[TV] Cosas de series; de hospitales va la cosa

Televisión

Tres series en Filmin y las tres tienen en común que se desarrollan en hospitales. Los hospitales están, tristemente, de moda. De que sean capaces de aguantar los embates de la pandemia de covid-19 depende que las poblaciones tenga libertad de acción o de movimientos o no. Si colapsan, todos encerrados. Así de dependientes somos de las estructuras del estado del bienestar, tan vapuleadas en las últimas décadas por el dogma del liberalismo más atroz. Pero vamos a ellas. Tres, o quizá dos, series en un entorno sanitario

Charité es el nombre, tan francés, de uno de los más célebres hospitales de Alemania y Europa. Enorme hospital cuyas dependencias se pueden ver desde el S-bahn cuando te desplazas en uno de sus trenes entre las estaciones de Berlin-Friedrichstrasse y Berlin-Hauptbanhof. Es un monstruo enorme. Y también es el título de una serie de televisión alemana de seis episodios que nos cuenta las peripecias de este hospital a finales del siglo XIX, cuando en sus salas realizaron sus trabajos destacados médicos e investigadores como Virchow, Koch, Ehrlich o Behring. Probablemente, a buena parte de la gente, son nombres que dirán poco. Pero son gente que hizo grandes avances en el ámbito de la medicina y la fisiología en su época que fueron configurando las características de la medicina moderna. Cualquier estudiante de medicina, hasta el más cenutrio, que los hay, ha escuchado sus nombres. La serie dramatiza algunos de los hechos de estos médicos e investigadores, desde la visión de una enfermera de ficción (Alicia von Rittberg) que se supone que pasó por allí en aquellos años entre el final del reinado del kaiser Guillermo I y los primeros años del de su nieto, el infame Guillermo II. Producción realizada con gran presupuesto, fue un gran éxito en su país y otros países de Europa. Y yo me lo pasé bastante bien. Quizá porque por mi profesión sentía mucha curiosidad por el trabajo de estas gentes. Curioso lugar Alemania, donde alterna el genio científico y artístico, cultural en general, con los nacionalismo bárbaros, violentos y racistas que ya conocemos.

Tenía la cosa de, o fotografías de Berlín o de París. Como realmente la Charité está en el centro de Berlín, mientras que el ficticio hospital Poincaré esta en una localidad de la periferia parisina, he optado por la capital alemana.

Tal fue el éxito de de la serie, que su productores se animaron con una segunda temporada o una segunda serie. Creo que para los alemanes es una segunda temporada, mientras que en otros países aparece como una serie distinta, Charité at war/Charité en guerra. Ciertamente, tiene en común el estar ambientada en el mismo hospital, el tener unos protagonistas ficticios, pero con unos personajes secundarios (o no tan secundarios) que fueron reales, personajes históricos, un alto nivel de producción y seis episodios de duración. La diferencia… pues que saltamos de finales del siglo XIX a los tres últimos años de la Segunda Guerra Mundial. A esas alturas, el nazismo alemán había realizado tantos desmanes que ya no es posible encontrar una pléyade de figuras históricas de la medicina del mismo nivel que en la anterior, aunque las hay, tanto dignas como infames. Porque entre medias, encontramos las políticas de eugenesia, de exterminio y los fanatismos que el nazismo despertó entre la población alemana, personal sanitario incluido. Menos curiosa que la anterior, desde ciertos puntos de vista es más interesante. IMDb nos habla ya de una tercera serie… ¿quizá con la Charité en manos de la RDA en tiempos de la guerra fría? Probablemente.

Y mientras tanto, buceando también por el catálogo de Filmin me encuentro con una recomendación, Hippocrate, del director francés Thomas Lilti, y que ya presentó en 2014 un largometraje con el mismo título y con unos temas de fondo similares. En el largometraje, que también se puede ver en Filmin, Lilti entraba en la tradición del cine francés comprometido socialmente presentando los problemas de la sanidad pública francesa desde el punto de vista del joven titulado (Vincent Lacoste) que se incorpora como interno, lo que en España llamaríamos residente o MIR, a un hospital de la periferia parisina. En la serie, también acompañamos a una chica, Alyson (Alice Belaïdi), en su incorporación como interna al servicio de medicina interna de otro hospital de la periferia parisina. Pero en su primer día se encuentra con que toda la plantilla de médicos titulares del servicio ha sido puesta en cuarentena por su exposición a un virus de origen desconocido en uno de los pacientes, que ha fallecido. Y ella junto con otros dos internos residentes más, más veteranos, y un anatomo patólogo que trabaja en el hospital habitualmente haciendo autopsias clínicas, tienen que apechugar con todo el servicio de medicina interna. He visto alguna que otra burrada de gestión en los hospitales públicos españoles. Incluso me ha tocado participar, a la fuerza ahorcan, en alguna de ellas a lo largo de mi vida profesional. Pero como esta ninguna. Conste. El caso es que al igual que la película, Lilti aprovecha para hacer una crítica de las deficiencias de la sanidad pública en su país, al mismo tiempo que aprovecha los ocho episodios de los que consta la serie para sacarse de la manga algunas tramas personales más o menos conseguidas, y entre las que destaca la melodramática que afecta a Chloé, la interna residente más veterana interpretada por la guapísima Louise Bourgoin, que se pasa de edad para el papel que le dan, por muy estupenda que esté. Aunque se manifiesta como una excelente actriz, en el mejor papel que le haya visto yo hasta el momento. No está mal la serie, pero tiene altibajos y momentos cuestionables, que ponen duramente a prueba mi «suspensión temporal de la incredulidad». Cosas de trabajar o haber trabajado en el medio. Parece que estaba previsto el rodaje de una nueva temporada a partir de enero de 2020 y durante seis meses… así que con la crisis del coronavirus… a saber en que situación está.

