[Viaje] El sur de Francia con película fotográfica

Viajes

Ya hace unas semanas que os presenté el resumen del viaje a Toulouse y otros lugares del sur de Francia, en esa ocasión con fotografías en color procedentes de mi equipo fotográfico digital. Pero como suelo tener por costumbre, también me llevé una pequeña cámara compacta, muy eficaz, con película fotográfica tradicional en blanco y negro. Y aquí os traigo algunos resultados.

El resumen sobre los aspectos fotográficos de estos rollos de películas, como de costumbre, los podréis encontrar en un artículo especialmente dedicado a ello en Viaje al sur de Francia con película fotográfica – Minox 35 GT-E con Ilford XP2 Super.

En esta ocasión, gracias al tiempo otoñal que tuve, estoy especialmente satisfecho con las fotografías que realicé. Espero que esta pequeña muestra que os presento os guste a vosotros también.

[Viajes] Viaje en el día a Vitoria, con película fotográfica en blanco y negro

Viajes

Se me acumula el «trabajo» fotográfico. Rollos de película negativa en color de agosto y septiembre, viajes más o menos largos diversos, con fotos digitales o con película negativa en blanco y negro… Y esos mismos viajes que restan días para comentar mis experiencias. En realidad, todo esto es bueno. Hay actividad. Hacemos cosas, nos movemos y experimentamos.

Como he experimentado en el viaje que hice hace unos días a Vitoria en el día, en el que me llevé un tipo de película poco habitual para mí en los viajes. Lo cuento más despacio en Sensibilidad “media” para un día viajero en Vitoria – Minox 35 GT-E con Lomography Potsdam Kino 100. Aquí, simplemente, como tengo por costumbre, os dejo algunas fotos.

[Viajes] resumen fotográfico de la escapada a Bilbao

Viajes

Ayer por la tarde, ya noche, en medio del caos por la fiestas del Pilar, llegué a casa después de una escapada de unos días a Bilbao, con excursiones a diversos puntos localizados en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Viaje en tren desde Zaragoza a Bilbao, lento… un recorrido impropio del país que pretendemos ser y en la época en la que pretendemos estar. Más si tenemos en cuenta que parte de ese recorrido no sirve simplemente para comunicar estas dos ciudades, si no también Bilbao con Madrid o Barcelona. Pero también usando el tren para desplazarnos por las cercanías de Bilbao, estos simpáticos trenes Euskotren, en la red de vía de ancho métrico que antiguamente pertenecía a FEVE (actualmente Renfe Cercanías AM) y que se transfirió al Gobierno Vasco en las líneas que circulaban íntegramente por su territorio.

El motivo del viaje… bueno, de las cuatro personas que hemos ido, una de ellas tenía algo que hacer por trabajo una de las mañanas que hemos estado en Bilbao. El resto hemos ido por turismo y escapando de las fiestas del Pilar de Zaragoza. Momento del año en el que los zaragozanos están encantados de vivir en el caos, y sufrir unos servicios tercermundistas y, además, más caros. Los puntos fuertes del viaje eran dos. En Bilbao, visitar el Museo Guggenheim. Yo estuve en noviembre del año 2000, tres años después de su inauguración… pero no había mucho que visitar en su interior. Era cosa de ver el edificio y poco más. En esta ocasión, aun con la mala suerte de que estaban sustituyendo la exposición de uno de los pisos (tercera vez que me pasa en un museo en el último mes), pudimos ver bastante arte contemporáneo.

Por supuesto hubo tiempo de sobras para recorrer otras zonas y monumentos de la ciudad vasca. Una ciudad por la que nunca he sentido mucha atracción. Aparte de que siempre he sentido una sensación de grisura en el ambiente, cuando la he visitado, me parece que tiene una disposición caótica y con un limitado interés. Demasiado desordenada probablemente por el rápido crecimiento que acompañó la revolución industrial y épocas posteriores de urbanización poco planificada. No es la única ciudad a la que le pasó esto. No obstante tiene sus cosas interesantes y zonas paseables. Especialmente cuando la capa de nubes se va y deja pasar algún que otro rayo de sol. Cosa que no nos ha pasado hasta las 11 de la mañana como pronto.

