todos los públicos. Es más, será más disfrutada por los adultos que por los niños y adolescentes, en la medida en que se sientan reconocidos en los problemas cotidianos de esta peculiar familia. Tiene una estructura de tiras cómicas animadas, microhistorias en la vida cotidiana de los Yamada, salpicados de vez en cuando por bellos haikus de Bashō. No sé muy bien porque la había visto sólo en una ocasión.
Con un estilo visual muy similar a la anterior, y muy distinto del que usa Miyazaki, por ejemplo, y no digamos los directores de moda como Makoto Shinkai, tenemos la maravillosa y poética Kaguya-hime no Monogatari [かぐや姫の物語], conocida en castellano como El cuento de la princesa Kaguya. Es relativamente reciente. Su estreno en España se vio oscurecido porque se produjo casi simultáneamente a la que en su momento se anunció como la última película de Miyazaki, que se llevó la fama mediática. Pero la historia de Kaguya es claramente superior. Basada en una antigua leyenda japonesa, que se convirtió en uno de los textos literarios más antiguo del País del Sol Naciente, El cuento del cortador de bambú (Taketori monogatari [竹取物語]), nos cuenta la historia de la niña que un anciano cortador de bambú encontró en un brote de bambú y que se convirtió en una princesa de gran belleza, inteligencia, bondad y sensibilidad. Con unos dibujos absolutamente preciosos, y una maravillosa banda sonora a cargo de Joe Hisaishi, nunca me canso de escuchar la pentatónica (creo) combinación de Warabe uta [わらべ唄, canción infantil] y Tennyo no uta [天女の歌, canción de la mujer celestial], para mí entra a formar parte del grupo de las obras maestras de Studio Ghibli. Fue candidata al Oscar, perdiendo ante una película claramente inferior desde todos los puntos de vista, salvo los de la limitada visión de los votantes de la academia.
Y también he tenido oportunidad de rescatar por ahí una película que me llamó la atención por un par de razones. Se trata de la coreana Manchu [만추, finales de otoño], conocida fuera de la República de Corea como Late Autumn. Dirigida por Kim Tae-yong, me llamó la atención por estar protagonizada por un actor coreano que actualmente vemos con frecuencias en los dramas de este país en Netflix, Bin Hyun, en plan galán de acción, muy valiente y austero. En la película, ya ves tú, hace de gigolo. Pero es que la protagonista femenina es la china Tang Wei,… que a mí me enamora cada vez que la veo. Cómo me gusta esta mujer. Y aquí hace un papel de joven reclusa, en prisión por haber matado a su marido, que obtiene un permiso de poco más de 72 horas para el funeral de su madre. Una interpretación contenida, de escasas palabras, con unas miradas que desarman. Qué burros los chinos cuando la vetaron durante años por su papel en cierta película de época. Qué nefastas son las censuras. Recordemos que a Tang Wei la pudimos ver hace no mucho en un doble papel en otra excelente película. Cotilleo,… Tang Wei y el director Kim Tae-yong se hicieron pareja, y son felices padres de una niña que dicen que se llama Summer. Qué bonito es el cine…