En la sección de fotografía de la página de la NPR, el servicio de radiodifusión pública de los Estados Unidos, nos habla de las viejas fotografías y daguerrotipos que ha adquirido la Smithsonian. Se trataría de una colección privada de los originales y las copias fotográficas que se deberían a los primeros fotógrafos de origen afroamericano que se dedicaron al incipiente negocio hacia la mitad del siglo XIX. Nombres que probablemente sonarán poco como James P. Ball, Glenalvin Goodridge y Augustus Washington. Estos son algunos de los fotógrafos identificados y los más conocidos, que incluso tienen su propia página en Wikipedia, en inglés. Y por supuesto, en la mayor parte de los casos, personas que pudieron ejercer su profesión en el norte de los Estados Unidos. Que en el sur no estaban para estas fiestas. Interesante, sin duda.

Imogen Cunningham fue una fotógrafa excelente, y con una vida interesantísima, tanto por sí misma y su por su trabajo como por la cantidad de gente interesante con la que se relación, especialmente en el mundo de las artes, fotografía incluida. Y vivió muchos años, 93, en estado de gran lucidez. Y siendo tan anciana, también dedicó parte de su trabajo a fotografiar a personas ancianas. Con la misma sensibilidad, estética y cuidado con la que fotografía todos los retratos que hizo a lo largo de su larga vida. Y mucho de ellos cuando ella misma había entrado en sus últimas décadas de vida. Un ejemplo admirable para todo el mundo, se dedique a lo que se dedique. Nos lo han contado en Casual Photophile. A ver si le perdemos un poco de miedo a nuestra propia evolución personal, a nuestro envejecimiento y el final de nuestra vida que lógicamente lleva consigo y detrás. Es ley de vida.
Más retratos. Los de las gentes de la antigua RDA, la Alemania del este, donde todo se supone que era gris y triste. Pero como nos cuentan en Blind Magazine, ahí tenemos los retratos de la fotógrafa Ute Mahler para demostrar que, incluso en los lugares más tristes, los seres humanos, en compañía de sus familias y de sus amigos, son capaces de encontrar momentos de alegría y de felicidad. Lo cual no justifica esos regímenes grises y tristes. Pero sí humaniza a quienes los sufrieron.

Masahisa Fukase, está de moda. Casi diez años después de su muerte, su obra es reivindicada constantemente. Si unos de mis libros favoritos del fotógrafo, y en general, es 家族 Kazoku (familia), el más conocido de su obra fue 鴉 Karasu (cuervos), en el que expresa, a través de estos animales, el profundo dolor que le causo ser abandonado por su esposa, Yoko. En su cuenta de instagram, Leire Etxazarra nos ha contado un poco sobre ello.
Y en Creative Boom nos hablan de otra de las fijaciones de Fukase por los animales. En esta ocasión por los gatos. En concreto por Sasuke, decenas de veces fotografiado, retratado, con un sentido alegre, y al mismo tiempo cariñoso… como quien se fija en las andanzas y devenires de un niño cuando va creciendo. Es notable la variedad de registros de este fotógrafo, sin perder su personalidad artística en sus trabajos, no importa si reflejan amor, tristeza, devastación, ternura o alegría.
