[Cine] Godzilla Minus One/Minus Color (2024)

Cine

Lo prometido es deuda. Dije que algo hablaría de la versión en blanco y negro de la mejor sorpresa que el cine de monstruos ha dado desde… ¿siempre? ¿el King Kong original? ¿ha habido alguna otra película sobre monstruos que me haya gustado realmente más allá de considerarla un divertimento puntual? Y cuando digo monstruos digo monstruos monstruosos. No me refiero a malvados muy malos, o a malvados muy feos, o a personas deformes, ni a extraterrestres, ni a dibujos animados. Tampoco a cuando salen monstruos de refilón, como los dragones en los medioevos fantásticos, o los gusanos asteroidales en las aventuras espaciales. No. Me refiero a cuando un monstruo monstruoso. Grande, peligroso, que llene la pantalla con facilidad… y tal. Lo que se dice… MONSTRUOS. Godzilla, King Kong, dinosaurios a cascaporrillo, dragones como protagonistas, otros kaijus diversos,… Ya me habéis entendido, ¿no?

En realidad, hoy, recién llegado de un viaje, tocaría hacer el resumen fotográfico del mismo. Pero es que llegué pasadas las once de la noche ayer a casa y he tenido que ir a trabajar. Así que no me ha dado tiempo casi ni a descargar la tarjeta de la cámara digital, y no digamos lo de enviar y revelar los rollos de película argéntica. Mañana, pues. Por eso aprovecho para hablar de esta versión en blanco y negro del Godzilla genuinamente japonés más reciente. El que realmente recoge la esencias del original, lo reinventa siendo fiel a la idea, mejora la idea, mejora la realización hasta la enésima potencia, le da sentido y la hace apta para todo el mundo. La hace apta para todo el mundo con dos dedos de frente y no sólo para los consumidores compulsivos de palomitas con exceso de sal y aceite u otras grasas, para deleite de otro tipo de monstruos, los cardiólogos, cirujanos cardiacos, intensivistas coronarios, neurólogos en unidades de ictus, y otras ciencias médicas afines.

Pero vamos a ver. Sobre la película, cuando se estrenó en cines, ya hablé. Estupenda. Un hallazgo. Un joyita inesperada. Lo de que se emita en los cines japoneses, y de algunos otros países, a partir de enero de 2024 una versión en blanco y negro, ¿tiene sentido desde un punto de vista creativo? ¿estamos ante otra película? ¿es al menos una variante de interés de la versión en color? ¿o es un mero truco de mercadotecnia para conseguir más beneficios, vendiendo más entradas, incluso al público que ya vio la versión en color? Pues sí, no, sí, y probablemente también. Desgranaré estas cuatro respuestas a estas cuatro preguntas.

En realidad, la primera y la tercera son más o menos lo mismo. Así que argumentaré primero la respuesta a la segunda pregunta. No estamos ante otra película. Se nos cuenta la misma historia, se nos lanzan los mismos mensajes. La valoración global de la película no cambia gran cosa. No estoy de acuerdo en los que argumentan que básicamente estamos ante otra película. Nop. Bajo ningún concepto.

Pero. Sí, creativamente es distinta. Es una variante muy interesante de la película. La expresividad es totalmente distinta. La película en su concepción comercial inicial, no sé si en su concepción original, en color, está muy bien. La gradación del color de la imagen es muy buena. Contribuye a establecer un tono, un estado de ánimo y un sentimiento. Y necesariamente nos remite a la época en que suceden los hechos que se narran… o mejor dicho, a la filmografía de la posguerra japonesa. Frente al en ocasiones chirriante Technicolor de los Estados Unidos,… en Japón… la verdad es que no se rodaba en color. No había ni dinero ni disponibilidad técnica. Por lo que hasta los años 60 no se empezó a experimental con el color en el cine japonés. Por lo tanto, la versión en color juega con la idea de generar una impresión sobre una época y un lugar… que no es real, porque no hubo cine con estas características, hasta esos años 60. En algún lugar he leído que la segunda película de la saga, de 1955, estaría rodada en color, pero en IMDb dice que en blanco y negro. La tercera película, de 1963, sí que se rodó en color. En Technicolor… o sea qué… difícilmente tendría las características de color de la reciente película dirigida por Takashi Yamazaki e iluminada y fotografiada por Kōzō Shibasaki. De hecho, salvo acentos de color en determinados momentos, como el azul de los rayos del monstruo, la película es casi monocromática, aunque con cierta mezcla de tonos cálidos y fríos, de ocres y azules. De ocres fríos y azules cálidos. Casi monocromática es la clave. De ahí a quitarle el color completamente, no va nada.

