Tengo unas cuantas series de televisión pendientes de comentario de antes de cogerme las vacaciones. Pero en la tónica de estos días, me apetece comentar cositas que he visto durante, o aprovechando, estas vacaciones. Porque en un viaje largo siempre hay tiempos muertos, o un rato antes de dormir, en los que aparte de la posibilidad de leer algo, puedes ver algo de lo que llevas en tu tableta por si acaso. Las dos series que comento las llevaba empezadas de antes del viaje a Japón, pero las he terminado durante el viaje.

Jongmar-ui babo [종말의 바보, el tonto del fin del mundo] es una serie surcoreana preapocalíptica, que en inglés se ha titulado Goodbye Earth y en castellano Adiós, Tierra. O sea, lo mismo que en inglés. Es una producción de Netflix que se basa en una novela japonesa que estoy dudando si leer o no, creo que no adapta exactamente la historia, se inspira en ella, y que en en doce episodios nos cuenta lo que pasa en una ciudad coreana en los 200 días que faltan para que quede destruida por la colisión con la Tierra de un asteroide. Pero antes de seguir, quiesiera hacer algunas puntualizaciones terminológicas. Que últimamente el personal adjetiva la ficción cinematográfica o televisiva.
En primer lugar, sí, he dicho preapocaliptica. No posapocalíptica como se puede leer en algunas reseñas o comentarios. La catástrofe no ha sucedido. Sucederá. Incluso se puede prever minimizar las consecuencias de la misma. Pero lo que analiza la serie no es lo que pasa después de la catástrofe. Lo que analiza es la descomposición de la sociedad cuando hay amenazas graves sobre la misma. Y eso puede ser de carácter catastrófico natural, pero podría ser por otros motivos. A lo largo de la historia de la humanidad, las sociedades, aparentemente estables y prósperas, se han desmoronado, los tejidos sociales destruidos, y la civilización se ha venido abajo. Sucedió en Mesoamérica con los mayas, sucedió en muchos lugares de Europa con el derrumbe del Imperio Romano, sucedió en el Mediterráneo oriental en la Edad de Bronce,… civilizaciones potentes, avanzadas para su época, que se desmoronan, hay un declive demográfico, y un abandono de la grandes ciudades y vuelta a la subsistencia básica. Pero antes de que eso suceda, hay un periodo de advenimiento del caos social.
En segundo lugar, el maldito término distopía/distópico que ahora se aplica a todo. Sobre la película sobre una hipotética guerra civil en Estados Unidos que comenté recientemente vi y comenté, la mayor parte de los medios hablan de una situación distópica. No tal. Es un escenario histórico alternativo o teórico, más bien una ucronía a futuro. Pero sobre una sociedad no diferente en esencia de la actual. Y a la serie actual también se le aplica en algunos medios el término distópica. No tal. Es un derrumbe social. No una distopía. Aunque ahora ha degenerado el término para abarcar muchas situaciones muy distintas, incluso los artículo en inglés y en castellano se lían mucho, originalmente la distopía se refería a sociedades que bajo la apariencia de una utopía, o sociedad ideal, se trata de sociedades o sistemas sociales y políticos deshumanizadores, que anulan la persona. Por lo tanto, relatos posapocalípticos, preapocalípticos, ucronías, o relatos sobre dictaduras hechas y derechas, sobre todo derechas, no son distopías. Lo importante, filosóficamente, de la distopía es su apariencia de sociedad ideal… cuando es todo lo contrario. No estamos en la situación.
Cuando comienza la serie, hace más de 150 días que se sabe que un asteroide colisionará contra la Tierra en algún lugar muy próximo a la península de Corea, por algún mapa que sacan en lo que la mayor parte del mundo llama el mar de Japón, y que ellos llaman el mar del Este… denominación que sólo tiene sentido para ellos, claro. Pero bueno, también al mar del Norte se le llama así aunque sólo tenga sentido para los europeos occidentales que no viven en los países escandinavos. En fin, no nos extenderemos mucho sobre el hecho de que la nomenclatura cartográfica está condicionada por el histórico impulso colonizador de la Europa occidental. Aquí estamos de nuevo. En esos 150 días, sabiendo que Corea, ambas Coreas, van a desaparecer como nación, en la del sur se ha producido una guerra civil y una descomposición del tejido social. Algunos coreanos son acogidos como refugiados en otros países, pero los criterios son egoístas, arbitrarios, injustos,… y no van a alcanzar a toda la población. Al mismo tiempo, mafias criminales campan por el país, y es infame la trata de personas, especialmente de niños y adolescentes.
