Con unos días de fiesta durante la semana pasada, y un horario bastante razonable para la versión original de esta película surcoreana, nos animamos a ir a verla, especialmente impulsados por el buen momento que parece estar experimentando la cinematografía del país asiático. O al menos, lo que llega a nuestras pantallas, grandes o pequeñas. En esta ocasión, una opera prima en el ámbito de los largometrajes para su director, Kim Yong-hoon. Además, en el reparto aparecían nombres que empiezan a ser conocidos por quienes vemos las series televisivas de aquel país, intérpretes que, cuando se les da la oportunidad, muestran muy buenas maneras. El título original, similar al que le han puesto en inglés, se traduce algo así como bestias que se agarran incluso a la paja, pero el título en la cartelera en español ha quedado como un típico, tópico y sugerente de nada Nido de víboras.
La acción de la película transcurre en una ciudad portuaria. En la que no he estado. Por eso, las fotos son de Incheon, cerca de Seúl, también con un importante puerto. Y un barrio chino muy animado. En comidas… no sé si en lo «otro» también. Supongo. Son cosas que pasan con las ciudades portuarias.
El argumento de la película no es especialmente original. Se ha visto en otras ocasiones. Basado en una novela japonesa, es la típica situación de la «bolsa del dinero» que todos ambicionan y que acaba complicándoles la vida a todos. En este caso los cuatro personajes implicados son un padre de familia con problemas económicos (Bae Sung-Woo), un oficial de aduanas portuarias en relaciones con las mafias (Jung Woo-sung), una prostituta con problemas de maltrato físico por parte de su marido/chulo (Shin Hyon-Bin), y la «madame» del antro donde trabaja la anterior (Jeon Do-yeon). Y detrás de ellos las mafias que se consideran «dueñas» del dinero, que procede del tráfico de drogas.
El tono de la película se ha comparado con el cine de los Coen, es decir una mezcla de humor negro, negrísimo, cine de mafias y delincuentes y violencia bestia y sangrienta, sin entrar en el terreno del gore por el gore. Y la verdad es que funciona… a la larga. Porque al principio cuesta un poquito centrarse, y quizá por ello mi valoración se quede un poco más corta de lo que podría ser, hasta que te percatas que la historia no es completamente lineal en su desarrollo, que los acontecimientos no son todos simultáneos o consecutivos. Por lo demás, está bien ambientada y puesta en escena.
Y como ya suponía, y de alguna forma he adelantado al principio de esta entrada, confía el producto final en gran medida al muy buen trabajo de su reparto, que está muy bien en el conjunto, con alguna intervención en el sobre saliente como la de Jeon Do-yeon, que sabe ser resabiada, cínica, bruta y muy atractiva, todo al mismo tiempo.
Tras un cierto desconcierto inicial, acabamos centrándonos y disfrutando de la película especialmente a partir del momento en que cruza el ecuador del metraje. Salimos del cine con un excelente sabor de boca que no hemos perdido con el tiempo, y es razonablemente recomendable si te gusta el género. La película no es particularmente original, pero lo que cuenta lo cuenta razonablemente bien. Lo dicho. Los surcoreanos saben hacer cine. Y eso que el director es novato.
Estoy encantado con las ironías de la vida, incluso en algo tan intrascendente como mis preferencias televisivas. Quien siga este Cuaderno de ruta sabe de mi «afición/adicción» a los dramas coreanos en forma de serie de televisión, popularmente conocidos como k-dramas, que tiene Netflix en cartera. La mayor parte de ellos son auténticos placeres inconfesables, ya que sus «defectos» son notorios. Pero a pesar de ellos, o quizá por ellos, acabas pasándotelo pipa con estos culebrones en 16 episodios de promedio. Suelo dedicar mi tiempo televisivo a los k-dramas en los fines de semana, en los que prefiero dejar mi mente en estado de evasión intrascendente. Pero este domingo, me decía Netflix que uno de ellos era tendencia en todo el mundo, y el número 1 de la cadena en España ese mismo día. ¡Cuántas veces mis amigos y conocidos no me habrán tomado el pelo por mi «afición/adicción» a los k-dramas! Bien, quien ríe último, ríe mejor. Y a mandíbula batiente. Pero vamos con ellos de menos a más. Que quiero dejar cuatro de ellos comentados antes de pasar al modo «solo fotos» en este Cuaderno de ruta durante unos días.
Pues si en Corea del Sur, en Seúl concretamente, queréis buenos moluscos, mariscos y pescados, seguro que calamares también, os recomiendo el mercado del pescado de Noryanjin. Para quienes nos gustan los frutos del mar, un lugar maravilloso.
