[Libro] Los zorros vienen de noche – Cees Nooteboom

Literatura

Ya comenté no hace mucho, a propósito de un libro de viajes a Japón, que tenía la intención de volver de vez en cuando a la literatura del neerlandés Cees Nooteboom. Su forma de escribir, a caballo entre la nostalgia y un fino humor, me atrae bastante. Las cosas que cuenta me suele llegar desde un punto de vista vital, además de apreciar la forma en que escribe. O al menos, la forma en que sus traductores escriben en castellano lo que el escribió en neerlandés. Hace unos pocos meses, justo después el citado libro de viajes, apareció de oferta este libro de relatos de Nooteboom, e inmediatamente lo adquirí. Y lo leí recientemente, durante el viaje al norte de Alemania. He de decir que he entrado un poquito en una nueva etapa de bloqueo en la lectura. Como voy a iniciar unas vacaciones en breve, espero que se me pase, al menos durante esas dos semanas.

He leído en algún lugar que esta colección de relatos cortos puede funcionar perfectamente como un libro que sirve para introducirse en el estilo y en los temas de Nooteboom. Básicamente, lo que tienen en común estos relatos es que todos ellos tienen mucho que ver con la nostalgia, las personas o las relaciones perdidas, el paso del tiempo o el final de los días de una persona, sea el propio relator o alguien de su entorno. En todos ellos hay una mirada al pasado, a veces más externa, con juicios pero sin prejuicios sobre personajes característicos que son objeto de observación o de recuerdo, otras veces más propia, más interna, cuando va acompañada en mayor o menor medida del duelo por la persona perdida. Perdida en sentido absoluto, por la muerte de la persona, o en sentido más relativo, por el alejamiento de esa persona, por el final de una relación.

Como en varias de las historias de este libro, fotográficamente nos refugiaremos en una isla del Mediterráneo, en el cap Formentor de la isla de Mallorca.

Localizados en su mayor parte en localizaciones mediterráneas, España, Italia, Grecia… también en su país de origen, los Países Bajos, con frecuencia el narrador es externo. Se fija en una figura destacada y peculiar, como en Heinz, ese agente inmobiliario en la costa italiana que recordaría a Alain Delon, si no fuese por los estragos que el alcohol ha hecho en su organismo. O bien es alguien íntimamente relacionado con el narrador, que sufre la pérdida, como Paula y Paula II, en las que primero se produce la pérdida por el final del romance… o como lo viviese cada uno, y después se produce la pérdida definitiva, cuando el propio personaje de interés nos habla desde la tumba.

Es un libro para leerlo sin demasiadas prisas. Más que las acciones, importan las sensaciones, los sentimientos, los ambientes. Hay que saber sumergirse en el contexto y en la nostalgia. No es difícil de seguir, la prosa de Nooteboom es razonablemente asequible. Pero tienes que entrar en su juego. A mí me parece muy recomendable. Cada vez me cae más simpático este holandés enamorado de España y otros países mediterráneos, en unos tiempos en lo que nos llega de ese país, en su evolución hacia la intolerancia y el egoísmo, cada vez resulta más antipático.

[Libro] Círculos infinitos: Viajes a Japón – Cees Nooteboom

Literatura

Hace unos meses, a final de año, se jubiló un buen compañero de trabajo. Un tipo excelente. Y unas semanas más tarde, algunos de los que disfrutamos de su compañerismo, no muchos, pero selectos, nos reunimos a comer y a desearle toda clase de parabienes en «su nueva etapa» que se suele decir. Y le regalamos algunas cosas. Entre ellas un par de libros. Como en los meses previos surgió en conversación el tema de los viajes que le gustaría hacer en un futuro, uno de ellos era un viaje a Japón. Por ello, pareció apropiado regalarle este libro de viajes del neerlandés Cees Nooteboom, escritor del que he leído alguna cosa, y del que creo que debería leer alguna cosa más.