Sí que pretendimos acercarnos a lo que es las orillas de la ría y el puerto, pero no teníamos una planificación muy buena, perdimos mucho tiempo y no sacamos tanto en claro como pensábamos. Pero culpa nuestra por no prepararlo mejor. Fue muy agradable la visita al puente de Vizcaya, puente transbordador entre Portugalete y Getxo, mal llamado puente colgante, que son otra cosa. Es Patrimonio Mundial según la Unesco.

El segundo entorno objetivo que teníamos, y que nos habían recomendado diversas personas, era el entorno de la Reserva Mundial de la Biosfera de Urdaibai, otra de las cualificaciones que otorga la Unesco. Es una amplia zona en la ría y estuario del río Oka y afluentes, que combina medio natural y explotación humana diversa. Se accede desde Bilbao con cierta facilidad con la línea de Euskotren que lleva a Gernika y Bermeo, o con diversas líneas de autobús. El primero de los días que le dedicamos nos llegamos en tren hasta Bermeo, para luego retornar caminando hasta Axpe pasando por Mundaka y otros lugares. Está es una de las zonas más próximas al mar.

La otra jornada fue para visitar la marisma de Urdaibai con el Urdaibai Bird Center, una lugar preparado para el estudio y observación de las aves locales y de migratorias que en distintas épocas del año se pueden encontrar. Cuando fuimos nosotros no había mucha actividad, pero nos gustó. Y desde ahí empezamos a caminar hacia Gernika.

Camino de Gernika recorrimos el tramo superior, lleno de marismas o zonas inundables, se camina sobre pasarelas de madera, de la cuenca del Oka. Nos llegamos hasta Forua, donde hay restos romanos interesantes. Y finalmente llegamos a Gernika, donde pudimos ver con mayor claridad, haciéndole fotos, una bonita garza. No precisamente en un lugar silencioso y silvestre, sino en medio del casco urbano, con ruido de camiones, trenes y demás. Cosas que pasan. También había algún cormorán.

Gernika es un lugar interesante de visitar, pero con el problema de que es utilizado con fines muy propagandísticos por las ideologías nacionalistas dominantes en esa comunidad autónoma, que son muy poco rigurosas históricamente hablando, basando sus afirmaciones más en mitos que en otras cosas. Lo cual te deja un sabor de boca raro cuando visitas lugares que merecerían una interpretación más ajustada a la historia, haciéndolas más universalmente interesantes. Pero está bien.

Finalmente, un pequeño comentario sobre los aspectos fotográficos. Además de la pequeña Minox 35 GT-E que me suelo llevar con película negativa en blanco y negro, para la fotografía en color, digital, he optado por la Canono EOS RP con el equipo básico que me llevé el año pasado a Copenhague. Es un equipo eficaz y muy portátil, aunque prefiero habitualmente el Olympus micro cuatro tercios. Pero como quería llevarme para alguna ocasión un teleobjetivo potente… pues era la única opción. Lo he usado poco… el teleobjetivo. Pero lo he usado.

[Viajes] En el día a Vitoria

Viajes

La próxima semana nos vamos unos días a Bilbao. Desde donde haremos algunas excursiones. La cosa es que, por motivos profesionales de una de las personas que viaja con nosotros, queríamos parar también un día en Vitoria. Pero cuando planificamos el viaje se nos fue de la cabeza, y no previmos ni el desplazamiento ni el alojamiento. El lunes nos dijo esta persona que, aunque fuese un poco cansado, se iba ayer miércoles a la capital vasca en tren. Yo estoy de vacaciones. Una tercera persona podía arreglarse un día de fiesta. Así que nos apuntamos. Y ayer hicimos un viaje en el día a esta ciudad en la que yo sólo había estado un ratito hace… mucho.

Realmente es viaje es cansado. Y arriesgado. Cansado porque se tarda casi cuatro horas en recorrer los aproximadamente 280 kilómetro de distancia que hay cuando vas vía Castejón, Pamplona y Alsasua, que es el recorrido que hace el tren. Lo curioso es que a la vuelta tarda lo mismo a pesar de tener que hacer un transbordo de unos 20 minutos en Castejón. Debe ser que los trenes van «cuesta abajo» y corren más. O quizá hacen menos paradas. Y es arriesgado porque en el desplazamiento desde el centro de la ciudad a la basílica romana, que no tiene planta de basílica, de San Prudencio de Armentia llueven castañas de un tamaño más que respetable cuando sopla el más ligero viento. Los castaños, eso sí, tienen la ventaja de proporcionar abundante sombra. Pero te arriesgas a un hematoma subdural (quizá aquí exagero un poquito).

