[Libro de fotografia] Yōko – Masahisa Fukase

Fotografía

Las series de fotografías que ilustran esta entradas de este Cuaderno de ruta pueden verse, desprovistas de texto, en fotos en serie. Yōko Wanibe, la que fue esposa del fotógrafo japonés Masahisa Fukase, era originaria de Kanazawa, y allí nos vamos fotográficamente.

No es infrecuente que un fotógrafo haga de su esposa el motivo principal de su trabajo fotográfico. De forma esporádica, en alguno de sus proyectos o de forma sistemática. Hay varios nombres que se me vienen a la memoria. Elliot Erwitt fotografió a su esposa en escenas familiares en alguna ocasión, sola o con su bebé, June Newton, conocida también con su nombre de fotógrafa Alice Springs, la esposa de Helmut Newton, también aparecía con cierta frecuencia en la obra de este. Alfred Stieglitz fotografió con frecuencia a su esposa, la pintora Georgia O’Keeffe. Emmet Gowin es bien conocido por los retratos íntimos de su esposa Edith. Siempre me ha gustado mucho la obra de Harry Callahan, que fotografió repetidamente a su esposa Elleanor como principal sujeto de interés durante quince años.

Si nos centramos en Japón, pues al fin y al cabo el fotógrafo cuya obra nos interesa hoy es japonés, es bien conocido el Sentimental Journey de Nobuyoshi Araki, una inmensa declaración de amor a su esposa, Yōko. Obviamente, este nombre de mujer fue muy popular en una determinada época en el País del Sol Naciente. Cuando esta enfermó y falleció, volvió a ser el sujeto de la cámara de Araki, que publicó su Winter Journey en la que añade el duelo a esa declaración de amor hacia su esposa. No son pocos, por lo tanto, los fotógrafos que han dirigido su cámara hacia la persona más cercana. También encontraríamos la inversa, fotógrafas que dirigen su visión hacia su pareja. Sea hombre como hace Pixy Liao, en un trabajo subversivo sobre los roles tradicionales de la pareja, o sea mujer, como las fotografías más íntimas y familiares de Annie Leibovitz en la que aparece con frecuencia Susan Sontag. Quizá sea más frecuente en las fotógrafas que dirijan su cámara hacia otros miembros de la familia, especialmente los hijos, como hacía Sally Mann.

Masahisa Fukase es un fotógrafo que nunca me ha dejado indiferente. Por supuesto, la obra de Fukase que primero conocí fue Karasu 烏 (Cuervos), una serie que muchos consideran una de las obras maestras de la historia de la fotografía, y que fue provocada por la separación de su esposa, cuando tras trece años conviviendo, la pareja se separó y se divorció. Una monumental manifestación de duelo de carácter expresionista, muy poderosa. Sin embargo, el único libro que tenía del autor japonés hasta el momento es Kazoku 家族 (Familia), una serie de retratos familiares realizados a lo largo de los años, y que a mí me parece otra genialidad absoluta. En estos retratos aparece también Yōko, siempre de una forma que denota que es el miembro «apegado» o «extraño» de esa familia. Uno de mis libros favoritos en mi biblioteca de libros fotográficos.

Cuando hace unos meses me enteré de la edición del libro que nos ocupa hoy, dedicado integralmente a Yōko, y tras haber visto algunas muestras de lo que iba a ser su contenido, decidí que tenía que ser mío. No ha sido tan fácil como parece. Publicado en Japón, me ha costado encontrar una librería dentro de la Unión Europea, evitando demenciales costos de transporte y el riesgo del sablazo en la aduana, que lo tuvieran disponible y con un precio razonable y no desmesuradamente inflado. Y ya puedo decir que también ha pasado a formar parte de mis libros de fotografía favoritos en mi biblioteca. Con fotografías procedentes de diversas series del fotógrafo, como las ya mencionadas Karasu y Kazoku, hay otras muchas que nos hablan de su vida cotidiana, y especialmente de la personalidad vital y compleja de esa mujer que probablemente fue el centro de la vida del autor desde el principio de los años 60 del siglo XX y hasta mediados de los años 70, y más allá si contamos el largo período de duelo que sufrió el fotógrafo. Un libro, que en estos momentos, me parece imprescindible.

