[TV] Cosas de series; animación japonesa, un histórico y un largo asociado a serie contemporánea

Cine, Televisión

Hoy voy a dedicar la entrada a la animación japonesa, o anime. Siempre me ha parecido un tontá mantener el término japonés, para referirnos a la animación que procede del País del Sol Naciente. Es evidente, que como sucede con otras cinematografías, tiene características específicas diferenciadas de lo que se hace en otros lugares. Pero esto es reflejo de su entorno social y cultural y de sus tradiciones artísticas, y no de que la esencia de los que es la animación sea radicalmente distinta del resto del mundo. Y además… la palabra anime アニメ no es una palabra japonesa en origen. Hay quien dice que procede del francés dessin animé (dibujo animado), y hay quien proclama su origen inglés animation → アニメーション animēshon (animación) アニメ. Y en cualquier caso, procede del latín, animus -i o anima -ae, la fuerza que impulsa los seres en movimiento, en el caso de los seres vivos, el alma. Así que si hablamos un latín vulgar evolucionado, ¿por qué renunciar a nuestro propio léxico, dibujo animado o animación,… japonesa? En fin… vamos a ello.

Ilustro la entrada con algunas fotografías de nuestro segundo y último viaje, por el momento, al País del Sol Naciente.

En Netflix es posible ver las dos temporadas de GANTZ, una serie de animación de 2004, basada, como tantas otras, en una serie de historietas con el mismo título. Y en algunos lugares la he visto descrita como un clásico de la animación japonesa orientada a un público masculino, más bien adulto, aunque sus protagonistas principales estén en la adolescencia. La versión no censurada, que es la que se puede ver en la plataforma digital, tiene bastantes referencias o escenas con contenido sexual, más allá del fan service que se ofrece también en las series dedicada a los adolescentes masculinos. Sin embargo, lo característico de la serie es una trama con tintes muy oscuros, con bastante violencia y con poca complacencia con el destino de los personajes protagonistas. Lo de Game of Thrones no es algo original. Siempre hubo producciones cinematográficas o televisivas de acción que no daban por supuesto el final feliz de sus protagonistas, o aseguraban su supervivencia hasta el final, independientemente del destino que les depararan sus guionista.

En esta ocasión estamos ante dos jóvenes adolescentes, amigos de la infancia, que por salvar a un indigente alcoholizado que ha caído a las vías del metro, ante la indiferencia del resto de los presentes, mueren arrollados por uno tren metropolitano, despertando misteriosamente en una habitación con una misteriosa esfera, y otras gentes que también han tenido una muerte violenta reciente. Entre ellas una joven que ha intentado suicidarse, aunque en este caso, un error de quien esté detrás de las resurrecciones, ha generado una copia de la persona aunque el original no ha llegado a morir. A partir de entonces tienen que participar, necesariamente en una serie de misiones para matar alienígenas. Si lo consiguen en un plazo de tiempo determinado, sobreviven, si no… mueren definitivamente. Pero son muchos los que mueren en las misiones, incluso si estas tienen éxito. En los 26 episodios que en total componen la serie, no son muchas las misiones que presenciamos. Creo que dos, o como mucho tres, por cada una de las dos temporadas. Cada misión abarca varios episodios, y hay episodios intermedios que nos hablan de los problemas cotidianos de los protagonistas y los personajes secundarios. Se tratan temas complejos. Como la infidelidad, los problemas de relación de la adolescencia, la violación y el acoso sexual, los abusos violentos a personas vulnerables y otros temas claramente adultos. La serie me ha producido una apreciación global positiva, aunque es irregular, pero yendo de más a menos. La segunda temporada es claramente superior a la primera.

Violet Evergarden es una franquicia de animación que se ha ido emitiendo en Netflix con origen en una serie de novelas ligeras. Comenzó con una serie de televisión, motivo por el cual continúo comentando sus derivados en entradas televisivas, aunque después de la serie ha habido dos largometrajes, ambos estrenados en la misma plataforma digital, pero pensados para su estreno en salas de cine, por lo menos en su país de origen. El segundo de los cuales, el que ahora comento brevemente, Gekijouban Violet Evergarden [劇場版 ヴァイオレット・エヴァーガーデン, Violet Evergarden; versión cinematográfica; en español, directamente, Violet Evergarden: la película] tiene todas las pintas de dar cierre al ciclo de historias iniciado con la serie. Aunque… a saber. La serie me pareció interesante. Con elementos de estética steampunk, nos trasladaba a un lugar imaginario, con resonancias a la Europa de principios de finales del XIX o principios del XX, donde acaba de terminar un conflicto bélico que puede ser una mezcla de elementos de la Guerra francoprusiana con la Primera guerra mundial. Y en esta guerra, Violet es una niña soldado que terminó terriblemente mutilada, con pérdida de dos brazos y un fuerte impacto psicológico y emocional, que poco a poco va recuperandose gracias a unas prótesis, y un trabajo como redactora de cartas bajo encargo en un «servicio postal» con unas características no exactamente iguales a las de los reales.