La capital vasca es una ciudad de un tamaño… ¿intermedio? (entre 20000 y 500000 habitantes según la Unión Europea). Zaragoza somos una pequeña de las grandes… Vitoria es una de intermedia de las intermedias. O sea, algo menos de la mitad de población que Zaragoza, alrededor de los 250 mil. Pero está muy aseadita, muy organizada, y con un casco antiguo muy bien conservado y agradable de pasear. En las nueve horas que permanecimos da tiempo para visitar los hitos turísticos y algunos de los culturales más destacados. Si bien el hecho de que todos cierren unas tres horas al mediodía impide un mejor aprovechamiento del tiempo. Decidimos pasar de la catedral vieja, Santa María, porque está en obras y sólo se pueden hacer visitas guiadas en grupos reducidos que duran mucho. Y encima se han montado un rollo alrededor de un libro del escritor Ken Follet… que no nos gusta. La catedral nuevo es un pastiche muy reciente sin interés, por lo que los edificio religioso más interesantes que encontramos y visitamos fueron la iglesia gótica de San Pedro y la basílica románica de San Prudencio de Armentia.

Yendo los que íbamos, fue inevitable visitar uno de los museos de la ciudad, ARTIUM, dedicado al arte contemporáneo, y acoge la colección de la Diputación Foral de Álava. Dicen que es la colección más importante de arte contemporáneo después de la del Reina Sofía. Pero la verdad es que lo que había expuesto en estos momentos nos dejó bastante fríos. Y además el edificio estaba realmente frío, físicamente hablando, a pesar de que en la calle llegamos a los ventimuchos grados centígrados. Cierto que como estaban cambiando exposiciones temporales, sólo había una basada en fondos propios, la oferta era más limitada que en otras épocas, y nos cobraron la voluntad. El personal, eso sí, extremadamente amable y simpático. Y el edificio, desde fuera, tiene su punto. Comimos en el restaurante- cafetería adjunto.

Realmente no hay mucho que contar. Personalmente, y en lo estrictamente fotográfico, contrastar que efectivamente mi veterano Lumix G 20 mm f1,7 no se lleva especialmente bien con la Olympus OM-D E-M5 Mark III y el enfoque automático funciona regular. Quizá por eso, entre otras razones, aunque es la focal que más me gusta, vengo usando con más frecuencia el Lumix G 25 mm f1,7, que va mucho mejor, aunque el ángulo de vista me resulta muy cerrado para un uso polivalente callejero. Una jornada muy agradable en cualquier caso, en la que sólo cabe destacar en lo «negativo» las muchas horas que estuvimos metidos dentro de los trenes. Entre las 6:00 y las 23:00 son 17 horas, de las que nuevo fueron de visita a la ciudad y ocho de desplazamiento. Buf. Teníamos que haber planificado mejor el viaje a Bilbao.

[Viajes] He regresado del sur de Francia… muy otoñal ya

Viajes

Hace unos años, si me hubieran preguntado dónde he estado estos últimos días, hubiera dicho que he hecho una escapada en el Midi. La región se conocía en general como Midi-Pyrenées… pero acortando, Midi. Que en este caso no significa «mediodía», sino «sur». Bueno, una de las acepciones en castellano de «mediodía» es un sinónimo de «sur». Pero no me parece que sea de uso común en español, salvo en el culto, aunque sí lo sean en francés sus correspondientes cognadas. Pero en 2015 se modificaron las regiones francesas, y la nueva región es denominada Occitania. En ocasiones aparece Occitania-Pirineos-Mediterráneo. Está formada por la reunión de las antiguas Mediodía-Pirineos y Languedoc-Rosellón.

