Mr. Morgan’s Last Love (2013), 17 y 19 de agosto de 2014.
Fuimos a ver esta película el domingo por la tarde. En Zaragoza sólo era posible encontrarla en versión doblada. No nos hacía mucha gracia, pero una película dirigida por la alemana Sandra Nettelbeck, a quien debemos aquella pequeña maravilla que fue Bella Martha, interpretada por el siempre interesante y ya octogenario Michael Caine, y con ese encanto que tiene el chic de lo francés que aporta Clémence Poésy, incluso con críticas flojas, nos apetecía verla. Bien. Pues el doblaje de esta película es una catástrofe. Las voces de los principales intérpretes. Incluso la entonación y el tono y volumen de voz utilizados llegan a desvirtuar escenas enteras del filme. Así que ayer me vi, por métodos de esos que no gustan a las gentes de la industria del cine, la versión original,… y cambia. Ya lo creo que cambia. De momento, mi primera recomendación. ¡No vayan a ver la versión doblada en España! ¡Crimen de lesa humanidad! Incluso el título en castellano es una memez comparado con el original, puesto que en la cartelera española encontraréis la película bajo el título Mi amigo Mr. Morgan. ¿Tan nefasto para los intereses comerciales del distribuidor era traducirla como El último amor de Mr. Morgan? Lo he dicho muchas veces ¡Que fusilen al que pone los títulos de las versiones dobladas!
Al comenzar la película nos encontramos al Mr. Morgan (Caine) del título, un profesor universitario de filosofía retirado, que se quedó a vivir en París tras enviudar de su esposa. Vive alejado de su familia, dando largos paseos por la capital francesa, con unas relaciones que se circunscriben a la señora que le atiende la casa, y una señora amiga con la que come los jueves, y que intenta sin éxito que aprenda algo de francés. Y en estas estamos cuando en frenazo de un autobús conoce a una joven francesa, Pauline (Poésy), una profesora de baile, que le acompaña y se preocupa por él. Y comenzará un peculiar amistad, con muchos matices sobre los sentimientos del uno y de la otra. Porque Pauline, a pesar de su calidez y cordialidad, tampoco tiene una vida fácil. Pero claro, todo se complicará más todavía cuando «un problema de salud» del anciano traiga a sus dos hijos a París. Una insoportable y egocéntrica hija, Karen (Gillian Anderson), y un perdido y desconcertado hijo, Miles (Justin Kirk), que tampoco pasa su mejor momento. Y quienes por supuesto van a sospechar las peores cosas de la amistad entre su padre y la encantadora Pauline.

Dos días seguidos paseando por París; qué se le va a hacer, si toca, toca… Podemos pasarnos por el Louvre.
Empecemos dejando las cosas claras. Con muchas cosas en común con aquella Bella Martha, especialmente todo aquello que tiene que ver con la reflexión sobre la soledad y la falta de calidez en las relaciones humanas y familiares, y la presencia fantasmal del pariente cercano fallecido, esta película que nos ocupa hoy no llega al nivel de aquella. Quizá porque el filme de hace 13 años tenía mucho de sencillez, aunque nada de simplicidad, mientras que en esta ocasión el guion alarga la historia y le da vueltas sobre sí misma, sin ir directamente a centrarse en los elementos que importan. Además, creo que el personaje de Pauline no está suficientemente desarrollado, especialmente sus contradicciones internas, para permitirnos comprender mejor lo que allí está pasando. Estas debilidades bajan bastante el nivel de la película, lo cual es un problema dado el estilo algo frío y directo de realización de Nettelbeck. Que puede ser apropiado con determinados planteamientos, pero que si estos no son acertados ocasiona una flojera global que se hace apreciar. De hecho, la película tiene un planteamiento que promete mucho, para luego entrar en cierta confusión en su parte central y llevar a un desenlace, algunos de cuyos componentes están muy cogidos por los pelos. Especialmente en lo que se refiere a como se relacionan Pauline y Miles.
Para evitar el derrumbe del filme están los intérpretes. La solidez interpretativa de Caine y la dulzura de Poésy convierten en perfectamente razonable la relación entre ambos personajes. Una relación que no siempre está ni quiere estar bien definida. ¿Es el «último amor» al que se refiere el título original? ¿Es la amistad mencionada en el título español? ¿Es a ratos esa cercanía que a veces tienen los abuelos con sus nietos, aunque en este caso sea una nieta surrogada, y que no han sido capaz de tener con sus propios hijos? O simplemente, es el encuentro entre dos personas en soledad que por encima de la distancia que marcan sus edades, saben comunicarse y establecer puentes de comprensión y de calidez. Esto salva el filme. Anderson, en plan hija egocéntrica, aparece demasiado poco para dar juego. Y Kirk parece un intérprete que se mueve mejor en la comedia, y que no acaba de encontrar su sitio en el papel que le toca, aunque debería ser la tercera pata imprescindible del trípode que sujetase con firmeza la película.
Estamos pues ante una película a la que osamos acercarnos a pesar de que las referencias no eran muy optimistas, y que efectivamente es un producto con defectos. Pero también con unas virtudes y unos temas que nos permiten meternos en ella y empatizar con sus protagonistas principales. Especialmente en la muy superior versión original sobre la doblada. No me atreve a recomendarla con carácter general, pero por lo menos podremos disfrutar de quizá una de las últimas interpretaciones de Caine, del chic de Poésy y de unos estupendos paseos por París.
Valoración
- Dirección: ***
- Interpretación: ***
- Valoración subjetiva: ***