Aunque el cine se animó tarde a contar el exterminio judío. De hecho, el exterminio de otras minorías, tan apenas se ha contado. Probablemente por no ser tan influyentes en la actualidad como las comunidades judías. Los gitanos, por ejemplo, no tienen un Spielberg. Pero cuando lo hizo, lo hizo con ganas. Y de hecho, ha proporcionado unas cuantas obras importantes, obras maestras incluso, que merece la pena cuidar y conservar para avisar a las generaciones futuras de la barbarie que el ser humano es capaz de desencadenar.
La cuestión de los Sonderkommando (comando especial) también se había llevado al cine previamente. En concreto, con una película de 2001 que no vi en el cine, aunque sí un tiempo después en televisión. No estaba mal, e incluso según parece ha ido ganando prestigio con el tiempo.
Aquella película y la que hoy nos ocupa se basan en el mismo episodio; la revuelta del Crematorio IV en octubre de 1944 de la que fue testigo el Dr. Miklos Nysizli (Sándor Zsótér), médico judío húngaro que sobrevivió al final de la guerra. Pero con un enfoque totalmente distinto. Si aquella de 2001 no dejaba de tener una trama aventurera, esta de 2015 dirigida por László Nemes nos proporciona un punto de vista mucho más subjetivo e introspectivo.

El cine y la televisión nos han familiarizado con las vías ferroviarias que llegaban al campo de Auschwitz-Birkenau, situado en un discreto y apartado lugar al sur de Polonia, no lejos de Cracovia.
Los más espabilados habrán deducido por los nombres de los involucrados que la película es de nacionalidad húngara. Los diálogos son una mezcla de húngaro, yidis, alemán, ruso y polaco. La vimos en versión original, y se puede encontrar en la cartelera española con su título traducido literalmente al castellano, «El hijo de Saul».
No lo he contado realmente, pero los Sonderkommando eran los judíos que trabajaban forzados para los alemanes en las cámaras de ejecución y cremación de los campos de exterminio durante un periodo variable de tiempo, de promedio tres o cuatro meses, hasta que ellos mismos eran asesinados. Al fin y al cabo, eran testigos directos de lo que los alemanes hacían allí. Los alemanes estarían totalmente convencidos de que sus atrocidades estaban «justificadas». Pero también sabían que si se conocían traerían «mala prensa». El Saul (Géza Röhrig) de la película es un judío húngaro miembro de una de las cuadrillas de los Sónderkommando. Y la cámara se pega a el constantemente mientras asistimos a la rutina de exterminio en la que vive constantemente. En uno de los asesinatos masivos con ácido cianhídrico, uno muchacho sobrevive temporalmente. Y cuando muere el chico, Saul decide darle un enterramiento adecuado en lugar de llevarlo a los hornos de cremación, para lo que necesitará un rabino. Empieza a asumir ante sí mismo y ante los demás que se trata de su propio hijo.
Cuando he dicho que la cámara se pega al protagonista es algo muy literal. La película está rodada con película tradicional, en el formato académico (1,37:1, similar al 4:3 de las antiguas televisiones). Junto con el primer plano, este formato produce una sensación de agobio, de angustia por estar atrapado, que no se da en la producciones con formatos más panorámicos, que generan más aire a los lados del personaje. Además, en casi todo momento el fondo está desenfocado. Sabemos lo que está pasando, o lo suponemos. Los rostros de las víctimas aparecen poco y fugazmente. Muchas veces percibimos de forma borroso sus cuerpos desnudos. También los rostros de los asesinos son presentados en pocas ocasiones ante nuestra vista. Salvo en unos pocos momentos en los que los vemos. Tampoco vemos directamente la muerte de las víctimas, salvo en unas duras escenas en «las fosas». El momento histórico es cuando los alemanes han ocupado Hungría y están deportando masivamente judíos de este país a Auschwitz, no dando abasto las cámaras de gas en turnos de mañana y noche a las exigencias del exterminio. Por lo tanto hay medios alternativos de asesinar gente.

Las «duchas» y los hornos de Birkenau fueron demolidas por los rusos y sólo nos han llegado sus escombros.
Película muy dura de ver, y da gracias a que el director adopta el método de rodaje indicado para no mostrar lo más duro de la acción. Pero que es muy conveniente cuando en muchos lugares del mundo la memoria histórica se convierte en amnesia histórica y resurgen los grupos políticos fascistas muy inspirados por el nazismo alemán. Es paradójico que el nacionalismo xenófobo esté surgiendo en los países que más lo sufrieron en los años 40 del siglo XX. Lugares como la propia Hungría y más recientemente Polonia, entre otros, han visto resurgir recientemente políticos de extrema derecha, ultranacionalistas, que aprovecha los mecanismos democráticos para acceder al gobierno. Luego llega el momento de las leyes xenófobas y de corte autoritario ante las cuales la Unión Europea poco hace o puede hacer. Quizá porque sus propias políticas sociales y económicas han colaborado a este resurgir de los fascismos.
Ya sucedió el año pasado que de entre todas las películas que optaban a los premios oscar, la que desde mi punto de vista mejoraba el premio gordo no estaba entre el grupo de candidatas. Se deben conformar muchas excelentes películas con sus candidaturas a mejor película de habla no inglesa. Algunas consiguen algún otro premio; interpretaciones, guiones, premios técnicos,… Algunas películas de habla no inglesa han llegado a la categoría máxima, pero ninguna ha ganado el premio. ¿Ninguna? Bueno,… ahí están los irreductibles galos que consiguieron el premio gordo con una película que no estaba hablada en inglés. Pero tampoco en francés. Era muda. Sin diálogos. Todavía no he visto todas las películas candidatas al premio gordo en los óscars de este año. Pero de las que he visto,… ninguna supera a esta película húngara. Bueno… sólo he visto tres de las ocho…
Valoración
- Dirección: *****
- Interpretación: ****
- Valoración subjetiva: *****

Pero sí permanece uno de los estánques a los que se echaban las cenizas de las «piezas» incineradas. «Piezas»,… este es el nombre que recibían los cadáveres gaseados.