Con fecha 1 de enero quedó perpetrado el Brexit, el divorcio, atribulado como tantos divorcios, entre el Reino Unido y la Unión Europea. Un divorcio a petición de una de las partes, que siempre se ha sentido poco comprometida con este poliamoroso matrimonio con ventitantos cónyuges. Y motivado más por intereses particules, y espoleado por los populismos fascistas o cuasifascitas que remueven el mundo. Pero la vida sigue, y entre las series de televisión, siempre hay alguna británica que destaca en la cartelera seriéfila. Y en las vísperas del Brexit, esto no ha sido una excepción.

Las series británicas, especialmente aquellas de tono más amable o familiar, tienen especiales navideños. Y la nueva recreación de All creatures great and small no ha escapado a esta tradición. Y además han aprovechado para «corregir» cierto «desaguisado romántico» que nos habían dejado con el fin de la temporada «normal». En fin… buen rollo a raudales para esta serie cuyo principal objetivo es,… ese. Generar buen rollo. Hay que recordar que se puede ver en Filmin.

Bridgerton no es una serie británica. Aunque su reparto sí lo es en buena medida. Supongo que para dar un poco de convicción a este pastiche aparentemente ambientado en la segunda década del siglo XIX, en 1813 si no recuerdo mal, los británicos están enzarzados en España contra los ejércitos napoleónicos. Y nos movemos en la serie entre la alta sociedad inglesa, con tramas aparentemente muy del estilo de las novelas de Jane Austen. Pero como decía es un pastiche. De la factoría de culebrones de Shonda Rhimes, aunque ella no aparezca directamente involucrada en la creación de «esto». En realidad, la serie está más emparentada con cosas como Grey’s Anatomy, Scandal, o How to Get Away with Murder. Romanticismo de instituto, algo de sexo sin pasarse, y los elementos tradicionales de los culebrones. Buenos, malos, guapos, mezquinos, tontos… y todos contra todos. Basada en una saga de novelas «románticas» de una autora americana cuyo nombre ni recuerdo ni me importa, propone un universo alternativo en el que la reina Carlota de Mecklenburg-Strelitz, alemana de nacimiento, es negra, o al menos mezcla, y gracias a ellos los británicos disfrutan de una sociedad igualitaria multirracial. Si yo perteneciera a alguno de los grupos que han sido discriminado por el color de su piel, creo que me cabrearía más esta extraña «puesta en escena políticamente correcta» que la representación de la realidad de cómo era la sociedad británica de la época. Y esto no tiene nada que ver con la tradición del teatro británico de otorgar papeles en las obras dramáticas a buenos intérpretes, haciendo abstracción del color de su piel, lo cual me parece muy bien. A partir de ahí, que nos interpreten la Barcarolle de Los cuentos de Hoffman de Offenbach, en un momento situado 70 años antes de su composición… pues son ya detalles sin importancia. Dejando a un lado que los yanquis de Shondaland se pasen cualquier consideración de respeto histórico por el forro de la entrepierna, ¿se deja ver la serie? Sólo como placer culpable, inconfesable o como lo queráis denominar. Eso sí, se han gastado un pastón en ambientación, vestuario y diseño de producción. Seguro que tiene éxito.

Otra cosa muy distinta es The Singapore Grip, comedia dramática de época, que nos lleva a Singapur en las semanas previas al desastre británico que llevó a la conquista de la península malaya y la ciudad por parte de las tropas japonesas en un tiempo que se podría considerar récord, dada la lejanía de los nipones de sus bases de origen y las naturaleza del terreno. Y esta producción británica incide en ello, los militares británicos, especialmente los de alta graduación, aparecen como unos perfectos y absolutos imbéciles e ineptos. La serie está basada en una novela del mismo título de J. G. Ferrell, un autor del que no he leído nada, y tiene un carácter fundamentalmente satírico. Al fin y al cabo, desde su propio título, juega a la confusión conceptual al comparar una técnica sexual con la situación sociopolítica del Imperio británico en Asia, causada por la tenaza de los capitales occidentales sobre las economías coloniales. Y evidentemente, hay elementos interesantes de crítica anticolonial. Sin embargo, la serie opta por dar más fuerza al trío amoroso entre el idealista heredero de la mitad de una empresa exportadora de caucho que acude a la ciudad asiática al morir su padre (Luke Treadaway), la desaprensiva hija del empresario que posee la otra mitad (Georgia Blizzard) y una joven china (Elizabeth Tan), que huye de los japoneses, y que está mal vista por los británicos, ya que es una joven culta y leída, por lo que probablemente será «comunista». Pero esta trama romántica tiene graves limitaciones, las interpretaciones no están siempre a la misma altura que otras producciones británicas, y hay otras subtramas en el relato que tienen más miga y que quedan muy superficialmente tratadas. Hasta cierto punto es una serie fallida. Aunque la ambientación y el diseño de producción es de lujo y las chicas salen muy guapas.

Y finalmente, Two weeks to live, una corta serie de seis episodios en HBO de 24 minutos de duración cada uno, protagonizada por la «tronada» Maisie Williams. Interpreta a una joven que ha vivido aislada en los bosques de Escocia, alejada del mundo, con su madre y que de repente sale al mundo convencida de que este se acaba para vengarse de los que mataron a su padre. Es como una versión descabalada de Hanna, puesto que el tono es también satírico o al menos paródico, aunque no falta violencia más o menos gore. Transcurre en buena parte en algún lugar a orillas del mar en el sur de Inglaterra, cuya localización es inconfundible para mí, puesto que es un lugar que visité hace unos años. Ver las fotos acompañantes. Es entretenida. Y tiene algún momento muy divertido. Pero tampoco es la octava maravilla. Realizada a mayor gloria de su protagonista… lo cierto es que los intérpretes que han alcanzado celebridad con los «tronos» lo van a tener complicado para encontrar su lugar en otras producciones. Me supongo. Aunque ya hay alguna excepción por ahí para esta afirmación.
