Hoy traigo como platos fuertes dos temporadas de seis capítulos de dos series muy distintas que se pueden ver actualmente en Netflix, y que me han ocupado principalmente mis ratos de asueto televisivo en las últimas semanas.
La primera merece poco comentario. Es la primera temporada de una serie australiana, Glitch, que se apunta como parece estar de moda al tema de los muertos que resucitan misteriosamente. Moda que iniciaron los franceses con la interesante Les revenants, y que ha dado lugar a nuevas versiones reconocidas o no de la historia o del tema en distintos países. Con sólo seis episodios en esta primera temporada, y un ritmo pausado, les ha dado para plantear el misterio y poco más. No aporta novedades al tema, parece que se decanta más por el lado «ciencia ficción» que por el lado «místico», pero sin más. Eso sí, es razonablemente entretenida; si no no creo que le hubiera dado muchas oportunidades.

Aunque no tengan que ver necesariamente con las nuevas tecnologías, las zonas suburbanas de las ciudades siempre han simbolizado para mí ese contraste entre lo bueno y lo malo que nos trae el progreso. Por ello, estas recientes fotografías de una de esas zonas suburbanas en Zaragoza, me han parecido apropiadas para ilustrar esta entrada.
La segunda temporada de serie que he visto, también con seis capítulos, ha sido la muy esperada tercera temporada de Black Mirror. La serie ha cambiado de «casa» ya que se ha ido de su cadena de televisión británica original a ser un original de Netflix. Afortunadamente, ha mantenido las características que han hecho de ella una serie imprescindible para el aficionado a la ficción televisiva en estos momentos. Como hasta ahora, sigue con su serie de episodios con historias independientes unas de otras, que se pueden ver en cualquier orden o en cualquier momento sin que haya tramas entrelazadas. Todas ellas analizan las consecuencias de la introducción de nuevas tecnologías en la sociedad, especialmente en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación. Y presta atención concretamente en las consecuencias negativas que pueden aparecer detrás de la aparente felicidad de la innovación tecnológica. No deja de ser una exploración de lo que de distopía tiene la sociedad actual y sus posibles rumbos futuros. La serie no es antitecnológica, como algunos han propuesto, sino que más bien está interesada en analizar los comportamientos humanos, que son los que hacen que una herramienta tecnológica, un avance científico con aplicaciones prácticas, tenga consecuencias positivas o negativas para la sociedad.
El tono de cada capítulo va variando. En algunos casos estamos en situaciones cómicas o paródicas. En otros flirtea con el suspense, y en algunos casos, directamente con el terror. Las consecuencias no siempre son negativas. Quizá, dos de los episodios más celebrados de esta temporada, Nosedive, y San Junipero, admiten consecuencias finales de las situaciones que se nos presentan. El logro de una libertad perdida en un caso, la posibilidad de vivir la vida que ha sido imposible en el otro. Pero los tonos son francamente negativos en el resto, especialmente en el duro episodio bélico, Men Against Fire, que reflexiona con dureza sobre algunos aspectos relacionados con el soldado combatiente, o Hated in the Nation, profunda reflexión sobre las actitudes de odio, linchamiento o «bullying» social.
Hay episodios con más nivel y otros con menos. Pero todos ellos merecen la pena y están por encima de la media de la ficción televisiva común. Como digo, una serie imprescindible.