Entre los k-dramas de hoy, Neoneun naeui bom 너는 나의 봄 [Eres mi primavera], es uno de los más típicos y tópicos. Comedia romántica con dramón de fondo, en el que de una forma u otra están implicados todos los protagonistas de una forma que parece absolutamente inverosímil, en torno a un vecindario tenemos traumas infantiles, personas con trasplantes de corazón, víctimas de maltrato doméstico y de género, crímenes truculentos, y un bonito romance entre una jefa de conserjes (Seo Hyeon-jin) de un hotel de lujo en Seúl con un psiquiatra que vive en el piso de abajo. Aunque reúne muchos de los elementos que hacen de los k-dramas pecados inconfesables, lo cierto es que está bien hecho, bien interpretado, y con una protagonista, la ya mencionada que es una actriz bastante carismática y que ya me he encontrado en alguna otra serie.
Seo Hyeon-ji era de las protagonistas destacadas en la primera temporada de Dr. Romantic. O como se titula en coreano, Nangmandakteo Gim Sabu 낭만닥터 김사부 [El doctor romántico, profesor Kim]. Como ya conté, es una serie que encontré en Netflix Suiza, que me descargué, y me dio a ver antes de que caducaran las descargas la primera temporada que ya comenté y un par de episodios de la segunda. Luego me he tenido que buscar la vida para ver la segunda temporada completa. En las peripecias del peculiar hospital de provincias donde transcurre la acción, se mantiene el protagonista (Han Suk-kyu) y buena parte del reparto habitual. Pero cambian los médicos jóvenes que son coprotagonistas de la acción. Lo cierto es que en gran medida es una repetición con breves alteraciones argumentales de la primera temporada. Y por ello, resulta menos satisfactoria. Es excesivamente melodramática, funcionando mejor cuando adopta tono de comedia, y es la típica serie pedagógica, donde además de instruir a la audiencia sobre temas médicos y de salud, se propone un sistema de valores positivos y éticos frente a otros negativos y codiciosos. En general los valores positivos son correctos, aunque un tanto paternalistas y patriarcales. Pero es Corea… qué podíamos esperar de un país en el que hasta después del año 2000 es sistema social era oficial y legalmente patriarcal. Y estas cosas no se curan de la noche a la mañana.
Como drama médico, más bien comedia en su mayor parte, Seulgiroun uisasaenghwal 슬기로운 의사생활[Hospital playlist; la traducción literal es la vida inteligente del doctor, lo quiera significar esto] es mucho más majo e interesante. Y ha llegado a su segunda temporada. Primero, porque no hay maniqueísmos. Simplemente, cinco amigos, médicos en torno a los 40 años de edad, que llevan una vida dedicada a su profesión al mismo tiempo que salen adelante con sus problemas familiares y con su vida personal en general. Es una serie de las que te dejan bien, a gusto con el mundo. Segundo, porque no la incluyo entre los placeres inconfesables, ya que me parece recomendable por derecho, especialmente si quieres mejorar tú estado de ánimo. Buenas interpretaciones, personajes entrañables, tanto en los cinco protagonistas, como algunos de los secundarios. Si en la primera temporada era la residente mayor de cirugía general la que nos enganchaba emocionalmente (Shin Hyon-bin), en esta segunda ha sido la de obstetricia (Han Eun-jin), cuyo único problema es que el nombre del personaje puede dar lugar a mucho cachondeo entre el público hispanoparlante. Episodios largos, entre los 90 y los 120 minutos, pero que transcurren en un vuelo. Y te dejan con ganas de más. Y además es de las menos patriarcales y rancias de Corea, ya que tiene personajes femeninos afirmativos, con carácter y en puestos significativos, más poderosos y decididos emocionalmente que los masculinos. Aunque sospecho quedo veremos más… Si el final de la primera temporada dejaba abiertas las tramas, el de la segunda temporada las deja bastante cerradas. Aunque por la naturaleza de la serie, se podría retomar en cualquier momento.
Y vamos con la sensación del momento, Ojing-eo Geim 오징어 게임 [El juego del calamar], que ha trepado a todas las listas de éxitos y tendencias en quince días. Y en un primer momento, en el primer episodio, en un análisis superficial, da la sensación de que es un cruce entre dos series de la propia Netflix, una española, por determinados elementos estéticos, y otra japonesa, por determinados elementos argumentales. Luego te das cuentas que más que una influencia de estas series, ya he dicho que la comparación era superficial, todas ellas comparte influencias, pero la que tenemos delante, esta serie coreana, es muy superior a las anteriores. Dentro del género de los juegos mortales, en los que los participantes o ganan o mueren, es una de las producciones realizadas con más inteligencia y dedicación que he visto. No es difícil comprender que estamos ante una metáfora de la sociedad capitalista, y si no lo es se parece mucho, en la que unos poco plutócratas deciden sobre el destino de las gentes, estando condenado a ser un marginado si no eres un alienado entre los «perros», usando nomenclaturas de Vargas-Llosa, es decir los cuerpos armados que defienden el status quo, o entre los trabajadores, dóciles y cumplidores, pero sin voz ni rostro. El diseño de producción es ambicioso y muy conseguido. Los guiones, por mucho que los amigos del defectillo anecdótico quieran magnificar las pequeñas incoherencias sin trascendencia real que pueda haber, están muy cuidados y muy trabajados. Y sobretodo, el cuadro de personajes, junto con los intérpretes que los encarnan, está muy bien definidos y dan lugar a trabajos actorales de mucho mérito, incluso en intérpretes poco conocidos o noveles. Uno de los personajes mas populares, la joven desertora norcoreana Kang San-byeok, está interpretada por una modelo de pasarela popular en su país, Jung Hoyeon, que nunca había actuado, e incluso le habían dicho que no valía. Pero es una de las actrices cuyo trabajo va claramente de menos a más. Aunque su más de metro setenta y cinco de estatura, la haga un poco inverosímil para encarnar a quien huye de las hambrunas de la monarquía comunista norcoreana, por muy delgaducha que esté. Las hambrunas en la infancia no ayudan a alcanzar grandes estaturas. En cualquier caso, es una producción notable. Muy por encima de los k-dramas habituales, mucho más engarzado en el cine surcoreano, que con cierta frecuencia nos ofrece producciones muy notables de gran nivel, tanto en su realización como en su interpretación. Muy recomendable.
