Una vez ejercido ayer mi derecho al pataleo cuando no se hacen las cosas bien, vayamos a comentar en esta ocasión realmente la primera película del año. Una película británica dirigida por Andrew Haigh, un director que no me es familiar, pero que viene con buenas críticas, especialmente por su atractivo reparto encabezado por Charlotte Rampling.
Kate (Charlotte Rampling) y Geoff Mercer (Tom Courtenay) son una pareja casada sin hijos que va a celebrar con una fiesta con familia y amigos su 45º aniversario de boda. No celebraron el 40º, más habitual, porque Geoff estuvo muy enfermo con un problema de salud que exigió una importante cirugía cardíaca. Una semana antes de la celebración, reciben una noticia inesperada. Como consecuencia del deshielo de los glaciares alpinos en Suiza, ha aparecido el cadáver de una joven, una antigua novia de Geoff, que murió en un accidente de montañismo antes de que Geoff y Kate se conocieran siquiera, cuando el tenía 25 años y ella apenas 20.

No sé muy bien en qué parte de Inglaterra está rodada la película…
Estamos ante una película con una historia mínima, pero intensa. Que no se vive a nivel de la acción sino de los sentimientos. El personaje central es Kate… y el segundo personaje importante, la muerta. Que sin aparecer, sin saber como era, con datos muy indirectos, se entromete repentinamente en el matrimonio modélico e idílico que a los ojos de Kate y de todos los que les rodean se ha construido durante esos 45 años. No hay alardes técnicos de ningún tipo. No hay grandes diálogos. Pequeños diálogos, cotidianos. Me impresionó el de la fotografías, que resuena con ecos durante el filme y hasta la conclusión del mismo. Pequeño drama que crece sin cesar en la mente de la protagonista, hasta producir una angustia que se contagia al espectador que empatiza con ella.
Desde luego, además del buen planteamiento del drama, el peso de la película cae sobre los dos protagonistas del film. Ambos miembros del matrimonio realizan un ejercicio de contención suprema, representando la versión más sublimada de un matrimonio de edad inglés razonablemente acomodado. Austeridad en la demostración de sentimientos que sin embargo percibimos constantemente. Y si la protagonista es Rampling, a quien sigue la cámara predominantemente, Courtenay, todavía más aparentemente anodino nos ofrece algunos momentos notables en esa contención emocional.

Podría ser en cualquier ciudad pequeña del país,… aunque creo que en algún momento sale algo de mar…
Desde luego no es una película para aficionados palomiteros. Es una película, sin misterios, muy clara, pero que hay que seguir con atención al detalle. Una película que bien podría estar firmada también por algún realizador escandinavo, con Bergman al frente, pues se trata de ese tipo de intimidades familiares, de esos conflictos pocas veces explícitos pero que potencialmente pueden minar cualquier relación.
Valoración
- Dirección: ***
- Interpretación: ****
- Valoración subjetiva: ***

En cualquier caso, las fotos de hoy proceden de Solihull, en las cercanías de Birmingham, en las Midlands, donde pernoctamos durante un viaje camino de Gales.