Estoy terminando las dos semanas de vacaciones que me quedaban. Me queda para más adelante algunos días de disposición personal que me servirán para alguna escapadilla breve, pero lo que son vacaciones reglamentarias… pues se acabaron hasta el año que viene. La cuestión es que los periodos vacacionales son especialmente fecundo para mi actividad lectora. Especialmente si incluye un viaje con desplazamientos en avión intercontinentales de horas y horas. Nuestra norma es que, si fuera (del avión) hay luz, se lee, se habla, se ve una película, lo que sea. Yo leo. Si fuera hay oscuridad, se intenta dormir. Es la forma que hemos encontrado para sobrellevar los desfases horarios de la mejor forma posible. Así que si sumas esos desplazamientos, más el relax vacacional que te permite concentrarte mejor en la lectura, más la disponibilidad de otros tiempos que cuando estoy en periodo laboral no existen… pues he acumulado cuatro libros de ficción, más los tankōbon que mencionaba ayer de manga.

Pero aun me quedaba por comentar una novela que terminé unas semanas antes de coger las vacaciones, y que leí entre finales de agosto y principios de septiembre. Una de las novelas más recientes de Joyce Carol Oates, una de las escritoras contemporáneas que más me ha atraído y he leído en los últimos años. Hacía ya bastante tiempo que lo tenía en lista de espera. Pero con lo que me cuesta leer últimamente, cuando no estoy de vacaciones, me da mucha pereza empezar con libros que tienen un número de más de 250 o 300 páginas. Y este que traigo hoy tiene más de 500 páginas. En sentido «figurado»,… porque lo he leído en formato electrónico, donde eso de las páginas tiene poco sentido. Pero bueno… la versión fabricada con árboles muertos tiene oficialmente 552 páginas. Siempre me entran muchas dudas de cómo cuentan las páginas de una novela. Pero no voy a entrar ahora en eso.
Oates nos traslada a los suburbios económicamente más adinerados de Detroit en los años 70. Han quedado atrás, pero se conservan en la memoria, los disturbios raciales que se produjeron en la ciudad en 1967. En cualquier caso, la población vive en guetos. Para blancos ricos en los suburbios, para negros y otras minorías pobres en la ciudad. La protagonista de la novela es una mujer a punto de cumplir los 40 años, blanca, acomodada, que quiere ser «alguien» socialmente hablando. Pero que en un fiesta benéfica que ayuda a organizar comienza una peligrosa relación con un individuo más bien desaprensivo y violento que pondrá patas arriba su mundo seguro y protegido. Al mismo tiempo, un asesino en serie, Babysitter está raptando, torturando y asesinando niños. Y de fondo, una red de pederastia en torno a un orfanato regido por un clérigo. Y el mundo de los sirvientes, los trabajadores, los sicarios… pertenecientes a las minorías étnicas más empobrecidas.

Como de costumbre, Oates presenta en su libro temas feministas, en este caso en relación con el papel de la mujer en la «buena sociedad», en los roles que debe representar, en el aspecto que debe tener, en cómo debe comportarse, en con quién tiene que relacionarse. Pero, como de costumbre, Oates no sitúa a las mujeres sólo como víctimas del patriarcado. También las sitúa como cómplices, como colaboradoras necesarias, estableciendo una doble crítica. A partir de ahí surgen otros temas como el maltrato o la violencia sexual hacia las mujeres. Pero en un entorno donde el conjunto de valores negativos es más amplio e interrelacionado. El racismo, la aporofobia, está presenta tradicionalmente en la sociedad norteamericana (y en otras). La complicidad entre instituciones para ocultar las miserias de la sociedad, como el abuso sexual de niños/menores. Oates presenta un fresco bastante sombrío de una sociedad que, aunque sea de hace más de cuarenta años, sigue vigente en la actualidad.
La lectura del libro es incómoda. No hay forma de empatizar, o siquiera sentir una mínima simpatía, por prácticamente ninguno de los personajes de la novela. La protagonista principal, que es tanto víctima como, en ocasiones, verdugo, es alguien con unos problemas de identidad que gestiona muy mal. Unos problemas de identidad y de construir para sí misma un personaje, más o menos artificial, que también se encuentran presentes en otras novelas de la autora. Creo que el personaje que más simpatías despierta es la criada filipina de la protagonista, que resuelve las consecuencias de sus errores con frecuencia, y al mismo tiempo desconfía de ella por la sensación de que la está juzgando moralmente de forma continuada. Los hechos que se narran son duros. Hay violencia. Dura. Injustificada. Como consecuencia de esos valores negativos mencionados. No obstante, Oates escribe bien, muy bien. Es una excelente narradora. Quizá el libro no tenga, para mí, el impacto de otros que he leído de la autora, pero indudablemente es un excelente libro.