A pesar de que el viernes me tomé un día de fiesta, que me tendría que haber permitido esponjar mi tiempo el fin de semana, pudiendo hacer más cosas en estos tres días, lo cierto es que he estado tan liado que ni el sábado ni el domingo he escrito nada en este Cuaderno de ruta, a pesar de que tenía temas para ello. Bueno. Hoy tampoco ando sobrado de tiempo, así que voy a lo fácil, como la mayor parte de los lunes. Televisión.
Hoy también nos vamos a Corea del Sur, fotográficamente hablando, a Dondaemun y sus modernos edificios dedicados al mundo del diseño.
En no muchos días me merendé la que parece ser primera temporada de Hospital Playlist [Seulgiroun Euisasaenghal, 슬기로운 의사생활]. Nada que ver el título «internacional», o sea, en inglés, con el título original en coreano que vendría a significar algo así como vida de doctor/es sabio/s. Frente a lo que es costumbre en la series coreanas que llevan el sello Netflix, no tiene 16 episodio sino 12. Y todo indica que es una primera temporada a la que seguirán otras. La mayor parte de las ocasiones, las series surcoreanas de Netflix son dramas en una única temporada. La serie es amable y simpática, y tiene un reparto en el que no falta gente que interpreta con razonable solvencia. Los guiones son simplones, pero no chirriantes, y salvo el exceso de histrionismo de los pacientes y sus familiares cuando se les comunica una grave enfermedad o se les dice que ya están curados,… la verdad es que tenemos el típico drama médica con toques de comedia, pero con muy buenos sentimientos. La historia gira en torno a cinco cirujanos de distintas especialidades que trabajan en un mismo hospital y que son amigos desde los tiempos de universidad. Y que además los domingos quedan a tocar música (hay tenemos la excusa para lo de la «playlist»). Cuatro mozos y una moza, en sus treintaymuchos casi cuarenta. Parecería sexista, lo cual no es raro en el conservadurismo habitual de las series coreanas, pero lo cierto es que los personajes femeninos suelen estar un paso por delante en madurez y resolutividad de sus compañeros masculinos. Tanto para la protagonista (Jeon Mi Do) como algunos de los secundarios (la residente interpretada por Shin Hyon Bin). Una serie que arrastra algunos de los problemas habituales de las series coreanas, pero que supera la media de la mayor parte de ellas y se deja ver con agrado. Y además es capaz de reírse de sí misma. Por ejemplo, Jeon Mi Do ha realizado la mayor parte de su carrera como cantante de musicales, y con muy buena voz, mientras que dentro del grupo de amigos, cuando se juntan hacer música,… canta de pena. Convencido estoy de que seguiré viéndola cuando lleguen temporadas futuras. Eso sí,… si en House M.D. siempre sospechaban del lupus, aunque nunca fuera, creo que no ha habido ningún episodio en esta serie en la que no haya habido un caso de hepatocarcinoma. Estos surcoreanos van a tener que vigilar su afición al soju.
Space force es una comedia de situación con Steve Carell y John Malkovich al frente del reparto, que busca hacer mofa y befa de la pretensión del innombrable presidente actual de los Estados Unidos. Y lo consigue. Carell es el general al mando de la recién creado fuerza espacial, y Malkovich el jefe científico civil. Carell representa el absurdo continuo del pensamiento militar, aunque por sí mismo, o ayudado por Malkovich y otros personajes, con frecuencia acaba tomando la decisión correcta. O la menos incorrecta. Malkovich es la voz de la razón frente a la sinrazón de la lógica militar, aunque a veces se vea arrastrado por la misma. La serie empieza floja. De hecho, en los primeros episodios pensé en abandonar. He decir que Steve Carell nunca ha sido santo de mi devoción. Pero va mejorando y eventualmente nos brinda algún momento estupendo e incluso brillante. Tendremos que ver cómo evoluciona. Yo estoy dispuesto a darle una segunda oportunidad. Por supuesto, no habla sólo de la guerra en el espacio o del absurdo de la guerra en general. También nos habla de amistad, relaciones, paternidad, y otros muchos temás «menores» (esto es irónico claro), frente a las tontadas de los militaristas.