En ese entorno, nos encontramos con cuatro amigos. Una profesora de educación intermedia, Ahn Eun-jin, el equivalente a la ESO, que vive con dificultad la desaparición o muerte de todos menos tres alumnos de su clase, víctimas de esas mafias. Su novio, un científico brillante, Yoo Ah-in, que se encuentra en Estados Unidos. Una capitana del ejército, Kim Yoon-hye, con un alto sentido del deber y que pretende proteger a la población de la ciudad. Y que en secreto es lesbiana, y está colada por la profesora. Y un sacerdote católico, Jeon Sung-woo, que tiene que confortar a su parroquia cuando el párroco titular desaparece. Y luego hay una pléyade de secundarios, más o menos habituales en los dramas coreanos, haciendo de buenos vecinos, o de malvados. En los doce episodios, desarrolla una serie de tramas personales, y otras globales, que ponen énfasis en como sobrevivir cuando no hay esperanza, o como mantener una cierta cohesión social, cuando las desigualdades y los egoísmos personales sobresalen en el «sálvese quien pueda». La propuesta es muy interesante, y la serie se deja vez con interés. Especialmente por el buen trabajo de muchos de sus intérpretes. Pero la historia no está siempre bien hilvanada, el peso de la trama está muy desequilibrado a lo largo de los episodios, y algunas situaciones caen en el tópico previsible. Pero algunos de los conflictos éticos que se plantean son interesantes. Al público no le ha gustado mucho. Aparte de los defectos señalados… la gente quiere finales felices. Siento haber destripado el final. Pero es que es obvio y consecuente. Es lo que hay.

En la plataforma Disney+ han celebrado recientemente su estreno estrella de los tiempos recientes. La producción es de FX, uno de los canales que distribuyen en la plataforma. Y se trata de la segunda adaptación televisiva de una novela superventas de los años 70 del mismo título, Shōgun. La primera fue en los años 80, cuando estaban de moda las series con cierto componente épico que, en TVE, solían venir agrupadas como Grandes relatos, aunque esta denominación se usó también para otros programas. Fue la época de (usaré las denominaciones en España) Raíces, Holocausto, Norte y sur (esta acabó teniendo varias temporadas), Séptima avenida, Hombre rico, hombre pobre, y otras que ahora no me vienen a la memoria. Eran muy populares… porque sólo había una televisión con dos canales, o sea que no podíamos elegir ver otras cosas. Así que eran objeto de comentario habitual por parte de todos tras la emisión del episodio semanal. Todas o casi todas eran adaptaciones de novelas del tipo superventas. O best-sellers para los que no son incapaces de prescindir de la superflua denominación inglesa. Novelas formulaicas, muy entretenidas, aunque de valores literarios discutibles en ocasiones, que seguían esquemas similares. Y que mucha gente, tras la serie, acababa comprando en el Círculo, aunque la mayor parte de esta gente no la llegaba a leer. Pero quedaban bien en las bibliotecas domésticas.
Pues bien, algunas de aquellas historias se están actualizando en nuevas series, más ambiciosas, con más medios técnicos y con la intención de atrapar al espectador para la plataforma de contenidos de turno. Shōgun es una ficcionalización de los acontecimientos históricos que rodearon la llegada al poder de Tokugawa Ieyasu como primer shōgun de su dinastía, que entre 1603 y 1868 procuró un periodo, llamado periodo Edo, por instalarse la sede del gobierno del shogunato en esta ciudad, hoy conocida como Tokio, en el que el país estuvo en paz. La capital oficial del país, donde residía el emperador, sin poder real, seguía siendo Kioto. Fue una dictadura militar, con una sociedad dividida en castas, pero que gozó de estabilidad, y se caracterizó por el mantenimiento de un sistema feudal en el territorio, al mismo tiempo que surgía una casta de comerciantes en las ciudades. Casta que combinaba la contradicción de estar en la base del sistema social, pero que era muy próspera económica y manejaba mucho dinero. Y por ello, aunque supuso un parón en el desarrollo tecnológico del país, fue un periodo de esplendor en la cultura y las artes.
