[Cine] Vanskabte land/Volaða Land (Godland) (2022)

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Vanskabte land/Volaða Land (2022; 46/20230820)

Una de las cosas que llama la atención, si te pica la curiosidad y tiras de traductores o de otro tipo de informaciones, es que el título «internacional» de esta película del islandés Hlynur Pálmason, o sea, en inglés, y su título original en danés e islandés, la película es bilingüe en estos dos idiomas germánicos nórdicos, son distintos. Contradictorios. Si en inglés es tierra de Dios, en los idiomas nórdicos sería más bien tierra miserable… una tierra dejada de la mano de Dios. Lo cual ya llama la atención notablemente. Venía esta película precedida de buenas críticas y de una escasa campaña promocional… típico relleno de las temporadas bajas de final de verano. Momento en el que eventualmente nos encontramos con estupendos hallazgos o maravillas cinematográficas que, por su calidad y valores narrativos y visuales, dejan en absoluto ridículo los taquillazos palomiteros que pueblan la cartelera en estas fechas. Y ya adelanto que esta es una de esas ocasiones.

En la segunda mitad del siglo XIX, cuando Islandia era un dominio danés, un pastor luterano (Elliott Crosset Hove) es enviado desde Dinamarca a la volcánica isla para construir una iglesia y fundar una parroquia en una pequeña comunidad islandesa. Aunque advertido por su obispo de las dificultades de adaptación que supone la isla, opta por desembarcar en el extremo opuesto al lugar dónde se encuentra la comunidad, y recorrer el interior de la isla con mulos. Lleva además una pesada cámara fotográfica de placas, que usa preparando su propio material sensible a base de colodión húmedo sobre la marcha. Pero la marcha le pasará factura. La mala relación con su guía islandés (Ingvar Sigurðsson), con quien no se puede comunicar, no conociendo la lengua. La muerte de su traductor debida a una desafortunada decisión suya. La enfermedad. Finalmente se irá recuperando cuando llegue a destino, gracias a un comerciante y granjero danés (Jacob Lohmann) y sus hijas (Vic Carmen Sonne y Ída Mekkín Hlynsdóttir). Pero nada será ya como esperaba.

Siendo el protagonista un pastor luterano, la mayor parte de las críticas y comentarios que he leído en castellano inciden en la pérdida de fe del protagonista ante el choque con la dura geografía física islandesa y el carácter de sus locales. Sin embargo no es ese el aspecto que más me llama la atención a mí. De acuerdo con alguna reseña que he leído en inglés, parece que Hlynur Pálmason ajusta cuentas con el pasado colonial de la isla. El protagonista, danés, monolingüe, incluso se niega a aprender el idioma islandés, contempla a través de su cámara y su placas fotográficas a los locales con condescendencia, desprecia las características singulares de la isla, que acabarán quebrando su determinación y abocándolo a un final poco halagüeño. Y en esa crítica al colonialismo específico encontramos una crítica global a todos los colonialismos y al desprecio por quien encontramos primitivo, poco civilizado. Hacia quien habla otros idiomas que, por desconocidos, despreciamos. El siglo XIX fue el siglo de los nacionalismos, lacra que arrastramos todavía hoy. Pero frente a un nacionalismo reivindicador que surge de un grupo étnico en desventaja, siempre encontramos un nacionalismo dominante, con un falso sentido de superioridad. Siguen encontrándose estas actitudes hoy en día.

La factura de la película es primorosa. Rodada en un austero formato académico, para evitar que la magnificencia del paisaje islandés se apodere de la experiencia humana, no deja de ser una película de gran belleza visual. Que se cuece a fuego muy lento, pero de forma imparable e implacable. En varios momentos, las imágenes que nos ofrece Pálmason y su excelente directora de fotografía Maria von Hausswolff nos hacen especialmente conscientes del paso del tiempo y de cómo este va generando transformaciones. En el paisaje, en las cosas, en las personas. Y se sustenta especialmente en un reparto fenomenal, de intérpretes que no serán conocidos en nuestro entorno, pero que dotan de carácter y alma a la película.

No sabía que esperar de esta película, aunque confiaba en que fuese una agradable sorpresa. Y me he encontrado con un largometraje, son más de 140 minutos de duración, que compite en calidad y profundidad con las mejores películas del verano y del año. Quizá no lo disfruten los aficionados al cine palomitero, con mucha acción y esas cosas, pero es fenomenal.

