Vuelve Pedro Almodóvar con un nueva película. En mal momento… el manchego ha sido puesto recientemente en la picota con los famosos «papeles de Panamá«. Que demuestran que las «gentes de bien» no debieran preocuparse tanto con las transgresiones culturales. Almodóvar fue acusado de transgresor irreverente, pero parece que con el tiempo se adaptó bien a los usos y costumbres capitalistas de las «gentes de bien».
Pero vamos a hablar de cine que es a lo que vamos. Vigésima película para el laureado director, que ha despertado bastante expectación, puesto que después de la ultima tontada que nos ofreció, parecía que se había puesto las pilas para volver por sus fueros. Dos actrices muy respetadas en el papel protagonista, la veterana Emma Suárez y la más joven y actual Adriana Ugarte. Ya adelanto que la primera siempre me gustó, desde todos los puntos de vista, mientras que a la segunda todavía le tengo que ver un papel que me convenza. Y como historia, la adaptación de la reciente Premio Nobel canadiense Alice Munro. Esta elección me ha parecido llamativa. Primero, porque no son habituales en el cine de Almodóvar las adaptaciones de historias que no salgan de su cabeza. Segundo, porque después de haber leído algún libro de relatos cortos de Munro, no conseguía cuadrar del todo el estilo literario de esta con el cinematográfico del manchego.

La acción se remonta al año 1985… época en la que yo visitaba con frecuencia los alrededores de Peña Telera. Pero no tengo fotografías digitalizadas anteriores a 1989. Así que me remontaré al Madrid de 1990, como lo más cercano a aquella época.
De las crónicas que he leído sobre la película, creo que la que mejor refleja lo que yo sentí al ver el filme es lo que apareció en Variety. Almodóvar deja atrás la comedia gamberra y transgresora, así como el melodrama excesivo, y se arroja en brazos del viejo drama puro y duro, con tintes de tragedia. Y a pesar de que en la estética del filme intenta ser a toda costa fiel a sí mismo, realmente es lo único que nos enlaza con el viejo Almodóvar. Y no tengo claro que sea para bien.
En un recorrido por 30 años de la vida de una mujer, desde el momento en que es una joven recién licenciada en Letras que da clases como interina o sustituta en institutos o colegios de enseñanza secundaria (¿qué «puñetas» es eso de que da clases de «filología clásica» en un colegio o instituto? ¿en España?), hasta que es una mujer madura apunto de reorientar su vida trasladándose con su pareja, escritor, a vivir a Portugal abandonando Madrid, tras rehacer su vida después de más de una década de sufrimiento por el abandono de su hija, que se extrañó en circunstancias no bien explicadas al principio del metraje. Pero tengo la sensación de que en el adaptación de los tres relatos cortos de Munro en los que se basa la película, que no he leído pero que leeré, algo se pierde. Que no acabamos de estar ante una película universal. Que lo que puede funcionar como drama en la aséptica, civilizada y fría sociedad canadiense, no tiene sentido cuando lo trasladas a escenarios como las rías gallegas, un pueblo andaluz o los más castizos barrios madrileños. Algo se pierde en la translación (no, no traducción; utilizo el término a propósito). Y al final nos queda una historia que sólo a ratos nos llega, nos dice algo o nos conmueve.

Un Madrid en el que todavía estaba en activo la estación de Príncipe Pío, desde donde en tiempo salían los trenes con destino a Galicia… como el de la película.
Por lo tanto, nos queda una película de factura técnica irreprochable pero falta de corazón. Que no consiguen arreglar del todo sus personajes/intérpretes. A otros no sé qué les pasará, pero yo no consigo ver en la Julieta de Ugarte la misma mujer que la Julieta de Emma Suárez. Dejando de lado que la parte de esta última es más interesante por el mayor dramatismo de sus vivencias, que viene acompañado por su mayor capacidad para transmitir ese dramatismo. Y del resto del reparto, me resultan un poco fríos salvo esa Rossy de Palma haciendo un papel que me recuerda a los que hacía, vaya desde aquí mi homenaje, la recientemente fallecida Chus Lampreave, pero en versión superborde en lugar de entrañable.
Luego hay cosas que funcionan mejor… el episodio del tren tiene cosas notables… y otras peor… no acabó muy bien de entender qué aporta la visita a lo padres en Andalucía. Y al final resulta que lo que te han contado es muy poquita cosa… a pesar de la escasa duración del a película. Personajes muy planos, fuera de la protagonista,… lo cual se hace especialmente incómodo con el papel de la hija, Antía (Blanca Parés/Priscilla Delgado). Que también mira tú, que me he enterado que en el original literario se llama apropiadamente Penélope, que para que cambiarlo por un nombre gallego si al fin y al cabo la madre es filóloga clásica.

Un Madrid que de todos modos apenas aparece insinuado en la película, tal y como yo lo recuerdo.
Si hecho mi vista atrás en la filmografía de Almodóvar me doy cuenta de una cosa. Que su cine, que mantuvo un buen nivel hasta Volver, con algún altibajo ocasional, inició con posterioridad un declive progresivo del que no acaba de salir. Quizá hayan pasado los mejores tiempos de la capacidad creativa del manchego. Un aprobado es un fracaso para este director. Y no pasa de ahí la película que nos ocupa hoy.
Eso sí… Que belleza el plano final con la cola del pantano de Búbal, el hayedo del Betato y la majestuosa Peña Telera mientras un coche circula por la carretera de Panticosa, aunque nos quieran hacer creer que es Suiza y no el imponente Pirineo central aragonés.
Valoración
- Dirección: ***
- Interpretación: ***
- Valoración subjetiva: ***

Porque más allá de los cambios físicos en los personajes tan apenas se aprecian cambios reales en el entorno, resultando un escenario atemporal.