[TV] Cosas de series; amables médicos coreanos y «absurdos» militares espaciales

Televisión

A pesar de que el viernes me tomé un día de fiesta, que me tendría que haber permitido esponjar mi tiempo el fin de semana, pudiendo hacer más cosas en estos tres días, lo cierto es que he estado tan liado que ni el sábado ni el domingo he escrito nada en este Cuaderno de ruta, a pesar de que tenía temas para ello. Bueno. Hoy tampoco ando sobrado de tiempo, así que voy a lo fácil, como la mayor parte de los lunes. Televisión.

Hoy también nos vamos a Corea del Sur, fotográficamente hablando, a Dondaemun y sus modernos edificios dedicados al mundo del diseño.

En no muchos días me merendé la que parece ser primera temporada de Hospital Playlist [Seulgiroun Euisasaenghal, 슬기로운 의사생활]. Nada que ver el título «internacional», o sea, en inglés, con el título original en coreano que vendría a significar algo así como vida de doctor/es sabio/s. Frente a lo que es costumbre en la series coreanas que llevan el sello Netflix, no tiene 16 episodio sino 12. Y todo indica que es una primera temporada a la que seguirán otras. La mayor parte de las ocasiones, las series surcoreanas de Netflix son dramas en una única temporada. La serie es amable y simpática, y tiene un reparto en el que no falta gente que interpreta con razonable solvencia. Los guiones son simplones, pero no chirriantes, y salvo el exceso de histrionismo de los pacientes y sus familiares cuando se les comunica una grave enfermedad o se les dice que ya están curados,… la verdad es que tenemos el típico drama médica con toques de comedia, pero con muy buenos sentimientos. La historia gira en torno a cinco cirujanos de distintas especialidades que trabajan en un mismo hospital y que son amigos desde los tiempos de universidad. Y que además los domingos quedan a tocar música (hay tenemos la excusa para lo de la «playlist»). Cuatro mozos y una moza, en sus treintaymuchos casi cuarenta. Parecería sexista, lo cual no es raro en el conservadurismo habitual de las series coreanas, pero lo cierto es que los personajes femeninos suelen estar un paso por delante en madurez y resolutividad de sus compañeros masculinos. Tanto para la protagonista (Jeon Mi Do) como algunos de los secundarios (la residente interpretada por Shin Hyon Bin). Una serie que arrastra algunos de los problemas habituales de las series coreanas, pero que supera la media de la mayor parte de ellas y se deja ver con agrado. Y además es capaz de reírse de sí misma. Por ejemplo, Jeon Mi Do ha realizado la mayor parte de su carrera como cantante de musicales, y con muy buena voz, mientras que dentro del grupo de amigos, cuando se juntan hacer música,… canta de pena. Convencido estoy de que seguiré viéndola cuando lleguen temporadas futuras. Eso sí,… si en House M.D. siempre sospechaban del lupus, aunque nunca fuera, creo que no ha habido ningún episodio en esta serie en la que no haya habido un caso de hepatocarcinoma. Estos surcoreanos van a tener que vigilar su afición al soju.

Space force es una comedia de situación con Steve CarellJohn Malkovich al frente del reparto, que busca hacer mofa y befa de la pretensión del innombrable presidente actual de los Estados Unidos. Y lo consigue. Carell es el general al mando de la recién creado fuerza espacial, y Malkovich el jefe científico civil. Carell representa el absurdo continuo del pensamiento militar, aunque por sí mismo, o ayudado por Malkovich y otros personajes, con frecuencia acaba tomando la decisión correcta. O la menos incorrecta. Malkovich es la voz de la razón frente a la sinrazón de la lógica militar, aunque a veces se vea arrastrado por la misma. La serie empieza floja. De hecho, en los primeros episodios pensé en abandonar. He decir que Steve Carell nunca ha sido santo de mi devoción. Pero va mejorando y eventualmente nos brinda algún momento estupendo e incluso brillante. Tendremos que ver cómo evoluciona. Yo estoy dispuesto a darle una segunda oportunidad. Por supuesto, no habla sólo de la guerra en el espacio o del absurdo de la guerra en general. También nos habla de amistad, relaciones, paternidad, y otros muchos temás «menores» (esto es irónico claro), frente a las tontadas de los militaristas.