Pero no es solo eso. No es simplemente una cosa de quitarle el color. El ajuste del contraste y la reproducción de los tonos no ha sido una labor rápida y sobre la marcha. El cuidado en la conversión al blanco y negro es mucho más cuidado que todo eso. Esos rayos azulados, de repente se convierten en un blanco extremadamente luminoso, impactantemente luminoso. Y las ominosas lesiones en la piel de algún personaje protagonista, sin el color, adoptan otro significado incluso más ominoso todavía. Y de ahí que me haga una pregunta que no he podido responder buscando por la red de redes. Rodada en digital… es rodada en color. Pero, ¿pudo estar pensada inicialmente para ser una película en blanco y negro a la hora de su exhibición? La cosa cuadra bastante viendo la versión Minus color, que en España no se ha estrenado en salas, que yo sepa, desde luego no en Zaragoza, y que hemos tenido que ver directamente en Netflix. Una pena. En salas hubiese sido mucho mejor.

Así que vamos con la última de las preguntas, si es una maniobra de mercadotecnia, para vender más y obtener más recaudación. Pues, hombre… mujer… Sí. Claro. Nadie se mete en esto por mero amor al arte. De hecho, como Will Gompertz escribía, ni los más grandes artistas hacían arte por amor al arte. Todos querían ganar dinero. Dejémonos de tontadas. Lo que yo me planteo, y no sé si alguien me podrá responder, o si algún día en algún artículo encontraré la respuesta, es si al final decidieron estrenarla en color para no espantar a la posible clientela. Para luego, comprobando que la cosa funcionaba, y muy bien, estrenar la versión en blanco y negro que tan bien le va a la película. Es una hipótesis. Es algo que se me ha ocurrido. Y es que las dos versiones me gustan, pero finalmente, la de blanco y negro más. Aunque sea la misma película. Está muy bien. La tenéis que ver. De todas formas, no la consideraré como un nuevo estreno. Para mí, es la misma película, o una variante de la misma película. Valoraciones globales, las mismas. Altas.

[Cine] Godzilla Minus One (2023)

Cine

Gojira -1.0 [ゴジラ-1.0] (2023; 69/20231221)

Como en los días de final de año, con los días de fiesta y la abundancia de estrenos y tal, siempre se acumulan las películas para comentar, pensaba hacer una entrada doble. Pero tras ver esta película de Takashi Yamazaki, algo que no estaba en mis planes ni de lejos, he considerado que se merece una entrada en solitario para destacar… sus virtudes… y los defectos de la industria del cine norteamericana. No soy nada original. Mucha gente lo está haciendo en estos momentos. Especialmente cuando se hacen cuentas. Esta película ha costado, según nos dicen, algo menos de 15 millones de dólares. Desconozco lo que habrá costado su promoción… pero teniendo en cuenta que no ha habido anuncios en las marquesinas, que ha llegado sin versiones dobladas al castellano o a otros idiomas, y que su éxito está dependiendo del boca-oído en redes sociales más que otras cosas, no mucho. Las superproducciones de Hollywood… El Godzilla de 2014, hace diez años, habría que corregir por la inflación, costó 160 millones de dólares, más de diez veces más, con unos costes de promoción y distribución de 100 millones de dólares… La vi en vídeo, en televisión, apenas la recuerdo… y tal. En los agregadores de crítica cinematográfica, la película actual, japonesa, entre 10 y 15 veces más barata, concita un 98 % de acuerdo críticas muy positivas (8,4/10 de puntuación). La producción norteamericana alcanza un 76 % de críticas positivas (6,7/10 de puntuación). Entendéis por donde quiero ir, ¿verdad?

Mis fotografía realizadas con película en blanco y negro en Tokio me vienen muy bien para ilustrar esta entrada que transcurre en gran medida en la capital nipona.

La historia es la clásica del kaijū es la clásica. Como consecuencia de los ensayos atómicos norteamericanos en el atolón de Bikini en 1946, aparece un enorme monstruo indestructible y radioactivo que siembra la destrucción por donde pasa, y llega hasta Tokio donde se arma la de San Quintín. Nada parece pararlo, ante la pasividad y la ineptitud de los victoriosos en la guerra, los Estados Unidos, más preocupados, y de un gobierno japonés… que no merece la confianza de sus ciudadanos, tremendamente decepcionados tras la derrota en una guerra sin sentido, donde realizaron numerosos sacrificios. Pero una iniciativa ciudadana, desesperada, imperfecta, pero entusiasta… ¿conseguirá parar al kaijū?

Eso sí… el minus one del título, el -1.0 en el original viene de que hay un prólogo en la historia, que guía la peripecia de los personajes humanos protagonistas. La primera aparición del muestro es durante la guerra, poco antes de terminar, cuando aparece, más pequeño, en una isla donde existe un aeródromo militar japonés, y donde aterriza Shikishima (Ryunosuke Kamiki) un piloto kamikaze que ha fingido una avería en su avión para no cumplir su misión suicida. El, y el jefe de mecánicos, Tachibana (Munetaka Aoki), sobreviven al ataque del monstruo. Pero quedan traumatizados por el evento, y no consiguen superar sus miedos y sus traumas. Shikishima vuelve a Tokio, donde encuentra su casa destruida y sus padres muertos, y en la chabola que monta se refugia con una joven que ha quedado huérfana, Noriko (Minami Hamabe), y que ha recogido a una bebé, Akiko (Sae Nagatani), también huérfana, formando una curiosa familia informal. Shikishima encontrará un trabajo en los dragaminas que limpian las costas japonesas,… donde se encontrará de nuevo a Gojira, nombre original del monstruo que en los países occidentales llaman Godzilla. Un portmanteau de las palabras gorira [ゴリラ, gorila] y kujira [鯨, ballena], una nombre destinado a denominar a una monstruo muy grande y muy fuerte.