El advenimiento al poder de Tokugawa Ieyasu, del clan Matsudaira, el tercero de los unificadores del país, y el definitivo, tras el convulso periodo Sengoku, se produjo cuando fue expulsado (o se rebeló) del consejo de cinco regentes del que formaba parte, durante la minoría de edad del heredero de Toyotomi Hideyoshi (en la serie Toranaga Yoshii, Hiroyuki Sanada), el segundo de los unificadores, tras Oda Nobunaga, el primero de ellos. Ieyasu fue lugarteniente de ambos, pero en un momento dado sintió que le llegaba el turno. Esta rebelión genero una serie de tensiones que amenazaban el desencadenamiento de una nueva guerra civil entre las dos facciones; el ejército del Este, al mando de Ieyasu, con base en Edo, y el ejército del Oeste, al mando de Ishida Matsunari (en la serie Ishido Kazunari, Takehiro Hira), con base en Osaka. El casus belli fue el intento de Ishida Matsunari de retener como rehenes en el castillo de Osaka a familiares de los señores feudales que apoyaban a Ieyasu en el ejército del Este. En este intento, murió la esposa de uno de los lugartenientes de confianza de Ieyasu, general destacado en su ejército, una mujer de origen noble que había adoptado la religión católica, originalmente llamada Akechi Tama, aunque pasaría a ser conocida como Hosokawa Gracia (en la serie Toda Mariko, Anna Sawai). La serie es ficción, y los nombres de los personajes son distintos pero basados claramente en estos personajes históricos. Y narra una sucesión de acontecimientos ficticia, que no se corresponde con la realidad histórica, que llevan a la muerte de la dama noble en Osaka y el desencadenamiento de la guerra. Mezclados con la llegada a Japón de un piloto naval inglés al servicio de los comerciantes neerlandeses, John Blackthorne (Cosmo Jarvis), que se basa en un la figura del marino William Adams, y que no consta que interviniese en modo alguno en los asuntos históricos que he comentado.
La serie es entretenida. Muy entretenida. Pero no me ha gustado tanto como a la peña. De verdad que no. Hay algunos «errores» de reparto. Anna Sawai no lo hace mal. En lo que yo la había visto hasta ahora… la consideraba una actriz mediocre, como en cierta serie de monstruos de Apple TV+. Me dicen que también salía en la excelente Pachinko, pero no en un papel de los más destacados. También salía en una serie de yakuzas en Londres que vi hace un tiempo, pero ni siquiera la mencioné en la reseña, porque no tenía un papel muy trascendente. Se ha movido sobretodo en el cine de acción, y en la serie se le nota más cómoda en las secuencias de acción que le ofrecen. Lo curioso es que hay dos actrices japonesas en la serie, en papeles secundarios, que desde mi punto de vista tenían más potencial, y en lo que les toca lo hacen mejor, como son Saeko Kimura y, especialmente, Fumi Nikaidō. Esta última sería una potencial antagonista para Toranaga en caso que decidieran por una segunda temporada, no prevista inicialmente. Ieyasu y Yodo-dono, la madre del heredero de Toyotomi Hideyoshi, acabaron enfrentándose en el castillo de Osaka catorce años después de la batalla de Sekigahara que fue el punto final a la historia original en la que se basa la serie. Y sobretodo… el inglés no pinta nada en todo esto. Incluso el relato fuerza una relación romántica entre la dama noble católica y el piloto inglés que está fuera de carácter por completo para una noble japonesa de la época, especialmente siendo una católica convencida. Eso me ha chirriado como pocas cosas. La necesidad del escritor original de poner un protagonista occidental para atraer lectores hace que la historia baje un montón de enteros. Existió una personaje real que estuvo por allí. Pero con nula trascendencia real, más allá de lo que algunos quieran ver en el posterior permiso a los holandeses para establecer un puerto franco en una isla frente a Nagasaki. Y hay elementos insuficientemente tratados, o con poca sutileza. Como la influencia del clero católico jesuita predominantemente portugués, pero que sería expulsado años más tarde, y prohibidas las religiones cristianas. Hemos de recordar por otra parte, parece que los ingleses y americanos no se han enterado, que en 1600 Portugal estaba integrado en la Monarquía Hispánica junto con el resto de los reino peninsulares, varios dominios por el resto de Europa y las correspondientes colonias por el resto del Mundo. En aquel momento, durante el periodo entre 1580 y 1640, no tenía sentido de hablar de «España» y «Portugal» como dos entidades políticas distintas en cuestiones internacionales.
En otro orden de cosas, el ambiente tétrico, brumoso permanentemente, oscuro, frío, con unos viñeteos en la fotografía muy excesivos… tampoco me ha convencido mucho. Da la impresión de que de un momento a otro van a empezar a salir dragones, elfos, orcos y demás… por allí. O sus equivalentes nipones. Y es que no es la imagen que tengo yo de un país que ya he visitado en tres ocasiones, y que, aunque llueve con cierta frecuencia… es bastante luminoso. Como decía, muy entretenida… pero no me parece tan maravillosa como algunos la ponen. Ni de lejos.





