Hace ya un año que hice las doce fotos con mi Hasselblad 500CM y un rollo caducado de Ilford Delta 400 de fotografías, objetos y documentos extraídos del baúl de los recuerdos familiar que mantenía mi madre y que ahora tengo yo en casa. En aquellos momentos, en los días de Semana Santa, como todos los confinados, tenía muchas horas de estar en casa. En los días laborables, salía todos los días a trabajar, al considerarme trabajador esencial. Pero los festivos… como todo el mundo. Por eso dediqué una tarde de hace un año a estas fotos. También me pasaba que, ante la ausencia de vida social, tenía menos temas para tratar en este Cuaderno de ruta. Televisión sí, mucha. Cine,… sólo algún estreno en plataformas de vídeo bajo demanda en internet. Libros,… con un bloqueo de lectura tras otro que todavía me duran. Fotos, sí… todas las semanas un rollo en blanco y negro. Pensé que podría dedicar algunas entradas a la nostalgia.
Lo curioso es que, poco después, las se empezaron a animar… y de las doce fotos para doce entradas nostálgicas, un año más tarde sólo «he consumido» diez de ellas. Once con la de hoy. Una colección de fotografías aparecidas en una vieja cartera en las que aparece mi padre y mi madre cuando eran jóvenes, mi madre en tres de ellas. Pero también su hermana Aurelia. Y la tía Maruja, que era amiga de mi madre antes de convertirse en concuñadas, si no me perdí en su día en la explicación de la historia. Y mi abuelo cuando no tenía pinta de abuelo, en 1941, sino de señor interesante.
Y está el bebé, tan despabilado. Una anotación dice que soy yo… pero no lo tengo nada claro. Mi aspecto en otras fotos de la época era distinto. Con más pelo y más rechoncho. Y algún observador ajeno ha comentado la posibilidad de que se tratase de una niña. Queda en la duda de porque estaba en una cartera con otras fotos de familia tan cercana.