Vayamos por partes, como dijo Jack el destripador. La realización de Yamazaki es absolutamente superlativa. De su magro presupuesto, dado que es una película con un monstruo espectacular, saca oro. Visualmente es perfecta. Basándose en un uso magistral de la cámara y de las lentes, y con la fenomenal fotografía de Kōzō Sibasaki, consigue generar un realismo, una verosimilitud de sus imágenes, que contrasta enormemente con el aspecto irreal, con colores muy alterados, del cine norteamericano, que muchas veces resalta el hecho de que son imágenes generadas por computadora, en lugar de dar de impresión de autenticidad. El rodaje es en digital, pero consigue que la textura de la imagen semeje en gran medida la de la película cinematográfica, con su grano y sus imperfecciones que dan vida a la imagen. La ficción de acción fantástica, superheroica, monstruosa y demás en los EE.UU. acaba pareciendo que actores de carne y hueso se mueven en un escenario de animación más o menos realista, pero de animación. Entre Yamazaki y Sibasaki nos transportan al ambiente del Japón de posguerra. De ruina y decadencia. La película podría estar rodada en blanco y negro y ser también perfecta. De hecho, parece que van a estrenar una versión en blanco y negro, Godzilla Minus One/Minus Color. Creo que me apetecería verla.

Yamazaki se inspira también en la tradición del cine japonés, especialmente los excelentes directores de la posguerra que conseguían hacer películas estupendas con presupuestos ridículos. Los encuadres, los interiores, las vistas de las ciudades destruidas… todo ello tiene sabor a aquel cine. El hecho de que la protagonista femenina se llame Noriko no deja de transportarnos al cine de Yasujirō Ozu y su Trilogía de Noriko, las tres películas en las que Setsuko Hara hizo papeles protagonistas en los que se llamaba Noriko. Personajes distintos, con el mismo nombre, independientes entre sí, que representaban una mujer japonesa en la posguerra mundial que debía rehacerse a sí misma. Compasiva, amable, dedicada, pero buscando un nuevo papel en la sociedad, intentando superar los lastres de las tradiciones del país, pero sin romper con los valores positivos. La Noriko de Yamazaki, con pocos trazos, pero con decisión, marca su voluntad y su decisión, bondadosa, adopta a una huérfana, cuando ella misma es una joven apenas salida de la adolescencia, también huérfana, dispuesta a robar y lo que haga falta para sobrevivir, pero trazando una línea clara en lo que se refiere a venderse a sí misma, y dispuesta a sobrevivir.

Como contrapartida el héroe es una antihéroe. Caído en el deshonor por no haber cumplido con su deber de kamikaze, sumado al terror que lo invadió y lo paralizó en la primera aparición del monstruo, es un joven para quien la guerra no ha concluido. Es el paradigma del ciudadano utilizado por el estado totalitario en una guerra absurda, un estado que no valora la vida de sus ciudadanos, ni los protege, como establece con claridad otro personaje de la película. Porque la película es claramente antibelicista, pero salvando la dignidad del sufrido pueblo japonés, víctima de su propia cultura y tradiciones. En la película original, el monstruo era metáfora de dos elementos que marcaron la posguerra; el terror radioactivo, el terror a la bomba atómica, a la destrucción última y perversa, y el despertar de ese monstruo que les ha vencido y les ha invadido, los Estados Unidos, un monstruo que ha despertado y que amenaza el mundo. En la película actual, las metáforas se han modificado, pero su significado profundo es muy potente y actual. Y en esto se diferencia también enormemente de las películas norteamericanas del mismo género. Aquí, Godzilla es una macguffin para el avance y el crecimiento de los seres humanos y su comunidad, que son los que realmente importan, frente a la indiferencia de los propios gobiernos que debieran protegerlos. Todo ello impulsado también por unas interpretaciones sentidas y bien adaptadas a lo que se les pide. Sentimos la empatía, y la simpatía, hacia estos personajes que están dispuestos al sacrificio pero que, frente a la viciosa retórica del Japón de la guerra, quieren vivir, tienen que vivir, como una obligación autoimpuesta y delegada por los que murieron en la guerra.

Esta es una de las mejores películas de este 2023 que se termina. Para mi sorpresa y la de muchos. Y no debiera serlo. Porque hace tiempo que algunos sabemos que, entre la mucha morralla que realizan para consumo propio y que de vez en cuando nos llega, en Japón se siguen haciendo verdaderas obras maestras como hemos podido comprobar en los últimos años. Arriesgaos e id a verla. Sin prejuicios, sin apriorismos. Igual quedáis igual de gratamente sorprendidos como he quedado yo. Y los que me acompañaban. Y las personas que había en la sala, en una tarde-noche gélida, en la que sólo apetecía quedarse en casa, y allí estábamos.

Valoración

  • Dirección: *****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****