Estamos en el puente de Todos los Santos. Esta extraña festividad, entre macabra y alegre,asociada al santoral católico pero que con distintos orígenes y anclajes etnológicos se celebra en todo el mundo occidental, nos ha proporcionado este año un fin de semana de tres días. El clima no ha acompañado. En teoría. O tal vez sí. Según. Ayer me subí a pasar el día con unos amigos que tienen un cuco apartamento en Castiello de Jaca. Y nos dimos unos paseos. E hice unas fotos. A lo mejor sí que ha acompañado el clima. Si lo que te interesa es hacer fotos.
Os dejo un reportaje. Cámara utilizada: Panasonic Lumix GF1, con objetivos G 20/1,7 ASPH. y Leica DG Macro-Elmarit 45/2,8.
Llego al valle del Aragón hacia las once de la mañana, con lluvia; abundantes nubes desciende hasta media ladera en las montañas que limitan el valle.
De vez en cuando, algún claro se abre entre las nubes, dejando ver la nieve caída en las cumbres por la noche, y la lluvia va cediendo; parece que es un buen momento para arriesgarse a dar un paseo por los alrededores de Villanúa.
En las laderas de las elevaciones, el otoñal dorado de los árboles de hoja caduca contrasta con el profundamente oscuro verde de los árboles de hoja perenne.
La abundante humedad propicia el crecimiento del musgo en las zonas más umbrías.
Poco a poco se va haciendo la hora de preparar la comida, y regresamos a por los coches; cuando cruzamos el río Aragón, las nubes vuelven a ser densas y dan un aspecto plomizo a las aguas.
Después de comer, nos asomamos para ver cómo está la tarde; se abren algunos claros, aunque la cima de Cotiella no se liberará en ningún momento de su gorro de nubes.
Salimos a dar un nuevo paseo, esta vez por los alrededores de Castiello de Jaca; desde lo alto del pueblo se ve el juego de curvas al que juegan la carretera y la línea del ferrocarril.
Más nuevas o más viejas, las chimeneas de las casas conservan su diseño tradicional, con sus espantabrujas en lo alto.
La lluvia caída y la suave luz del atardecer resaltan el colorido de verdes y ocres que cubre el valle en otoño.
Con escasa luz ya, volvemos al apartamento, mientras que durante unos segundo la carretera queda sola, acompañada sólo por los rojizos ocres de los árboles que la bordean.