[Cine] The Children Act (2017)

Cine

The Children Act (2017; 55/20181129)

Ya hace más de una semana que vimos esta película. La verdad es que llevo bastante retraso a la hora de comentar cine. Estos días que he tenido fiesta me han permitido ir más a las salas, a horas en las que habitualmente no me es posible. Pero bueno, poco a poco iré encontrando huecos. Pendientes tengo todavía un par más de películas, que tienen cierto interés vistas en esta semana. Igual hago una entrada doble en unos días; porque la semana que viene tengo que viajar por trabajo y aun tendré menos ocasiones para actualizar este Cuaderno de ruta.

En cualquier caso, la película de hoy tiene también su comentario. Tenía ganas de verla. Está basada en una novela reciente del británico Ian McEwan, de 2014, que leí con interés. Por dos motivos; porque me gusta el escritor y porque toca temas con los que convivo en mi trabajo y me gustan. Lo cierto es que ha tardado bastante en venir a España, donde no pudimos asistir a una sesión en versión original. Pero no es difícil encontrar una versión en internet sin doblar, así que «complementé» la visita a la sala del cine con la posibilidad de escuchar los diálogos originales. Los doblajes no sólo me parecen una adulteración de la obra original, sino que últimamente vienen sufriendo además traducciones bastante fatales. En este caso, ya la traducción literaria del libro tenía sus problemas, cosa que detectas mejor cuando conoces los temas bien y manejas con fluidez los conceptos. Así, pues vista en casa también la versión original, es en la que me centraré.

La acción, salvo una «excursión» de la jueza Maye a Newcastle, transcurre en Londres, en la zona de los tribunales, no lejos de Saint-Paul. Bueno… fotos de Londres en general para hoy.

Reconozco que no imaginaba a la jueza Maye encarnada por Emma Thompson, ni al marido con el aspecto de Stanley Tucci. Pero ambos son sólidos intérpretes y se meten perfectamente en la piel de este matrimonio en crisis. Crisis que se acentúa cuando la jueza tiene que decidir sobre un caso de tratamiento con transfusiones en un menor de edad testigo de Jehová, que corre el riesgo de morir en caso de rechazo del tratamiento. Un menor de edad que tiene 17 años y 9 meses… una figura que podría considerarse desde ciertos puntos de vista un «menor maduro», con capacidades para decidir sobre muchos aspectos de su vida.

La película no obstante carga las tintas más sobre las relaciones personales entre los personajes que sobre los dilemas morales. También es muy precavida, para no pisar sensibilidades religiosas. El caso de entrada, un caso sobre separación de mellizos en una familia muy religiosa pero anglicana, no tiene que ver con el que se presenta en el libro, que trata sobre la discriminación del mujer en su acceso a la educación en las comunidades ortodoxas judías. Y esto es un aspecto que lo diferencia de la obra literaria, que arremete claramente, aunque de modo racional, contra la irracionalidad de los preceptos de las distintas religiones. La película es mucho menos comprometida que la obra literaria.

Por lo demás, la película se sujeta ante todo en la interpretación de Thompson. Con una realización por parte del director Richard Eyre académicamente sólida, pero convencional, la película resulta un tanto fría si no fuera por las ocasiones muestras de emoción que traslucen sus protagonistas. Protagonistas que tienen que tratar con personajes, especialmente el de la jueza, bastante frío en sus emociones, aunque la procesión vaya por dentro. Me parece además irregularmente resuelta la relación con el menor.

Una película que no está mal, que se deja ver. Con el buen nivel interpretativo como principal virtud, agradará a los aficionados al cine británico. Pero que se queda un poco corta en lo que podría haber sido. De todas formas, son pocas las películas de Eyre que me hayan llegado a emocionar a pesar de tratar temas con potencial profundidad.

Valoración

  • Dirección: ***
  • Interpretación: ****
  • Valoración subjetiva: ***