Aunque con una estética muy propia de las series de época destinadas al público adolescente femenino, la serie no dejaba de tener interés por el alegato antibélico que portaba, y por algunos temas de cierta profundidad que trataba sobre las consecuencias de las guerras en los supervivientes. Las dos películas posteriores… pues la primera era una mera historia de continuidad, un episodio largo, sobre la base de lo narrado en la serie, mientras que la segunda, la que hoy comento… pues bueno… la terminé por aquello de dejar cerrado el tema. Porque en esta ocasión nos «resucitan» al oficial del ejército junto a quien luchó en la guerra, y que la trató como un ser humano y no meramente como un arma más. Y montan una historia romántica, contada en flashback por la nieta de una clienta de Violet cuando trabajó en el «servicio postal». Me costó terminar de verla, y corres el riesgo de atragantarte de melodrama a la vez de sufrir una diabetes por el exceso de romance meloso y dramático. No ver,… salvo adolescentes femeninas, más bien jovencitas y romanticonas. Si me decidiese a incluirla en mi base de datos cinematográfica… al fin y al cabo, fue pensada para su exhibición en salas, mi valoración sería: Dirección ***, Interpretación ***, Subjetiva **.

[TV] Animación japonesa; entre las mesas de juego y las consecuencias de la guerra

Televisión

Hace unas semanas, recién regresado de mi pequeña escapada de mitad de agosto por tierras germanohelvéticas, hicimos una reunión de amigos y conocidos donde se habló de muchísimas cosas. Y hubo alguien que me confesó que seguía este Cuaderno de ruta aunque yo no lo sabía, ni me lo podía imaginar. Así se lo dije. Aparentemente, aunque hemos mantenido siempre una relación cordial, no somos amigos cercanos, pero sí que nos caemos bien, nunca hemos tenido muchos intereses en común. Pero me sorprendió porque me empezó a hablar de su afición a la animación y a la historieta japonesa. Exclusivamente japonesa; o sea que él dirá siempre «anime» y «manga». Y echaba de menos que hablase de estos temas recientemente.

Estación de Omuroninnaji - Kioto

Si algo tienen en común los países centroeuropeos en los que se inspira la ambientación de una de las series de hoy, y Japón, país de origen de las series, es la importancia del ferrocarril. Que tiene un papel protagonista en alguno de los episodios y aventuras de Violet Evergarden.

Con lo del «manga», es decir, la historieta, le dije que acababa de comprar un libro que tenía buena pinta. Han pasado semanas y no lo he terminado. No está mal, pero es durillo, y últimamente no tengo la cabeza para historias demasiado intensas. Lo terminaré. En unos días. Pero con respecto al «anime», la animación, le comenté que en las plataformas de vídeo bajo demanda a las que accedo, no encontraba en estos momentos nada que me atrajese. Lo más adecuado para un público adulto ya lo había visto, o lo había abandonado por falta de interés, y lo demás me parecían productos excesivamente para adolescentes y, por lo tanto, con alguna excepción, difícilmente digeribles. A lo que contestó recomendándome dos series, que estando específicamente dirigidas al mundo adolescente, dijo que podían sorprenderme. Que les diera una oportunidad. Ambas en Netflix.

La primera, Kakegurui [賭ケグルイ] (algo así como «jugador compulsivo»), trata sobre un instituto privado donde se establece un sistema de castas basado en la habilidad o la fortuna en los juegos de apuestas. No me atrevo a decir «de azar», porque todo el mundo hace trampas. Lo sorprendente de la serie, es que tratándose de adolescentes, hay momentos en que la trama trata cuestiones muy para adultos. Aunque sin ser demasiado explícitos, se plantean los abusos sexuales de los miembros de castas superiores hacia los de las inferiores, aparte de otro tipo de abusos y humillaciones. Y se juega sin complejos con el suicidio como aliciente durante el juego. Esto, sin contar la trama de poder económico y político que subyace. La cuestión es que me ha dejado un tanto sorprendido. Finalmente, los temas son bastante adultos, pero todavía no sé muy bien en qué medida critica o enaltece lo en ella nos muestran. Entra en esa nebulosa ética que a veces he observado en producciones niponas, que me desconcierta, especialmente cuando va dirigido a adolescentes. Sensaciones extrañas. No sabría recomendarlo del todo.

