Acabo de regresar a casa después de unas cortas vacaciones por Italia. He recorrido algunos de los lugares más característicos del Golfo de Nápoles, y antes de despedirme de «la bota», he pasado una tarde en Roma. He aquí un resumen de lo que podría ser recomendaciones a otros viajeros.
Nápoles. Creo que es difícil acusar a la capital de la Campania de ser una ciudad bonita. Pero salvo que seas excesivamente aprensivo, también es difícil no considerarla muy interesante. Sus estrechas callejas, su ropa tendida, el curioso carácter de los napolitanos, el caos que te envuelve, son experiencias interesantes de por sí. A cada cual corresponde valorar qué le gusta o no vivir cuando viaja.
Una alternativa razonable a la hora de alojarse puede ser Sorrento, especialmente si uno busca un ambiente más tranquilo, más de vacaciones. Tendrá a mano lo mismo que yo he visitado, y más a mano algunas cosas que se me han quedado en el tintero, como la Costa Amalfitana.
Quizá haya quien se quiera plantear la posibilidad de recorrer la región en coche. Indudablemente, esto dota al viajero de una gran flexibilidad a la hora de programar sus recorridos y sus visitas. Pero habrá de tener temple y nervios de acero. La circulación es demencial. Coches, motos, peatones, se disputan el espacio con una ferocidad impensable. No apto para almas sensibles.
Las dos joyas del Golfo de Nápoles son las ruinas de Pompeya en el aspecto cultural y el Parque Nacional del Vesubio en el aspecto de la naturaleza. Ambas hay que conocerlas poco o mucho. En el aspecto cultural, no deberemos olvidar las ruinas de Herculano, más pequeñas pero no menos interesantes que las de Pompeya, y el Museo Arqueológico de Nápoles, que yo no he visitado pero cuyas referencias son notables.
En el aspecto de naturaleza, me gustaría decir que la costa es estupenda. Pero el hecho es que las orillas del Golfo de Nápoles son un absoluto desastre urbanístico. Lo mejor de la costa que he visto ha sido la Isla de Capri, aunque este bello rincón mediterráneo me ha agobiado por la invasión turística que sufre y que, desde mi punto de vista, minora notablemente la experiencia del viajero. Quizá sea interesante plantearse las visitas a la Isla de Ischia o de la Costa Amalfitana, así como otros rincones de la Península de Sorrento para reconciliarse con el Mediterráneo.
Los desplazamientos en transporte público no son complicados. O sí. Dada la densidad de población de la zona, se han desarrollado una serie de líneas ferroviarias entre las cuales destacaría la Circumvesuviana, que une Nápoles con Herculano, Pompeya y Sorrento entre otras y que permiten el transporte de forma eficaz. Pero estos destartalados trenes y estaciones apenas tienen indicaciones. Nunca sabes con precisión si no preguntas si el tren que viene es el que te conviene, dado que muchas estaciones dan servicio a varios recorridos finales. Pero bueno, hay que echarle un poco de emoción al asunto.
Comer no es problema. Hace falta ser muy torpe para equivocarse. En cualquier pizzeria o trattoria te dan bien de comer y en muchas de ellas por precios más que razonables. Conviene dejarse aconsejar. Y probar las preparaciones locales. Olvidaos de las carbonaras y boloñesas, de las cuatro estaciones y las cuatro quesos. Cualquier cosa con el apellido «a la sorrentina» o con «frutti di mare» o «pescatore» o «a modo mio» va a estar muy rico. El pescado y otros productos del mar está siempre fresco y muy bueno.
Por último, pasar un rato en Roma, aunque ya se conozca, está bien. Así que nada, un paseíllo por la ciudad eterna sienta estupendamente.
El material fotográfico utilizado en el reportaje gráfico del viaje ha sido:
- Canon EOS 40 D con objetivos
- EF 24-105/4L IS USM
- Tokina AT-X Pro 124 (12 -24/4)
- EF 28/1,8 USM
- EF 50/1,8 I
- Canon Ixus Digital 860IS









