Sin ninguna entrada nueva en la cartelera en los últimos días, con El tiempo entre costuras prácticamente abandonada, estamos llegando a las vísperas de las fiestas navideñas y eso significa dos cosas. Que muchas series de las que duran desde principios del otoño hasta el final de primavera se están tomando un descanso, y que las series de temporadas más cortas están terminando temporada. Y hay mucho que contar, aunque sea con brevedad.
En lo que se refiere a las sitcom, la reina del cotarro sigue siendo Modern Family con un nuevo personaje revelación; la jovencísima Lily (Aubrey Anderson-Emmons) de cuya boca escuchamos cosas tremendas que nos hacen mondarnos de risa, por la inapropiada madurez de las mismas y por la mala uva de los guionistas. Estupenda. Los chicos de How I Met Your Mother están simpáticos en su última temporada, con momentos mejores y otros más normales. Aunque «la madre» (Cristin Milioti) salió en los primeros capítulos, no está siendo protagonista. Pero cuando sale, de vez en cuando, la serie gana mucho. Esta chica tiene mucho potencial. Y los friquis de The Big Bang Theory han alcanzado un cierto tipo de equilibrio. Ya no despiertan tantas expectativas, pero no engañan y ofrecen diversión garantizada con algunos muy buenos momentos. Pero prácticamente no hay novedades en este campo, sólo la romanticona Ground Floor que parece que no va a descansar y que va a seguir de tirón hasta su final de temporada en enero. Que conste que me gusta. La serie, digo, y la guapa protagonista, también.
En el campo de los culebrones y guilty pleasures, nunca entenderé por qué sigo viendo Grey’s Anatomy… no diré nada más. Es una extraña droga. No encuentro prácticamente argumentos a favor de mantenerla en cartelera y ahí está. Otra cosa es Revenge, que se ha serenado con respecto a la temporada anterior. Ni los guionistas queman trama a la misma velocidad, ni los escotes de la «prota» son tan vertiginosos. De todos modos no ha vuelto al nivel de la primera temporada, aunque se ha despedido hasta enero con un pedazo de capítulo y con un pedazo de cliffhanger. Su principal atractivo siguen siendo sus dos protagonistas femeninas, por distintos motivos.

Nueva York es ciudad seriéfila por excelencia, así que nos iremos a ella para ilustrar esta entrada; aquí viajando en el Airtrain que comunica el JFK con Jamaica Station en Queens.
En esta temporada, mis principales incorporaciones vienen del campo de la acción. The Blacklist empezó con pobres expectativas, pero esta «pseudo-silencio de los corderos» se ha ido poniendo bastante entretenida. No brillante, pero entretenida. Sin embargo, estoy empezando a dudar que tras el retorno de navidades siga con Agents of S.H.I.E.L.D., que en estos momentos por lo floja que es casi es un guilty pleasure, y las oportunidades que le estoy dando al «pseudo-blade runner» Almost Human también están siendo un poco demasiadas. Es mejor que la anterior, pero irregular. Demasiado irregular. Pero en el campo de la acción y los héroes/superhéroes más o menos enmascarados arrastro ya en su segunda temporada Arrow, que como ya he definido en alguna ocasión es una serie de aventurillas muy entretenida, a pesar de que, con alguna excepción, tiene unos intérpretes y unos diálogos flojísimos; en estos últimos algunos son de risa. Sin embargo, el conjunto resulta intrascendentemente disfrutable.
Y vayamos con los tres finales de temporada, porque son notables. Realmente notables.
A Young Doctor’s Notebook – temporada 2ª. Nuevamente una cortita temporada de cuatro episodios de poco más de 20 minutos de duración, protagonizados por el «mad man» Jon Hamm y el «aprendiz de mago» Daniel Radcliffe, adaptando las aventuras de Mijail Bulgákov como joven médico durante la revolución soviética. Mucho humor negro, mucha mala leche, mucha amargura de fondo, y excelente producción e interpretaciones. No sé si habrá una tercera temporada, pero ójala. Sabe a muy, muy poco.
Homeland – temporada 3ª. Mucho revuelo ha levantado esta temporada recientemente terminada de una serie que se había convertido en una de las más valoradas en los dos últimos años. Parece que ha dejado muchas insatisfacciones, y opiniones contradictorias. Yo voy a dejar claras dos opiniones y mi postura general. La historia que nos han contado en esta temporada es una muy buena e interesante historia, de gran profundidad, y que ha tenido momentos totalmente estelares en el tramo final de la temporada. La historia que nos han contado en esta temporada no da para doce episodios, lo que ha hecho que hayan mareado la perdiz con subtramas que no aportaban nada, para durar doce episodios. Por ejemplo, la trama familiar de Brody (Damian Lewis) sólo tenía un objetivo de cara al climax final de la temporada, y eso se podría haber planteado con más claridad y economía de medios. Dicho todo lo cual, una serie que fue excelente en su primera temporada, que fue rara pero apasionante en su segunda, se ha quedado en buena o notable en la tercera. Que es menos, pero mucho más de lo que ofrecen la mayor parte de las producciones que vemos por televisión. Eso sí, sin entrar en el desarrollo y desenlace de la trama para no destripar el argumento, evidentemente hemos llegado a un punto y aparte, y el año que viene nos enfrentaremos a nuevas premisas y nuevos escenarios. Supongo. Porque tampoco esta temporada ha sido lo que parecía cuando terminó la anterior.
Masters of Sex – temporada 1ª. El mejor estreno del año desde mi punto de vista ha sido esta novelización de la historia de William Masters (Michael Sheen) y Virginia Johnson (Lizzy Caplan). Disfrazada de comedia en sus primeros episodios, nos encontramos ante un drama notable sobre las relaciones humanas, que trascienden a cuestiones mucho más profundas y definitorias de la personalidad. Con un reparto que ha estado en su conjunto, todos ellos, en estado de gracia, nos han dibujado un panorama donde los sentimientos, las pasiones, las motivaciones de cada una de las personas queda oculto por las convenciones sociales, la falta de libertad para escapar de ellas e incluso de los propios cepos que cada uno de nosotros nos imponemos a nosotros mismos y que no nos dejan ser nosotros mismos. Siendo Masters el paradigma de la persona de gran capacidad y osadía intelectual, pero de escasa inteligencia emocional y empatía, su contrapunto y eventualmente complemento es Gini Johnson, ejemplo de inteligencia práctica y organizativa pero que también arrastra las consecuencias de sus errores pasados. Ha sido una temporada en el que hemos pasado de ver un entorno de situaciones socialmente convencionales en el conjunto de personajes de este drama, hasta un punto en el que las vidas de todos y cada uno de ellos han sido puestas boca a bajo de muchas formas. Esa soledad en una cabina de teléfonos, ese momento de felicidad en una maternidad para negras, esa confesión sobre la muerte próxima en un asiento de autobús, esa aceptación del otro que no se acepta a si mismo y quiere cambiar lo que es por una mezcla de amor y vergüenza, ese profundo error llevado de la soberbia y el orgullo que ocasiona el rechazo de sus pares,… y el profundo dilema de Gini en el momento final de la temporada… La serie está basada en hechos reales, pero supongo que se han tomado libertades hasta hartarse a la hora de contarnos esta historia, de tal modo que sobre los hechos conocidos estamos viendo una ficción que responde al objetivo de hacernos reflexionar sobre algunos de los hechos definitorios de los seres humanos y sus relaciones entre sí. Creo que lo están consiguiendo, y que nos están divirtiendo y emocionando en el proceso. Altamente recomendable´.