El caso es que unas semanas más tarde sucedieron dos cosas. Se confirmó que este año, cinco años después, volvíamos al País del Sol Naciente, a nuestro tercer viaje. Y en mi tienda de libros electrónicos habitual apareció de oferta el mencionado de Nooteboom. Y como me pareció que era una buena forma para ponerse en forma mental para el viaje, lo compré. Y lo empecé a leer unos días antes del viaje. No lo terminé antes de empezar el viaje… pero lo terminé en las muchas horas que dura el viaje hasta el otro extremo del continente eurasiático. Y más con la imposibilidad de sobrevolar territorio ruso los vuelos comerciales por culpa del conflicto bélico de este país con Ucrania.

He regresado del viaje. He llegado esta mañana mismo a casa, hacia el mediodía. Cansado. Somnoliento por el mal dormir en los red-eyes que nos han devuelto a casa vía Abu Dabi. Pero me niego a echar siesta por el riesgo de desvelarme cuando llegue la noche, y arrastrar un feo desfase horario durante unos días. Dicen que el desfase horario malo es el que se produce cuando viajas hacia el este, pero la verdad es que la llegada a Japón la llevé bien. Sin embargo, el regreso de Corea en 2017 lo llevé tan de pena, que me quedé dormido en el cine… en una película que me interesaba. Así que he decidido comentar el libro. Aunque saltándome la lista de espera de libros que tengo a la espera de comentario.

El libro es un conjunto de relatos de los viajes que realizó el autor entre la segunda mitad de los años 70 del siglo XX y el principio de los años 2010, si no recuerdo mal. Un período de tiempo en el que muchas cosas han cambiado. Y otras no. A través de estos relatos sobre sus propias experiencias, lo mismo nos movemos por la locura de Tokio, o asistiendo como muchos japoneses al parque del palacio imperial para el cumpleaños de Hiro Hito, como asistimos a una sesión de la Dieta, el parlamento japonés. O recorremos en peregrinación los templos budistas de Kansái. O nos alojamos en un modesto ryokan, perdiéndonos cuando nos acercamos al pueblo vecino caminando, porque las señales son siempre imprecisas para el occidental, que además no se defiende con la grafía de la escritura japonesa.

El tono y la profundidad de los diversos episodios varía. Y unos llegan más al lector que otros. Pero en general, creo que reflejan muy bien el impacto de la cultura nipona en el occidental. Siempre entre la admiración y el recelo hacia las «soluciones» cotidianas que los japoneses ofrecen a los problemas habituales. Refleja también la distancia en la comunicación, por la mutua incapacidad para hablar el idioma del otro. El japonés es un idioma difícil. Y para los japoneses, lo de hablar otros idiomas, no se les da bien. O probablemente, no se lo han propuesto en serio. Porque cuando adoptan algo de fuera, y les gusta les suele salir muy bien.

La forma en que se viaja hoy en día, en 2024, es muy distinta de la de 1974. Es más probable encontrar indicaciones en inglés, o algún japonés que se defienda mínimamente con algo que no sea su idioma natal. Y si a eso sumas que no hay mejor dinero gastado en uno de estos viajes que una eSIM que permita llevar el teléfono conectado a internet permanentemente, pues todo es más fácil. Te pierdes menos. Y es que, además, dejando de lado los problemas de comunicación, es un país civilizado, organizado, próspero, aunque parece que están de bajón, lo cual es un chollo para el viajero por el bajo valor del yen, y tecnológicamente avanzado. Y es un país de gente cortés, muy educada. Incluso los más jóvenes. Aunque siempre nos ha quedado una duda. Y esto es una cosa nuestra y no del escritor. Siempre nos hemos preguntado si tanta cortesía, más que para evitar los conflictos entre personas, que es una de las utilidades básicas de la cortesía y las buenas maneras, no servirá también para levantar barreras de impenetrabilidad para el extraño. Es algo que a veces hemos sentido en Japón. Que es un país que nos gusta para viajar. Que si podemos, volveremos. Pero eso no significa que seamos unos fans incondicionales del país. Lo pasamos bien. Es bonito. Aprendemos cosas. Pero a veces… lo dejo para otro rato que me muero de cansancio.

