Finalmente, ha llegado mi última mañana del viaje. A mí. Que a mis acompañantes les queda buena parte de la tarde. Es lo que tiene vivir en Madrid y volver por Madrid, sin necesidad de luego buscar un transporte decente para llegar hasta Zaragoza.
Habíamos visto que la mayor parte de las tiendas habrían los domingos. Así que el plan era ir de compras. Más cuando hemos visto que amanecía una mañana de lluvia continua, y a ratos intensa. Pero mi gozo en un poco, ya que no nos habíamos dado cuenta de que el horario de apertura de las tiendas era a partir de las 12 horas. Justo cuando yo tenía que pasar por el hotel para recoger el equipaje y marchar para Schiphol. Así que nada; un paseo por algunos sitios ya vistos, con una nueva luz y otras sensaciones. Y hasta la próxima.

Si aplicamos lo de dime de qué presumes y te diré de qué careces, ya sabemos cuál es el problema de estos holandeses.
Y bueno. Ya hablaré otro rato de lo que supone viajar con Vueling. Que ahora estoy de buen humor por haber adelantado el tren una hora, como para malhumorarme por culpa de las compañías aéreas de “bajo coste”. Pero hablaré. Seguro. Quizás mañana. O no. Que a lo mejor sigo de buen humor.