El nombre, Occitania, no deja de parecerme una ironía. Su nombre implica que es la región donde se habla el occitano… que es una lengua en peligro de extinción. Podrá ver millones de personas en el sur de Francia en estos momentos que la entiendan, pero no que la hablen. De forma habitual unos miles. De forma esporádica, algunos más. Por mucho que las calles del casco histórico de Toulouse… Tolosa en occitano, si fuésemos un poquito coherentes,… pero bueno. Yo nunca he oído hablar a nadie en algo que no sea francés en esta región. Salvo en el rinconcito que limita al mismo tiempo con los Pirineos y el Mediterráneo, el Rosellón y la Cerdaña, donde sí que he oído hablar otro idioma distinto al francés; el catalán. El único lugar donde he escuchado hablar occitano de forma espontánea es en el valle de Arán… que está en Cataluña, comunidad autónoma española. La distribución de las lenguas siempre me ha parecido que se las apaña para hacer burla de los intentos de los humanos de establecer fronteras más o menos absurdas por doquier.

En cualquier caso, esta región del sur de Francia me gusta mucho. Incluso cuando nos acoge, como me ha sucedido a mí en esta ocasión, con un tiempo francamente otoñal. Y lluvioso. No exceso, no ha impedido recorrer los lugares que he visitado, pero ha habido que ir con el chubasquero puesto buena parte del día, o todo el día. No. No he hecho un recorrido amplio por la región. Para eso hacen falta muchos días. Me instalé en un hotel de Toulouse, y desde allí hice un día una excursión a Cahors y el valle del Lot, y otra a Carcasona.

He viajado con tranquilidad. Incluso la ida y la vuelta a Toulouse desde Zaragoza la hice en tren. Más lentamente de lo que pensaba. Pero es que con casi cuatro semanas de antelación ya no quedaban plazas en los trenes de alta velocidad ferroviaria que conectan con el sur de Francia. La alta velocidad en este caso es relativa… porque solo vale en España hasta la frontera. Los AVE y TGV circulan por la región occitana pero por vías convencionales, con máximos de 160… y no sé si habrá algún tramo de 200 km/hora. Pero son cómodos.

Aunque no ha sido sin eventos desagradables, afortunadamente sin consecuencias. En el regreso cogí tres trenes; Toulouse – Portbou, Portbou – Barcelona Santa Andreu Comtal, Barcelona Sants – Zaragoza. Pues bien… al tomar el primer tren me encontré conque había suprimido la parada en Portbou y el tren terminaba en Cerbère. Un trayecto que al tren le cuesta cuatro minutos hacer. Pero ambas poblaciones fronterizas están separadas por los Pirineos. Suaves, escasamente agrestes en esta zona, pero difícilmente se puede ir entre las dos estaciones dando un paseo. Entre varios viajeros acordamos llamar a un taxi con capacidad para siete personas más el conductor, que nos llevé entre las dos estaciones por cinco euros por persona. De la situación actual tercermundista de las estaciones de Barcelona, prefiero no hablar. Por su mala organización, el tren que cogí en Sants, un AVE con destino final en Andalucía, salió con diez minutos de retraso. Daba la sensación de que había tanta gente que iríamos completos… pero luego resultó que había muchos asientos libres, y no consiguieron embarcar a todo el mundo a tiempo. Cada vez me explico menos la absurda operatividad de Renfe con sus trenes de alta velocidad. Más, viendo como en el resto de Europa, Alemania por ejemplo, uno los aborda tranquilamente como otro tren cualquiera y salen puntuales y organizados. Y de las averías del tren de ida entre Barcelona y Cerbère, con un mecánico a bordo que según el maquinista no tenía ni idea… vamos, que uno viaja con confianza.

Ha pesar de estos incidentes que, en definitiva, no han tenido mayores consecuencias, han sido unos días tranquilos, relajados. Comiendo cassoulettes y otras delicias culinarias de la región, con gentes muy amables, muy mediterráneas, con quienes te entiendes con más facilidad (y no me refiero a las cuestiones idiomáticas) que con los germanos que hablan latín que conforman la mitad norte del país vecino. Un territorio bonito, lleno de tradición y cultura, probablemente, como leí en una ocasión, una de las regiones del mundo más agradables para vivir. Terminar diciendo que, después de experimentar en agosto con la cámara de formato medio en Alemania, he vuelto a la racionalidad llevándome la pequeña, ligera, y sumamente eficaz Olympus OM-D E-M5 Mark III, con unos ligeros objetivos que puedes llevar a mano en los bolsillos para cuando necesitas cambiar de focal. Y sin dolores de espalda ni de cuello.