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El segundo, Violet Evergarden, sí que me ha sorprendido positivamente. A este estreno de Netflix, sí que me había asomado modestamente, pero no llegué a terminar de ver ni el primer capítulo cuando lo pusieron en la programación. Pero aunque con una premisa extraña, me pareció que era una de esas producciones excesivamente floridas y barrocas, potencialmente cursis, destinadas a un público femenino muy jovencito. Pero llegando en una segunda oportunidad me encontré con una trama y unos temas más serios de lo que pensaba. La protagonista de la serie es una adolescente; le suponemos unos catorce años, aunque el tiempo que pasa durante la serie no está bien definido, pero hay que suponer que la dejamos ya convertida en una joven adulta. Encontrada huérfana y abandonada durante su infancia, es «regalada» por un oficial de la marina a su hermano, oficial del ejército, para que la use como arma en el conflicto que se viene encima a este país imaginario. Y empieza la serie con la adolescente convaleciente, habiendo perdido sus dos brazos, sustituidos por unos de carácter robótico, desconcertada y sin futuro. Un antiguo militar que ha montado una empresa de reparto de cartas redactadas por su equipo de «muñecas de recuerdos automáticos» bajo encargo, se hace cargo de ella y le ofrece trabajo. Al final, trabajará escribiendo cartas para personas que no saben escribir, o no saben redactar y expresar sus sentimientos, en las condiciones más diversas. Mientras, intentará comprender que pasó en ese final de la guerra que tiene tan confuso.

La serie, a lo tonto modorro, trata temas más serios de los que parece. Ambientada en un continente y un país ficticio, pero evidentemente inspirados por la Europa central del siglo XIX, con una guerra inspirada en la del 14-18. Hay algunas discronías, como la capacidad de elaborar complejos elementos prostéticos y algunos otros dispositivos tecnológicamente avanzados. De forma sutil, flirtea con el steampunk y el cyberpunk, sin entrar de lleno en estos géneros. Pero plantea varios temas importante.

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La guerra, su horror, su futillidad, y las consecuencias que puede generar en los niños, especialmente si se ven obligados a formar parte activa de la misma.

Los escritores por encargo, un oficio o servicio que se prestaba en tiempos pasados, con una parte importante de la población iletrada y que pagaba por que alguien escribiera sus cartas a partir de los datos o sentimientos que les iban expresando. Tema curioso, cuando estamos en una sociedad que ha abandonado el género epistolar, potencialmente rico en conceptos y temas, por el mensaje breve, rápido, instantáneo, utilitario y muy pobre en forma y contenidos.

Independientemente de que sepamos leer o escribir, la capacidad para expresar sentimientos de forma elaborada y compleja. Habiendo abandonado las formas de escrituras que van más allá de unos pocos caracteres de ordenador, la incapacidad para ordenar nuestros sentimientos y trasladarlos a una declaración oral o escrita a otra persona, que vaya más allá de unas cuantas frases hechas. Y que en la serie se plantea no sólo para los campesinos y trabajadores sin educación, sino también para príncipes y eruditos. Indudablemente también establece una correlación entre la deshumanización del hecho bélico y la pérdida en la capacidad de sentir y la transmisión de sentimientos.

La soledad y la necesidad de afecto, la necesidad de pertenencia a un grupo que vaya más allá de lo funcional o estructural, en el que haya vínculos emocionales, a ser posible positivos.

La identidad personal; lo que realmente somos frente a lo que los otros o la sociedad dicen que somos o el papel que nos asignan.

No puedo asegurar que el estilo y las formas de esta serie sea para todos los públicos. Pero indudablemente no es una serie banal, ni mucho menos. Lleva contenido. Y desde ese punto de vista puede ser recomendable. Su público objetivo estará entre quienes tienen entre los 12 y 18 años. Pero no tiene porqué atragantar a los más adultos, si salvan los aspectos formales más superficiales, que rozan en alguna ocasión lo cursi. Está basada en una serie de novelas o relatos cortos que ha alcanzado cierto éxito en Japón. Desconozco si habrá una segunda temporada. Campo hay, y parece que está abierta esa posibilidad.

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