Libro: En las montañas de Holanda

Literatura

Que paseando por entre las estanterías de libros de bolsillo te encuentres con uno que incluye en el título la expresión «montañas de Holanda«, ya te llama la atención. Yo he estado en el punto más alto de los Países Bajos, y cualquier parecido con una montaña es pura coincidencia. Si a continuación, como hice yo, abres la primera página y te encuentras con un párrafo parecido a este, «trabajo en la Dirección Provincial de Carreteras de la Provincia de Zaragoza, del antiguo reino de Aragón, en lo que fue España» (no es cita literal; es aproximada)… Pues ya no te puedes aguantar, y te compras el librito a ver que pasa.

En las montañas de Holanda
Cees Nooteboom
DeBolsillo; Barcelona, 2010
ISBN: 9788499083964

Aunque el autor, Cees Nooteboom, parece ser un escritor bastante conocido y leído de los Países Bajos, que ha sonado en alguna ocasión para el Nobel, y que tiene bastante afinidad por España, de donde ha escrito también algunos libros de viajes, la verdad es que yo no tenía referencias de él. Me sonaba el nombre, pero nada más.

Es difícil contar el argumento. La acción sucede en unos Países Bajos imaginarios, que abarcan buena parte de Europa, y en los que lo que tradicionalmente conocemos como España, forma parte de los Países Bajos del Sur. Hay que decir que el título original en holandés es In Nederland, que después de leer el libro me parece más sugestivo y adecuado, aunque si hubiese sido conservado no me habría llamado la atención, y probablemente no lo hubiese leído. Paradojas que se dan.

Hay dos historias paralelas. Por un lado, en primera persona está el narrador, Alfonso Tiburón de Mendoza, un funcionario de la inspección de carreteras, que vive en Zaragoza y trabaja recorriendo e inspeccionando las carreteras de esta provincia. Pero también es escritor, y al mismo tiempo que nos va realizando las reflexiones sobre su vida en ese mundo ficticio de geografía improbable, nos va contando la historia del libro que está escribiendo. La historia de dos amantes, ilusionistas de circo, jóvenes y guapos tanto ella como él, que se ven obligados a salir de gira por los salvajes e inhospitos Países Bajos del Sur, donde sufren una serie de peripecias en unas montañas indeterminadas, más propio todo ello de los cuentos de hadas que de otra cosa.

Caseta y antenas

Las tierras de los Monegros, aquí cerca de Castejón de Monegros, son recorridas por Tiburón de Mendoza en compañía de un estupenda nórdica que ha recogido en autoestop - Canon EOS 40D, EF 200/2,8L USM

Hay varios temas que surgen en el libro. Por un lado, la geografía inventada le sirve al autor para criticar el sentimiento de superioridad que sus compatriotas del norte de Europa sienten hacia los europeos del sur. El estereotipado de los caracteres, de los paisajes y de las situaciones, pueden llevar al absurdo, pero pueden servir también de reflexión. Por otra parte, encontramos una reflexión sobre el proceso creador; sobre cómo el escritor se enfrenta a su obra, al trabajo y a la reflexión que conlleva. Finalmente, está el amor joven e incondicional como tema eterno de la literatura, incluso en las situaciones y en los ambientes más adversos. Encontramos también ocasión para leer reflexiones sobre las creencias y las supersticiones. Hay un curioso capítulo en el que el funcionario de carreteras lleva a una autoestopista de los Países Bajos del Norte, joven, guapa y escéptica, a la cartuja de Aula Dei, poniendo de manifiesto el choque cultural entre dos mundos muy distintos.

En resumen, un libro extraño, complejo, no siempre fácil de leer a pesar de una prosa muy fácil, por los elementos conceptuales que aporta y los extraños cambios de escenarios que promueve, pero que tiene su interés para el lector curioso, que por otra parte tampoco tiene que afrontar una tarea titánica en su lectura ya que la cuestión se resuelve en 176 páginas.

Markt

Tiburón de Mendoza nos cuenta en el libro que ha estudiado en Delft, aquí recibiendo los primeros rayos del sol tras una tormenta bajo un espectacular arco iris - Panasonic Lumix GF1, Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8