Valoración

  • Dirección: *****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****

[Cine] Shorta (2020)

Cine

Shorta (2020; 38/20210608)

El cine danés nos ofrece con cierta frecuencia buenas producciones, muy interesantes y muy bien realizadas. Tiene una cantera de directores competentes, innovadores y que trata los temas con profundidad, sin perder de vista que el cine también que ser atrayente para el público. Hace unos días leí un par de buenas críticas de esta película que he visto recientemente, dirigida por Frederik Louis HviidAnders Ølholm, dos cineastas que se habían movido hasta ahora en el ámbito de los cortometrajes, de la televisión y de la escritura de guiones. Pero inmediatamente me sentí interesado, especialmente con una cartelera que no se ha recuperado todavía de los efectos de la pandemia.

Cuando uno visita Dinamarca, Copenhague en concreto, no ve, salvo de lejos cuando se desplaza en los trenes de cercanías, los barrios de inmigrantes. Siempre vemos la cara amable de las zonas animadas, o de los festivales de jazz con los que me encontré yo en 2014.

Estamos en Dinamarca, tal vez Copenhague u otra ciudad importante, y tras una introducción en la que presenciamos la violenta detención de joven inmigrante africano por la policía, nos metemos en la rutina de un día de trabajo de dos policías que son emparejados para las patrullas de ese día. Ambos han tenido relación, aunque sea indirecta, con la detención del inmigrante, que se encuentra hospitalizado en estado grave, lo cual da lugar a una situación de malestar social en los barrios de inmigrantes, hasta el punto que los agentes reciben la recomendación de no entrar en uno de ellos, Svalegården. Mike Andersen (Jacob Lohmann) y Jens Høyer (Simon Sears) nunca han trabajado juntos. El primero tiene fama de irascible y violento. El segundo es tranquilo y callado. Pero las vicisitudes de la patrulla les llevará a estar en Svalegården, con un joven musulmán, Amos (Tarek Zayat), detenido en el coche de patrulla, cuando salta la noticia de que el hospitalizado ha fallecido, y se desatan violentos disturbios en el barrio, por no llamarlo gueto. Y van a tener difícil salir de allí.

Esta producción es una película incómoda. No hay blancos y negros, no hay maniqueísmos, no hay buenos y malos, incluso si a priori lo parece. Nadie está a salvo del reproche ético. Nadie carece de valores positivos. El problema es que no hay concesiones al distinto. Es una dura reflexión, por la fuerte violencia, a las intolerancias sociales. A los racismos. A los integrismos. Y la violencia incomoda. Pero la película está fenomenalmente realizada. Jugando con el primer plano y con la acción fuera de foco, vemos y no vemos. Sabemos qué pasa, o lo intuimos, pero como si no lo quisiéramos o como si no quisiéramos ser totalmente conscientes. La película va al grano. Con poco más de hora y media de duración, condensa lo que sucede en casi 24 horas, y suceden muchas cosas. Deteniéndose en momentos concretos, unos que invitan a la reflexión, otros a la esperanza, otros a la desesperación y otros al horror. Sin saber muy bien con qué quedarte. Porque no se proponen soluciones ni salidas fáciles.

Esta camiseta no es del Real Madrid… lo que no tengo ni idea es si podría ser del Arsenal… ni idea de fútbol. El niño no parece inmigrante… aunque vete tú a saber, que del este de Europa vienen unos inmigrantes muy rubitos.

Además hemos de señalar la más que notable interpretación de ambos protagonistas, muy bien acompañados de los secundarios, en una interpretación muy física, con un trabajo que debió ser realmente duro. Aunque con diálogos notables, que elevan el problema, desde lo local, en uno de los que se presume como uno de los países más felices y prósperos del mundo, al ámbito europeo, con ese diálogo notable de que «los inmigrantes son del Arsenal y los policías del Real Madrid». Menuda carga de profundidad y cuánto hay para reflexionar en ese diálogo aparentemente tan banal.

Película de gran nivel, pero muy incómoda. No se ofrecen seguridades de ningún tipo. Nos quedamos al final con la misma sensación de inseguridad con la que hemos empezado. Un final áspero y sin concesiones. Yo la recomendaría sin duda, porque tiene muchos valores cinematográficos y sociales importantes. Pero eso no quiere decir que guste universalmente. Por cierto, shorta [شرطة] es policía en árabe.

Valoración

  • Dirección: ****
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ****
No deja de ser irónico que el jazz fuera una evolución de la música de esclavos africanos en sus descendientes, «libres» pero segregados, y ahora sea abrazada con entusiasmo por la blanca y culta Europa nórdica.